Gangbang extremo - Parte 4 Publicado por anónimo el 13/06/2023 en Sexo en grupo

"Llegó el día del gangbang, Mar se puso unas medias de rejilla negras con ligas, unos zapatos de tacón y el collar con cadena que suele usar en público como señal de sumisión..."

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Estaba espectacular y recordé lo mucho que disfrutaba follándola su coño totalmente depilado antes de aceptar convertirme en su esclavo. Todavía faltaba casi una hora para irnos, pero a Mar le apetecía que antes de salir de casa la comiese el coño, así que se tumbó en la cama con las piernas bien abiertas y yo me lancé a lamer su sexo con ansia mientras ella no dejaba de repetir las ganas que tenía de que la follasen un hombre tras otro sin parar hasta reventarla, para entonces llevaba más de cuatro meses sin correrme, así que estaba más cachondo que nunca e imaginarme que en menos de una hora estaría viendo a mi mujer disfrutando de un gangbang hacía que le comiese el coño con más deseo que nunca.

Cuando Mar estaba a punto de correrse me ordenó parar por que no quería desperdiciar energías, ella ni siquiera se vistió tan solo se puso una gabardina para poder salir a la calle sin escandalizar a nadie ya que eran poco más de las tres y media de la tarde y nos fuimos al local. En el momento en el que salimos de casa Mar adoptó su rol de esclava y yo el de su dueño, cogimos un taxi y llegamos al local unos cinco minutos antes de las cuatro, a pesar de que la calle era muy tranquila y apenas pasaba gente, ese día había un par de personas hablando justo frente al local, aún así, al llamar a la puerta le ordené que se quitase la gabardina quedándose desnuda en mitad de la calle, en alguna ocasión la había obligado a exhibirse, pero nunca en mitad de la calle y a plena luz del día, cogí la cadena y la ordené que girase sobre si misma para verla bien, ni siquiera miré a los dos hombres, pero pude escuchar como su conversación se cortaba en seco y sentí sus miradas clavadas en el cuerpo de mi mujer, apenas tardaron treinta segundos en abrir, pero fue tiempo suficiente para que viesen a la perfección el cuerpo de Mar.

Cuando Dimas abrió la puerta nos saludamos, disfrutó contemplando a mi mujer, a petición suya la hice dar otra vuelta y le invité a comprobar lo mojado que tenía el coño, algo que hizo sin delicadeza alguna y haciéndome un par de comentarios humillantes para Mar, a continuación azoté el culo de mi mujer con la tira de piel que llevaba la correa en el extremo para que pasase dentro y le indiqué a Dimas que invitase a los dos hombres que estaban enfrente. Vi como de primeras rechazaban la invitación pero sin dejar de mirar a Mar, habíamos entrado, pero estábamos parados en la entrada, con la puerta abierta y podían vernos perfectamente, yo estaba aprovechando el cambio de roles para meter mano a mi mujer y también para castigarla un poco pellizcando sus pezones y dándola algún que otro azote que ella recibía dócilmente gimiendo lo bastante alto como para que la oyesen. Finalmente les convenció y caminaron con Dimas hacía el local sin dejar de mirar a Mar, pasaron a nuestro lado saludando con cierta vergüenza y se dirigieron hacia el interior mientras nosotros esperábamos la confirmación de que todo estaba preparado

Dimas apenas tardó un par de minutos en avisarme, mientras tanto me había dedicado a jugar con los agujeros de Mar y ella a humillarme susurrándome al oído lo cornudo que era al permitir que cualquiera la usase como una puta cuando a mi no me permitía ni pajearme. Al entrar a la sala comprobé que había más hombres de los que me esperaba, unos veinticinco, todos desnudos, cuatro o cinco de ellos parecían bastante atractivos y con buenos cuerpos, pero el resto eran poco deseables, incluso había un par de tíos que no cumplirían los sesenta y estaban bastante obesos, pero todos ellos, incluidos los dos que habíamos reclutado en la calle, tenían buenas poyas y muchos se empalmaron cuando vieron a mi mujer.

Entonces Dimas me cedió la palabra para que les indicase las normas.

“Esta zorra es mi mujer y mi esclava, estará las siguientes doce horas a vuestra disposición para que la uséis a vuestro antojo, podéis follarla por cualquiera de sus agujeros y correros en ellos con o sin condón, podéis azotarla con la mano abierta en cualquier parte de su cuerpo a excepción de la cara, usarla de urinario, escupirla, atarla, ponerle pinzas en cualquier parte y obligarla limpiar con su boca todo lo que ensucie. No hace falta que os diga su nombre, podéis usar cualquier adjetivo que consideréis humillante o denigrante y dejar las delicadezas para las mujeres decentes, a esta zorra tenéis que tratarla como lo que es, un cacho de carne con agujeros.”

Le tendí la correa a Dimas para que fuese él quien la llevase hasta la zona habilitada para el gangbang, era bastante amplia con el suelo cubierto por un acolchado de plástico y varios sillones, vi que a un lado había un columpio de cuero y también varios elementos con la evidente función de servir para inmovilizar a mi mujer de diferentes maneras. Yo me dirigí a la barra, me senté en un taburete y me dispuse a contemplar como mi mujer era usada en la sesión de sexo más salvaje de su vida.

Lo primero que vi fue como Dimas la ordenó arrodillarse e ir mamando las poyas de esos hombres una por una mientras él les daba detalles de como él mismo la había usado otras ocasiones. Cuando estaba mamando la poya del undécimo tipo hizo una señal al primero el cual fue hacia donde estaba Mar, se arrodilló tras ella y la penetró por el culo sin ningún preámbulo haciendo que mi mujer, sin dejar de mamar la poya que tenía en la boca, emitiese un quejido de dolor.

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Acerca de este relato

Autor anónimo
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