Con mi Maestra favorita en un Motel
Esa mañana en la universidad no imaginé que Jackie, mi maestra de 1.60m con ese cuerpito de deportista que todos admirábamos, terminaría gimiendo mi nombre en un motel. Todo empezó cuando reprobé su clase por andar deprimido. La muy buena onda me dio otra oportunidad, hasta se preocupaba por mí, preguntándome cómo estaba.
El día que todo cambió fue cuando agarró una nota que decía «La maestra está bien sabrosa». Aunque no fui yo, aproveché para decirle lo que realmente pensaba:
«Si quisiera decírselo, lo haría de frente… porque usted es una mujer increíble».
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero también de algo más.
«¿Serías discreto?» me preguntó con voz temblorosa.
«Totalmente», le dije, sabiendo que esa noche sería especial.
En el motel
Jackie salió del baño con sólo una toalla, dudando.
«No estoy segura…»
«¿Quiere más morbo, profe?» le susurré al oído mientras le mordía el cuello. «Usted es una maestra a punto de sentir cómo su alumno le destroza el culo».
Esa frase la prendió como cerillo en gasolina.
Lo que pasó después
Los besos: empezaron tímidos hasta que le metí la lengua hasta la garganta
El oral: se vino dos veces sólo con mi boca en su clítoris mientras gemía «¡Así no enseñan en la universidad!»
El condón: lo rompí al ponérmelo de lo duro que estaba
Las posiciones:
De perrito: le azotaba esas nalgas mientras gritaba «¡Reprobado! ¡Reprobado!»
Montada: sus tetas pequeñas rebotando en mi cara
Contra el mueble: levanto sus piernas y le doy hasta que el mueble golpeaba la pared
69 en el sillón: probando el kamasutra que nunca enseñó en clase
El final
Cuando por fin me vine dentro del condón (ya roto), Jackie quedó temblando. «Nunca… nunca había sentido algo así», jadeó.
Al día siguiente en clase, me pasó una nota:
«¿Repetimos la lección hoy? Faltó anal…»
Y así fue como pasé de reprobar… a darle las mejores clases particulares.
Moraleja: A veces reprobar tiene sus ventajas.
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