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"Alan Borges es un psicoanalista muy especial. Sus gustos sexuales son aplicados en sus pacientes con la finalidad de que ellos resuelvan sus problemas. Promesa de que a lo largo de esta saga, habrá muchas escenas candentes. "
El Psicoanalista
Presentación
Alan Borges es un profesional que debido a sus técnicas ha sido expulsado de la Asociación Nacional del Psicoanálisis (A.N.P.). Sin embargo, al no haber perdido su licencia, continúa atendiendo pacientes.
Desde que se recibió renegó por tener que aplicar siempre las mismas técnicas del siglo pasado, afirmando incluso en diversos artículos que escribió, que para que las personas pudieran resolver sus problemas había que primero, comprender bien en qué consiste el mismo y tener en cuenta el contexto, y finalmente, lograr que la persona lo resuelva aplicando sus propias herramientas, pero, para eso, hay que conseguir que conozca cuáles son esas herramientas y cómo utilizarlas en su favor. Procurar que la persona domine su propio potencial resulta esencial.
A modo de ejemplo, puedo mencionar que para conseguir esa finalidad, él no tiene ningún problema en atender personas que tienen conflictos entre sí, ya sean parientes, amigos, dependientes laborales, etc… También suele comunicarse con sus pacientes en cualquier horario, ya sea por mensajes, llamadas o videos, e incluso puede llegar a tener sesiones de veinte minutos o de tres horas. Él decide cuándo la sesión terminó. Y como si todo eso fuera poco, suele involucrarse en los problemas de sus pacientes, intentando muchas veces realizar acciones él mismo -como por ejemplo seguirlos para ver sus movimientos-, o también pidiéndoles que hagan cosas al límite -o incluso más allá- de lo indebido.
Ahora bien, pareciera que estuviera describiendo a un monstruo, pero sin embargo los pacientes que han sido entrevistados por la A.N.P., afirmaron casi unánimemente, que sus problemas fueron mejorando y, en muchos casos, superados y todo gracias a los avances que lograron en función de las sesiones con el Lic. Borges.
Alan tiene 50 años de edad y más de 25 de ejercicio de su profesión. No tiene mujer ni hijos, lo que ha producido que muchos colegas y allegados hayan supuesto que era gay. La realidad, es que nunca encontró una mujer que se adaptara a sus excéntricos gustos sexuales, lo que para él resulta ser un obstáculo insalvable a la hora de formar pareja. Sin embargo, esos gustos y sobre todo a su muy creativa imaginación, le han servido para aplicarlos en las estrategias que encara con que gran parte de sus pacientes para que estos resuelvan sus problemas.
Hay un punto oscuro que tiene Alan. Es cierto que sus técnicas resultan ser por demás insólitas, pero con ellas no solo busca tratar a sus pacientes, sino que también saciar su propio apetito sexual. Él disfruta mucho cada caso. Suele involucrarse tanto con el caso de cada paciente, que logra conocer e influir en su intimidad a tal punto que lo siente internamente como si estuviera inmerso en una novela pornográfica, pero del género que a él le gusta. Así, es normal habitual que en sus sesiones no solo ahonde, por demás, en temas sexuales, sino que hasta espía a sus pacientes mujeres, si es que la situación se lo permite. Y todo ello lo canaliza tomando notas escritas y guardando la imágenes en su memoria para utilizar de un modo morboso, cuando se encuentra en la soledad de su hogar.
1.- El caso de Sofia Ramos
Sofía era una mujer de 28 años que trabajaba como secretaria de un médico. Concurrió al consultorio de Alan debido a que sentía que su vida se había estancado, aproximadamente, cuando cumplió 25 años y no encontraba la manera de salir adelante. En su primera consulta le comentó que con su último novio cortó cuando tenía 21 años y que desde ese momento no logró tener una pareja pese a que le resulta muy fácil encontrar jóvenes con quienes salir. Como punto destacado Alán, en sus apuntes, mencionó que le llamó la atención esa problemática toda vez que la paciente es una joven linda de cara, muy simpática, inteligente, culta y con muy buen físico. Ella le resaltó sus deseos de ser madre y formar una gran familia. Además, y en cuanto a lo laboral, dijo que se graduó como Despachante de Aduana, pero que debido a la situación del país, en donde las importaciones y exportaciones estaban muy restringidas, no logró encontrar suficientes clientes que le permitieran llegar a tener una solvencia económica suficiente como para mantenerse por sí sola. Por eso, desde que se encontraba cursando la carrera, encontró una agencia a través de la cual le consiguieron el trabajo de secretaria de un médico urólogo y, si bien lo que allí ganaba le alcanzaba como para llegar a fin de mes, lo cierto es que se sentía frustrada, sin que pudiera vislumbrar un futuro más exitoso. Mentalmente se rehusaba a considerar como posible, el hecho de seguir trabajando de lo mismo hasta su jubilación.
El consultorio de Alan posee un sillón diván para el paciente, y otro sillón normal, en donde él se sienta. La posición en donde se ubica varía de acuerdo a cada paciente. En el caso de Sofía, decidió sentarse por detrás de ella. Es decir, detrás de la cabecera del diván. Una vez que establece la ubicación, la mantiene a lo largo de las sesiones ya que tiene la curiosa teoría de que así logrará mantener mejor – en su mente - los recuerdos de cada paciente. Pero también, adoptó esa posición ya que percibió que desde allí tendría una vista completo del cuerpo de su paciente mujer, pudiendo observar cada detalle sin ser visto por la misma. Ese día, ella había ido con un vestido largo, de color negro, que al recostarse en el diván boca arriba, le permitía a él desde su posición, tener una vista privilegiada de sus pechos ya que el vestido tenía un buen escote.
La primera consulta duró unos 30 minutos y consistió básicamente, en que ella contara libremente las razones por las cuales decidió concurrir. Una vez que ella agotó los temas y explicó un poco los diversos aspectos de su vida, él tomó puntillosa nota de todo y luego le dijo que en sus sesiones, normalmente la dejará exponer todo lo que desee, pero que -él-, a diferencia de otros profesionales, suele mantener conversaciones para ahondar en determinados temas como también suele proponer diversas acciones. También le dijo que si él lo consideraba necesario, podría comunicarse con ella por mensajes o llamadas en cualquier día y horario. Finalmente, le pidió que fuera extremadamente sincera en responder acerca de todo lo que se le pregunte y también que se comprometiera a cumplir con todo lo que le pida. Que si en algún punto ella sintiera que no podría contar o hacer algo, era preferible que lo discutieran en la sesión, pero que si en algún momento él descubriera que ella no fue sincera o que no cumplió con alguna premisa, entonces él podría evaluar pedirle que no concurriera más o, derivarla con otro profesional, ya que el éxito de su trabajo dependía de la estrategia -por él- planteada y si ella no la cumplía al pie de la letra, el resultado podría verse afectado. Además le explicó que si ella fracasaba, también su prestigio estaba en juego y, por lo tanto, para él era imprescindible que ella siguiera todo exactamente como se lo pidiera. Frente a esa petición ella le aseguró que sería sincera y que cumpliría con todas sus premisas ya que lo que más quería era sentir que su vida había logrado avanzar, sentirse plena de una vez por todas.
A la semana siguiente, ella concurrió a la hora pautada y fue recibida por Alan, quien la invitó a pasar y recostarse en el diván. Una vez que ambos se acomodaron, él notó que ella estaba vestida con calzas y una remera. Pensó que esta vez no podría ver el cuerpo de Sofía, pero ya algo se le ocurriría. Su morbo, si bien pasaba por lo visual, espiando a su paciente, lo cierto es que él valoraba aún más la actitud, es decir, lo excitaba por demás la mujer que buscaba calentar a los demás. Éste, claramente no era el caso. Así, dijo:
- Bueno, te voy a atacar de entrada. Sin que lo pienses mucho, me gustaría que me cuentes cuál crees que es la razón por la cual no logras entablar una relación sentimental que avance de la manera que vos querés. Decime lo primero que se te venga a la cabeza.
- La verdad es que no lo sé. Muchas veces pienso en eso y no logro encontrar respuesta.
- Pero…. a ver, ¿hay algo recurrente?, como por ejemplo, que vos te enamores y el chico te deja, o viceversa. ¿Se entiende?.
- Sí, se entiende perfecto. La verdad que no. Cuando corté con Agustín, que fue mi último novio, yo acababa de cumplir 21 años y fui yo la que lo dejé. Él era muy inmaduro. Se la pasaba jugando a la play y le iba muy mal en la facultad. Era un chico lindo, muy tranquilo y bueno, pero poco a poco me fui como desenamorando. No me veía formando una familia con él, así que un día tomé la decisión y lo dejé. Luego de eso, salí con varios chicos, pero nunca llegué al punto de enamorarme o que se enamoraran de mí. Fueron casi siempre salidas únicas o a lo sumo dos o tres veces y nada más. Es como que no llego a sentir que esa persona me guste lo suficiente como para ponerme las pilas en llegar más allá.
- Ok. Pero si aceptas salir con ellos es porque de entrada hubo algo que te gustó, ¿no es así?.
- Sí, claro, a algunos los conocí por Instagram, a otros en su momento, en la facultad, en algún bar y hasta salí con uno que conocí en un colectivo. Y obviamente lo primero entra por los ojos, si no me gustaran de entrada no hubiera salido. Claramente una tiene sus requisitos, si es lindo pero tonto, ni loca le aceptaría una salida. Con eso te quiero decir que si acepté salir fue porque no sólo me habían gustado en lo visual, sino que consideré que eran lo suficientemente interesantes como para salir. La cosa es que cuando salgo, hay algo que hace que, ni a mí me den ganas de volver a salir con ese mismo chico, pero también veo que ellos tampoco insisten. Pienso que es como que a los dos no nos pareció que la salida hubiera sido interesante.
- Ok. ¿y por qué pensás que pasa eso?
- No lo sé.
- ¿es normal que tengas sexo en esa primera salida?.
- No. No es para nada normal. La última vez que tuve sexo con alguien fue con Agustín. Soy de la creencia de que el sexo es algo que el chico tiene que ganarse y te imaginarás que en la primera salida no podría ganar nada.
- ¿y te han pedido tener sexo en esa salida?
- Sí, muchas veces ocurre que salimos a cenar y cuando estamos por irnos del restaurante, quieren ir a tener sexo.
- ¿Te lo pidieron expresamente?
- En algunos casos sí, y me negué y en otros no, pero era evidente. El último chico con el que salí me preguntó si quería que fuéramos a estacionarnos en la costanera. No creo que fuera para ver el paisaje ¿no?.
- Claro, claro, seguro que no.
- En muy contados casos, que fueron esos con los que salí más de una vez, llegué hasta el punto de besarlos en la segunda salida, pero nada más.
- Decime algo, ¿te masturbas?
- ehhh … cl …. claro. Algunas veces sí.
- Y en esas oportunidades ¿en qué pensás para motivarte?.
- Ehhh … bueno …. No sé …. depende del momento.
- Bueno…, ya hablaremos de eso. Contame, ¿qué es lo que te produce salir con un chico?. Es decir, cuando salís con un chico, ¿qué esperás?.
- Lo que espero es conocerlo, saber si es la persona con la cuál compartiré mi vida. No me gusta perder el tiempo, por eso si veo que no va, no acepto salir.
- Está bien, pero evaluá mentalmente todo lo que me acabas de decir, ¿no creés que estás haciendo una especie de casting, como si estuvieras buscando un empleado para tu negocio?.
- No entiendo
- Claro, mirá, cuando yo salía con una chica por primera vez lo que buscaba era conocerla, pero jamás se me ocurría pensar si esa chica iba a ser mi futura esposa o no. Mi prioridad en ese primer momento pasaba por lograr pasarla bien, y si es posible llegar a darle un beso, y una vez que conseguía eso, era llegar a tener salidas divertidas y obviamente tener relaciones sexuales, y una vez que lograba eso, era avanzar en progresar en la relación y también realizar juegos sexuales, y una vez que conseguía eso …. En fin….. En los jovenes, sean hombres o mujeres, es normal que quieran ponerse de novios tanto para una cosa, como para la otra. Lo que quiero que te des cuenta es que por cómo me lo contas, pareciera ser que tu primera salida es una entrevista en donde vos evaluás si esa persona cumple o no los requisitos para ser tu futuro esposo y padre de tus hijos.
- Nunca lo había visto así. Ni es lo que quiero.
- Pero fíjate que es la conclusión a la que llego tan solo escuchándote. Contame, ¿nunca te dieron ganas de tener sexo con alguno de esos chicos?.
- La verdad que no. Como te dije, la mayoría no llegó a interesarme. Y con los que llegué al beso, que no deben haber sido más de dos o tres, tampoco. Como mucho pasé un lindo momento, pero ni siquiera pensaba en ir a la cama con ellos, es más, todo lo contrario, pensaba en terminar de besarlos para que no se sientan con ganas, o derecho, de ir más allá.
- ¿y ellos, qué crees que veían?. Me refiero a todos.
- Se encontrarían con una chica linda y simpática, jaja. La verdad que no sé. Siempre fui simpática en las salidas, traté de que hiciéramos lo que ellos proponían hacer, como ir al cine, a cenar o hasta ir a bailar, incluso siempre me ofrezco a pagar mis consumos. Pero algo que me llamó la atención es que tras esa primera cita, casi ninguno me vuelve a escribir para volver a salir. Muchos para conseguir que les dé bola me ponían muchos likes a mis publicaciones de Instagram, aunque fueran re tontas, y luego de la primera salida nunca más. No es que yo me haya quedado con ganas de volver a salir, pero sí me llama la atención esas observaciones.
- Claro, ahora … decime …. ¿no crees que te estás salteando una etapa?. Pensalo de este modo, estás buscando un marido y padre de tus hijos, sin haber vivido previamente un noviazgo. Digo, porque uno, cuando es joven, necesariamente tiene que forjar su vida y eso se logra con fracasos y triunfos. Si no fracasas en el amor mil veces, es muy difícil que encuentres al hombre de tu vida en una entrevista.
- Creo que te voy entendiendo. Nunca lo vi así, pero es probable que lo sea. Pasa que no es que no me interese estar de novia, lo que pasa es que yo veo al noviazgo como un paso previo al casamiento.
- Decime, ¿el sexo para vos es algo sagrado?, me refiero a si sos de esas personas que tendrían sexo solo después de casarse. Sé que no es así porque aunque no me lo hayas dicho, presumo que ya no sos virgen, estoy seguro de que si fuera así ya lo hubieras mencionado, pero quiero entender el concepto que tenés del sexo.
- La verdad que no. El sexo no es algo que para mí sea muy importante. Te diría que más importante para mí es llegar al beso porque es el primer paso en donde avanzamos mutuamente en algo íntimo sobre el otro. En cambio el sexo, como te dije antes, es algo que el chico debe ganarse. Sería como el premio.
- Ah, mirá que interesante! y en tu caso … ¿cuál sería tu premio?.
- Eh…. ¿Cómo mi premio?.
- Claro, hablas de que el sexo es el premio del chico, ¿vos no tenes premio?.
Esa pregunta dejó muda a Sofía. Tras ello, Alan le dijo:
- Hacéme un favor. Parate y vení a mi lado un momento.
Ella de inmediato se paró y se acercó hasta donde él se encontraba. Cuando lo hizo, él, con la mejor cara de nada, le pidió que se bajara unos centímetros la calza que tenía puesta ya que quería ver su ropa interior. Ella lo miró sorprendida, se quedó unos dos segundos como inmóvil pero luego accedió. Con sus manos se bajó unos tres o cuatro centímetros la calza hasta que una bombacha de color crudo, apareció. Luego de eso, él tomó nota y le pidió que se subiera un poco la remera que tenía puesta ya que también quería ver su corpiño, ella lo hizo y Alan pudo ver que ambas piezas se trataban de un conjunto del mismo color. El sostén tenía armazón y un poquito de relleno.
- Te hago una pregunta. ¿Estás disconforme con el tamaño de tus lolas?
- La verdad que no. No son tan grandes como quisiera pero estoy conforme.
- Ok entiendo. Mirá…, con lo poco que hablamos tengo una leve sospecha de cuál puede ser el problema. Pero más allá de eso, estoy seguro de que hay cosas que no encajan y eso es lo que a vos te lleva a saltear las etapas. Hagamos algo. Quiero que a partir de hoy mismo, guardes este hermoso, pero muy aburrido, conjunto de ropa interior en un placard y, por un tiempo, te olvides de él. Y te pediría que hagas lo mismo con todos los que puedas tener que sean iguales o similares. La idea no es que solo no los uses, la idea es que ni siquiera los veas. En su lugar quiero que uses tangas y corpiños sin armazón ni relleno. Y de vez en cuando, pero al menos dos veces por semana, no uses corpiño en todo el día.
Sofía lo miró como si se tratara de un maniático sexual. Su cara pareció desfigurarse.
- No entiendo, ¿qué tiene que ver eso?. Esa ropa la usaría en alguna salida con un novio, pero no para todos los días.
- Cuando hablamos te dije que iba a pedirte que fueras sincera y que también hicieras las acciones que te pida. Te voy a decir algo. No fuiste sincera cuando me dijiste que te masturbas. ¿es así o no?
- Y …., ehhh … Sí lo fui!. No lo hago tan seguido, pero …. sí lo hago.
- ¿Ah si?, ¿cuántas veces por semana lo haces?, o … mejor dicho ¿decime cuándo fue la última vez que lo hiciste?.
En ese momento a Sofía le comenzaron a caer lágrimas. No es que quisiera llorar, pero fue una situación rara que la tomó desprevenida y que llegaba muy adentro de su intimidad. Ella jamás le había dicho a alguien si se masturbaba o no y ahora estaba intentando defenderse por no hacer algo que ella ni siquiera consideraba que fuera, ni correcto, ni necesario.
- Tenes razón. Hace mucho que no lo hago. Pero no sé qué tiene que ver en la terapia. Te doy la razón, me dio vergüenza decirte que no lo hacía. Creo que la última vez que lo hice fue antes de estar de novia con Agustín. La verdad que ni se me cruza por la cabeza hacerlo.
- Bueno, te lo dije para que veas que las cosas no se me pasan. Soy muy perspicaz porque presto mucha atención a mis pacientes y tengo algo de experiencia que me lleva a ser casi un adivino. Bueno, volvamos a lo que estábamos, quiero que las tangas no sean básicas ni que las compres por internet. Quiero que te tomes el tiempo y la valentía de ir al negocio de ropa interior más bizarro que encuentres en el barrio de Once, sobre la avenida Pueyrredón hay varios, y te compres las 10 tangas más sexy y provocativas que encuentres. Y cuando digo eso me refiero a que lo ideal es que no haya tela. También quiero que compres corpiños de esos que tienen una tela bien finita, e incluso esos que son sólo el armazón. Ah…. tampoco quiero que las compres en un sex-shop. ¿No sé si me explico?.
- Sí, entendí la idea.
- Por hoy terminamos. Nos vemos la semana que viene.
Gaby salió del consultorio como si estuviera perdida. Lo primero que pensó es que estaba perdiendo tiempo con un chanta. ¿Qué profesional le pediría que se vistiera como una puta para solucionar sus problemas de familia y trabajo?. Cuando estaba en la parada del colectivo, tenía una gran contradicción ya que por un lado dudaba de volver y por el otro, si pensaba volver, debería cumplir con lo que él le pedía y era desde ese mismo día. Así, con la peor de las ganas, tomó su celular y en la aplicación buscó la manera más rápida de llegar a la estación de Once.
Eran como las seis y media de la tarde y ya estaba anocheciendo cuando llegó. Sin embargo, la avenida Pueyrredón estaba abarrotada de gente. Los puestos callejeros invadían las veredas de tal forma que quedaba el espacio justo para que las personas pudieran transitar de una manera que se asemejaba a una calle con un carril de ida y otro de vuelta. Sofía, se aventuró a los fines de cumplimentar su misión, caminando en sentido hacia la avenida Corrientes.
Luego de caminar tres cuadras pudo notar la existencia de no menos de 10 negocios en donde vendían lencería que parecía ser erótica. Para ella no eran más que hilos de colores que usaban las putas y las grasas. Para quienes no están acostumbrados al léxico argentino, un grasa es aquella persona que tiene preferencias y hábitos vulgares. Ella no era así. Para colmo miraba que en donde estaban esos negocios había un montón de tipos que se paraban en la vereda para ver las vidrieras y también a quienes entraban y salían.
Todavía no lograba entender la razón por la que un psicoanalista la mandaba a comprar esas tangas y corpiños. Ella quería encontrar al príncipe azul con el que formar una gran familia y también mejorar en su trabajo y pensaba en ¿qué tendría que ver una cosa con la otra?. Pero también sabía que una amiga suya había sido paciente de Alan y sabía que si bien no era de los que seguía el manual de instrucciones que te dan en la Universidad, al menos con ella habían funcionado sus técnicas.
Cuando terminó de recorrer esas tres cuadras decidió volver sobre sus pasos y detenerse disimuladamente en cada una de las vidrieras, pero al hacerlo era acosada tanto por los vendedores que salían en su búsqueda desde el interior del negocio, como también por parte de los vendedores ambulantes que estaban en los puestos sobre la vereda. Ante esa situación ella comenzó a sentirse como asfixiada, por lo que decidió volver una cuadra más con la intención de entrar en el primer negocio en donde hubiera menor cantidad de gente y terminar de una vez por todas esta locura.
En un momento en el que pudo ver a unos pocos metros la vidriera de un negocio que vendía ese tipo de ropa y que no se veía que hubiera mucha gente en su interior, avanzó con rapidez e ingresó casi sin mirar. Al hacerlo sentía que la vergüenza la carcomía. Pensaba en cómo pedir ese tipo de tangas. Cuando de pronto prestó un poco más de atención, advirtió que las únicas dos personas que atendían eran hombres.
- Buenas tardes!. ¿Qué vas a llevar? – dijo un vendedor bajito y con aspecto de extranjero.
La situación la paralizó. Salir corriendo no era una opción. Pedir cualquier otra cosa, casi que tampoco ya que ni siquiera sabía bien qué vendían ahí. En la vidriera se veía lencería erótica de todo tipo y color. Tomó valor y dijo.
- Tangas ¿tenés?
La pregunta sonó como desubicada. Prácticamente en todo el negocio, a la vista, no había más que tangas colgadas. También había bodys, disfraces, etc… Todo era de ese estilo. Pero de lo que no había dudas era de que el local estaba repleto de tangas.
- Por supuesto que sí. Aquí seguro que tenemos la que buscas.
- Necesito comprar 10 tangas bien chiquitas, de diferentes modelos y colores.
- ¿Preferís que te traiga un catálogo?.
- Bueno.
El vendedor sacó de abajo del escritorio un libro que puso a su disposición. -Todo lo que figura en este catálogo lo tenemos. -dijo el mismo. Ella empezó a pasar las hojas y todo le parecía horrible. Y lo peor de todo es que había tanta variedad de modelos que le era imposible elegir. Y mientras todo eso pasaba, sentía que su cara debería parecer un tomate por la vergüenza.
- Mirá hagamos algo, elegí vos 10 modelos diferentes y me los llevo.
El vendedor miró, sin ningún disimulo a Sofía, como si fuera uno de los tantos maniquíes desnudos a los cuáles viste a diario con diferentes modelos de tangas y ropa erótica. Ella advirtió esa situación y de inmediato se arrepintió de haber hecho tal sugerencia.
- Como digas. ¿Vas a llevar algo más?.
- Sí, necesito 10 corpiños de ese estilo, ¿no sé si me explico?
- Por supuesto, enseguida te traigo todo. Si querés pasá por la caja así te van cobrando.
Cuando llegó a su casa supo que había llegado la hora. Tomó una de las tangas, sin siquiera elegir, y se fue al cuarto para cambiarse. Se desvistió totalmente frente a un espejo. Hizo caso a lo que le dijo Alan y guardó en un bolso todas las bombachas y corpiños que tenía en su cajón. La ropa interior que se quitó la puso en el canasto de lavar. Tras ello tomó la tanga. A su vista era solo un hilo de color negro que se asemejaba a un cordón de zapatos y que tenía un triangulito mínimo de una tela negra transparente. Al ponerse la tanga notó que no era lo mismo que ponerse una bombacha pues mientras se la subía, se enroscaba en sus piernas. Cuando terminó de acomodársela se sintió como si no tuviera nada y pensó una vez más que estaba cometiendo una locura. También tomó un corpiño al azar. Era negro y su tela era como de gaza. A sus 28 años era la primera vez que se ponía una tanga.
Tal como lo remarcó Alan, Sofía tiene un físico muy bien conformado. Al verse ella en el espejo no advirtió la existencia de ningún rollito o celulitis, pero tampoco vio a una chica flaca. Tenía las proporciones justas para volver loco a cualquier tipo que la viera. Sus pechos eran bien firmes y medían 92 cm, mientras que su cadera era también de esa misma medida. Ella es bailarina clásica, recibida en una buena academia y además iba al gimnasio casi todos los días, por lo que su físico no sólo estaba bien trabajado sino que también sus poses y movimientos eran muy estilizados.
Lo primero que vio en el espejo fue una puta. Y no solo ello, así se percibía al sentir que esos hilos negros apenas tapaban una parte de su vagina, la cual casi que seguía viendo por completo en su espejo a la vez que sentía que su culo estaba al aire. Y el corpiño no se quedaba atrás, era como si no lo tuviera puesto. En ese momento pensaba que la finalidad del mismo era sostener el busto, y que eso que tenía puesto no sostenía nada. Cada movimiento que hacía era seguido por sus lolas, que para su suerte estaban bien firmes.
Tras ello, se vistió nuevamente. Para terminar el día sólo le faltaba cenar, por lo que decidió ir a la rotisería a comprar una porción de tarta.
En su camino, notó al caminar como si la tanga se le clavara. No estaba acostumbrada a sentir algo tan metido dentro de su culo. En cada paso que daba no podía dejar de sentir la tira que tenía por detrás. En cuanto al corpiño no se animó a salir con la remera que tenía puesta, ya que temía que sus pezones se notaran, así que se puso un chalequito sin mangas que se usa sin abrochar, y que era lo justo que necesitaba para que nadie pudiera ver sus pechos casi sueltos. No es que fueran muy grandes, ni que le colgaran, ya que los tenía bien firmes, pero ella sentía que los demás podían ver más de lo que ella quería.
Cuando llegó la hora de irse a dormir se desvistió, se quitó la ropa interior y se puso el piyama que siempre usaba, el cual lo usaba sin nada por debajo.
A la mañana siguiente se levantó para ir a trabajar. Tomó la ropa interior que se había quitado la noche anterior para llevarla a lavar y cuando vio la tanga notó que había una manchita blanquecina en una parte de la poca tela que tenía…..
continuará....
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