
Por
Anónimo
Zeus
El reloj acababa de marcar las 3 y 10 de la mañana, el corazón de Mary palpitaba con una mezcla de emoción y expectación. Después de escabullirse en silencio de su lecho, se giró para asegurarse que Jamal, su actual pareja, todavía estaba dormido, luego salió silenciosamente por la puerta de dormitorio. Bajó las escaleras a hurtadillas y entró en el pasillo, allí estaba Zeus, de pie y moviendo su larga cola como si esperase a que lo sacaran a dar un largo paseo. El fuerte Gran Danés que le habían regalado a Jamal hacía cuatro años, era un ejemplar grande y hermoso, un buen semental que ya se lo habían pedido varias veces para cubrir a diversas hembras de su raza. En silencio, Mary se acercó a un armario ropero y cogió una toalla, fue a la cocina y la mojó por completo, con ella en la mano se dirigió a la puerta del sótano, la abrió e hizo pasar al perro primero. El espacio transformado años atrás en dos zonas independientes, unidas entre sí y con el resto de la casa por un corto pasillo y unas escaleras; un garaje y una bodega acondicionada a propósito para mantener una temperatura estable todo el año, de doble pared y techo con un grueso aislante entre las placas, tenía una pequeña ventana con doble cristal en lo alto de una de las paredes, la puerta era de un espesor mayor de lo normal para evitar variaciones del clima en el interior; Zeus bajó corriendo la pequeña escalera de madera y se quedó al final mirando pacientemente como su ama encendía las luces, volvía a cerrar la puerta y descendía la escalera. Mary se encaminó, con el perro que la seguía, por el corredor que separaba el garaje de la bodega, abrió la pesada puerta de acceso a esta, encendió las luces de la habitación y ambos entraron en el espacioso y bien distribuido lugar, cerró la puerta y observó la habitación que tanto conocía, las estanterías con las botellas cubrían dos de las paredes, las otras dos disponían de dos extensos sofás con una pequeña mesa y en el centro unas sillas y una mesa, era el lugar que en determinadas ocasiones servía para reunirse con algunos de los amigos de la pareja y pasar una agradable velada. Ella colocó la toalla encima de la mesa pequeña, apartó la mesa a un lado y se dirigió a un armario, cogió una gruesa y vieja manta, mientras la desplegaba y la estiraba en el suelo de rústica baldosa roja enfrente de los sillones la mente de Mary estaba animada por la excitación con la idea de lo qué estaba a punto hacer, sabía que iba a disfrutar cada segundo del tiempo que quedaba hasta el amanecer; el corpulento animal la miraba, como sabiendo lo que iba a pasar, cuando ella terminó de colocar la manta, excitada se bajó la braga impacientemente y reveló su húmedo y ardiente sexo. Para el perro el aroma de las hormonas que emitía Mary era una señal de que ella estaba disponible para ser montada, y sin el menor titubeo, enterró su hocico entre los muslos de su ama, esta entreabrió las piernas para que la lengua amplia y cálida de Zeus encontrase la meta inmediatamente, Mary gimió levemente por el placer cuando el órgano resbaladizo acarició sus húmedos labios vaginales y el clítoris. Adoraba la sensación que tenía cuando el perro le hacía el cunnilingus, y atrajo la cabeza del animal más cerca de su cuerpo, apoyada en una pared se retorció instintivamente, doblando su espalda arqueó su vientre y pubis anhelantes en busca de la lengua del perro que ya exploraba minuciosamente cada rincón de sus genitales. Pero a pesar del maravilloso placer que la lengua de Zeus le estaba suministrando, Mary sabía que necesitaba un buen coito salvaje. Y pensaba que había que aprovechar el tiempo que quedaba antes de que su pareja se despertara para ir a trabajar y se fuera a extrañar de que ella estuviese ya levantada; encendida ya por un deseo incontrolable, apartó al perro para acercarse a una vitrina y agarró una pequeña botella de aceite de oliva, la abrió y poniendo una buena dosis en la mano se lubricó bien la vulva, los labios exteriores e interiores, y metiéndose profundamente los dedos toda la parte de la vagina que llegaba a alcanzar. El aceite era una golosina para el perro y el conocimiento de eso la había ayudado a entrenarlo, a la vez que le servía de perfecto lubricante ayudando a sus efluvios genitales para no sentir molestias con su falo; Zeus, agitado, no dejaba de olfatearla y lamerla, Mary suavemente le decía:
– Para Zeus, espera un poquito y enseguida lo hacemos.
Mientras, repitió dos veces más la operación de aceitarse y cuando se sintió bien lubricada se puso de rodillas, con las piernas un poco separadas y apoyada sobre sus brazos, en la manta presentando su amplio y suave trasero lo suficientemente cerca del hocico canino, ofreciéndoselo para el apareamiento. El perro, sobreexcitado, aceptó la propuesta de su amante humana olisqueando y lamiendo las nalgas y vulva; rápidamente saltó hacia adelante con una velocidad y agilidad que ocultaba su pesado cuerpo, agarrándola por las anchas caderas con sus patas delanteras. Tras varios intentos de Zeus por penetrarla en los cuales su creciente pene golpeaba la concha, el ano y nalgas, por fin encaró la entrada correcta y con un impetuoso empujón se lo metió enérgicamente por la bien lubricada y amplia cueva del placer; Mary murmuró cuando se sintió atacada por el ya considerable pene del animal.
– ¡Oh! ¡Sí!
Aunque no era su primera vez con Zeus, a ella siempre le gustaba y adoraba el sentimiento que tenía cuando el perro le insertaba brusca y violentamente su gruesa y exuberante vara. El perro respondió a este entusiasmo en un instante, y usó toda su fuerza para enterrar instintivamente su pene lo más profundo que podía en la carne blanda y caliente que aquella hembra le estaba ofreciendo. La experiencia mutua de Mary y Zeus permitió que establecieran, rápidamente, un compás maravillosamente erótico y casi hipnótico; ella, enardecida, era consciente que la prominencia espontáneamente corpulenta del perro estaba empezando a formarse en la entrada de su coño. Pasaron breves segundos cuando el animal extremadamente agitado impulsó hacia adelante y forzó a entrar su ya por completo desarrollada gran hinchazón más allá de los labios verticales, traspasando y dilatando ampliamente la entrada de la vagina, La garganta de Mary emitió un quejido mezcla de dolor y placer.
– ¡Ay! ¡Jesús! ¡Sí, el nudo!
Los músculos de su anhelante cavidad se ajustaron en un instante para aprisionar aquel desmedido bulto, notaba como la cabeza del pene le llegaba al cuello del útero, ahora sí se hallaba completamente íntegra la verga del animal en su interior ocupándolo totalmente, esto causó que las embestidas del perro se hicieran mucho más cortas y aceleradas. Zeus estaba ahora empujando rápidamente su pene en su enardecida ama que tenía debajo de él, y sus testículos duros como la roca empezaron a golpear contra el mojado chocho de Mary ruidosamente. Ella volvía a sentir un acentuado delirio cuando el bulto estimulaba, al frotarlas, sus paredes vaginales en una extensa zona provocándole un éxtasis interminable; apretaba sus músculos internos para intensificar aún más el placer que experimentaba; su orgasmo no tardó en venirle.
– ¡Aaaah! ¡Sí, por fin! ¡Qué gusto, qué gusto!
Sus gritos, suspiros y su respiración acelerada resonaban en la habitación como si esta fuera una gran caja acústica. Sus nalgas, vientre y caderas danzaban a un ritmo frenético en busca del absoluto contacto con aquel imponente miembro que la perforaba; no necesitaba sujetar al perro con una de sus manos, su experiencia le indicaba que Zeus no se desengancharía de su interior a causa de sus movimientos gracias al voluminoso lazo que los unía. Sabía que la copulación enloquecida de Zeus la haría alcanzar el clímax varias veces seguidas con una intensidad majestuosa, y eso nunca lo había alcanzado con ningún hombre. A los pocos minutos Mary gimió cuando el gran falo del perro tembló y palpitó contra las paredes interiores de su almeja hirviente provocándole un segundo y penetrante orgasmo.
– ¡Oh! ¡Sí, sí!
Con un cronometraje casi perfecto, Zeus apretó con sus patas delanteras su agarre ya grandioso a la cintura de su amante, y pasó a soltar ola tras ola de espermatozoides con su caliente esperma dentro de su ama, los segundos pasaban y él no dejaba de echar semen. Los movimientos de la verga al soltar su inagotable carga, la monstruosa carnosidad de la base de la tranca frotándole la zona interna más erógena y los jadeos del perro por efecto de la eyaculación trajo el resultado casi inmediato de venirle a Mary su excelente tercer orgasmo.
– ¡Aaaah! ¡Así, así…que gusto!
La mujer, estremeciéndose, no pudo evitar chillar cuando una mezcla estimulante de placer electrizante y las involuntarias contracciones de sus músculos la atravesaban barriéndole el cuerpo con un agudo e inmenso gozo, movía sus caderas empujándolas al encuentro del perro, como si intentase meter más adentro el monumental resalte del pene para estirar en el tiempo esa sensación de intenso goce, de calor abrasador que le subía desde su vagina hasta su cerebro embriagado por el anhelo carnal; la corrida de Zeus seguía indefinidamente inundando la cavidad de Mary con chorros de semen, el pene continuaba latiendo y vibrando en lo más profundo de la extremadamente sensible e inflamada vagina, el enorme botón de la base del falo le provocaba una gran estimulación causándole un mayor grado de placer; gozó de un cuarto orgasmo, ella gemía en alto de manera intermitente y su respiración era intensa, le parecía que litros del esperma caliente de Zeus le llenaban desde lo más hondo su vagina.
El período siguiente del apareamiento bestial era casi lo contrario del acto mismo; la tranquilidad, la calma y la quietud. El perro ahora estaba tendido inmóvil encima de su amante, la abrazó suavemente con las patas soltando todavía algunas dosis de semen de su hinchada verga. A su vez Mary tuvo un pequeño descanso, no fue demasiado tiempo antes de que la tranquilidad post-coital fuera interrumpida; sin ningún tipo de advertencia, Zeus se dobló sobre su propio pene repentinamente y trató de soltarse del interior de Mary, provocándole un pequeño �¡ay!� de dolor. Quedó en una posición tocando con sus ancas las nalgas de la mujer y con su pene, que había girado sobre sí mismo, en el interior de la vagina; cuando las últimas gotas de esperma fueron expulsadas, luego, al poco tiempo el descomunal nudo y pene del perro disminuyeron lo suficiente para que, con un fuerte sonido al salir, reaparecieran de los confines tibios del túnel carnoso de Mary, arrastrando consigo cantidades copiosas de esperma que manaba efusivamente de su redimensionada vagina; mojándole la vulva y parte de los pelos del pubis fue cayendo encima de la manta formando una gran mancha húmeda.
Ella se tendió sobre la manta y Zeus un poco más alejado, se lamía, limpiándolo, el pene. No demoró más de diez minutos en esa acción y pronto se acercó a Mary; ella sabía, al mirar su pene, que ya estaba otra vez preparado para volver a montarla, la olisqueó y lamió su empapado higo; ella se dejó hacer facilitándole la tarea al entreabrir sus piernas, pronto empezó a notar un calor intenso, agradable y extraordinariamente excitante, sonriendo se volvió a poner en la posición del principio pero esta vez procuró un apoyo para su cuerpo en uno de los sillones que había en la bodega. El perro después de olerla y saborearla varias veces la montó de nuevo; encajándoselo, como siempre, con una rudeza violenta que siempre hacía que Mary soltase un ligero gemido de doloroso placer. Las embestidas del perro y los intensificados y repetidos orgasmos de ella volvieron una y otra vez. Mary estaba al corriente que el ritual con su amante canino, una fábrica viviente de esperma, se repetiría al menos otras dos veces más en esa madrugada.
Después de que Zeus quedase definitivamente satisfecho al dejar todo su semen dentro de la hembra y ella acabar exhausta, vino la tranquilidad al sótano, a decir verdad, la situación se estaba relajando otra vez y por tanto las ideas de Mary comenzaron a flotar, empezó a pensar cómo y por qué había empezado su relación de zoofilia; �Relación aberrante» como dirían su familia y amistades si se enterasen; aun sin que llegasen a comprender el inconcebible y agudo placer que le suscitaba y que, gracias al perro, hubiese descubierto su capacidad de tener múltiples orgasmos en un solo coito ya que sólo con algunos hombres rara vez alcanzaba a tener dos, pero la verdad es que la mayoría de la gente critica cualquier forma de realidad sexual que se salga del estereotipo y recrimina abiertamente otras formas de expresión carnal, niegan que puedan existir diferentes conductas sexuales a las ya �establecidas� hace siglos, olvidándose que lo que ellos llaman �sexualidad desviada o incorrecta� forma parte de la propia humanidad desde tiempos arcaicos y siempre ha cohabitado con lo �establecido�, y Mary defendía su derecho de disfrutar del deseo sexual como algo intuitivo y natural, como a ella le pareciese, y además que a la vez era el fundamento del mayor placer que había disfrutado en su vida y, por lo tanto, de su salud.
Miró su reloj de pulsera y comprobó que ya eran las seis y veinte de la mañana, faltaba poco más de media hora para que su pareja se levantara para ir al trabajo. Se puso de pie y recogió la encharcada manta del suelo, se limpió la concha y los muslos del esperma que aun le chorreaba con la toalla mojada y volvió a ponerse la braga que pronto terminó empapada, dejó la manta y toalla en un rincón para recogerlas más tarde y lavarlas, abandonó el sótano con el perro y regresó al dormitorio, en silencio buscó una braga lavada, se quitó la sucia arrinconándola debajo de la cama, y se puso la limpia, se acostó sin que Jamal despertara.
2 respuestas
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