Una mañana de verano estaba trabajando con una compañera en el reparto de promociones para un parque acuático a las personas que paseaban por la calle, cuando vi a lo lejos una chica brasileña despampanante de unos treinta cinco años que se acercaba calle abajo junto a otra chica. Lucía un ceñido vestido rojo que marcaba todo sus encantos. Cuando iban a pasar por delante mía me acerqué a la brasileña y le di dos promociones. Con mucha educación me dio las gracias y me esbozó una sonrisa. Nos despedimos con un “Hasta luego” y unas pícaras miradas y continuaron caminando calle arriba. Dentro de mí quedó la duda si de verdad hubo atracción o no. Me quedé hipnotizado observando el sensual movimiento de su trasero calle arriba cuando ella le susurró algo a la otra chica con una sonrisa confidencial y giró la cabeza para sonreírme y lanzarme un dardo de fuego con la mirada.

Necesitaba volver a ver esa chica tan sexy para pedirle su número teléfono y follarmela. Esa mirada se me quedó grabada a vivo fuego. Así que subí al otro extremo de la calle para seguir con mi reparto y con la intención de volver a verla. Al parecer la suerte estaba de mi lado. Ella salía de una tienda de ropa y me vio. No dudó en ir hacia mí para pedirme más promociones. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era el momento de las distancias cortas, donde entra en juego el palique y la seducción, para conseguir su deseado número de teléfono.

Se acercó y me pidió otra promoción a lo que respondí con un sí, pero a cambio de su número de teléfono. Le arranqué una pilla sonrisa  y sin dudar me lo dio. Nos presentamos efusivamente con dos besos, palpando suavemente su cintura y dejando caer mi mano por su nalga; la primera cata era inevitable. Todo lo que tenía de respingón lo tenía de fornido. Quedamos en llamarnos para tener un encuentro indiscreto en su casa, a la cual me invitó alegremente. Se despidió con un húmedo beso sobre la comisura de mis labios y un insinuante guiño. No dejé pasar ni un solo día para llamarla. Debía ir a su casa cuanto antes y follarmela como merece la ocasión. Dos días después quedé en su casa para pasar una noche que no olvidaría jamás.

Llegué a su casa y me recibió detrás de la puerta sin sujetador y con un tanga blanco marcando toda su raja. No pude resistirme ni un solo segundo en lanzarme sobre su apetitosa boca. Mi pepino estaba tan erecto como sus preciosos pezones morenos. De la boca fui bajando lentamente hasta su cuello sin despegar mis labios de su suave piel. Seguí bajando lentamente hasta sus tetas, lamiendo y succionando sus pezones con deleite, mientras ella cerraba los ojos y gemía con extenso placer. En ese instante me detuve un momento para decirle que de la misma forma le comería su clítoris. Soltó un fuerte gemido, agarró mi mano con deseo y me la puso en su coño. Su tanguita blanco estaba tan empapado que se metía por su humedecida raja.

Me agaché y mordí el tanga para quitárselo con mi boca. Le metí los dedos hasta el fondo y le comí todo su coño. Bien devorado su chocho metí mi polla y al sacarla estaba llena de todo su flujo exquisito. Me puso tan cachondo que la puse a cuatro patas para penetrarla sin descanso. Mientras la empotraba ella masajeaba mis testículos, que rebotaban en su coño como dos pelotas en un frontón. Se corría una y otra vez apretando fuertemente mi polla contra sus paredes vaginales hasta que una de las veces apretó tanto que me hizo eyacular, teniendo la misma sensación que cuando desvirgas un coño. Una promoción para un parque acuático que canjeé por un polvo brasileño.