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Anónimo

enero 24, 2018

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A esa casa me llevó Yanina

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A esa casa me llevó Yanina. Yanina es mi amigo Juan.  Nos conocimos en el instituto. El era decididamente gay y lo llevaba con una soltura provocativa. Nos hicimos amigos desde el principio y se convirtió en la primera persona en conocer mi secreto. Una tarde en que estábamos haciendo la tarea en su casa le conté que desde chico me encantaba vestir de mujer. Se sonrió y me propuso que nos montáramos juntos. Tenía un arsenal de ropa, pelucas y cosméticos y, como éramos de la misma talla, tenía para elegir. A pesar de que teníamos la misma edad  Juan me adelantaba en todo, así que lo dejé hacer. Nos tardamos como dos horas pero el resultado fue increíble. Mi amigo me había transformado en una diosa sexy y él había dejado salir una Yanina tan bella que cuando nos vimos en el espejo un temblor erótico recorrió mi piel dando paso al simple placer de mirarme. Tenía mis largas piernas depiladas enfundadas en unas medias negras transparentes que culminaban en una botita negra de taco que me levantaba el culo. Un vestido de un suave celeste con unas flores rosas se ajustaba sobre mi torso y se abría en una falda que, desde la cintura, realzaba mis caderas. Me había puesto un corpiño y una bombacha mínima de encaje. Para completar, y sin que yo pudiera ver el lo que hacía, Juan estuvo como una hora maquillándome y el resultado no pudo ser más asombroso, mis ojos de miel con unas pestañas que resaltaban sobre la sombra que los entornaba, la boca roja y el rubor justo en las mejillas. Juan me miró, satisfecho de su obra. Hasta las uñas me había pintado y anillos, pendientes y pulseras me tintinearon cuando di los primeros pasos como Gabriela. Estuvimos varias horas tonteando así vestidos. Le conté de mis fantasías sexuales, de los hombres que había soñado follarme todos esos años y que nunca realizaría. Quiso besarme y lo rechacé. -Si te interesa –me dijo, podemos arreglar un encuentro con unos chicos que conozco para que te desvirguen de una vez.

Así que, dos semanas después nos tomamos un ómnibus para llegar a una casita humilde del suburbio de la ciudad con nuestros bolsos a cuesta con todo lo necesario. Mi primera vez –pensé- y me montan una pequeña orgía. Llegamos con el sol en el centro del cielo y fuimos recibidos por un hombre de unos cuarenta años quien nos llevó a un cuarto para que nos cambiáramos.  Me sentí observado con ojo clínico, como evaluando la mercadería. Nunca supe cual fue su primera conclusión. Lo cierto es que dos horas después entramos en un salón en el que nos esperaban los tres. Juan había reproducido cien por cien mi imagen de la vez anterior.  Se ve que a todos les gustó lo que vieron porque hicieron silencio un rato, yo sentía que me miraban con ganas y eso me excitó. Estaba tan nervioso que temblaba como una hoja. Yanina me presentó y pasaron ante mí con unos besos en las mejillas. Ella no estaba para perder el tiempo en charlas y decididamente encaró al más viejo, el que nos había recibido, acariciándole la entrepierna. El hombre, que le decían Rolo, le cruzó los brazos para acariciarle el culo mientras le comía la boca con un beso húmedo.  Los otros dos se vinieron hacia mí, uno por detrás y el otro por delante. El del frente, al que le decían “Pitu” me abrió la boca con un beso ansioso atrayendo mi cabeza con ambas manos. El de atrás, que después supe se llamaba Sergio, primero me acarició el trasero, y me besó el cuello con pequeños mordiscos durante  un rato. Después me apoyó una pija tibia, todavía por dentro del pantalón, en el desfiladero del culo. Al principio me quedé inmóvil, mi lengua entretenida con la del “Pitu”, disfrutando, caliente. Yanina, mientras tanto,  ya estaba enfrascada chupando la verga de Rolo. Al verla, me excité más todavía. Le mordí suavemente el labio al amante del frente y me bajé hasta su entre pierna para liberar el palo duro que, ajustado, le incomodaba en el pantalón. Cuando lo tuve frente a mí, tomé conciencia de lo que estaba haciendo y me sentí ardiente y feliz. Se la besé por arriba, lamiéndole el jugo viscoso que en forma de gotitas le asomaba por la boquita del glande. Después, decidido, abrí los labios y separé los dientes para que entrara entera, tibia y carnosa, en mi boca. Estaba tan caliente que me ruboricé. Entorné mis labios hacia dentro para protegerla de mis dientes y no lastimarlo mientras salía y entraba, tan hasta el fondo que sentí que se estaba follando mi garganta. Todo mi cuerpo pedía agritos que me entraran, que me desfloraran el culo de una vez. Mi amante de atrás no me hizo esperar. Después de frotarse contra mí todavía vestido, me levantó la pollerita y sentí la boca que me besaba entre las nalgas para después, apartando el hilo de la bombacha, lamerme con la lengua la entrada del culo. Mis gemidos se apagaban en la carne que me estaba tragando por delante. El de atrás empezó a lubricarme metiéndome un dedo encremado. En el preciso momento en que me atraganté con la pija de “Pitu” en la garganta sentí que mi amante trasero me entraba caliente, como metiendo un palo en el barro. Aunque me dolió, mi cola lo recibió generosa. No podía imaginar un placer más intenso que aquel que estaba recibiendo por delante y por detrás. Yanina me miró, sentada encima de Rolo en el sillón y con la polla dentro, se sonrió y me dijo entre gemidos y guiñándome el ojo -¡cómo te gusta, putita! Yo no podía responderle, así que me saqué la polla de la boca para decirle  – ¡me encanta!- Y ya que la había sacado, empecé a  masturbarlo subiéndole la piel hacia arriba y abajo con mi mano. Por atrás, sentía con delicia como mi amante entraba y salía, caliente y rítmico. Cuando al de adelante le acaricié los huevos, la leche le brotó espontánea. El primer hilo me surcó la cara, y los siguientes fueron a parar a la boca para que yo la tragara. Por atrás también llegaba la culminación. Me di cuenta porque el ritmo de la follada se hizo más rápido y tras un largo gemido animal mi amante me llenó el culo de leche tibia. Se fue aflojando mientras yo, golosa, limpiaba con la lengua los rastros de leche de mi amante delantero. Yanina, en el sillón, lo cabalgó hasta el orgasmo mutuo en medio de gemidos y gritos.

Nos recompusimos con bebidas y unos cigarritos que nos iluminaron los sentidos. Al rato me incliné en la mesa para que me follara Rolo. La tenía bastante grande, así que tardé más en dejarlo entrar, pero al final me la metió hasta el fondo. Mientras me penetraba, además, me manoseó la polla haciéndome acabar en un largo y placentero gemido. Yanina, a mi lado se deleitó con la pija de Sergio, el que había sido mi amante trasero. Estábamos exhaustos pero nos seguíamos acariciando, besando y chupando entre los cinco. Con Yanina nos enfrentamos finalmente, las dos desnudas, y nos besamos metiéndonos las lenguas mientras nos entraban en el culo las pijas húmedas de los que faltaban follarnos. Nos habíamos tirado a los tres y yo me sentía una hembra satisfecha. Cuando ya no podía levantarnos ni el alcohol ni las drogas volvimos a vestirnos de chicos del instituto y nos fuimos prometiendo regresar. En el ómnibus viajé flotando a treinta centímetros del suelo. En la cola sentía, adolorido, el dulce recuerdo de mis tres amantes. Juan me preguntó qué tal la había pasado y yo le dije que no entendía cómo había tardado tanto en empezar a hacerlo. Estaba oscuro cuando nos despedimos prometiendo una segunda vuelta. Esa noche dormí con una placidez absoluta y me levanté distinto, el mundo se abría en nuevas dimensiones y había empezado a experimentarlas. Ya nada sería igual.

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3 respuestas

  1. haldewh

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  2. haldewh

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  3. helenx

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