
Por
Anónimo
El poder del sexo oral.
Tuve mi primer romance de colegio. Ambos fuimos conociéndonos y explorando la sexualidad poco a poco; de besos pequeños a sesiones apasionadas de besos largos, toqueteos por encima de la ropa, besos en el cuello, etc. Eventualmente ambos hablamos de nuestro interés por dar el siguiente paso pero a ambos nos daba miedo, en mi caso la idea de ser penetrada aún sonaba un poco abrumadora y según él la expectativa de tener que hacerme disfrutar como nunca lo hacía sentir con mucha presión.
Un fin de semana, después de haber venido a hacer tarea en mi casa, pasamos la tarde acostados viendo películas en mi habitación. Mis padres se encontraban en la planta baja conversando y atendiendo a algunas visitas familiares. Mi novio y yo estábamos tapados con una cobija ligera que apenas y alcanzaba a cubrirnos las piernas.
Mientras veíamos la televisión, cada cierto tiempo nos besábamos y los besos fueron aumentando al punto de llegar a tocarnos por encima de la ropa de forma muy intensa; cuando note lo duró que él se había puesto, sentí un calor y excitación invadirme así que sin pensarlo decidí deslizarme hacia abajo, cubrirme con la cobija y desabrochar su pantalón:
Baje el pantalón y la ropa interior, su miembro estaba duro y caliente y parecía punzar de vez en cuando. Alce mi mirada y ví como me estaba observando con sorpresa y excitación. Empecé pasando la punta de mi lengua por su glande y dando besos en la punta de su miembro hasta que me acostumbré al sabor y reuni valor para comenzar a introducirlo en mi boca. Sus manos de inmediato tomaron las sábanas con fuerza, sentí como sus piernas se tenzaban y parecía que luchaba por controlarse y no retorcer todo su cuerpo. Fue la primera vez que escuché a un hombre gemir.
Continúe haciendo mi «trabajo» lo mejor que podía, no pasó mucho antes de sentir que mi mandíbula dolía, que mi barbilla estaba empapada de saliva y en pocas palabras; trate de poner el mayor entusiasmo posible pero mi falta de experiencia era evidente.
Me deslice de nuevo hacia arriba y me disculpé por necesitar detenerme un momento, él tardo un instante en poder reaccionar y decirme un: no te preocupes. Decidí terminar el trabajo utilizando mi mano y solo usando mi boca de vez en cuando para poner más saliva y cubrir el glande con mis labios. Cuando al fin terminó, por un instante sentí que nos descubrirían pues no logro mantener su gemido tan callado como los demás, sus piernas temblaron un poco y finalmente sus manos soltaron las sábanas. Las siguientes semanas mi novio tuvo mil y un detalles conmigo, más de los normales, y desde ese momento entendí el poder que hay detrás de un oral.
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