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La despedida de soltero de salió de control
¡Hola a todos! Perdón por la ausencia, les juro que estos dos años han sido una locura total en mi vida sexual, tantas cosas que contar que no sé por dónde empezar. Pero hoy les traigo una que se les va a caer la mandíbula al piso: la despedida de soltero de mi primo Carlos.
Resulta que alquilamos una suite en un hotel bien puesto para la fiesta. Todo empezó normal: cerveza, whisky, poker… hasta que llegó la stripper. ¡Dios mío! Una morena con un cuerpo de esos que parecen esculpidos a mano, unas piernas infinitas y unos pechos que merecían su propia postal. Se llamaba Valeria, y desde el primer minuto supo que éramos presa fácil.
Después de su baile, que nos dejó a todos con la boca abierta y los pantalones ajustados, en vez de irse se quedó tomando con nosotros. El alcohol corría como agua y los comentarios subidos de tono no paraban. En un momento, Carlos, ya borracho perdido, le gritó: «¿Qué tal si te quedas con todos nosotros?».
Ella se rió, nos miró uno por uno con una sonrisa pícara y dijo: «¿Y por qué no? Pero son nueve… ¿aguantan?».
El silencio incómodo duró dos segundos hasta que el primero de nosotros —creo que fue José— se acercó y le dio un beso. ¡Y ahí empezó el show!
La llevamos a la habitación principal y fue como ver un documental de National Geographic, pero guarro. Valeria era una profesional total. Empezó chupándole la verga a mi primo mientras yo le comía las tetas por detrás y otro le metía dedos. Los turnos se fueron organizando solos: uno en la boca, otro en la concha y otro esperando su turno como en la fila del banco. ¡Era una coreografía del caos!
En un momento, la pusieron en cuatro patas sobre la cama y ahí fue el sálvese quien pueda. Uno tras otro le fuimos entrando por atrás mientras ella gemía como posesa y con la mano libre le masturbaba al siguiente en la fila. ¡Hasta el de room service que entró a dejar más hielo se unió al party! Obviamente todos con condón, que no somos animales irresponsables.
Las horas volaron entre gemidos, sudor, chasquidos de latex y risas borrachas. Valeria aguantó como una campeona, recibiendo verga como si fuera su último día en la tierra. Cuando por fin nos rendimos, amaneciendo ya, la suite parecía un campo de batalla: condones usados por todos lados, botellas vacías y la pobre Valeria dormida en medio de la cama con una sonrisa de satisfacción que ni en Hollywood.
Lo más gracioso (o trágico) es que no sé cómo, pero la novia de mi primo se enteró de TODO. Y aún así no canceló la boda. ¡Se casaron el mes pasado! Dicen que por el contrato prenupcial, pero yo creo que a ella le excitó la historia. O tal vez Valeria también fue a su despedida de soltera… quién sabe.
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