Conociendo a Daniela. Parte V y última
Llegué hacia la noche a mi piso, sin saber con qué me iba a encontrar. Lo más probable -me imaginé- era que Daniela ya no se encontrara ahí.
Para ser honesto, esa expectativa no era de mi agrado. A mi pesar, me había encariñado de esa chica de mirada tierna y cuerpo maravilloso. ¿Había algo que ahora pudiera hacer? Pensé entre mí, y la respuesta llegó como un mazaso: no.
Entre y la estancia lucía normal. La cocina estaba limpia y en todo parecía que mi primer instinto era correcto. Exhale hondo, un poco aguitado, mientras me encaminaba a mi habitación. Ahí fue donde escuché ruidos desde la suya.
Llamé a su puerta pero, al no tener respuesta, decidí entrar. Daniela estaba bailando con un body pegadito de color blanco. Lucía hermosa, como si fuera una novia en su noche de bodas.
No se espantó al verme entrar. Solo apagó el dispositivo con el que grababa y me saludó secamente.
-Hola Daniela. -Respondí el saludo. No pretendía dejarle tiempo para reaccionar y ataqué. -Necesitamos hablar.
-Si, también lo creo. -Dijo en una voz un poco más baja en lo que tomaba una toalla para secar su cara.
-Veo que has estado entretenida en tu afición.
-Afición que paga mis cuentas Doctor. ¿O de donde cree que sale el dinero para pagar mis estudios? -Respondió con ironía.
-Bien, lo que hagas me tiene sin cuidado. Pero dejaste colgado a mi socio en el MP.
-No te tiene tan sin cuidado donde me estás espiando.- Contraatacó al tiempo que se sentaba en la cama.
Tuve que aceptar que sus clases de argumentación habían rendido frutos, pero yo aun tenía ases en la manga:
-No es espiar cuando se encuentra la verdad.
Daniela bufó. Sus ojos sacaron chispas antes de contestar:
-Falacias abogado. No se busca la verdad donde no se duda de ésta.
-La verdad no es materia de duda aquí. Es tu falta de acción lo que está en entredicho. Por eso quiero saber por qué no fuiste a hacer la denuncia.
-¿Y qué esperabas? ¿Qué fuera con el libidinoso de tu socio? ¿Crees que no vi como me devoraba con la mirada?
Trastabillé. No contaba con que se hubieran visto en las afueras de mi oficina. Pero ciertamente era lo más seguro dada la hora en la que ella llegó.
-¿Por qué no me dijiste eso?
-No tenías tiempo para mí.
Sentí que estaba perdiendo el juicio. Pero aún tenía elementos para mi defensa.
-Ese argumento no desestima la causa del conflicto: quedaste en algo y, en vez de hacerlo, estabas grabando para un montón de depravados.
-Si. Para un montón de depravados… Dijo, poniendo énfasis en la última palabra.
Supe que había perdido.
-Yo no… Quise decir, pero no halle algo que me redimiera. También yo me encontraba en ese saco.
En ese momento Daniela se levantó de la cama y, acercándose peligrosamente hacia mí, preguntó:
-¿Usted no que, abogado?
Su perfume era hipnótico. Su calor era embriagante.
La tomé por la cintura y la besé. Fue un beso urgente, desesperado y fogoso que ella correspondió despojandome de mi corbata. Arrojé el saco, mientras mis manos se abalanzaban sobre esas prominentes carnes que eran sus glúteos.
-Espera – Dijo entre jadeos, pero ya no me iba a detener. Le bajé la parte de arriba del body de un solo movimiento y sus pechos quedaron expuestos hacia mí. Me abalancé sobre uno de ellos y, tras morderlo con suavidad, empecé a chuparlo como un loco, como si nunca hubiera puesto mis labios en unas ubres como aquellas.
-Joel… -Intentó aun resistencia, aunque ya me había quitado la camisa y su mano tenía agarrado mi mástil desde hacía un rato.-Por favor, detente.
No le hice caso -¿como podría?- en cambio solté mi cinturón y abrí la cremallera de mis pantalones. Estos cayeron al piso y de unos cuantos movimientos fueron apartados de mis piernas. Ella notó la pirámide que se apreciaba a través de mi trusa y se volvió a verme con una sonrisa traviesa. Se puso en cuclillas frente a mí y de una me despojó del bóxer que la separaba de la gloria. Un pene macizo, enrojecido y ardiente apareció frente a sus ojos, y Daniela se mostró sorprendida ante su descubrimiento.
-Qué fogoso abogado. -Dijo antes de empezar a besarlo desde la punta. Lo acarició despacio, con suavidad. Como quien se admira de que un miembro viril tome vida propia. Besó el tronco, los testículos y los lamió con un exquisito gusto. Después se lo metió a la boca. Lo degusto como si fuera un dulce y, aunque no me pareció que tuviera mucha práctica, note que se esforzaba por darme gusto.
Y si, lo hizo. Por un momento la tomé de la cabeza y ejercí presión hacia mi sexo, pero inmediatamente la solté, porque ante todo Daniela era una chica que merecía consideraciones. Tuve la impresión de que ella se había percatado de eso, y se esmeró aun más en lo que estaba haciendo.
Estuvo largo rato así, y hubo momentos en los que sentí que no iba a resistir más. Pero mis planes eran otros, yo ansiaba estar dentro de ella de otra forma. Hacerla gozar al tiempo que nuestros sexos se acoplaban. La separé de pronto y la levanté. Volví a besarla y supe que en sus labios estaba ya mi esencia viril.
Venia ahora mi revancha. Intenté quitarle la parte inferior de su sensual prenda, pero ella volvió a apartarme.
No entendí lo que estaba ocurriendo.
Esa mujer, arrojada y sexy, lucia de pronto tímida frente a mí.
-¿Ocurre algo Danny?
Ella por respuesta solo bajó la mirada.
-¿No te gusto lo suficiente, es eso? -Le pregunté un poco irritado. Ella guardó silencio y yo entendí. Llevaba una erección como una piedra, pero no era un depredador. Si ella no me lo permitía, no iba a haber coito alguno.
Me separé de ella e instintivamente empecé a buscar mis calzoncillos. Fue ahí cuando ella, alterada, me dijo en voz alta:
-No solo me gustas. Estoy enamorada de ti.
Esa confesión me confundió. Yo estaba igual que ella, pero su actuar iba en contra de su decir.
-¿Entonces?- Le pregunté, mientras mi falo apuntaba amenazante hacia ella.
-Es que soy virgen. Pero no es lo único.
Me le quedé viendo incrédulo. Una belleza así no puede durar mucho tiempo célibe. Con escepticismo pregunté:
-¿Qué más hay?
-Solo mírame. Si lo que ves no te agrada, con calma sales del cuarto y yo lo haré de tu vida.
-Ok.-Respondí en lo que ella se quitaba la última prenda que alcanzaba a cubrirla. Se paró frente a mi y, con un dejo de desconfianza, me preguntó:
-¿Qué te parece?
La observé de frente, de perfil. Seguía siendo una diosa para mí.
-Yo sigo viendo una mujer hermosa y deseable, Danny.
-¿Lo dices en serio? ¿A pesar de…?
No le permití terminar la frase, porque la volví a besar con ansiedad. Ella me correspondió, se veía dichosa. La abracé de nuevo, haciéndola sentir mi hombría y su rostro enrojeció.
La lleve a la cama con cuidado, como quien toma por primera vez una delicada pieza de arte, y sin dejar de poner mis labios en todo su cuerpo, hice que se volviera para darme la espalda. Levante sus caderas para que su trasero quedara expuesto y, a fin de que se relajara, dije la primera frase que encontré:
-Abogada, ha cometido una falta.
Ahi mismo entendí que Daniela estaba a la expectativa. Nerviosa pero con el deseo hirviéndole en la piel.
-¿De qué se me acusa?
-De volverme loco por usted.- Le contesté, en lo que mi miembro empezaba a entrar por su cuevita.
Ella empezó a jadear y a dolerse. Posiblemente no esperaba una penetración de ese calibre pero no hizo por impedirme entrar.
-Objeción abogado. Usted ya estaba loco. – La escuché decir entre quejidos.
Volví a embestirla, despacio pero con firmeza. Le di nalgada tras nalgada, en lo que pretendía estarla regañando por ser niña mala. Ella aceptó con la cabeza, pero no me dijo nada porque de seguro estaba concentrada sintiéndome entrar. Yo seguí empujando, venciendo sus barreras en lo que me hundía y salía de nuevo. Una y otra vez, conquistaba su piel y su carne que en esos momentos me pareció arder. Penetrar, dejarla ahí para que su estrecha gruta se amoldara a mi tamaño, y después sacarla e ir más a fondo. Era un gozo enorme, quizá como nunca había experimentado.
Entendí de súbito que había llegado hasta el tope cuando sentí como mis testículos golpeaban contra sus bien formadas nalgas. Ahí Danny tomó aire, sus manos apretaron con fuerza las sábanas de nuestro lecho, pero un concierto de gemidos suyos me hizo saber que lo estaba gozando en grande.
-Si, estaba loco. Pero después fue por usted.- Dije entre dientes, mientras mis embestidas se hacían más rápidas y fuertes.
-Loco es l… Y eso…eso solo prue… Jooooeeeel- Grito de pronto cuando comprendí que había alcanzado el orgasmo. Sus piernas empezaron a temblar y a dejar de sostenerla y se dejó caer sobre la cama. Yo no había salido de ella y así seguí penetrandola.
-Joel, Joel, mi amor. – Dijo ella de nuevo como poseída. – Joel mi vidaaa.
-Me vengo nena. -Dije mientras veía su reacción. -Me vengo.
Ella encontró fuerza para volver a levantar su pelvis; quería facilitarme el trabajo. Empezó a moverse al ritmo que yo lo hacía: hacia atrás y hacia adelante, en lo que sus músculos internos apretaban mi dura herramienta.
-Por favor amor, hazlo adentro. Quiero llevarte ahí. – Me pidió ante el extasis que percibía.
Eso último me perdió. Tuve uno de los mejores clímax que se pueden imaginar al descargar en su interior.
Me quedé abrazándola así por un buen rato. Estábamos húmedos y tibios, pegosteosos por nuestros fluidos pero felices de haber hecho el amor.
-Ahora eres mía princesa.-Le dije al oído con convicción.
Ella solo afirmó con la cabeza mientras volteaba para darme un beso. Un gesto de alegría apareció espontáneamente en su lindo rostro.
-Me parece que de nuevo me va a sobrar una habitación. -Le dije sonriendo.- Porque tu desde ahora duermes conmigo.
-Y te va a faltar una alumna en clase. Porque yo ya soy tu mujer.
Yo asentí con la mirada, en lo que la abrazaba de nuevo. El escozor de una nueva erección me hizo pensar que esta relación seria definitiva.
Una respuesta
-
Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.