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Anónimo

julio 8, 2025

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La mamá de Pau pt.1

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La mamá de Paulina es una mujer sumamente elegante e inteligente. Desde que tengo memoria siempre me cautivo, me parecía la más hermosa desde que yo era un niño que acudía a consulta con su pediatra. Paulina y yo en la infancia éramos muy unidos, como hermanitos.

Ella, en mi casa o yo en la de ella. Éramos uno más de la familia. Así que, de cierta manera, su mamá era como otra mamá para mí y viceversa.

El tener un crush con su mamá lo sentía como algo indebido, como morbo o algo sucio, que me gustara tanto.

Ella es chaparrita, mide 1.50, hace mucho ejercicio, es muy cuidadosa de su cuerpo y apariencia desde siempre. Cada tanto se hace sus retoques médicos; quirúrgicos y no quirúrgicos.

De piel muy blanca y cuidada, pechos grandes de agencia, pero con sus cirugías. Cintura muy pequeña y definida por lipoescultura. Nalgas normales, pero ejercitadas y esculpidas por las pesas. Siempre muy bien arreglada y olorosa. Una maravilla de mujer. Un monumento. Incontable las veces que le he dedicado tributo. Desde la pubertad e incluso hasta hace unos años que fue la última vez que nos encontramos en una tienda.

Hace unos meses falleció el papá de Pau, de cáncer de colon. Yo no supe hasta qué me reencontré con paulina y me contó. Me hizo prometerle que visitaría a su mamá. Le dije que desde luego. Que la visitaría apenas tuviera oportunidad. Me dio el número de su mamá y le dio a su mamá el mío para que estuviéramos en contacto y ella sintiera que tenía a alguien cerca.

A partir de esa plática, a los minutos la mamá de paulina me envió un mensaje. Confirmándome que ya tenía mi número y saludándome. Un mensaje bastante largo y bonito. Donde entre muchas cosas me decía que estaba bien y que le daba gusto saber de mí. Que no hacía falta que “la cuidara”. Solo que la visitara si tenía ganas.

Me pareció muy curiosa su respuesta. Me tomé un momento para contestarle. No supe ni qué escribir y me olvidé de contestarle hasta el día siguiente. Le escribí que no era molestia, que la quería mucho y que regresando a la ciudad la visitaría. Ya no me contesto.

Pasaron los días de la boda y regresé a donde vivo. Al día siguiente de volver, le llamé. No me contestó, pero poco después de marcarle me marcó de vuelta.

—¡Hola, buenos días!—, dijo con un tono reservado, un tanto incrédula como dudando del porqué de mi llamada.

—¡Hola, señora guapa! ¿Cómo está la más hermosa de las pediatras? ¡Buenos días…! Le hablo por qué en verdad me encantaría saludarla. Espero que usted me lo permita si también quiere—, le dije muy enérgico y cariñoso. Intentando cambiar su actitud.

—¡Mi amor, claro que sí! Hay hijo que cosas de la vida. ¿Cuánto tiempo de no escucharte, ni verte? Claro que me encantará saludarte. Yo estoy muy libre de tiempo, tú dime cuándo y nos reunimos.—; el tono era otro, mucho más parecido a cómo le recordaba.

—Sí, pues yo trabajo hasta las 5-6 a según. No sé si pudiera un día después del trabajo pasar a saludar. O nos vemos para cenar, o comer. ¿Le parece?

—Claro que sí, todo me parece. Fíjate que mi Marco falleció hace unos meses. Me siento muy sola. Me encantaría el verte y sentir estar en familia. Paulina viene cada mes o yo voy, pero, pues, no estamos juntas todo el mes.

—Sí, Paulina me comentó. Bueno, quedamos pendientes de vernos. Le mando un abrazo grande y nos escribimos sale.

—¡Claro que sí, mi amor! Gracias por llamarme. Nos vemos cuando tú puedas, solo avísame. Un beso—. Colgó la llamada.

Le mandé un mensaje a Pau, preguntándole la dirección de su casa. Ya que la tenía, le envié algunas flores a su mamá. Con una nota,

—para la más hermosa pediatra, la mía. Un abrazo de tu paciente, el mejor portado—.

Cuando recibió las flores, me mandó muchas fotos de las flores y de ella con las flores.

Verla en esas fotos lo fue todo. ¡Se veía ESPECTACULAR!

Me mando un par de fotos con las flores. Una junto al arreglo y otra con él en brazos. Junto al arreglo se veía pequeñita, flaquita con sus prominentes y trabajadas curvas. Vestía una pijama azul cielo de seda. Su pelo rubio y largo le llega al culo. No sé sí se abra arreglado para las fotos, pero estoy casi seguro de que así anda en su casa de arreglada y sexy. La foto, con las flores en sus brazos, permitía ver más su escote y sus enormes tetas blancas y firmes. De solo ver las fotos me puse durísimo, jajaja. Para mi mala suerte, las fotos las vi en una reunión y no pude hacer más que intentar tranquilizarme.

Pau me contó que su mamá se dio retoques en el cuerpo, antes del diagnóstico de su papá. Porque pensaba que el ya no la deseaba por “vieja”, pero era el cáncer. Así que la señora quedó viuda con un físico increíble y mejor que nunca. Lamentablemente, con una gran depresión derivada de lo mismo.

Yo había pensado esperar al fin de semana para verla o visitarla. Pero después de verla en fotos. Necesitaba concretar el vernos. Y de ser posible, hacerlo lo antes posible. Al desocuparme, le volví a llamar. Era otra persona, amorosa, alegre y energética. Las flores le inyectaron un poco de alegría. Quedamos a vernos por la tarde/noche para tomar una copa de vino en su casa.

Seguí con mi día y le avisé a Liz que tendría una cena de trabajo, pero que regresaría a hacer guardia en el hospital. Porque había muchos pendientes que quedaron por mi tiempo fuera de viaje. Así que solo iría a descansar y cambiarme para la cena / guardia.

Mi día fue de lo más normal. Procuré salir temprano, en casa Liz y Jessy me esperaban para comer. Comimos juntos y me paré rápido de la mesa para descansar. No paraba de pensar en la mamá de Pau. Veía y volvía a ver sus fotos.

Le escribí confirmando el vernos. Rápido me contestó que sí. El tiempo empezó a hacerse largo hasta que salí a verla. Me puse mi mejor traje, salí lo mejor presentado posible a verla. Al despedirme de Liz, le dije que le avisaba si volvía a dormir o me quedaba en el hospital para que no se quedara despierta esperando.

Me abrazó y me dio un beso, yo estaba supercaliente y nos empezamos a besar muy apasionados. Se sorprendió y le dio algo de risa: —Creo que tú sí vuelves hoy a dormir, amor. Jajaja—, me dijo entre risas, yo también reí.

Tomé camino. Estando a unas cuadras de la casa, el camino parecía un recuerdo. había recorrido ese camino tantas veces .

El llegar a la casa y verla casi igual. El simple hecho de estar sentado dentro del carro. Estacionado en su cochera, me tenía con el corazón acelerado. Mi piel estaba completamente erizada y sentía mi pulso por todo el cuerpo. Permanecí en el carro un momento en eso, vi que abrían la puerta.

La puerta se abrió y pude verla otra vez. Se veía aún más hermosa que en sus fotografías, su piel parecía resplandecer, su boca estaba pintada de rojo intenso, lo que hacía resaltar sus grandes ojos cafés como los de paulina. Llevaba un vestido rojo, parecía una sirena. Llevaba un escote muy pronunciado. Una pequeña y misteriosa sirena, en espera de que bajara del carro.

Estaba bastante intimidado de solo verla. Le sonreí y le saludé desde el carro bajando con cautela. Al estar frente a ella, se me acercó y con fuerza nos abrazamos. Fue un abrazo largo. Pude escucharla sollozar mientras me abrazaba. No dije nada para no incomodarla más.

Se apartó de mí secando sus lágrimas. Le di un beso en la mejilla y otro en la frente. Pasamos a la casa.

Ella olía riquísimo. Ya dentro de su casa se despabiló, tomó fuerza otra vez, era la misma mujer imponente que siempre llamó mi atención. Fuimos a la cocina y abrió una botella de vino tinto.

Platicamos mucho, el platicar con ella se sentía como platicar con una amiga. Tomamos vino y platicamos de todo. Mientras lo hacíamos, para mí era inevitable el ver su cuerpo o perder mi vista en su escote.

Algo que a ella no parecía molestarle, sino, por el contrario, le parecía agradar. Caminaba alrededor del lugar contoneándose para que la viera.

Esa cinturita y ese culo. No dejaba de verla. El ruido de sus pasos. Ella Parecía estar disfrutando del momento. Yo lo estaba haciendo. El simple hecho de estar ahí con ella, viéndola así de hermosa solo para mí.

Era un deleite y ya una fantasía cumplida.

Ella empezó a tener un poco más de cercanía y confianza conmigo. En eso empieza a buscar algo por la cocina. Después de abrir un par de puertas y buscar con la mano, saca una caja de cigarros escondida. Me los muestra y se acerca.

—Tienes problema con que fume, será uno o dos. Hace mucho, se supone que lo dejé por mi asma—, me preguntó sacando uno y poniéndolo en su boca. Le hice señal de que no había tema y tomé uno.

—lo hacía a escondidas con mi esposo cuando tomábamos. 1 o 2. Después lo dejé de hacer cuando comenzó el cáncer —, lo dijo prendiendo el cigarro, perdiendo su mirada en él.

Se le podía ver que aún estaba muy afligida por la pérdida por todo el proceso del morir y de la muerte del señor Marco.

La tomé de la otra mano y la jalé hacia mí. Lleve su mano a mi boca y le di un beso en la mano. —Yo no estoy aquí para juzgarte. Estoy para hacerte compañía, hacerle compañía, señora, jajaja. Disculpé el exceso de confianza.— se puso muy roja y me veía mordiendo sus labios.

—háblame de ti, y tutéame, estamos en confianza, ya no eres un niño. De hecho, ya eres un médico como yo; somos colegas. No me digas más, señora, ni me hables con respeto. Es más, por favor, ahora dime Catalina por mi nombre o Caty… bueno, cómo tú quieras. Pero háblame como lo que soy, una igual.— Mientras me hablaba, ella se acercó, quedando parada justo frente a mí, yo estaba sentado en un banco.

La tensión era palpable.Podía sentir el calor de su cuerpo y escuchar su respiración, no dejaba de observarla. Milimétricamente, ella estuvo parada frente a mí para que la apreciara un par de minutos sin decir nada.

Con movimientos cautos llevó sus manos a mi cara, yo la tomé por la cintura, nuestros rostros se acercaron mientras yo deslice mis manos a sus caderas hasta apretar con firmeza de sus nalgas. Nos empezamos a besar.

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