El ladrón y Doña Rosa Autor Mapmaker
El ladrón y Doña Rosa Autor Mapmaker
Doña Rosa era viuda; nunca tuvo hijos; se estableció en la ciudad cinco años atrás y vivía de un fideicomiso dejado por su esposo; nunca se le vio en compañía de algún hombre ni tenía pareja conocida; la sobriedad con que vestía la hacía aparentar mayor edad
Tenía cuarenta años, pesaba alrededor de ciento sesenta libras, medía un metro sesenta de estatura; yo tenía treinta y cinco años, pesaba ciento setenta y medía un metro ochenta de estatura.Los vestidos con que salía a la calle eran un disfraz a su verdadera identidad; la identidad que yo descubrí; las redondeces de su cuerpo sin llegar a la obesidad; su piel aún tersa; en realidad se veía fantástica; me tenía cautivado.
El descubrir a una mujer que me aguantara la verga creó una emoción desconocida para mí; con la mayoría de las parejas que llevé a la cama solo tuve sexo una sola vez; una que otra lo había hecho una segunda vez pero no regresaban más; las dejaba tan adoloridas y maltrechas que después me esquivaban.
Quizás no era para menos; mi miembro en estado erecto medía veinticuatro centímetro con un diámetro de cuatro centímetros; aparte de la acampanada cabeza que parecía un hongo que tenía cinco centímetro de grosor; algunas de mis parejas al verla, desistían asustadas; otras se arriesgaban pero no volvían más.
Doña Rosa me explicó que la entrada de la vagina estaba diseñada para expulsar un bebé que tenía una dimensión y una longitud mucho mayor; los daños que causaban los miembros grandes a las mujeres se debía al miedo que les daba ser penetradas por un miembro de ese calibre; esta aprensión hacía que tensaran sus músculos pélvicos cerrando sus paredes vaginales creando una resistencia traumática a la penetración. Además, existían ejercicios para fortalecer y controlar esos músculos.
Todo esto me lo demostraba cuando teníamos sexo; me excitaba causándome erecciones poderosas para luego embutirse lentamente mi verga hasta topar con mi pubis y testículos; la sensación delirante de sus paredes vaginales apretando mi pene me llevaba a terminar en potentes eyaculaciones.
Me confeso que nunca antes se había tirado una verga de ese tamaño;le gustaba que la penetrara lentamente para sentir todas las rugosidades del pene; se meneaba disfrutando cada centímetro del miembro; su cara reflejaba el éxtasis que la embargaba; su cuerpo se estremecía al culminar en fantásticos orgasmos.
La visitaba en la noche, entrando cautelosamente por la ventana de la recamara; de un ladrón furtivo me convertí en un amante clandestino; ella me esperaba con camisones cortos y seductores; hilos dentales que apenas tapaban su regordete chocho; gustaba de ser acariciada a medida que la desnudaba; el gozo se manifestaba en su concha rezumante de secreciones.
Se deleitaba mamándome el miembro con avidez; se colocaba en posición sesenta y nueve ofreciéndome la chorreante entrada de su carnosa vulva con su sobresaliente clítoris el cual aprisionaba con mi boca proporcionándole una soberbia chupada haciéndola gemir llevándola a rebasar los límites de la pasión.
En una de esas sesiones la coloque en la orilla del lecho con las piernas abiertas, contra su pecho; le mame el chocho hasta hacerla delirar; me erguí frente a ella, lentamente le encajé la verga hasta los testículos; la sentí boquear mientras viraba los ojos; empecé a bombear su vagina hasta hacer que se corriera.
Al alcanzar el orgasmo, el interior de su vagina se contraía rítmicamente apretando mi miembro dándome la sensación que me estaba succionando; esa sensación me impulsaba a vaciarme incontrolablemente dentro de su chocho.
Estábamos viviendo una de las sesiones de sexo más fantásticas que hubiésemos experimentado, me agarro por los cabellos mientras enardecida me decía al oído – Dale jueputa, culeame duro cabrón!!!!!!”, métemela por el culo…cabrón..!!!!Atónito la contemple mientras repetía – Que esperas cabrón….métemela por el culo….ya!!!
Quedé sorprendido; el temor de lesionarla vino a mi mente pero su desesperado deseo y mis ganas de poseerla por el ano se impusieron; le extraje el miembro para presentárselo en el trémulo ojete; este se dilataba, ansioso de ser penetrado; le acuné el amoratado hongo en la palpitante entrada; la sentí respirar profundamente.
La acampanada punta penetro apartando los pliegues adentrándose en su interior; un gruñido de complacencia salió de lo profundo de su garganta, se remeneó mientras mi enorme ariete se acunaba dentro de su cuerpo; no soporte aquel torturante placer y eyacule de una manera increíble; esto fue el detonante para que la marejada de deseos recorrieran su cuerpo desbordándose en oleadas de placer contenidos.
Percibí las fuertes contracciones alrededor de mi verga a cada espasmo causado por su clímax incrementando mis deseos de una manera insaciable. Continuamos culeando hasta quedar agotados; no costo trabajo retirarle el pene del ojete pues la gran cantidad de jugos emanados de nuestros sexos facilitaron la extracción.
Cuando nos recuperamos, me invito ver una película; yo estaba sentado en el lecho con la espalda reclinada en la cabecera, ella descansaba su cabeza en mi torso acariciándome el pene con la mano.
La imágenes que proyectó la pantalla eran de las sesiones de sexo que habíamos tenido; vaya sorpresa, tenía cámaras en todos los ángulos y había grabado todas las poses haciendo zoom en nuestros órganos sexuales; una ola de deseo me invadió haciendo que mi pene empezara a palpitar adquiriendo una nueva erección.
Busque sus labios con pasión, me coloque sobre ella apresuradamente penetrándola; ella miraba la pantalla y hacia allí dirigí mi vista; la toma que estaba pasando era lo que estábamos haciendo en ese preciso instante; mi verga entrando y saliendo de su cuerpo sacándole líquidos cremosos a su concha; imposible evitar lo inevitable; nos fundimos en un ardiente besos mientras nuestros cuerpos se estremecían llegando a la cúspide de los deseos.
Luego trepo sobre mi cuerpo incrustándose mi falo en su sexo; continuó culeando mientras me decía cosas obscenas; frases que nos excitaban aún más; así continuó hasta que se lo extrajo del chocho y se lo incrustónuevamente en el culito; arreció sus movimientos hasta causar nuevamente otro derrame de pasión.
Estaba insaciable, se colocó de espaldas pidiendo más verga; la complací en lo que me pidió; la ensarte nuevamente por el chocho y luego por el culo; ambos orificios estaban dilatados y aceptaban mi enorme pene con facilidad; nos tendimos de lado; pegado a sus espaldas sodomizando su ano; mis manos acariciando sus senos mientras nuestras bocas permanecían acopladas
Tuvimos sexo hasta quedar inermes, culeamos en todas las poses hasta satisfacer todos los placeres descubiertos; ese día me sorprendió el sol en casa de Rosa y deje de ser el amante furtivo pues el nexo que se completó ese día me amarro para siempre a su vida.
Cambié de vida, me volví trabajador y honesto; en días libres salgo a pasear con Rosa; camino orgulloso a su lado siendo el centro de atención de las personas que nos ven; incrédulos por el tremendo cambio de Doña Rosa.
2 respuestas
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