febrero 3, 2018

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EL LADRÓN Autor: MAPMAKER

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EL LADRÓN       Autor:   MAPMAKER

Entre por la ventana que descuidadamente  habían dejado abierta, sigilosamente empecé a registrar a ver si encontraba algo de valor; en el cuarto contiguo escuche los ronquidos de la dueña de la casa; maldije para mis adentros al no encontrar nada.

Los ronquidos me indicaban la profundidad del sueño que tenía la señora por eso me  arriesgué a entrar a la recamara; sigilosamente revise sus pertenencias, note sobre la mesa de noche una botella vacía de ginebra y deduje que no solo estaba dormida sino borracha.

Usaba lentes de visión nocturna, revise todo y no encontré nada; decepcionado me iba a retirar cuando vi el consolador en su mano, una ola lasciva invadió mi mente, retire las sábanas que cubría su cuerpo observando que estaba completamente desnuda.

Yo conocía a doña Rosa pues la había visto en el pueblo pero sus vestidos conservadores habían ocultado los atributos que descubría ahora; unas piernas torneadas se unían en un triángulo depilado y regordete, un abdomen plano coronado por un par de tetas redondas, firmes y erguidas.

Mi verga se templó al máximo; separe sus piernas suavemente mientras mi corazón empezaba a latir apresuradamente; no se despertó, su concha lucía entreabierta, embarrada de gel lubricante; bajé la cremallera de mi pantalón extrayendo mi miembro que lucía una erección enorme.

Comparé el consolador con mi verga; era más pequeño, mi miembro era más largo y más grueso con una acampanada cabeza que parecía un pomo de cerradura, tal era la dimensión al estar en estado de erección que  daba problemas para retirarlo del interior de las conchas de mis amantes.

Aparte que la mayoría de mis parejas no aguantaban mi verga;  nunca tuve pareja permanente; tenía relaciones  pero esporádicas ya que laceraba sus sexos y sólo podía satisfacerme una sola vez pues no aguantaban una segunda cogida.

Me introduje entre sus muslos tratando de no despertarla, restregué la cabeza del miembro en su lubricada abertura; los ronquidos continuaban mientras trataba de rebasar la entrada de su concha; de pronto cesaron y sentí sus manos en mi trasero sobre  mi pantalón halándome hacia su sexo.

La campana rebasó la entrada de su gruta; sentía como iba apartando las paredes de su apretado túnel introduciéndose más y más; enlazó sus piernas a mi cintura  y aferrando  sus manos a mi espalda  empezó a menearse como una culebra; baje mi rostro buscando sus pezones para chupetearlos con delirio.

Mientras otras mujeres rehuían los embates de mi miembro, esta venía  ávida al encuentro de los mismos; empezó a decirme obscenidades al acercarse el clímax; su aliento a ginebra me puso más cachondo; comenzamos a gemir generando un coro agónico que se convirtió en gritos al explotar en un fantástico orgasmo.

Quedamos sofocados por el tremendo esfuerzo; giramos nuestros cuerpos quedando  sobre  mí; empujó con su mano bajo su vientre y la enorme cabeza abandonó su concha sin dificultad; mientras me desnudaba por completo, me explicó que la técnica era dominar los músculos vaginales para contraerlos y dilatarlos a voluntad.

Observe su desnudez a plenitud y descubrí la belleza que ocultaba a todos; estaba sobre el lecho recostado a la pared observando cómo me acariciaba expertamente el miembro llevándolo  a adquirir nuevamente su exagerado tamaño.

Me pidió que  me la cogiera como una perra; era la primera vez que una mujer me pedía más verga, se colocó en posición; yo monte sobre su espalda aprisionando con mis brazos sus caderas; mi verga templada estaba acunada en la  parte alta de su trasero zurrándose entre sus nalgas.

Imité los movimientos de un perro al copular, meciéndome, buscando el contacto de su vagina; al sentir en mi glande la entreabierta entrada, me impulse haciendo desaparecer la campana dentro de su vulva; un suspiro de complacencia se escuchó en la habitación, empecé a copularla como un perro mientras ella soportaba estoicamente mi culeada.

Arqueaba completamente su derriere  manteniendo erguida su cabeza; no soporte la lujuria de verla en esa posición y me derramé dentro de ella; los espasmos de su vagina causaban una sensación placentera en mi cerebro.

Me pidió que me desmontara como los perros; pasé mi pierna sobre sus nalgas para quedar culo con culo notando con sorpresa que la campana de mi miembro no podía abandonar su encierro; estaba atorada dentro de su concha.

Me indicó que copulásemos empujando nuestros cuerpos hacia atrás;  nos balanceamos  haciendo que chocaran nuestros glúteos; continuamos  topando con fuerza; mi verga entraba y salía causando sonidos excitantes pero al llegar a la entrada de su sexo la campana era retenida con una presión increíble; esto nos llevó a otra corrida fantástica.

Nos tendimos agotados mientras el enorme glande era expulsado por la chorreante gruta; al cabo de unos minutos comenzó a magrearme la verga nuevamente; se coloco a la inversa sobre mi mostrándome su concha a plenitud; un clítoris gordo,  sobresaliente; unos labios vulvares carnosos, enrojecidos; comenzó a gotear jugos sobre mi barbilla, con un olor dulzón que me embriagaba.

Su húmedo ano me hacia guiños cada vez que le chupaba el gordo capullito, se entreabría palpitante contrayéndose a cada caricia, como incitando a ser penetrado.

Me coloque sobre el lecho y ella montó sobre mi; engulló toda mi verga iniciando un movimiento fascinante; sus senos se balanceaban sobre mi rostro hipnotizando mis sentidos; tenía la impresión que mi pene  era succionado por una ventosa.

Las paredes de su vagina se ajustaban perfectamente a mi enorme verga de una manera inverosímil; los movimientos que imprimían los balanceos de sus glúteos; afectaban todos mis sentidos llevándome a un estado de placer increíble.

Era como si su vagina fuese un aparato de masaje adaptado justamente al tamaño de mi miembro; subía y bajaba sacándolo e introduciéndoselo de con un ritmo enloquecedor; ni siquiera me percaté del tiempo que paso solo sé que de pronto me estaba derramando nuevamente dentro de ella.

Se desacoplo de mi falo, acurrucándose a mi lado se quedó dormida; respiraba serenamente; la contemple detenidamente; estaba rellenita pero su cuerpo no mostraba señas de estrías por ningún lado; no tenía un rostro juvenil pero  mostraba la tersura de una piel cuidada.

Era la figura ideal de una mujer madura; su cabello castaño empapado en sudor enmarcaba su rostro dándole un toque sensual; me senté en un sillón junto a su lecho contemplándola a mi gusto; empecé a masajear mi verga que al poco tiempo adquirió su enorme dimensión; la miraba y no podía creer que existiese una mujer que me la aguantara.

Se despertó y me sonrió cariñosa; mientras me masajeaba el pene me propuso algo; si yo guardaba el secreto de haber copulado con ella, ella guardaría el secreto de que yo era un ladrón; le prometí que jamás nadie se enteraría.

Sonriente, me tomo de la mano llevándome nuevamente a la cama.


Relato editado el 06/02/2018

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2 respuestas

  1. nindery

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