Por

Anónimo

mayo 3, 2019

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Con la profe de basquet

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Mi historia comienza no recuerdo exactamente cuando, pero alrededor de mis 18 años, durante mis últimos años en la escuela.

Allí hacia  clases de deporte y taller de basquetbol Verónica, que para ese entonces debe haber estado bordeando los 45 años, quizás un poco menos. Bajita, pelo crespo, piel blanca. Delgada gracias a los años de deporte. No podría decir que era una mujer atractiva, en la calle no la hubiese notado, además su cuerpo bajo la ropa holgada que utilizaba no destacaba, sin embargo, cada ciertas clases, utilizaba un short que dejaba ver sus muslos fibrosos que se continuaban de su firme culo, el que jamás pensé que después tendría rebotando sobre mi verga.

Si bien no era la mujer físicamente mas llamativa de la escuela, su simpatía y cercanía con los alumnos la hacía muy atractiva. Especialmente conmigo, a quién por ser jugador importante del equipo de Basquetbol de la escuela, me tenía cierto trato especial. Además, jamás me he explicado porqué, pero sin ser extranjera, tenía un acento distinto que me llamaba mucho la atención.

Ella era la entrenadora sólo para mujeres, tanto de deporte como basquet, por lo que nunca me entrenó, pero siempre durante las clases de deporte, que se hacían en conjunto damas y varones, nos saludábamos amistosamente y de vez en cuando cruzábamos miradas y una que otra risita.

Como buen jugador de Basquet, yo me econtraba en forma. Sin ser de los más altos, mido 1.80, me encontraba sobre la media, y mi punto fuerte era la habilidad que tenía para eludir rivales con el balón y anotar. Casi tanta habilidad como con la que penetré a Veronica con mis 18 cm de carne.

Siempre me había calentado. Desde que éramos mas cercanos, su saludos, sus abrazos y sus contactos al bromear me habían permitido incluso tomarla de la cintura sin ningún reparo, lo que me calentaba de sobre manera no solo por lo bien conservada que se mantenía, si no también por el morbo de apretar contra mi cuerpo a mi profesora.

Una vez en clases, nos pusimos a jugar basquet mixto, y nos tocó estar en equipos rivales. Ella no se dejaba amedrentar por nada mientras jugaba y lo hacía muy bien, iba al choque todos los balones y era de las que no se callaba dando instrucciones dentro de la cancha. Una buena jugadora.

Fue en ese contexto en que me tocó enfrentarla con el balón. Recupere un rebote en aro propio, y como debe ser, inmediatamente miré arriba para buscar un quiebre, no obstante, noté como rivales y los de mi equipo subieron lentamente de frente hacia el área rival, dándonos la espalda a mi y a Verónica que se quedó de frente defendiendo la salida rápida. Comienzo a dar botes y me acerco a ella, y cuando noto que se lanza intentando robar el balón, la eludo con un rápido movimiento de éste. Ella no lo esperaba, y al arremeter con todo contra el balón, su cuerpo completo pasó de largo, y con la mano que intento robar la pelota, dio de lleno sobre mi pene que se encontraba semiduro en aquel momento.

Noté que se había percatado y se avergonzó. Emitió un monosílabo de lamento, y sin darme mirada, giro nerviosa y bajó a defender a su área. Nadie lo había notado por lo rápido de la jugada, sólo nosotros.

Al final de la clase no se despidió ni volvimos a cruzar mirada, lo que podría ser totalmente normal, pero yo no podía sacarme de la cabeza su mano en mi verga. Esa semana me calenté mucho por aquel contacto, me pajié pensando en ella y en lo caliente que me ponía.

Al miércoles siguiente, acudí ya cerca de las 6 de la tarde al taller de Basquetbol, como de costumbre. Allí también estaba ella, ya que simultánemente tenía entrenamiento con una categoría infantil de damas en una cancha al lado del gimnasio donde nosotros entrenábamos. Llegué de los primeros y me puse a lanzar, cuando de pronto la veo salir de la sala de materiales, sacando lo que utilizaría para el entrenamiento. Nos saludamos sólo con un gesto y seguimos con lo que estaba haciendo cada uno.

El entrenamiento concluyó con normalidad, y una vez finalizado, me quedé lanzando con un amigo, en una especie de desafío. El resto de los compañeros y mi entrenador se retiraron del gimnasio, y mientras lo hacían, entró la profesora nuevamente, a guardar los materiales a la sala correspondiente.

Antes que terminara, terminé derrotado en el desafío con mi amigo, por lo que me correspondía guardar los balones que habíamos utilizado. Él tomo sus cosas y se fué, yo no perdí tiempo en empezar a guardar de a poco, a ver si cruzábamos alguna palabra con Verónica o algo más.

Cuando se percató que sólo quedaba yo, se rió coquetamente, lo que hizo que mi verga ya ganara tono. 

-Te quedaste hasta al final por malo – dijo ella

-No, por bueno – le contesté

-Ya, te voy a ayudar con tus cosas, para que nos vayamos antes, seguro te están esperando

Dijo esto refiriéndose a una chica a la que ella entrenaba,con la que yo estaba comenzando a salir. Sin embargo, le dije que no, que ya era muy tarde y me iría sólo a casa.

Entre el ir y venir de buscar balones, nos encaminamos por los últimos, que siempre se quedan atrapados detrás de unas gradas y no se ven a simple vista, por lo que siempre hay que revisar ahí si quedan. Mientras nos dirigíamos a las gradas, de pronto, se cortó la luz. No se veía casi nada dentro del gimnasio, ya que estaba de noche.

Entonces, Verónica se dirigió al tablero eléctrico del gimnasio, el que no estaba muy lejos de donde nos encontrábamos, pero antes que ella lo alcanzara, en una primera intención de asustarla en la oscuridad, fui por detrás de ella y la tomé firme con una mano y emití un ruido cómo queriendo simular un espectro.

Al rodearla con mi brazo derecho, quise ir un poco mas allá y me estiré tanto como para tocar el borde interno de su muslo derecho, rozando el borde de mi dedo índice con su vagina, la que por cierto estaba que ardía, y a la vez apretándo a Verónica contra mi, específicamente su culo contra mi paquete, lo que al parecer le calentó ya que en un focejeo un tanto exagerado, restregó sus cachetes contra mi miembro por unos segundos y luego riéndose se separó. Nos encontrabamos cerca del tablero, y tranquilamente procedió a dar la luz. Se giró, se apoyo contra la pared de manera muy sexy, con una pierna contra la pared y otra en el suelo, y me dijo:

-¡Oye! No me puedes hacer eso – intentando poner cara de molesta, evidentemente forzada

-¿Porqué no? Fue sin querer, además tu también me lo hiciste el viernes

Al escuchar esto se ruborizó instantáneamente.

-Eeeehhh – dudó – bueno, eso si que fue sin intención, pero que suerte que tuve…

Al oír eso mi pene se terminó de poner a mil, ya se notaba bajo mi short brillante tras el roce con su culo, y con ello, terminó casi por salirse del pantalón.

-Mira tu suerte, ¿Acaso te gustó? – le pregunté acercándome a ella y arrinconándola contra la pared, haciendo notar mi verga, dándole una mirada para ser aún mas explícito.

No obtuve respuesta pero si una mirada a mi verga con mordida de labios, lo que confirmó las ganas que tenía de vibrar con aquel pedazo adentro de ella. No perdí tiempo y puse su mano sobre mi pene empalmado, emitió un gesto de sorpresa, pero inmediatamente comenzó a masturbarme sobre la ropa.

-Te toca guardar estas pelotas – le dije

Estuvimos así algunos segundos y no se resistió a hundir su lengua en mi boca, la que movía con mucha fuerza producto de la excitación. Nos besamos aproximadamente un minuto y se separó, me miró con cara de caliente, y sin soltar mi verga se dio vuelva hacia el tablero, apagó las luces de gimnasio y me llevó de vuelta a la sala de materiales. Esta sala estaba en el extremo opuesto a la entrada del gimnasio, por lo que si cualquier persona entraba lo notaríamos, ya que el piso del gimnasio estaba viejo y hacía mucho ruido, además de que tendría que prender la luz para llegar ahí.

Una vez en la sala, me tiró sobre unas colchonetas amontonadas y se hincó sobre otra, disponiéndose a darme una mamada que jamás olvidaría.

-Desde el viernes que no he podido sacarme esto de la cabeza

-Ahora no vas a poder sacártelo del culo – le contesté

Se largó a reir y noté como aquello la calentó. Sin dejar de mirarme sacó mi pene del pantalón y lo comenzó a pajear.

-Se veía grande por encima del pantalón, pero no pensé que fuera tan grueso – me dijo mientras acercaba su cabeza a mi pene a punto de explotar. Una vez ahí y rozandolo con su nariz, agregó – Me encanta el olor a pene sudado ¿Pero sabes que me gusta más? Su sabor.

Fue lo último que dijo antes de engullir semejante trozo hasta la mitad de un solo bocado, tras lo que empezó a mover su lengua sin sacárselo de la boca, cada vez de forma mas rápida y babosa.

La saliva caía en grandes cantidades por los lados de su boca y lo único que hacía para evitar que cayera era tomarla y masturbarme con ella misma como lubricante. Nunca pensé que la profe fuera tan guarra. 

Mientras me masturbaba, se metía las bolas completas a la boca y las saboreaba, y con la otra mano tocaba su ardiente vagina. Cuando tomó mi verga desde abajo del escroto, elevó y apretó mis testículos contra mi verga, tomo aire e hizo desaparecer mi verga en su boca hasta chocar con mis bolas, las que lamió sacando la lengua de mi pene, haciendo sonidos de estar disfrutando un sabroso pene de cena.

Cuando se lo sacó, yo casi a punto de irme cortado, dijo:

-Este no cabe aquí, vamos a guardarlo en otro lado.

De un salto se subió a las colchonetas donde yo estaba acostado, se saco sólo una pierna del short y el cazón deportivo, y en cuclillas comenzó a descender su pelvis sobre la punta de mi verga, mientras lo sujetaba con la mano. Mi verga se deslizó fácilmente dentro de tu cuerpo debido a lo excitada que se encontraba, y lentamente comenzó a bajar hasta tenerlo todo dentro. Emitía tenues quejidos muy excitantes, miraba hacia arriba y al frente, donde pude ver luego de un rato como ponía blanco sus ojos.

Cuando ya casi se venía, la hice arrodillarse y levantar su culo sobre mi, y levantando repetida y rápidamente mi cadera la embestí a toda velocidad, lo que le provocó un orgasmo que mojo todo mi poderoso pene y la dejó rendida boca abajo sobre mí.

Sin perder tiempo en esta maravillosa experiencia, tal como quedó, boca abajo, me la saqué de encima y la puse en el borde del montón de colchonetas, me puse atrás de ella, le levanté la pierna izquierda para ponerla en el borde y se lo metí entero nuevamente. Al poco andar me detiene y cuidadosamente sube la otra pierna al borde del colchonetas, formando sus piernas una linea en 180°, totalmente paralelas al borde de las colchonetas. En esta posición su concha se sentía mucho mas apretada.

No podía creer como me la estaba culeando. Le separaba sus cachetes de vez en cuando, lo que hacía que se asomara su ano. En una de estas maniobras, me mira hacia atrás con una cara que jamás olvidaré, y lanzo un escupo en su ojete, lo que la calentó de sobre manera, por el quejido que emitió. Comencé a jugar con mi pulgar alrededor de su ano, e introduje la primera falange de este, enganchándolo y tirando hacía arriba, lo que colaboró con su siguiente corrida.

Se lo metía con los cambios de ritmo precisos para disfrutar su humeda y apretada concha, por lo que no tardamos en corrernos. Noté por su respiración y quejidos que estaba por venirse, y cuando lo estaba haciendo, deje salir a toda presión los chorros de leche caliente que la llenaban con cada vaivén.

No aguantó la excitación y bajó las piernas, ante lo que me recosté cuidadosamente sobre su espalda. La mordí un poco y me hice a un lado. Al hacerlo, pude notar sus fluidos brillar sobre la colchoneta.

-Jaja – me reí – mira como dejamos

Aún sin poder retornar en si, respirando con la cara pegada aún a la colchoneta, no se giró a mirar y yo atiné a limpiar sus jugos con mi polerón que había dejado a un lado.

-Ay si, mira como me dejaste tú – dijo dándose vuelta y exponiendo su colorada vagina de la que chorreaba mi semen.

Nos miramos unos segundos y luego nos besamos un poco, hasta que me dijo que me fuera ya que nos podían encontrar. Procedí a vestirme, y mientras lo hacía se acercó de rodillas a mi verga para besarla por última vez y decirme, agarrando mi verga bien firme desde la base:

-Me la tienes que volver a dar

-No lo dudes – le dije, golpeando mi pene aun erecto contra su cara que me sacaba la lengua.

-A la próxima te quiero en mi boca-dijo muy viciosa

Ante lo que me reí, le consentí lo que ella quisiera y me retiré de la sala de materiales con mi poleron empapado en sus jugos, el que me fui oliendo y olí hasta una semana después, cuando lo lavé.

Ahora cada vez que nos encontramos en los pasillos, si es seguro, intercambiamos algunas tocaciones y roces rápidos, los que nos calientan aún más.

Y así, fué como me culié a la profesora de basquetbol por primera vez, la siguiente fué en las duchas, pero aquello a es otra historia.

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2 respuestas

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