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Anónimo

octubre 12, 2025

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Revisando el celular de mi hermana

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No podía resistirlo más.

El celular estaba ahí, a mi alcance: desbloqueado. Un descuido que no ocurría muy a menudo, y si no lo aprovechaba ahora, quién sabe cuando se volvería a repetir.

Con el corazón latiéndome a mil por hora tomé el celular y me asomé a la ventana para vigilar cuando regresara, momento en el cual tendría unos veinte segundos para devolverlo al lugar y posición exacta en que lo había encontrado.

Intenté abrir el What´s App, pero tenía acceso por pin. Por un momento pensé que había sido derrotado por aquel minúsculo detalle… Pero recordé que casi nadie tiene bloqueada la carpeta de fotos.

Abrí la galería y… ¡Bingo!

Ni siquiera tuve que bajar demasiado.

Ahí, en las fotos de hace una semana, encontré las primeras selfies en lencería. Deslicé un poco más abajo y sentí que me daba un microinfarto: mi hermanita, en cuatro, siendo penetrada.

Mi pene se puso durísimo y luché con el impulso de masturbarme ahí mismo.

Tragué saliva.

Mi corazón latía más rápido que nunca; no sabía cuánto tiempo tendría, así que aunque quería admirar cada foto con detalle, decidí tomar rápidamente mi laptop, conectar el celular y copiar todo el contenido de la carpeta. Ya después tendría oportunidad de revisar todo el contenido.

Lo hice rogando porque no regresara en ese momento y afortunadamente la providencia me sonrió y así fue.

Tuve tiempo de pasar todo, dejar el celular como lo había encontrado (o eso creía, ya que los nervios me hacían pensar que ella se daría cuenta de que no estaba igual a como lo había dejado) y me senté a esperar, como si nada.

Ella regresó cinco minutos después, tomando casi de inmediato su celular. Pensé que sería descubierto y mi mente ya trabajaba a full pensando en mil maneras de justificar que hubiera tomado su celular (“no me llegaban los mensajes y quise mandarme uno desde el tuyo para ver si era el mío”, “quería hacer una llamada pero no tengo saldo”, etc etc), cada una más ridícula que la anterior. Pero no fue necesario.

—Al ratito regreso, voy a salir —me dijo, yéndose a su cuarto a cambiarse.

—Sí, está bien —respondí sin moverme ya que no quería que se notara mi erección.

Salió del cuarto y lucía muy guapa: falda corta de mezclilla, blusa negra de tirantes, tenis y el cabello suelto.

—Al rato nos vemos, chao —se despidió de mí.

—Adiós —respondí.

Quería esperar al menos diez minutos para evitar el riesgo de que algo se le hubiera olvidado y regresara antes de tiempo. Sin embargo, no pude esperar más que un minuto.

Encendí la lap, entré a la carpeta donde había copiado sus fotos y videos y… el paraíso se abrió ante mis ojos.

Al parecer amaba tomarse selfies, había muchas. Y afortunadamente muchas de ellas eran en lencería.

Ahí estaba aquella tanga verde con la que tantas veces me había masturbado, luciendo preciosa en sus caderas. Aquella tanga rosa tan bonita, aquel cachetero azul… Todas y cada una de las prendas con las que me había masturbado imaginando cómo se le verían, estaban ahí. Ya no tenía que imaginarme cómo se le verían puestas; podía verlo.

Me bajé el pantalón y el bóxer y coloqué mi mano rodeando mi pene pero solo tocándolo, sin moverlo.

Mi pene exigía ser estimulado, pero sabía que si lo hacía no tardaría en venirme y quería disfrutar lo máximo posible el espectáculo.

Comencé a abrir las miniaturas de las fotos en las que lucía los conjuntos que más me gustaban. Se veía increíblemente sexy. Pude ver que había un par de fotos y videos donde estaba con el que suponía que era su novio, pero aunque moría por verlos, decidí dejarlos para el final.

Continué viendo y, casi sin ser consciente de ello, mi mano comenzó a acariciar muy suavemente mi pene. Observé que había un par de capturas de conversaciones y las abrí por curiosidad. Tuve suerte a la primera.

En ella podía leerse lo siguiente:

“—Ay, amor, me encanta cómo me coges, ya tengo ganas de tenerte dentro.

—Yo igual, amor, me encanta cómo tú solita te abres las nalgas para que te meta la verga. Pero no te preocupes, mi putita, al rato te voy a dar verga cómo te gusta.

—¡Sí, muero de ganas! Mira, voy a llevar esto puesto:”

Y en seguida había una foto de ella con una tanga y un top negros de encaje. Aunque se había recortado la cara, su piel blanquita contrastaba a la perfección con aquellas prendas; incluso se le podían ver los pezones a través del top. Se veía como toda una putita deseosa de verga… Me pregunté si ese mismo conjunto sería el que llevaría puesto ese día.

No pude más.

Me subí el bóxer y el pantalón (sin abrocharlo) y fui a su cuarto. Ya sabía dónde escondía su ropa interior usada (ya que no la ponía con la de los demás), así que en menos de un minuto ya tenía en mis manos una tanga blanca con olanes muy bonita. La olí y el aroma a hembra en seguida invadió mi nariz.

Regresé al sillón, me puse cómodo y decidí que ya no podía aguantar. Me saqué el pene, lo rodeé con la tanga y abrí el primer video.

Se abrió un clip de apenas un minuto y veinte segundos. Mi hermana (¡mi hermanita!) aparecía cabalgando una verga de espaldas (el video estaba tomado enfocando a un espejo al fondo del cuarto). Apenas podía ver lo que estaba viendo: mi hermanita menor de 20 años estaba cabalgando una verga, moviéndose como toda una profesional.

Tenía puesta un baby doll rojo y se ve que el tipo (su novio, o quien quiera que fuese) solo se la había hecho de lado para meterle la verga. Ella se movía de atrás a adelante con un ritmo encantador. El tipo grababa con el celular en una mano y con la otra la agarraba de las nalgas para moverla a su antojo.

Sentí muchos celos de esa persona, de aquel que disfrutaba el cuerpo y la vagina de mi hermana.

¿Y si esto pudiera ser real? Entra y descúbrelo. Ver ahora

A los veinte segundos de terminar el video, vi cómo mi hermana se levantaba, daba un par de sentones y pude ver el pene del tipo: no era muy grande, pero tampoco pequeño. Aunque me decepcionó un poco que usara condón, la visión de las nalgas de mi hermana tragándose un pene era todo un delirio.

Terminó el video y yo luchaba por no venirme aún, ya que era solo el primer video.

Abrí el segundo, que duraba casi cinco minutos.

En este segundo video, mi hermana aparecía solo con una toalla puesta. El tipo grababa desde su pecho y apuntaba la cámara del celular a mi hermana, que estaba recargada en su pierna y daba pequeños besos al pene que aún estaba dormido.

¿Cómo es posible que aún no se le haya parado teniendo a semejante bombón besándole la verga?, pensé estupefacto.

Aunque a los pocos segundos el pene del tipo ya había crecido lo suficiente y mi hermana pasaba de esos pequeños besos a alternar con lengüetazos, besos más pasionales y, finalmente, a meterse el pene a la boca.

Sentí que estaba a punto de venirme, pues la imagen de mi hermanita chupando verga era más de lo que podía soportar. Al margen del parentesco, era evidente que ella era muy guapa, y ver aquella boquita, aquellos brackets chupando un pene era una delicia.

Dejé de tocar mi pene para poder aguantar y seguí mirando.

A mitad de video el tipo le quitaba la toalla y podía ver las nalgas de mi hermana.

“—Miren nada más lo que me voy a echar ahorita”, decía mientras mi hermana no dejaba de chupar.

“—¿Quién es mi putita? ¿A quién me voy a coger ahorita?”, continuaba.

Mi hermana no respondía, concentrada en seguir chupando ese pene.

“—Anda, dime quién es mi putita”, insistía el tipo.

Ella se sacaba el pene de la boca, miraba a la cámara y con una voz que no pensé que pudiera ser la de mi hermana, respondía:

“—Yo. Yo soy tu putita”

Tras lo cual regresaba a chupar, al parecer ligeramente avergonzada de lo que había dicho (o tal vez de que la grabara diciéndolo).

De repente, el tipo se enderezaba, acostaba a mi hermana boca arriba y enfocaba su vagina: tenía el vello púbico negro y corto. Se veía muy bien, ya que por lo general así me gustaba.

El tipo acercaba su pene completamente erecto a la entrada y, para mi desgracia, el video finalizaba justo antes de ver cómo la penetraba.

Cerré la ventana del video aún sin poder creer del todo lo que había visto, lo que un simple golpe de suerte había llevado hasta mí.

Abrí el tercer video, la joya de la corona:

Esta vez habían colocado el celular en algún lugar, algún mueble o algo así.

Mi hermana, puesta en cuatro, con su tanga rosa de ladito viendo hacia la cámara… y el tipo detrás de ella, empujando, metiéndole la verga… Sonriendo…

No lo podía creer. ¡Se estaban cogiendo a mi hermana de a perrito!

El video duraba apenas minuto y medio, pero ver a aquel tipo dándole de nalgadas a mi hermana mientras ella gemía y ponía una cara de placer que jamás hubiera podido imaginar, fue el punto culminante.

Sentí que chorros de leche salían de mi propia verga e inmediatamente aparté la tanga para evitar mancharla, ya que no quería dejar rastros.

Justo cuando el tipo la tomaba del cabello y comenzaba a cabalgarla con más fuerza, no resistí y solté más semen del que había soltado en mucho tiempo.

Y aunque me hubiera gustado ver eso mismo en el video, ver cómo el tipo la llenaba de leche y ver su cara al recibirla, el video terminaba igual de abruptamente que los demás.

A pesar de todos esos pequeños detalles, el material era lo suficientemente bueno como para acompañar las pajas que me hacía con sus tangas.

Ya con la calma de haberme venido seguí revisando el material y eliminando algunas fotos que no tenían mayor atractivo, para proceder a guardar en una carpeta oculta el material que me serviría mucho en el futuro.

En esa ocasión, ella no regresó hasta el día siguiente por la mañana. Al verla llegar no pude dejar de pensar que seguramente había ido a recibir verga…

Quién lo diría.

Mi hermanita era toda una putita.

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