Posiciones favoritas
Ay, es que tengo que confesarlo, si no reviento. Mis amigas siempre andan preguntándome cual es mi posición favorita y yo, con toda la pena, les digo que todas, pero mentira, tengo mis favoritismos bien marcados, jeje. La neta es que cada una me pone de un modo diferente y me hace sentir cosas super distintas, pero si tuviera que elegir… bueno, mejor les cuento con lujo de morbo, total, aquí entre nos.
Mi absoluta crush, la que nunca falla, es montarlos. O sea, brincar sobre esas vergotas que uno a veces encuentra por ahí. Uff, les juro que me vuelve loca. No es por nada, pero cuando veo una buena pieza, grande, con esas venas marcadas y que promete, lo primero q se me viene a la cabeza es: “esta es mía, me lo voy a montar hasta que me duelan las caderas”. Es que la sensación es increíble, de verdad. Yo arriba, con el control total, sintiendo como me llena por completo. Y es que tiene que ser algo grandecito, saben? Para que no se me ande saliendo a cada rato y yo pueda enfocarme en lo importante: en moverme como me da la gana. Me encanta sentirme superior, como una diosa del sexo, viendo cómo él se deshace bajo mis movimientos. Sus manos en mis caderas, apretando, tratando de guiarme, pero al final soy yo la que marca el ritmo. Subo y bajo lento al principio, saboreando cada centímetro que se me mete, sintiendo como se me abre por dentro. Después, cuando ya no aguanto más, es cuando empiezo a brincar de verdad, a dar saltitos rápidos y profundos, con las tetas botando y el pelo pegado a la cara sudada. Ver su cara de placer, oír cómo gime mi nombre… eso no tiene precio. Y cuando siento que ya va a terminar, me inclino hacia adelante, le apoyo las manos en el pecho y me pongo a rotar las caderas, haciendo círculos con mi chocha bien apretada alrededor de su verga. Esa fricción… uff, es lo que me hace venirme casi siempre.
Pero bueno, no todo puede ser yo haciendo todo el trabajo, aunque me encante. Otra que me fascina, pero para momentos más… entregados, es en cuatro. Pero con una condición: que el chico no se mueva. En serio, ni un poquito. Que se quede ahí, quieto, como un mueble, pero un mueble caliente y duro, listo para usarse. Yo me pongo en cuatro, con el culo bien arriba, y empiezo a empalarme yo solita hacia atrás. Es una sensación tan diferente, porque yo controlo la profundidad y la velocidad. A veces me gusta jugar y solo meter la puntita, rozando mi clítoris con la base de su verga, y otras veces me embuto de golpe, hasta que siento sus huevos pegados en mis labios. Mientras lo hago, me imagino que debo verme super sexy, con la espalda arqueada y el culo al aire, moviéndome con una intención que solo yo conozco. Es como un baile privado, pero mil veces mejor. Y él solo mirando, tocándome el culo si quiere, pero sin meterse. Eso sí, me encanta que me hable sucio, que me diga cosas como “qué rica me la chupas, Fernanda” o “así, perrita, ensártate sola”. Eso me prende como loca.
Ahora, la que es un poquito más de fantasía cumplida es cuando me cargan. No, no tipo cargar para llevar a la cama, sino cargarme EN SERIO, como si fuera un juguete, y follarme en el aire. Solo me lo han hecho dos veces, y las dos fueron… alucinantes. La primera vez fue con un chico que era puro músculo, de esos que te miran y ya sabes que te pueden partir en dos. Estábamos en la cocina, y de repente me agarró y me levantó como si nada. Yo me enganché con las piernas alrededor de su cintura y mis brazos alrededor de su cuello, y él, sin soltarme, me fue metiendo su verga poco a poco, ahí, con mis pies sin tocar el piso. Es una locura la sensación de impotencia y a la vez de poder. No puedes controlar nada, solo dejarte llevar, sentir cada embestida desde lo más hondo, con la fuerza de la gravedad jugando en tu contra. Cada vez que él empujaba, yo sentía que me atravesaba por completo. Fue tan intenso que creo que grité como nunca, pero como teníamos la música a todo volumen, ni se oyó. Quedé fascinada, mareada y con las piernas temblando por una hora después.
Y no puedo olvidar mi forma favorita de chuparla. A todas mis amigas les encanta hacerlo de rodillas, y sí, está bien, es clásico, pero a mí me aburre un poco. Yo prefiero hacerlo de cuclillas. ¿Cómo es? Pues imagínense, él sentado en el borde de la cama o en un sillón, y yo me pongo frente a él, pero en cuclillas, con los pies bien apoyados en el piso. Así tengo más estabilidad y puedo controlar mejor la profundidad. Además, me encanta porque puedo mover la colita al ritmo que se me antoje, como balanceándome, y eso a ellos los vuelve locos. Empiezo con la puntita, besándola, lamiendo por todos lados, saboreando ese gustito a sal que tiene, y después, poco a poco, me la voy metiendo toda a la boca. Desde abajo, puedo ver su cara de éxtasis perfectamente, y con mis manos le masajeo los huevos o le agarro las piernas. Es una posición que me hace sentir super cómoda, poderosa y super sexy. Siento que puedo durar horas ahí, mamándosela hasta que no pueda más, sintiendo cómo palpita en mi lengua y cómo sus gemidos se vuelven más y más desesperados.
Al final, creo que lo que más me gusta es sentirme dueña del momento, sea cual sea la posición. Que sea yo la que decida cómo, cuándo y a qué ritmo. Porque al fin y al cabo, mi cuerpo es mi templo, y ellas, las vergas… pues son los feligreses devotos, jeje. ¿Ustedes cuál prefieren? Cuéntenme, que me muero por saber.
🔞 Recomendado 18+:
🔞 Recomendado 18+: habla en privado con alguien que te entienda.
Una respuesta
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Rico poder conocerte y probar esas poses contigo saludos desde cucuta


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