Caricias en la ducha
Ya estoy despierta, pero no deseo abrir los ojos, estoy tan a gusto… quiero seguir así un poco más, que te despiertes tú primero, sé que si me muevo te despertaré.
Puedo sentirle a mi espalda, dormido como un tronco, de vez en cuando ronca suavemente. Me gusta que haga ese ruidito al respirar, me hace compañía y da tranquilidad, es como dormirse escuchando el tic-tac de un reloj. Un destello de luz me pega en los ojos aún cerrados y los abro. Por la ventana de nuestra alcoba, situada en el octavo piso, se ve un cielo negrísimo en el que destellan rayos, se avecina una tormenta. En el aire hay tanta electricidad estática que Napoleón, mi gatito, protesta en sueños. Estoy tumbada boca abajo en la cama, en mi hombro, veo los dedos de la mano de Daniel y siento su cara apoyada en mi otro hombro, y un peso caliente sobre mis nalgas. Con cuidado, cojo el espejito de la mesilla de noche y lo giro. Mi Daniel está también boca abajo, y su boca entreabierta ha dejado un circulito de saliva en mi espalda, y no puedo evitar sonreír; a él le da corte que le suceda eso y más cuando está sobre mí, pero a mí me resulta muy tierno. Su brazo izquierdo me mantiene agarrada del hombro. Sabe que si quiero, sería capaz de escurrirme de la cama y marcharme sin que él despertara… pero no quiero. Ya no. Hace mucho que no siento necesidad de huir. Es cierto, aún soy reacia a la idea de casarnos. Supongo que tarde o temprano acabaré aceptando por darle gusto, pero… es toda esa idea de sacrificio, de «hasta que la muerte nos separe»… ¿qué falta hace legalizar el amor? ¿Y si eso mata lo que siento por él, y si me siento atada, prisionera y resulta que no puedo soportarlo? Le quiero y quiero vivir con él, me siento a gusto con él y no quiero que lo nuestro se acabe… pero la idea del casamiento me aterra aún.
Girando el espejo, veo que Napoleón se ha aposentado sobre mi trasero, allí se ha hecho un ovillo y duerme tan tranquilo como Daniel, aunque el pelo se le ponga de punta por el ambiente eléctrico, pobrecito. Da como sacudidas en sueños, y finalmente se despierta. Le veo desperezarse por el espejito y sube por la cama, entre los cuerpos de los dos, intentando quitar el brazo de Daniel para ponerse él a mi lado. Dejo rápidamente el espejito y finjo que sigo dormida mientras Napoleón intenta colarse bajo el brazo de mi novio, lo que hace que éste se queje en sueños y finalmente se despierte.
-Mmmfghhh… …uto gato – le oigo que protesta y enseguida hace un sonido de sorpresa. Noto que algo suave acaricia mi hombro, limpiando el círculo de babas, y espero que sea un kleenex, porque es muy capaz de estarme limpiando con la sábana, pienso, divertida. Daniel es limpio por lo general, pero admito que yo lo soy más que él, hasta el punto de ser un poco obsesiva en ocasiones. Muy lentamente, para evitar despertarme, se inclina sobre mí y me besa la cara con mucha suavidad. Silencio. Sé que me está mirando y me cuesta seguir fingiendo que estoy dormida, pero lo hago de todos modos, porque sé que si despierto, se sentirá obligado a continuar y no deseo que lo haga por ese motivo. Despacio, sale de la cama y le oigo coger ropa e ir al baño. Va a ducharse. Esta noche me ha prometido cenar fuera, y sabe que yo tardo mucho más en ducharme que él. Apenas oigo el ruido de la ducha, me doy media vuelta en la cama. Por la puerta entreabierta del baño, le veo coger el champú y la crema de afeitar.
Sé que se siente un poco culpable, pero a mí no me ha importado, lo comprendo… Daniel volvió anoche de un viaje de trabajo, ha estado fuera un mes, trabajando a destajo, jornadas de más de doce horas diarias, sin domingos ni festivos, y anoche apenas durmió cinco horas, y eso después de hacerme el amor mientras dormía… había sido casi mágico para mí. Estaba soñando con él, le olía, le sentía cerca de mí, en el sueño flotábamos en el aire mientras lo hacíamos, y las sensaciones habían sido tan intensas, tan reales… me había encantado. Cuando me desperté y le vi a mi lado, me sentí eufórica, por un momento llegué a pensar que mi sueño se había convertido en realidad, no pensé siquiera que había venido mientras dormía, sino que había sido… magia. Después de comer en casa, nos habíamos echado la siesta, y habíamos empezado a juguetear, y… Daniel siempre tiene esa mezcla que tanto me gusta de dulzura y de maldad, es capaz de estrujarme sin piedad los pechos con una mano mientras con la otra me acaricia tiernamente la mejilla, pero esa tarde se me había echado encima y apenas al entrar… zas. Instantáneo. Toda la furia se le pasó de golpe y se puso como un tomate, y aunque yo intenté quitar hierro al asunto y animarle otra vez con caricias, basta que uno quiera quitar importancia para que el otro se obsesione, y entre eso y el sueño que tenía, no hubo manera de recuperarlo.
«Lo siento.» Lo había dicho como veinte veces, «Lo siento, no sé que me ha pasado, lo siento, Mati, lo siento…». Pero yo le había sonreído, yo sabía que eso podía pasarle al más pintado y más arrastrando el cansancio que llevaba. Le hice recostar la cabeza sobre mi pecho, y le acaricié durante los pocos segundos que tardó en quedarse dormido. Yo hice lo propio, notando en mi nariz su olor que tanto me gusta. Daniel es un hombre estupendo, pero a veces le da muchas vueltas a las cosas, demasiadas. Sabía que ahora mismo, estaría haciendo un mundo de una nimiedad, un petardazo no implicaba que fuese a padecer eyaculación precoz, ni que se estuviera haciendo viejo… pero sabía que eso era lo que estaba pensando y le preocupaba.
Y a mí me preocupaba que le preocupase a él, porque si se obsesionaba, lo más fácil es que volviese a pasarle. Sentía que me necesitaba con él, y yo misma quería estar con él, así que lentamente salí de la cama y me dirigí al cuarto de baño, desnuda como estaba, silenciosamente….
Continuará..
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.