diciembre 9, 2025

346 Vistas

diciembre 9, 2025

346 Vistas

Me cogí a la sobrina de 18 de mi ex

0
(0)

Esto me paso hace un par de semanas y que todavia no me lo creo del todo. Resulta que un viernes, los panas del trabajo me convencieron de salir a un boliche que soliamos frecuentar hace años, el “Mojito”, pero que con la rutina de la cocina y todo eso lo habia dejado un poco de lado. Total, que me anime, me puse un jean y una camisa negra, y fui.

El lugar estaba igual, musica alta, luces de colores, y un olor a cerveza derramada y perfume barato que hasta me dio nostalgia. Estabamos ahi, mi amigo Pedro y yo, en la barra, pidiendo una ronda de fernet, cuando de repente senti un toquecito en la espalda. La verdad, pense que era algun conocido mas, pero cuando me di vuelta me quede helado.

Era ella. Camila. La sobrina de mi ex, Martina. La ultima vez que la habia visto era una chiquilina de quince años, con uniforme del colegio y unas trenzas. Pero la que tenia enfrente… dios mio. El tiempo le habia echo mas que bien. Tenia el pelo teñido de un rubio ceniza, corto hasta los hombros, unos ojos verdes que parecian de gata, y un vestidito negro, super corto, que le marcaba un cuerpo que no podia ser real. Unas piernas largas, un culo que se le salia del vestido, y unas tetas que prometian un viaje al cielo.

“Javi? No me digas que no te acordas de mi”, me dijo, con una sonrisa que tenia mas de diablilla que de inocente. Olia a vainilla y a algo mas dulce, no se, como a frutos rojos.

“Camila… claro que me acuerdo”, logre decir, tratando de que no se me notara la sorpresa en la cara. “Pero estas… distinta”.

Ella se rio, un sonido claro que se me metio en el pecho. “Bueno, pasaron cinco años, che. Ya tengo dieciocho”. Esa ultima parte la dijo como retandome, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Me presento a sus amigas, un par de pibas de su edad que me miraban con curiosidad, y se quedo a charlar conmigo. Hablamos de cualquier cosa, de sus estudios, de mi restaurante, y obviamente, de su tia. Me pregunto si sabia que ella estaba ahi, y le dije que no, que con Martina no hablabamos hace mucho. Se le veia en la mirada que esa respuesta le gusto.

Despues de un rato, sonó una canción de reggaeton y ella, sin mas, me agarro de la mano. “Vamos a bailar, o te da miedo que una piba como yo te deje en ridiculo?”. El desafio estaba ahi, en sus ojos verdes, y yo no soy de echarme atras. La segui a la pista.

Y ahi, bailando, fue cuando todo se puso intenso. Ella se pego a mi como si fuera su segunda piel, moviendo ese culo que tenia contra mi entrepierna, sintiendo como yo, inevitablemente, me ponia duro. Me rodeo el cuello con los brazos y me susurro al oido, “Siempre me gustaste, sabias? Cuando iba a lo de mi tia y vos estabas ahi… me preguntaba como serias”.

Esa confesion me prendio fuego. Mis manos, que hasta entonces estaban en su cintura, bajaron un poco mas, hasta sentir la curva perfecta de sus nalgas. No llevaba nada debajo del vestido. Nada. Lo supe al instante. Y ella lo noto, porque se froto aun mas contra mi, rozando mi ereccion con un movimiento lento y torturador.

No se como, pero terminamos en un rincon mas oscuro, detras de una columna. La respiracion se nos habia acelerado a los dos. “No quiero estar aca”, me dijo, con los labios tan cerca de los mios que podia sentir su aliento caliente. “Llevame a tu casa”.

No lo pense dos veces. Le dije a Pedro que me iba, el me hizo un gesto complice que lo decia todo, y salimos del boliche. En el taxi, no pudimos esperar. Nos besamos como si no hubiera un mañana, con una hambre que venia acumulandose por años. Su lengua en mi boca, sus manos en mi pelo, las mias recorriendo esas piernas infinitas. El taxista ni pestañeo, debe estar acostumbrado.

Cuando llegamos a mi departamento, apenas cerre la puerta, la levante y la apoye contra la pared. El vestido negro subio hasta su cintura, confirmando lo que ya sabia. Estaba completamente desnuda debajo. “Que linda que sos”, le dije, bajando mi boca a su cuello, a sus claviculas, mientras mis dedos encontraban su sexo. Estaba empapado, caliente, y ella gimio cuando la toque. “Por favor, Javi…”, suplico, y esa voz quebrada termino de volverme loco.

La lleve al dormitorio y la tumbe en la cama. Me saque la ropa en dos segundos, y por fin pude verla entera. Era una obra de arte. Pechos firmes, con pezones rosados y erectos, una cinturita de avispa, y ese monte de venus depilado, perfecto, brillando con sus propios jugos. Me arrodille entre sus piernas y me la puse a chupar. El sabor era adictivo, dulce y salado a la vez, y ella se retorcía, gemía, me agarraba del pelo. “Asi… no pares…”, decia entre jadeos, y yo no tenia intencion de hacerlo. La hice venir una vez, temblando, gritando mi nombre, y apenas termino, ya estaba pidiendo mas.

“Quiero sentirlo”, dijo, con los ojos vidriosos de placer. “Quiero tu verga adentro”.

Quien soy yo para negarle algo. Me puse un forro, aunque ella protesto un poco, y me puse sobre ella. La mire a los ojos en el segundo antes de entrar, y vi la misma mezcla de nervios y deseo que debia tener yo. Y entonces, empuje.

Era tan estrecha, tan caliente, que senti que me volvia loco. Ella grito, un grito que era mitad dolor, mitad alivio, y entrelazo sus piernas alrededor de mi cintura. “Mas… mas duro”, me pidio, y yo empece a moverme. Al principio lento, dejando que se acostumbrara, pero luego, cuando sus gemidos se hicieron mas fuertes, mas desesperados, perdi el control. La cama golpeaba contra la pared, nuestros cuerpos sudaban, el aire olia a sexo puro.

Cambiamos de posicion. La puse a cuatro patas, para poder admirar ese culo que me habia vuelto loco en el boliche, y se la empece a dar por detras. Ella se apoyaba en los codos y me miraba por encima del hombro, con una cara de placer que nunca voy a olvidar. “Me encanta… me encanta como me llenas”, gemia, y eso me hacia darle aun mas fuerte.

Asi estuvimos no se cuanto tiempo. Haciendolo en la cama, en el sofa, incluso en la ducha. Ella tenia una energia que no se agotaba, y yo, aunque tengo treinta, me sentia con veinte otra vez. El sábado entero fue un desfile de sexo, comida rapida que pediamos por delivery, y mas sexo. Descubri que le gustaba que la dominara, que le hablara sucio al oido, que la tomara fuerte de las caderas. Y yo, la verdad, disfrutaba cada segundo.

El domingo por la tarde, cuando ya no podiamos mas, quedamos tirados en la cama, mirando el techo. “Mi tia no puede saber nada de esto”, dijo de repente, con una voz mas seria.

“Obvio que no”, le asegure. “Esto es nuestro secreto.”

Se giro hacia mi y me sonrio, esa sonrisa picara que ya empezaba a conocer bien. “Y cuando se repite?”

Esa pregunta me hizo reir. “Cuando vos quieras, Camila. Cuando vos quieras.”

Se fue esa noche, y desde entonces, hemos vuelto a vernos un par de veces. Siempre en mi depto, siempre con la misma intensidad. A veces, cuando estoy en la cocina del restaurante, pienso en ella y se me escapa una sonrisa. Mi ex, Martina, siempre fue una mujer controladora, calculadora. Su sobrina es todo lo contrario: fuego puro, espontanea, y con un apetito sexual que me tiene hipnotizado.

Se que esta mal, por la diferencia de edad, por quien es ella… pero no puedo evitarlo. Cuando esta conmigo, me hace sentir vivo de una manera que hacia mucho no sentia. Y la verdad, no se si quiero que esto pare. Al menos, no por ahora.

¿Que te ha parecido este relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este relato.

Deja un comentario

También te puede interesar

Sexo total Por internet

anonimo

08/10/2008

Sexo total Por internet

Fiel amistad.

anonimo

25/06/2015

Fiel amistad.

LOS ALBAñILES HETEROS

anonimo

08/01/2010

LOS ALBAñILES HETEROS
Scroll al inicio