Por

Anónimo

septiembre 7, 2024

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La sirvienta

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Una sirvienta que termina rendida a los placeres de su patrona

 

Se llamaba Matilde, había venido desde la costa a trabajar como sirvienta de tiempo completo en la capital. Ah lágrimas que le costó despedirse de su tierra, pero eran tan pobres en su casa, y en la costa no tenía la más mínima esperanza de poder trabajar en algo para ayudarle a la familia, que cuando salió la oportunidad de trabajar donde sus patrones en la capital a regañadientes le obedeció a su mamá y empacó maletas para irse con ellos. Los patrones habían ido a pasear a la costa ese diciembre y habían tenido que despedir a la sirvienta anterior por ladrona y estaban urgidos de conseguir nueva sirvienta, así que a Estella –la patrona-, se le había ocurrido que lo mejor que podían hacer, era llevarse a Matilde, ya que sabían que era una muchacha honrada y hacendosa, ya que en la capital era muy difícil conseguir servidumbre en la cual se pudiera confiar.

Matilde lloró amargamente, no sólo dejaba su adorada costa, su mar, su arena, su briza meciéndose en su hamaca, su novio; eso era lo que más le dolía, tener que abandonar a José María, su novio de toda la vida y con el que soñaba casarse, así fuera igual de pobre qué ella, eso no le importaba, para ella lo más importante eran los sentimientos; pero ahora todo se veía oscuro en su futuro, en su maleta empacó también su corazón partido y sus hilachas de esperanzas y emprendió camino rumbo a la capital.

Los primeros días fueron los peores, por las noches lloraba en silencio recordando a su adorado José María, porque la verdad sea dicha, eso fue lo que más la atormentó; más que su tierra, más que su familia, el desprenderse de su adorado novio, fue lo que le partió el alma, así que después de todo un día de trabajo, se acostaba a llorar memorando a su José María.

Pero los días fueron pasando y lentamente ella se resignó hasta el punto de que ya no lloraba más. Lo cierto es que los patrones, especialmente la seño Estella, la trataban muy bien, el trabajo no era muy pesado, y la patrona que se la pasaba todo el día en casa, era muy conversadora y constantemente le arrancaba sonrisas a Matilde, y así con el buen trato que le daban, ella se empezó a sentir muy feliz en esa casa y al mismo tiempo también la hacía feliz el poder ayudar a la familia con el dinero que ganaba; ella gastaba poco, no tenía que pagar arriendo, ni comida, ni ropa pues la seño Estella la vestía, lo poco que gastaba era en los domingos que salía a un centro comercial a ver una película o a comerse algún helado, así que la mayoría de dinero que ganaba se lo enviaba a su adorada madre y eso la llenaba de satisfacción.

Patrona y criada se volvieron uña y mugre, seño Estella la trataba de una forma muy especial, Matilde se había ganado el corazón de ella y la hacía sentirse acompañada, no como con la sirvienta anterior que si mucho modulaba palabra para decir buenos días, por el contrario con ella se perdían las horas hablando y siempre se hacían reír la una a la otra.

Ya una vez entradas en confianza, pasó de ser seño Estella a Estella a secas, por orden de la patrona, dizque por que la hacía sentir muy vieja, y a cada oportunidad que se le ocurría a la patrona, terminaban hablando de temas calientes, y en eso Estella era experta, y le contaba intimidades a Matilde de las cosas que hacía con su marido.

Otra de las cosas que hacía la patrona, era que se había vuelto muy cariñosa con ella, a veces para contarle algo le cogía las manos y en otras ocasiones la cogía por detrás y le hacía cosquillas; así que Matilde que para nada se tomaba esas atribuciones con Estella, si las aceptaba de muy buena gana viniendo de ella.

Nunca se había llegado a imaginar Matilde, que Estella la deseaba, pero a sí era, y es que ella era una morena hermosa, con cuerpo de Barbie; estatura medía, flaca, con senos medianos, culo redondo sin ser muy grande, buenas caderas, piernas gruesas en los muslos y delgadas en la pantorrillas, pies pequeños, manos delgadas, cuello largo, pelo negro, ojos verdes y grandes, labios gruesos, pómulos prominentes, pestañas largas, dientes blancos, piel tersa y firme, en definitiva parecía una muñeca. Y efectivamente, la patrona la deseaba con todas sus ganas, por eso se ganó su confianza, esperando el mejor momento para revolcarse con ella. Así que la fue acostumbrando a que viera su cuerpo; por las mañanas salía con unas pijamitas casi transparentes, otras veces después de bañarse salía en ropa interior con la excusa de preguntarle en dónde estaba tal o cual prenda que necesitaba para vestirse; otras veces en vez de cosquillas le daba una nalgada en el culo y encima de todo le decía que ella le envidiaba el culo que tenía, que cual era su secreto; otra vez le salió con que sentía unos bultos en los senos y le pidió a Matilde que le tocara las tetas a ver si ella sentía lo mismo, y una vez que Matilde se los tocó, ella aprovechó la ocasión de tocar los de ella, con la excusa de que eso era algo importante que se tenía que hacer periódicamente; como disfruto ese momento Estella, tanto así que después de eso se tuvo que encerrar en su dormitorio a masturbarse pensando en los senos de Matilde; que hermosura de senos los que tenía, firmes pero suaves, paraditos, de pezones pequeños; cuanto no tuvo que contenerse de las ganas que le dieron de chuparlos. En otra ocasión, Estella le tocó el tema de la masturbación y le preguntó a Matilde si ella se masturbaba; Matilde se puso colorada de la pena que le dio hablar de eso, pero para ganar terreno la patrona le dijo que ella lo hacía porque con lo que el marido le hacía no se sentía completamente satisfecha, y después de esta confesión Matilde un poco más relajada le contó que sí lo hacía, y Estella se fue de fondo con el tema preguntándole que cómo lo hacía, que le contara con lujo de detalles, que en dónde se tocaba, que si se metía los dedos, que en qué pensaba cuando lo hacía, en fin, se dejó llevar de su imaginación con toda clase de preguntas, a lo que ella aprovechó para también detallarle cómo lo hacía, y muriéndose de las ganas de confesarle que cuando ella lo hacía, lo hacía pensando en ella.

Poco a poco Matilde se fue acostumbrando a las ocurrencias de Estella que una vez no se aguanto las ganas y le preguntó a ella que cómo le parecía, y Matilde con toda la sinceridad del caso le dijo que ella era una señora muy hermosa; como le dolió eso de “señora”, y más viviendo de la mata de la juventud radiante que se lo dijo. Pero era completamente cierto, ella era una señora ante los ojos de Matilde que estaba en la flor de la juventud, pero Estella llevaba sus años muy bien puestos; como no había tenido hijos conservaba muy buena figura; era trigueña, acuerpada sin ser gorda, lo que llaman troza, tenía senos grandes pero un tanto flácidos, de igual manera tenía culo grande pero flácido y con celulitis, pero grande al fin y al cabo, ojos cafés, labios pequeños aunque un poco grande el inferior, cejas grandes, pestañas medianas, pelo castaño ondulado no muy largo, piernas gruesas tanto los muslos como las pantorrillas, pies algo grandes pero hermosos, manos un poco redondetas. Por eso le había dolido lo de “señora” porque ella ya no tenía la misma figura que tenía a los diez y ocho cuando con todo muy bien templado hacía volver locos a los hombres, pero como mujer inteligente que era se dijo que la verdad es la verdad, sin embargo sí quedó muy alagada con lo de hermosa, lo cual no le cerraba del todo las puertas con ella.

Estella se estaba tomando las cosas con mucha calma, no quería espantar a la susodicha por andar a las carreras, ya había logrado ganar su confianza, ya le tocaba las teticas con la excusa del chequeo que se hacían la una a la otra, ya le daba palmadas en ese culo de cuando en cuando, ya le hacía cosquillas y ahora de tanto pensar en cómo dar el siguiente paso, se le ocurrió en darle un masaje a sabiendas de que por fin la iba a ver en ropa interior. Matilde le dijo que le daba mucha pena, que nunca antes le habían dado un masaje, ni siquiera su novio José María, pero Estella la convenció diciéndola que a ella eso la iba a ser muy feliz porque de lo tanto que la quería estaba encantada de hacerlo y le dio un beso en la mejilla; y Matilde, después de ponerse de mil colores terminó por aceptar. Estella no perdió el impulso, le dijo que se quedara en ropa interior y que se acostara bocabajo en la cama, prometiéndole que iba a ser una delicia, y así lo hizo Matilde. Estella no podía creerlo, ahí la tenía por fin en ropa interior, pudiéndole ver bien ese hermoso cuerpo; empezó por desabrocharle el brasier con la excusa de que no se lo quería manchar, y le echo aceite en la espalda y empezó a masajearle los hombros, el cuellos, la espalda, los brazos y a cada tanto le preguntaba que como se iba sintiendo, y Matilde le respondía que se sentía muy rico y eso hacía poner más arrecha a Estella; siguió bajando pero no quiso tocarle el culo todavía –la verdad era que le daba cosa de que Matilde se le rebotara con eso-, así que de la parte baja de la espalda pasó a los pies y los recorrió completamente hasta darle un rico masaje en los dedos de los pies, y ya que la tenía tan relajadita, volvió a subir y esta vez le empezó a masajear el culo, sin decirle nada, como si fuera la cosa más natural del mundo. Matilde por su parte no le puso misterio, lo vio como la cosa más natural del mundo ya que estaba acostumbrada a las constantes nalgadas de su patrona y además sin pensar mucho en ello, Matilde se estaba sintiendo muy a gusto con las caricias de Estella, se sentía muy rico la forma en que acariciaba su cuerpo, y se dijo que seguramente así era que se debía de sentir un masaje. Estella le dijo que se diera la vuelta, una vez que estuvo bocarriba le quitó el brasier con la misma escusa de antes y procedió a echarle aceite en el pecho, y empezó a acariciar su cuello, sus hombros, sus manos y después de eso se deleitó con sus teticas, cómo se las tocó de rico, como jugó con esos pezones todo lo que más pudo, pero para no caer en evidencia no se quedó todo lo que ella hubiera querido sino que siguió con su abdomen, con su estomago, y cómo se quedó viendo su coñito que se marcaba en esas tangas, se veía ese morrito que sobresalía, por encima se veía que tenía un clítoris grande; cuantas ganas le daba de chupárselo, de frotarlo con sus dedos; pero se contuvo, ya llegaría el momento para hacerlo; cuando llegó a la parte baja de su abdomen dejó deslizar un poco sus dedos debajo de sus tangas, no mucho, pero sí quería que Matilde sintiera que se estaba aproximando lo más que podía hacia su coño, luego empezó con sus piernas, se las separó un poco y se deleitó extremadamente con sus muslos, subía y bajaba, se acercaba lo más que podía a su coñito sin tocarlo, en la parte más alta del muslo, lo presionaba con fuerza para que ella sintiera placer, y efectivamente así era, Matilde sentía placer, pero no dijo nada, pensando en que iba a sentir su patrona si se daba cuenta de eso; y la patrona tocándola bien rico a ver si le sacaba aunque fuera un suspiro. Y Estella dejó las cosas hasta ahí, ella seguía con su plan de conquistar a su criada lentamente, una vez Matilde salió del cuarto, Estella se encerró a masturbarse, y cerraba los ojos, recordando el cuerpo de ella, de su piel tan tersa, de sus curvas, de cómo había recorrido su piel, de sus teticas, de sus tanguitas apretándose contra ese coño, de lo cerca que la tuvo y de todo lo que se tuvo que aguantar; qué delicia de mujer, la quería para ella, sólo para ella; y se volvía a venir, una y otra vez, hasta que quedó exhausta y se durmió.

Matilde por su parte se quedó pensando en el masaje, sentía pena de haberse sentido excitada, por qué se había sentido así, había sentido cosquillas en su coñito como cuando la tocaba José María, pero esta vez había sido mejor, nunca antes había sentido que la tocaran tan rico, esos dedos deslizándose un poco debajo de sus tanguitas; sí, ella lo había notado, pero se había quedado callada, esos apretones cerca de su coñito, cómo la habían hecho sentir de rico; lo pensó honestamente y honestamente se dijo que hubiera sido rico si su patrona le hubiera tocado el coño, que fue lo único que le faltó masajear; y seguía pensando y se decía a sí misma, fue rico cuando me tocó el culo, fue rico cuando me tocó las tetas, fue rico cuando me masajeó los muslos, fue rico todo; y se moría de la pena de pensar esas cosas, que iba a pensar su patrona si se daba cuenta. Y quedó tan excitada con ese masaje que esa noche se masturbó pensando en esas ricas caricias, y cuando se vino, se sintió culpable por haber fantaseado con eso; su patrona como la quería y ellas llena de esos malos pensamientos.

Estella ya no sabía qué más hacer, en el fondo tenía un miedo terrible de que Matilde la rechazara, pero ya no se aguantaba más, quería revolcarse con ella a como diera lugar, ¿pero cómo?, si con ese masaje que le dio no le arranco ni un suspiro, ¿qué más podía hacer?, y llegó a la conclusión de que la iba a tomar en sus brazos y la iba a empezar a recorrer, a volverla suya con unas suaves caricias; Estella estaba convencida de que con ese masaje la había acercado más a ella y que era el momento de dar el paso final, era todo o nada, así lo decretó. Por su parte Matilde al despertarse lo primero en lo que pensó fue en la culpa que sentía, pero lo peor de todo es que se seguía sintiendo arrecha, tenía ganas de volverse a masturbar, se tocó un poco mientras se estaba bañando, pero la estaba cogiendo el día para salir de su cuarto y se iba a tener que quedar con las ganas. Cuando saludó a su patrona, inmediatamente bajó los ojos y se puso colorada, no era capaz de sostenerle la mirada a Estella, estaba ensimismada, le estaba rehuyendo a ella, no modulaba palabra, y como era de conversadora. Estella que era toda una zorra para esas cosas, se dio cuenta inmediatamente de eso, y sabía que algo le estaba pasando a Matilde; si le bajaba la mirada es porque se sentía avergonzada por algo, y si no quería hablar era porque algo la estaba haciendo sentir culpable. No la quiso presionar, quería esperar a ver si le decía algo, pero nada, ella insistía en su mutismo. Así que Estella se la jugó toda, a perder o ganar se dijo. Matilde estaba lavando unos platos, Estella se le acercó por detrás y dejó deslizar sus dedos por todos sus brazos y le besó el cuello, pasando su lengua muy suavemente; Matilde quedó petrificada, se congeló como una estatua; pero Estella insistía con su lengua y sus caricias. Matilde sentía un frío que le recorría por todo el cuerpo, pero dejó de sentirse culpable; la patrona la estaba seduciendo abiertamente y en vez de sentir vergüenza, se sintió alagada, pero era incapaz de moverse, menos de hablar; y la patrona rompió el silencio:

 

-Matilde, yo te deseo. No sé que vayas a pensar de mí, pero me estoy volviendo loca por vos. ¿Te gusta cuando te toco? –Se lo dijo Estella suavemente en su oído-

 

Matilde se quedó callada, pero quería decirle a gritos que sí, que le gustaba, pero estaba en shock, no estaba preparada para eso. Por su parte Estella se sintió desfallecer, la había asustado y ella la estaba rechazando, seguramente no le quitaba las manos solamente porque era su patrona.

 

-Sí me gusta –Acertó a decir Matilde, ya cuando Estella se iba a alejar de ella-

-No sabes la alegría que me da, ni te imaginas todo el tiempo que llevo pensando en ti.

-¿De verdad no va a pensar nada malo de mí?

-Por nada del mundo, tiemblo de sólo pensar que soy correspondida.

 

Pero Matilde aunque habló seguía tiesa como una estatua, con un plato en la mano debajo del chorro del agua, tiesa, sin saber qué era lo que se suponía que debía de hacer. Estella que tenía experiencia en estas cosas, sabía que ella era completamente inocente en lo que respectaba a las mujeres, así que le quitó el plato de las manos y la volteó hacia ella; y aunque se moría de las ganas, no la besó y empezó a recorrer su cara con la yema de los dedos, jugaba con sus orejas, rosaba su cuello; pero Matilde seguía como una estatua mirando hacia el suelo, aunque estaba sintiendo placer con las caricias de Estella.

 

-¿Quieres que te vuelva a dar un masaje?

-Sí, me gustaría mucho. ¿Pero de verdad no va a pensar nada malo de mí?

-No voy a pensar nada malo, o es que tú estás pensando algo malo de mí?

-¡No! Sólo pienso en lo rico que se siente lo que usted me hace.

-Entonces vamos para la pieza que te voy a dar un rico masaje.

 

Estella la cogió de la barbilla y le subió la cabeza para mirarla a los ojos y le dio un beso en la frente; ella sabía que Matilde era todavía muy inocente en cuestiones de mujeres para darle un beso en la boca, así que la cogió de la mano y la llevó hasta su habitación; le quitó el delantal que tenía amarrado a su cintura, luego bajó el cierre del vestido y se lo quitó. Esta operación necesitaba de una mano delicada, así que no la desvistió del todo, la hizo acostar en la cama bocabajo, igual que la vez anterior le soltó el brasier, y le empezó a masajear los hombros mientras le besaba el cuello, luego empezó a lamer su espalda. Matilde se sentía cada vez más arrecha, sentía su coño palpitar como nunca antes, sólo pensaba en lo rico que se sentían las caricias de su patrona. Pero aunque a Estella se le hacía rico volver a acariciar el cuerpo de su empleada, lo que tenía en mente era el coñito de ella con el que tanto se había masturbado; así que empezó a bajar su lengua por la espalda; a Matilde se le puso la piel de gallina; Estella resopla de placer al ver como respondía el cuerpo de Matilde a sus caricias. Siguió bajando y empezó a lamer sus nalgas, dándole pequeños mordisquitos, su empleada templaba la espalda dejando salir pequeños suspiros que hacían poner a Estella cada vez más arrecha. La patrona la hizo voltear bocarriba, se olvido del aceite y volvió a besar su cuello; los suspiros de Matilde era cada vez más fuertes, ya se estaban empezando a volver gemidos. Ahora empezó a bajar hasta su pecho y puso su lengua mojada sobre un pezón, sólo la puso suavemente, luego hizo lo mismo sobre el otro; Estella se dio cuenta de que este era el momento perfecto para darle ese beso que tanto deseaba, empezó a subir su lengua hasta la barbilla, y acto seguido puso sus labios encima de los de ella y espero a ver su respuesta; Matilde abrió la boca y sacó un poco la lengua, Estella sacó también la suya y se empezaron a dar un rico beso. Matilde no era una niña inocente, por supuesto que ya había sentido las mieles del placer con su novio, ella era inocente en las cosas entre mujeres, pero obvio tenía experiencia en dar besos y cuando sintió los labios de su patrona, encima de los de ella, y con lo excitada que estaba, se entregó a disfrutar de un apasionado beso en el que ambas lenguas se buscaban acaloradamente. Y Estella lo hacía todo con precisión de relojero; y mientras la besaba también supo que era el momento perfecto para explorar ese coño, y metió los dedos por debajo de sus tanguitas, los dejó deslizarse lentamente, llegó a su clítoris, era enorme como el de casi todas las negras, bajó otro poco y pudo sentir sus labios completamente empapados; mojó los dedos con su jugo y volvió a subir a su clítoris, era grande y estaba duro; Estella empezó a acariciarlo, de arriba abajo, en círculos, era tan grande que ella hacia mover su dedo alrededor de ese clítoris; Matilde ahora sí empezó a gemir, Estella la miraba a los ojos mientras la besaba, pero ella sólo blanqueaba los ojos de tanto placer que sentía; y es que Matilde tenía el clítoris muy sensible, a las caricias de su patrona la hacían revolcarse en estallidos de placer, y así tuvo su primer orgasmo, y mientras se venía puso las manos en las espala de Estella y la apretó fuertemente contra ella. La patrona siguió acariciando su clítoris pero esta vez empezó a chupar sus teticas, lamiendo sus pezones con su lengua mojada y chupando sus tetas como si fueran un cono de helado, dejaba caer saliva encima de ellas y entraban en acción sus dedos que jugaban en todas direcciones con sus pezones. Nuevamente Estella con su precisión de relojero supo que había llegado el momento tan esperado, ya la había hecho venir, ya le había hecho gozar sus teticas, era hora de chupar ese coñito; y con su lengua mojada, bajó hasta su pubis y muy suavemente le quitó las tanguitas; Matilde la buscó con sus hermosos ojos verdes y ahí estaba Estella esperando su mirada; La patrona fijó sus ojos en el coñito de ella y se emocionó con lo que vio, primer buscó su clítoris, efectivamente era muy grande de color rosado a diferencia de las otras partes de su coño, los labios eran cafés y se veían extremadamente blancos los parches de su jugo sobre ese coñito café, y en la parte interna de su coñito se veía nuevamente rosado como su clítoris. Estella se quedó contemplándolo un buen rato y puso la lengua encima de su clítoris, jugó un poquito con él pero inmediatamente lo chupó, ese clítoris pedía a gritos que lo chuparan, tan grande y tan tieso, una completa delicia; y cómo se revolcaba Matilde con esas chupadas, empujaba sus caderas hacía arriba con tanta fuerza que el clítoris se le salía de la boca, y cómo gemía Matilde, cómo gritaba, como abría esa boca para dejar pasar el aire que necesitaba para poderse revolcar de placer. Estella pasó sus dedos sobre ese coñito llenándolos de jugo y se los metió a Matilde dentro de la boca para que los chupara, y ella saboreaba su propio jugo sin el menor reparo; y así chupándole el coñito, más exactamente chupándole ese clítoris, tuvo Matilde su segundo orgasmo, ahora había llegado el momento de penetrarla; pero antes de eso, Estella chupó todos esos parches blancos que tenia Matilde en el coño y junto con su saliva los dejó caer en su boca para luego darle un beso y poder saborear juntas todo ese jugo que le había salido de su coñito; y así, mientras disfrutaban de ese jugo, Estella le metió dos dedos a Matilde, y a pesar de que estaba tan mojada tenía el coñito muy apretado y le toco empujar con fuerza para poderlos meter; cómo gritó Matilde con ese empujón, le gustó tanto que le mordió durísimo los labios a Estella y empezó a cabalgar en los dedos de su patrona, duro, con fuertes embestidas, no paraba de gritar, ya no gemía, gritaba de placer; y de su coño salían chorros de jugo blanco y espeso, que le chorreaba por las manos, y puso nuevamente su boca en ese clítoris y como si hubiera apretado un botón mágico, Matilde se volvió a venir con el solo tacto de la lengua con su clítoris; Estella lamió todo ese jugo que le chorreaba por los manos y lo dejó caer en la boca de Matilde para después darse y beso y saborearlo juntas; esa parte en especial de dejar caer jugo con saliva dentro de la boca de ella, era de las que más le gustaba a Estella, le gustaba que la otra chica saboreara su propio jugo. Ahora era el turno de la patrona, y ella no esperaba mucho de Matilde porque sabía que era la primera vez con otra mujer; ya iría mejorando eso con el tiempo, ya que Estella sabía que de ahí en adelante, ella iba a ser suya cada vez que le diera la gana, así que la inexperiencia de ella poco le importaba, iba a disfrutar con lo poco que fuera capaz de hacerle. Y así acostada bocarriba, Estella le puso las tetas en la boca, y Matilde empezó a chuparlas, se sentía tan rico; la patrona tenía los pezones muy sensibles y temblaba cada vez que ella se los chupaba; a diferencia de lo que esperaba, Matilde le estaba chupando las tetas muy rico, movía su lengua sobre ellas, las chupaba, las mordía; Estella sentía que su coño iba a explotar con lo rico que ella le estaba chupando las tetas; así que no se aguantó, cogió la mano de Matilde y la puso en su coño y así dirigiéndola, le mostraba a la empleada cómo le gustaba que le tocaran el coño; y como a diferencia de Matilde, la patrona tenía el clítoris muy pequeño, ella le empujaba el dedo hasta el fondo para que le diera placer a su clítoris; qué envidia sentía la patrona de su empleada, tan bonita, tan joven, y con esa delicia de coño que tenía; hasta el más inexperto la podía hacer gozar. Pero Matilde atenta a las indicaciones de su patrona, le hacía todo lo que Estella le mostraba, y aun que inocente en cosas de mujeres, era muy entendida para estar atenta a las cosas que hacían que su pareja gozara; y metía el dedo hasta el fondo en el coñito de su patrona buscándole el clítoris, y apenas lo encontraba lo acariciaba de todas las formas posibles. La patrona sabía que como era el primer coñito que iba a chupar su empleada, lo mejor era que le pusiera el coño en la cara para poderse revolcar en esa boquita. Estella abrió lo más que pudo sus piernas encima de la boca de Matilde, para que su coñito quedara expuesto; en este momento la patrona no esperaba mucho de su empleada, pero si le chupaba el coño como le chupó las tetas, seguramente iba a gozar. Y Matilde queriendo hacer gozar a su patrona, sacó bien la lengua y se la metió hasta el fondo a su patrona y empezó a moverla presionando duro, bajaba la lengua, chupaba sus labios, le metía y le sacaba la lengua, seguía subiendo y para rematar le presionaba duro el clítoris con su lengua, lo hacía una y otra vez; a diferencia de lo que Estella esperaba, para ser la primera vez de Matilde, lo estaba haciendo a la perfección; y para mayor placer de la patrona, la empleada le tenía las manos puestas en el culo y lo empujaba hacia delante y hacia atrás invitando a la patrona a que se revolcara sobre ella; Estella que no paraba de gemir sintiendo las delicias que esa negrita le estaba haciendo sentir, se vino en la boca de ella, lástima que a diferencia de la empleada, a la patrona no le salían chorros de jugos, sino que su coñito se mojaba levemente sintiendo la mayoría del jugo dentro de ella no por fuera. Pero lo más inesperado estaba por venir, como sí la negrita se hubiera transformado en perra, se paró y cogiendo a la patrona por el cuello, la acostó bocarriba y le metió los dedos en el coño de un solo empujón y empezó a meterlos y sacarlos con mucha fuerza, mientras le chupaba las tetas; y Estella pudo sentir, sin llegar a imaginarlo, como esa negrita tomó el control y la dominó por completo, penetrándola hasta hacerla venir. Y para terminar de arrechar a la patrona, la empleada cogió los dedos que tenía en su coño y se los metió en la boca para saborearlos; a Estella le dio tanta arrechera eso que estuvo a punto de volverse a venir.

Y Estella se dio cuenta de que su plan había salido a la perfección y no sólo había podido revolcarse con esa hermosa negrita, sino que la había vuelto se amante y pudo disfrutar de ella cada vez que le diera la gana.

 

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  1. helenx

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