La extraña vida de Suevia. Parte 2.
Parte 2. Un dia de trabajo normal…
Suevia administraba un negocio familiar de venta de equipos de pintura y dibujo, que funcionaba en la ciudad desde hacía varios años donde trabajaban primos, tíos y conocidos de la familia, aunque en los últimos meses pocos pasaban tanto tiempo en el local como ella, que se dedicaba desde pagar las nominas y hacer las compras hasta reparar lienzos e incluso atender al público en los días más ajetreados.
Sin embargo, ese día las ventas estaban flojas y no habían entrado muchos clientes, en otro momento esto la habría contrariado, pero el día de hoy Suevia se sentía tranquila sabiendo que nadie la molestaría mientras ponía sus pensamientos en orden. O eso pensaba, hasta que vio a Vanessa, la vendedora de la tienda.
Vanessa era amiga de la tía de Suevia y trabajaba allí desde hacía un tiempo, pero esta última no la soportaba. No solo era su impuntualidad e irresponsabilidad, sino que además era su forma de vestir. Vanessa era una mujer de unos 35 años hija de portugueses, por lo que su piel era bastante blanca y nunca llegaba a broncearse sino enrojecerse, cosa bastante común ya que usaba siempre ropa corta y escotada con los brazos descubiertos. Aunque no era gorda sus piernas y sus caderas eran bastante gruesas, dando una pista de lo que vendría en su madurez, las llevaba igual de descubiertas, acentuando la visión de sus piernas que era uno de sus mayores atributos y el tamaño de su inmenso culo con faldas cortas y pegadas y tacones de corcho que nunca dejaba de usar, aunque Suevia veía con placer como sus gordos talones sufrían. Su cabello era largo y liso y su rostro no llegaba a ser hermoso, pero era agradable, de nariz fina y labios gruesos que sugerían algún antepasado mulato mezclado con su sangre lusitana.
Ese día no era la excepción. Vanessa llevaba un ajustado vestido verde claro que se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Suevia veía como sus piernas lisas constrataban con la tela y como ese día su culo particularmente parecía más redondeado, y como sus tetas –pequeñas, pero redondas- parecían a punto de salir de su escote. Parece una secretaria puta- pensaba Suevia. Se encontraba en la trastienda, en un cuarto que usaba de oficina pero que poseía una larga mesa que se usaba alternativamente como escritorio, mesa de conferencias y comedor, formaba parte de un galpón inmenso que era el almacén de la tienda y por su ubicación no permitía el paso de sonidos de la tienda ni de la calle, lo que le parecía perfecto ya que podía colocar su laptop sobre la mesa y trabajar de manera ininterrumpida durante largo rato. A la hora del almuerzo, Vanessa como de costumbre cerro la tienda para tomar su almuerzo, y se sentó en la larga mesa frente a Suevia, la cual no les prestó la menor atención como siempre.
Buen provecho-dijo Suevia en voz baja sin apartar la mirada de su laptop.
gracias- respondió Vanessa mirándola fijamente por un momento, Suevia levanto su rostro y sus miradas se cruzaron por un instante, aunque ambas bajaron la mirada de inmediato concentrándose en sus respectivas tareas. Suevia veía la pantalla de su laptop pero sus pensamientos estaban muy lejos de allí – ¿seré lesbiana entonces? ¿O bisexual? ¿Por qué mi cuñada se puso así? No entiendo nada… Coloco una mano debajo de su mentón mientras pensaba en los sucesos de esa mañana, tratando de verlo todo con cabeza fría. Sin darse cuenta había subido su larga falda hasta sus rodillas, colocando una pierna sobre la otra, se había quitado las sandalias y su pie izquierdo reposaba sobre la rodilla derecha.
Vanessa se sentía rara. Desde que saludo a Suevia esa mañana un olor particular y a la vez familiar la había hecho sentir extraña. Su pulso se aceleraba y su cuerpo se tensaba, como en un momento de intensa agitación, su piel sudaba y su cabeza parecía dar vueltas. Ahora la sensación se había intensificado desde que entro al cuarto y sin pensarlo se sentó lo más que pudo cerca de Suevia, a quien evitaba usualmente pero que ese día la atraía de una manera rara. El olor cerca de ella se hacía más fuerte, un extraño perfume casi animal que la hizo abrir y cerrar las piernas involuntariamente y le provocaba calor en la entrepierna. Sentía la necesidad de tocarse para ver que era esa humedad que sentía –no puedo estar excitada– se decía a si misma, por lo que mientras jugueteaba con su comida bajaba una mano hasta su entrepierna.
Sus piernas eran rechonchas y con la ajustada falda no podían abrirse mucho pero aun así se movió hasta que la falda subió casi toda hasta su pelvis. El tocarse por encima de la tela le hizo sentir un respingo, provocando que se cayera su tenedor debajo de la mesa. Suevia apenas la miro levemente y siguió con la mirada perdida a ver la pared como había estado desde hace minutos.
Vanessa se agacho a buscar el tenedor, que había caído cerca de Suevia, se puso en cuatro patas para buscarlo cuando el olor le llego de golpe con más intensidad que nunca. Esta vez comenzó a salivar, como si fuera a recibir un rico manjar y sin pensarlo se acerco a la fuente del olor, las piernas de Suevia, o mejor dicho, su entrepierna. Una cuca peluda y brillante de jugos atraía a Vanessa como la luz a una mariposa, aunque esta nunca había siquiera pensado en la vagina de otra mujer. No podía moverse más ya que las piernas de Suevia no se lo permitían, pero Vanessa tenía la necesidad acuciante de chupar, lamer, comerse el cuerpo de Suevia, y comenzó con lo que tenia más cerca, el pie que reposaba sobre la rodilla.
Comenzó a lamer con timidez el talón con la punta de su lengua, recorriendo toda la curvatura del mismo y pasando a la planta. Al no ver resistencia alguna, pego su lengua en su máxima extensión a la planta del pie de Suevia, lamiendo sin pudor todo el pie como si fuera una perra con hueso nuevo. Lamio los dedos uno por uno, primero pasando la lengua entre los mismos y luego chupando cada uno de manera individual, como si estuviesen llenos de una rica salsa. Sus pezones durísimos se veían claramente a través de la tela. No podía creerse a sí misma. Ella una mujer elegante y deseada por muchos hombres, arrodillada bajo una mesa lamiendo los pies de una mujer a quien detestaba. Pero era la cuca de Suevia lo único en que podía pensar en ese momento, y haría lo que fuera con tal de llegar hasta ella.
Suevia sintió algo extraño. Algo suave rozaba su talón recorriéndolo poco a poco, se quedo fría, sentada firmemente, y vio que Vanessa ya no estaba sentada frente a ella. Luego sintió como una lengua recorría su planta del pie y aunque ya estaba alarmada, no podía moverse. La lengua se introdujo entre sus dedos y luego sintió algo húmedo y caliente en cada uno. Una boca que los chupaba con parsimonia y suavidad pero que la hacía sentir fría y caliente a la vez. Una mano bajo su pie hasta el suelo y luego su otro pie fue levantado por unas manos suaves que tintineaban con unas pulseras. De inmediato supo quien era la propietaria de esas manos y esa boca, y no pudo contener el gemido mientras abría sus piernas.
Vanessa escucho a Suevia y supo que sus caricias con su boca hacían efecto. La vagina de Suevia estaba a su vista y a su disposición, ya que esta acerco su cuerpo más al borde de su silla. Miro los labios, los tocó suavemente y vio como estaban aun pegajosos por una corrida anterior, el olor más intenso y casi agrio de la cuca de Suevia lo que hizo fue excitarla más, primero beso suavemente los labios externos, hinchados y velludos, húmedos de sudor y flujos, y luego se lanzo sobre la cuca como a los labios de una amante. Abrió los labios pegajosos con su boca y fue lamiendo los restos de la corrida anterior hasta que comenzó a sentir el flujo de los nuevos. Pasaba de chupar el clítoris con sus labios a introducir su lengua dentro de la cueva de placer de Suevia, incluso introdujo su lengua en el año ligeramente velludo, saboreando cada centímetro de piel, trataba de pegar la mayor superficie posible de su lengua sobre toda la vagina, haciendo que la chica que era su jefa se moviera como loca sobre su boca.
Suevia sentía la boca de Vanessa sobre su cuca chupando, besando y hasta mordiendo. El placer que sentía era más intenso que el que le provoco su cuñada esa mañana y el flujo no se hizo esperar. Sin ver lo que pasaba bajo la mesa, Suevia soltó un chorro más fuerte que el anterior gritando como una desesperada, como una puta. Vanessa emergió debajo de la mesa empapada del jugo de Suevia. Los pezones oscuros se veían a través de la tela y la falda del vestido estaba subida hasta la pelvis de Vanessa. La tanga rosada que esta usaba no podía ocultar una mata de vello oscuro, y Suevia pudo ver una cuca rosada ya casi enrojecida, chorreando jugos y palpitando de la necesidad de un orgasmo.
No hablaron en ningún momento. Se besaron como locas, Vanessa arrancando la ropa de Suevia mientras esta hacia lo mismo con el vestido de Vanessa, ninguna mujer usaba sostenes en ese momento y se alternaban para comerse las tetas, Vanessa chupaba los pezones oscuros y grandes de Suevia con y luego permitía que esta chupara sus redondos pechos con pequeños pezones rosados. Suevia hizo sentar a Vanessa en el borde del escritorio, le quito sus tacones y comenzó a comerse los pies de la mujer. Mientras Suevia se dedicaba a un pie, Vanessa usaba el otro para introducir sus dedos en la raja de Suevia y masturbarla. Vanessa se acostó en el escritorio, Suevia se monto sobre ella de lado contrario haciendo un 69 majestuoso. El culo grande y bamboleante de Suevia se estremecía sobre la boca de la portuguesa permitiéndole a esta última meter su lengua primero en la cuca y luego en el año de la morena alternando, dejando que los orgasmos múltiples de Suevia la mojaran toda. Antes Vanessa detestaba ver la celulitis del culo de Suevia, ahora su imagen sobre su cara la hacía estremecerse de perversidad. Agarraba las nalgas y las cacheteaba, las mordía y las arañaba con sus dedos.
Suevia miraba acariciaba las piernas blancas y regordetas de Vanessa, de vez en cuando se inclinaba hacia adelante para lamer un pie, sin escuchar los gruñidos de Vanessa por alejar su vagina de su cara. La vagina rosada de Vanessa, brillante de sudor y flujo, había enrojecido de manera intensa. Suevia lamio y chupo metiendo su gruesa lengua en la gruta de la chica provocando que esta hiciera lo mismo con su vagina. Finalmente las dos mujeres llegaron a un orgasmo tan intenso tapando los gritos con la vagina de la otra.
Después del orgasmo se acostaron una al lado de la otra en el alfombrado piso de la habitación, ambas mujeres se abrazaron y acariciaron cada centímetro de piel sin apenas hablar. Mientras Vanessa besaba tiernamente su cuello y acariciaba sus pezones Suevia intentaba entender su situación, cerraría la tienda ese día e iría a su casa a pensar y considerar su nuevo estado, y más importante, necesitaba dormir de verdad.
Fin parte 2.
2 respuestas
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