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diciembre 17, 2013

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Gattari y sus pecas

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Diagonal a la Plaza Bolivar, en Mérida, siguiendo un callejón pequeño lleno de vendedores ambulantes, doblando a la izquierda, entre la Panadería �Flor de Pan� y el colegio �Luis Hungría Paredes� se encuentra el complejo deportivo más grande de la ciudad, donde se entrenan los mejores atletas. Éste año, el equipo de gimnasia rítmica tiene a una nueva y peculiar integrante. Ligera de peso, como todas, Allison Gattari es una muy joven estudiante de la academia �Ana María Sosa�. Allison es de tez blanca, con una amplia lluvia de pecas marroncitas que le cubre desde los hombros hasta los pómulos y su nariz pequeña, chata, su rostro, de rasgos finos bien marcados, le dan un aire de un pequeño y majestuoso felino: una pequeña leopardo.

Por si fuera poco, a la hora de hacer sus rutinas, lucía como tal. Dominaba las barras asimétricas y la barra de equilibrio, pero su especialidad era la gimnasia rítmica. Ese cuerpo de negra envuelto en una piel blanca de algodón levantaba todo tipo de bajas pasiones al subir a escena. Apenas sus pies tocaban el tapiz, incluso en los entrenamientos, todo se volteaban a verla, ellos y ellas.

Vestida siempre de traje azul eléctrico con lentejuelas en forma de V desde el ombligo a los hombros (se podría decir que era el mismo de años atrás ya que le quedaba apretado, remarcando a veces su entrepierna y perdiéndose a ratos en la división de sus nalgas), levitaba constantemente por los aires. Dando tumbos, dobles giros, reversas, bailes que hacían a los profesores contener la respiración y tratar, inútilmente, de controlar el flujo sanguíneo para que, si no fuera porque todos tenían los ojos puestos en la jovencita Gattari, no vieran como esa sangre llegaba al falo y se los endurecía. Se notó durante esos días que al acabar su rutina rítmica, varios profesores no se hallaban y aparecían minutos después, con un rubor natural en sus rostros, a dar felicitaciones a la pequeña Allison.

Pequeña de edad, pues para los años que tenía, estaba erguida en sus 1, 54mts y a pesar de no usar maquillaje le daban un aire de adulta y no de esas niñas que juegan a pintarse. Además era muy introvertida, contrastaba con su personalidad cuando tenía puesto el traje de lentejuelas. Al entrar era una: típica, mira a los chicos, ellos a ella, bromea, ríe, juega. Y al salir otra: una desconocida.

Al cumplir los 3 meses en la academia, ya Allison (para sus amigas) o Gattari (para sus profesores) destacaba y se encontraba en el tope, junto con las de más tiempo: Rebeca Pizzi y Jenny Benevides, ambas de 19 años y a las que Allison declaró como sus rivales a batir� deportivamente. Siempre trataba de mejorar sus números, elegía música potente para sus bailes y trabajaba hasta sangrar sus manos en las Barras Asimétricas. Todo con el fin de superar a sus rivales. Indiferente a lo que ocurría en el resto del Gimnasio, Allison caía, se levantaba, gritaba, de impotencia lloraba y volvía a empezar, maldecía, gruñía, gemía, jadeaba. Totalmente ajena a lo que despertaba en los demás, excitación a los profesores y demás gimnastas hombres y algunas mujeres, rebeldía para las más jovencitas y las de su edad, contagiaba un ánimo implacable que a todos hacía trabajar duro, digna de admirar.

Pero fue tanta admiración, tanto estar en los ojos de todos, y especialmente de todas, tanto sudar, tanto usar el mismo traje que delataba sus partes, tanto jadeo que la llevo a ser víctima de sus �rivales� en un ritual de bautizo.

Fue en los amplios baños del complejo deportivo, posterior a la competencia, después de una actuación que la consagró. Ese día, cinco meses después de su llegada, los profesores decidieron cambiar a la pequeña Gattari de categoría y ponerla a la par de Rebeca y Jenny, mayores que ella. El problema no fue para la jovencita de pecas, aires zambos y piel blanca, quien se sentía preparada para el reto �es un asalto� pensó. El problema fue para las �rivales� quienes sintieron como los profesores le daban la espalda y las humillaban, aparentemente, con la inclusión de una jovencita menor que ellas y recién llegada �es la consentida� pensaron.

El problema fue que Gattari, para los jueces, no sintió nervios y arrasó en todas las disciplinas. Dejando atónitos a los espectadores que se volcaban a aplaudirla contagiados de la energía que la pequeña pálida (durante las rutinas rojiza) desprendía. Cosa que no hicieron Rebeca y Jenny quienes se vieron desplazadas a un tercer plano. El segundo plano lo ocupó el profesor Shöeltz, alemán fornido, alto y rubio que se negó a levantarse a aplaudir a su pupila, pero que explicaría luego a sus compañeros más allegados y confidentes, que en ese momento tenía una erección descomunal.

Los ojos de Allison eran marrones. Aunque fuera del gimnasio no tenía los mismos ojos que dentro del mismo. Tímidos, esquivos, pasmosos, frágiles se transformaban a vivos, enérgicos, avaros, determinados y fuertes. Su madre era dominante, ella también fue gimnasta, pero fue lesionarse, casarse, quedar embarazada y adiós al sueño olímpico, era buena. Al llevarla a los entrenamientos, se veía como dentro del carro le decía reprimendas sin explicación aparente: la tomaba del mentón y la hacía mirarla a los ojos, Allison con ojos tiernos lo hacía, pero su madre hablaba entre dientes con los ojos muy abiertos, cegados y estirando bien los labios como si la pequeña no le pudiera entender.

Ese día, al acabar las premiaciones y ridiculizar completamente a sus compañeras de equipo quienes ni siquiera estuvieron premiadas con medallas. Allison, agotada, enrojecida de esfuerzo, celebró fríamente con su madre que solo alcanzó a darle un abrazo en las gradas y quitarle las medallas para guardarlas más un apretón de cachetes con una simple mirada de aprobación. Se le vio contener las lágrimas a la pequeña Allison, como lo haría minutos después en el baño en ese piso frío debajo de un lavamanos.

Rebeca tiene un porte de mujer, alta, gruesa, blanca, maciza, esbelta. Y Jenny, más delgada, morena, cara redonda y cabello siempre amarrado ocupaba el segundo lugar con respecto a la fornida Pizzi, ahora ocupaba el tercero con respecto a la ligera Gattari. Sin embargo, era Jenny quien dominaba a Rebeca en asuntos de pandilla. Tal vez era el haber nacido entre seda, el tener un sentido amplio de la moda, el conseguirle en chico de sus sueños a Rebeca, tal vez� ella misma tomó la iniciativa.

Ese día, al entrar la pequeña Allison al baño, ya completamente y aparentemente desocupado, aun con el vestido azul de lentejuelas, sintió en su naricita respingona, dulce, un cosquilleo creciente que le recorrió del paladar, pasando por la garganta y subiendo en línea recta hasta los ojos, haciéndole cerrarlos inmediatamente y por un buen rato. �Vaya golpe� pensó la flaca Benevides observando admirada a Rebeca, si hubiera sido una perrita hasta le lanza una galletita. Paso numero dos: arrastrando de los pies a la ligerísima jovencita de aires felinos, nariz roja y labios bañados en sangre, meterla en las regaderas, la última que es grande por ser triple y limpiar cualquier indicio de violencia.

Ese día, al abrir los ojos, sintió sus pequeñas bien formadas tetitas oprimirse fríamente carne con carne, pero otra carne que no era suya, se preguntó vagamente ¿Me dormí en la ducha? ¿Pero, y esas ganas de estornudar, ese cosquilleo en mi entrepierna? ¿Me he vuelto a quedar dormida después de una paja? Jajaja que vergüenza, pensaba. Un fuerte estornudo, a raíz del golpe y un dolor punzante en la nariz que se extendió rápidamente hasta la frente como una puñalada de un segundo; un placer exquisito que le hacía contornear el cuerpo y derramar al instante el divino líquido, un jadeo involuntario que no comprendía la barrera de dolor y gusto, eso la devolvió a la perversa realidad: descansaba su torso en las rodillas dobladas de Rebeca mientras que Jenny la penetraba con sus dedos que no encontraron resistencia alguna pero que se detuvieron un pequeño instante con el abrupto despertar de la pequeña.

El despertar de Allison fue un éxtasis de placer incomprensible. Los dedos de Jenny la perforaban continuamente sin cesar al tiempo que se movían a modo de tornillo produciéndole a la jovencita un cosquilleo pleno en todo el cuerpo. Aun sin tener conciencia clara de donde estaba, Allison atinó apenas a abrazarse a la cintura de su agresora mientras giró completamente su cuerpo boca abajo. Esto lo aprovechó Jenny para sentarse sobre el reverso de las rodillas de Allison y, poniéndole la mano sobre la espalda, oprimir el vientre de la pecosita contra el piso mojado y frio; mientras que con la otra mano se dedicaba a hundir sus dedos sin piedad alguna dentro del cuerpo artesanal de su víctima. La pequeña Gattari, a quien su madre esperaba afuera del complejo, abría los ojos mientras intentaba tragar saliva, saliva que no tenía su boca, de tanto jadeo sus labios estaban húmedos por el agua que caía sobre ella pero el interior de su boca estaba seco y cada vez que contenía la respiración para intentar tragar, el placer se multiplicaba y enseguida sucumbía a los jadeos incesantes, parejos, armónicos al igual que la penetración que sufría por parte de dos dedos cada vez más húmedos y tibios.

Gattari jadeaba, Rebeca asentía cómplice mientras sostenía la cabecita que hasta hacía unos momentos había golpeado y Jenny mordía si labio inferior mientras se encarnizaba contra su amante de turno. Sintió, Jenny, como Allison separaba las piernas mientras emitía un largo y agudo gemido que hizo brillar sus ojos, aumentar la lujuria. Sintió, Jenny que ya Allison estaba despierta, ebria de placer pero despierta; y la volteo boca arriba de un jalón. Ahora la pequeña y consentida Gattari estaba boca arriba con su cabeza aun apoyada sobre Rebeca, la jovencita no entendía nada, el susto invadía su cuerpo pero el placer también. Recordó haber fantaseado alguna vez con Rebeca quien ahora le sostenía la cabeza mientras veía acercarse a Jenny, con intenciones de sentarse sobre su boca y la sorprendió ver como su cuerpo no generaba ninguna reacción, al contrario: deseaba tener la vaginita de Jenny estrictamente depilada en su boca. Recién cobraba uso de razón. La realidad entró en tromba junto con las normas éticas y morales, el qué dirán y el ¿Qué está pasando? Justo cuando sentía los labios húmedos de Jenny sobre su boca, quien sufrio una descarga eléctrica placentera que desde su lampiña vaginita recorrió por su espalda, su vientre y su pecho hasta el cuello dejándole una sensación quemante que le erizó toda la piel. Allison en un reflejo trato de cerrar la boca. Ya era tarde. Intentó decir que no con su cabeza sin darse cuenta que ese movimiento daba placer a su asaltante, su rival. Jenny se abrazó al cuello de Rebeca, Rebeca pasó los brazos por encima de los muslos de Jenny para meter sus manos debajo de los brazos de Allison y así impedir que se zafara. Cosa que Allison no parecía dispuesta a hacer.

-¿Te gusta, perrita? �Le susurraba Jenny- ¡Aaaaaaaaghj, lame como perrita, como perrita!

-¿Te gusta? �Se unía a la burla Rebeca- ¡Lame como perrita! Jajajaja

-(Balbuceaba un �me encanta� Allison pero no se entendía)

-¿Qué dices perrita? �Decía Jenny sin mirarla, pues moría de placer a segundos de un orgasmo monumental- ¡Chupa, chupa, chupa!

Acompañaba esas órdenes con un movimiento de cadera hacia adelante y hacia atrás, la pequeña Allison sacaba su lengua complacida. Sus ojos de pronto se volvieron vivos, picaros, incluso sus pecas parecieron cobrar brillo, anonadada por el espectáculo que veía: El cuerpo de sus dos rivales entrelazarse mojadas mientras Jenny se mecía sobre su boca.

La noción de tiempo entro en la cabeza de Jenny al mismo tiempo que la lengua de Allison dentro de su conchita. La cara de Jenny se contrajo como si estuviera siendo rociada con gas pimienta. Se abrazó con todas sus fuerzas a Rebeca, quien había soltado a Allison para sostener a su colega por la cintura. Allison ya actuaba por sí sola. No era sometida, al contrario, estaba sometiendo a la numero tres después de ella. Agarrando las nalgas resbaladizas de Jenny le propinó la mejor lamida de su vida mientras esta se desvanecía a torrentes y contorciones bruscas y tensas. Jenny tensó todo su cuerpo a merced del placer que sentía, su boca estaba abierta y jadeaba descontroladamente, sintió correrse sin control y eso la hizo avergonzarse por un instante. Mordió el cuello de Rebeca en un intento desesperado de liberar tanto éxtasis. Sus tetitas mojadas, más pequeñas que las de Rebeca, se frotaban frenéticamente. Jenny embriagada y casi inconsciente recostó su rostro contra el de su colega y sin pensarlo la besó suavemente aunque aún presa de los espasmos. Cayó de costado como un costal, Rebeca la miró contrariada: se suponía que la que terminaría así sería la pequeña Gattari. Rebeca miró de igual manera a Allison, quien seguía con los ojos brillosos y la nariz roja. �Yo también quiero un poco de eso� pensó.


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3 respuestas

  1. xverzo

    Pueden dejar sus comentarios. 😉

  2. nindery

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  3. helenx

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