Tres amigas 1
Primero déjenme presentarme. Me llamo Susana, tengo 13 años, soy delgadita y más bien bajita. Aun no me ha crecido mucho el pecho, las tengo como melocotones pequeños, pero tengo un bonito culo todo redondo y durito. Mi pelo es moreno claro y mis ojos oscuros casi negros. Suelo llevar vestidos de falda amplia, pantalones cortos, camisetas y ropa cómoda y ancha.
Debido al trabajo de nuestros padres, que viajaban mucho, mi hermana Silvia y yo vivíamos con nuestros abuelos en un pequeñísimo pueblo perdido en medio de montañas.
Mi hermana, físicamente, es prácticamente igual que yo, aunque más bajita. Tiene cuatro años menos que yo, pero a sus 9 años ya es muy bonita. Pelo y ojos oscuros como los míos, sin nada de pecho, pero con un culito súper redondo y durito.
Aunque Silvia y yo seamos muy parecidas, ella es mucho más abierta y extrovertida que yo. A mí siempre me daba vergüenza hablar con desconocidos pero a ella le encanta hacer nuevos amigos, cosa difícil en nuestro pueblo, ya que los otros niños son mucho más grandes que nosotras o bebés y no hay más niñas.
Durante el verano pasado vinieron al pueblo los nietos de un vecino cercano para pasar las vacaciones. Eran una chica de mí edad, Martita y su hermano mayor, Jorge de 16 años.
Martita era delgada y alta, con el pelo rojizo, un montón de pecas y los ojos color miel. Tenia unas tetitas más grandes que las mías y bastante más culo. Aparentaba más años de los 14 que tenía.
Silvia se hizo rápidamente amiga de Martita y al poco ya jugábamos las tres juntas durante casi todo el día. La verdad es que no hay nada que hacer en el pueblo y no había más niñas de nuestra edad, así que nos pasábamos el día las tres jugando en una antigua caseta de pastores abandonada.
La caseta tenía una sola habitación con una pequeña ventana, el suelo de tierra, una chimenea para cocinar, una mesa y cuatro sillas muy viejas. Pero al estar algo alejada del pueblo nos daba intimidad. Allí nos peinábamos y maquillábamos, leíamos, jugábamos y bailábamos mientras escuchábamos nuestra música favorita sin molestar ni ser molestadas.
Un día, hacia la mitad del verano, Martita apareció en nuestro refugio con su hermano Jorge. Era bajito y delgado con el pelo rojo encendido y los ojos miel como su hermana. Aunque era mayor que nosotras parecía un niñito más joven y muy tímido. No vimos problema ninguno a que jugase con nosotras ya que los otros chicos del pueblo eran mayores y muy brutos por lo que se metían con él por su aspecto aniñado.
Estuvimos jugando los cuatro a las cartas y hablando. Cuando al cabo de un rato Jorge salió a fuera un momento, supongo que a hacer pipi, Martita nos dejo atónitas a mi hermana y a mí cuando de pronto dijo:
– ¿Alguna vez habéis visto un pito grande de hombre?
– ¡No! -Respondimos al unísono-.
– ¿Y no os gustaría ver uno?
Al principio no sabía que decir, pero Silvia, sin pensarlo ni un poco, dijo que sí.
Yo asentí también más por curiosidad que otra cosa, así que supuse que mostraría alguna revista guarra de su hermano donde se viesen penes. Pero iba muy desencaminada.
En cuanto regresó Jorge, Martita le dijo algo en susurros. La cara del chico fue cambiando de sorpresa a vergüenza y a divertido mientras le decía lo que le dijese.
– Bien chicas, mi hermano os enseñara su cosita.
– ¡Pero dijiste un pene grande! Penes de niños ya he visto en el cole. -Exclamo Silvia desilusionada-.
– Tranquila, te vas a sorprender.
Mientras decía eso Martita bajó de golpe los pantalones de su hermano, y vaya si nos sorprendimos.
Tenía un pene bastante grande aunque estaba blando y las bolas le colgaban grandes como un puño. Nunca habíamos visto un pene tan grande y este nos pareció a mi hermana y a mí muy bonito.
– ¿No queréis verla más grande y dura? -Continuo diciendo Martita mientras la cogía con la mano y empezó a masajearla arriba y abajo lentamente-.
Nos quedamos hipnotizadas con el sube baja y al poco vimos el pene de Jorge en su máxima extensión. Era realmente grande, enorme a nuestro poco entender de penes. Le mediría más de veinte centímetros y gruesa como tres dedos. Se veía raro un chico tan aniñado con una polla tan grande, pero la visión me excitó mucho.
Al rato de masajearla Martita paro y nos preguntó si queríamos pajearlo nosotras. Silvia salto como un resorte de la silla, se acerco a Jorge, le sonrió y con suavidad e inexperiencia empezó a masturbarlo. Yo me acerque también, quería verla de más cerca. Mi hermana reía y comentaba lo dura y calentita que estaba la primera pija que tocaba. Al poco me toco a mí y realmente sentí muy gustoso tener ese gran pene en mis manos. Mientras lo masajeaba notaba un picorcillo muy gustoso en mi bollito y pensé si Silvia también se le había mojado el chochito como me pasaba a mí.
– Ahora os enseñare como jugamos mi hermano y yo. -Dijo Martita mientras sonreía-.
Martita se arrodilló delante de su hermano, cogió su duro pene y lentamente empezó a darle largos lengüetazos de abajo a arriba y alrededor de la punta enrojecida.
No podía dejar de mirar, una parte de mi decía que eso era una guarrada y a otra le encantaba la visión. Y a más, tenía las bragas totalmente empapadas, así que seguí mirando embobada.
Al poco Martita ya tenía una buena parte de polla metida en su boca. Jorge se la metía y sacaba rítmicamente mientras Martita no dejaba de lamerla y de sobarle, con las dos manos, las grandes pelotas. Jorge empezó a jadear. Cuando parecía que sus gemidos se aceleraban Martita paró, se dirigió a Silvia y le dijo que le tocaba a ella chuparla un ratito y que luego me tocaría a mí.
Silvia se arrodillo decidida, abrió la boca lo más que pudo y se amorró torpemente. Se metía más de la mitad del pene con fuertes golpes y sin ritmo. Parecía que se atragantaría en cualquier momento, así que Martita la apartó suavemente y le dijo:
– Tienes que hacerlo con suavidad. Primero lámela como un helado y luego te metes la punta dentro de la boca y la chupas como un caramelo, pero sin morder.
Silvia, agradecida por el consejo, volvió a chuparla, esta vez como le dijo Martita y Jorge empezó a jadear mas fuerte.
– Que boquita más suave tienes. Lo haces muy bien así, no se si podré aguantar mucho más. -Decía Jorge entre jadeos y con la cara roja como un tomate-.
– No te corras aún. -Se apresuró a decir Martita-. Córrete cuando te la chupe Susana.
Primero no entendí lo que quiso decir hasta que recordé que los chicos lanzan esperma cuando tienen relaciones para tener niños, pero ni sabía como ni que era eso.
– Que rico esta chuparte el pene Jorge. -Comentó Silvia apartarse un momento de él-. Luego de mi hermana quiero volver a lamértela.
Jorge, que seguía jadeante y sonrojado, le sonrió y acarició el pelo mientras Silvia seguía lamiéndole la polla. Silvia había aprendido rápido, lamía toda la polla desde las pelotas hasta la punta y se metía toda la cabeza enrojecida en la boca mientras no paraba de darle círculos con la lengua.
Mi turno había llegado, me arrodillé delante de él, la cogí con las dos manos y empecé a lamerla como nos dijo Martita. Al principio no me pareció que fuese muy divertido chupar un pene, pero al poco el cosquilleo en mi entrepierna volvió con más fuerza y cada vez que la metía y sacaba de mi boca el placer aumentaba.
Jorge me cogió del pelo, empezó a acelerar el ritmo y a jadear muy fuerte.
– Ahora Jorge te llenara la boca con su leche. -Me dijo Martita-. No escupas nada y trágatela toda que está muy rica.
Finalmente, mientras daba círculos con la lengua a la enrojecida punta de la jugosa polla, grandes cantidades de esperma calentita y salada salieron disparadas hasta el fondo de mi garganta. Yo trataba de tragarlo todo pero no pude, así que la saque de mi boca casi ahogada y Jorge acabo de echarlo todo por mi cara y pecho.
– ¡Ooh! Ya te he dicho que no la sacaras. Ahora tienes toda la cara llenita de lefa. -Dijo riéndose Martita-. Acércate Silvia, ayúdame a limpiar la cara de tu hermana.
Martita se arrodilló a mi lado y con suaves lametazos empezó a limpiarme la cara. Silvia se acerco también con curiosidad, pasó un dedo por mi manchada cara y se lo metió en la boca para notar el sabor de la leche de Jorge.
– ¡Esta rica! Es salada, pero me gusta su sabor. Quiero que te corras también en mi boca Jorge.
– Pues tendrás que esperar un ratito, no puedo volver a correrme tan seguido. -Dijo Jorge mientras se sentaba jadeante en una silla-.
– Anda Silvia, acércate y ayúdame a lamer los restos de lechita de la cara de tu hermana. Tenemos que dejarla bien limpia.
Silvia no lo dudo más y empezó a pasar su suave lengua por toda mi cara. Yo me quedé quieta relamiéndome, dejando que ellas me limpiasen. Se sentía gustoso y cada vez que pasaban sus suaves lenguas por mis labios mi chochito respondía con una sacudida. Cuando Martita metió su lengua dentro de mi boca y empezó a entrelazar nuestras lenguas sentí que estaba en la gloria, le respondí el beso y la abracé mientras mí excitación aumentaba.
Silvia no se quedo atrás y también se morreo con Martita y con migo, incluso estuvimos las tres uniendo nuestras lenguas a la vez.
Nuestra calentura era evidente. Estábamos sonrojadas, sudorosas y ya no nos importaba nada aparte del placer que sentíamos. Martita se quitó el vestido que llevaba quedando solo en braguitas. Tenía las tetas como manzanas grandes, llenas de pecas y con los pezones pequeños y oscuros pero muy duros y salientes.
Silvia la imitó, se desnudo rápidamente dejando a la vista su inexistente pecho, pero sus pequeños pezones rosaditos sobresalían bien duros.
Supongo que mi calentura ganó a la timidez y también me desnude quedándome solo con mi tanguita. Mis pezones, como los de mi hermana, son rosaditos y los tenía súper duros, un simple roce me daba mucho placer.
Martita empezó a acariciarme las tetas y a lamerme los pezones con suavidad. Mi chochito chorreaba flujo, tenia el tanga totalmente empapado y no dudé en devolverle las caricias. Silvia no tardó en apuntarse, chupaba las tetas de Martita y las mías, yo le lamía sus pezones y Martita empezó a tocarnos nuestros cochitos húmedos.
Tanto Silvia como yo jadeábamos mientras Martita nos quitó las bragas y empezó a lamernos el bollito, primero a una y luego la otra. Eso hizo levantar a Jorge de la silla, parecía recuperado, el espectáculo de las tres lamiéndonos no era para menos y mostraba su verga otra vez toda dura. Se acerco a Silvia y mientras Martita se ocupaba de lamerme mi chochito él se ocupó del de mi hermana.
– Que ricos chochitos tienen, verdad hermano. -Dijo Martita con la cara y labios llenos de mis jugos-.
– Son deliciosos. ¿Cambiamos? -Respondió él sonriente-.
Acto seguido era Jorge el que me lamía a mí y mi hermana la que lamía el chochito de Martita.
– También está muy rico. Me gusta más el pito de Jorge pero tu bollito sabe muy bien. -Dijo Silvia sonriente-.
Acto seguido se volvió a amorrar al coñito de Martita que gemía y apretaba contra si la cabeza de mi hermana.
Estuvimos lamiéndonos y frotándonos los cuatro durante casi toda la tarde. Le comí el coñito a Martita y a mi hermana, volví a chuparle el pene a Jorge y este nos chupó el chocho a las tres. Finalmente las tres nos corrimos casi al mismo tiempo mientras nos acariciábamos la una a la otra. Fue el primer orgasmo de Silvia, yo ya llevaba un año masturbándome a escondidas, y quedamos las tres sin aliento, jadeando y abrazadas exhaustas en el suelo.
Jorge no tardó en correrse. Esta vez por toda la cara y pecho de Silvia, que lo acepto sonriente y relamiéndose. Salió más leche que antes y a Martita y a mí nos costó dejarla toda limpia con nuestras lenguas. Luego nos besamos de nuevo las tres para degustar el sabor de los jugos entremezclados de semen, saliva y flujos.
Estuvimos los cuatro tendidos en el suelo sin fuerzas para movernos durante el resto de la tarde. Aquel día perdí toda vergüenza y el sexo pasó de ser algo desconocido a lo mejor que mi hermana y yo habíamos experimentado nunca y eso que solo habían sido caricias y lametones.
Martita nos confesó que lo tenían todo planeado, que a su hermano le gustábamos las dos desde que nos vio y que como él i ella llevaban tiempo haciéndolo habían decidido intentar introducirnos en sus sucios pero divertidos juegos.
Y lo habían logrado.
Finalmente decidimos irnos a casa y quedar al día siguiente para seguir con el nuevo y divertido juego que nos habían enseñado Martita y Jorge.
2 respuestas
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