noviembre 5, 2012

73148 Vistas

noviembre 5, 2012

73148 Vistas

“Que no oiga mi abuelitaaahhh!!!”

0
(0)

Esta primera historia que les relataré me ocurrió cuando cursaba el segundo año de secundaria, allá por el año 82� y yo tenía 14 años. Por aquél entonces fue cuando llegó a nuestro salón Paula, una chica de mi edad, bastante guapa según mi gusto. Porque era blanquita, risueña, con cara de inocente, pero con un culito precioso que lo meneaba bien rico a la hora de caminar.

Por eso es que desde el comienzo traté de hacerme su amigo y como era nueva en el colegio no me resultó difícil lograrlo. Durante ese año sólo fuimos amigos y casi siempre le gastaba bromas y era amable con ella y eso le gustaba.

Paula vivía a la vuelta de mi casa, así que durante las vacaciones del verano del 83� pude seguirla viendo y le presenté a mis amigos del barrio, pero para suerte mía nunca dejé de ser su amigo favorito.

Paula vivía con su mamá y su bisabuela desde que su padre las había abandonado, por eso la mayoría de veces no tenía el problema de pedir permiso como si lo tenían la mayoría de las chicas de aquella época.

Cuando regresamos a las clases de tercero nuestra amistad era más estrecha y un día saliendo del colegio le dije si quería �estar conmigo�, como solía decirse en aquel tiempo cuando uno quería tener enamorada; y, ella dijo que �sí� aunque de inmediato se fue corriendo y por unos días procuró evitar quedarse a solas conmigo. Pero, yo no me quedé de brazos cruzados y le escribí �papelitos� (así llamábamos a los recaditos que les mandábamos a las chicas que nos gustaban) y conseguí verla a solas a la hora que pasaba a comprar a la panadería para su merienda.

Como ya estaba oscureciendo y como por esa calle había poca luz hablamos y pude comprender que Paula estaba avergonzada de tener enamorado y la verdad yo me sentía igual. Y es que se nos había educado creyendo que tener enamorados era pecado y todo había que hacerlo a escondidas. Hablamos un ratito y casi sin saber cómo nos acercamos y nos besamos. No fue un beso de película, pero a ambos nos gustó porque era el primero que dábamos y también el primero que recibíamos. Luego sólo me dijo �ya me voy� y se fue corriendo a su casa moviendo ese rico culito que me volvía loco.

Después de aquel primer beso nuestros encuentros a esa hora se convirtieron en habituales; aunque cada vez nuestros besos se hicieron más apasionados y al parecer a ambos nos gustaban, pues aunque ante cada avance mío por tocarla o acariciarla ella empezaba rechazándome, siempre al segundo o tercer intento acababa cediendo.

Fue así que al poco tiempo nuestros besos eran más largos y más húmedos y pronto mis manos pasaron de su espalda a su cintura y de allí a sus caderas y a su carnoso culito; pero, yo ya quería algo más y me moría de ganas por tocarla por debajo de sus ropas, pero allí en la calle era demasiado arriesgado ya que alguien que nos conociera podía mirarnos.

Por suerte llegó el martes 05 de julio (1983), y estando en el colegio y como todos estaban entretenidos en la actuación por el Día del Maestro -que era al día siguiente-, la convencí para escabullirnos detrás de los módulos de ciencias y así poder besarnos.

Apenas llegamos a ese solitario lugar comenzamos a hacerlo, pero en mis planes estaba dar un paso más adelante y cuando nuestros corazones estaban latiendo a mil por hora y la cara nos quemaba como si hubiese un calor infernal, mis manos pasaron de sus caderas al borde de su falda de colegiala y sin ningún titubeo se la subí desesperadamente para tocarle sus piernas, pero cuando recién la yema de mis dedos tocaban su piel me dio un puntapié seguido de una cachetada y desapareció corriendo de mi vista.

Me quedé aturdido por un instante pero de inmediato reaccioné y fui tras ella, pero fueron varios minutos después que la vi salir del baño de chicas con cara de fastidio y se fue con sus amigas.

El resto de la actuación ya no me habló aunque estuve a su lado en todo momento. Al salir del colegio para nuestras casas no se opuso a que caminase junto a ella, aunque fuimos en silencio. Me sentía incomodo, pero al llegar a su casa me sorprendió que se despidiese de mí con un beso en la mejilla antes de entrar.

Me fui a casa sin comprenderla, pues primero se mostró muy enojada y luego cariñosa; pero finalmente me fui más tranquilo que antes; por eso, aquella noche fui como de costumbre a esperarla a la hora que pasaba a comprar el pan para su merienda y vi que Paulita ya estaba más tranquila, incluso me sonrió; así que me le acerqué con más confianza y con el mismo entusiasmo de siempre y la besé en sus labios con mucha delicadeza como para no asustarla, aunque si he de ser sincero en mi cabeza estaba el deseo de volver a tocarle sus preciosas piernas, pero no quería cometer otro error más aun que ella parecía haberlo olvidado todo.

Después de besarnos un rato me animé a hablarle de lo que pasó en el colegio y solo me dijo �te prometo que uno de estos días te dejo tocarme mis piernas, ¿ya?� y un tanto ruborizada selló con un beso su promesa antes de despedirse, dejándome más arrecho que de costumbre.

Los días que siguieron a aquella noche estuvieron cargados de difíciles exámenes y de ensayos para el desfile de Fiestas Patrias que acabo siendo el jueves 28 de julio.

Aquella mañana todos estuvimos muy tensos antes de pasar frente a la tribuna oficial, pero valió la pena porque como de costumbre nuestro colegio ganó el �Gallardete 1983�. Así que todos celebramos en medio de mucha algarabía como hasta las dos de la tarde.

De allí nos fuimos caminando en grupos a nuestras casas hasta que finalmente cuando Paulita y yo estuvimos solos me dijo que la acompañase a ver a su mamá a su puesto de frutas del mercado. Claro que yo la esperaría afuera, porque su mamá podía molestarse.

Entró al mercado y al poco rato salió para decirme que le habían avisado que su mamá cerró su puesto desde temprano porque la contrataron para que ayudara en un restaurante y que dejó dicho que la fuese a ver allá, así que me pidió que la acompañara.

Todo el día la habíamos pasado excelente y creo que íntimamente ninguno de los dos quería separarse el uno de la otra, por eso cuando Paulita salió del restaurante de conversar con su mamá me dijo que si quería ir con ella a su casa; ya que su mamá se quedaría en el restaurante hasta bien de noche y que su bisabuela ni notaría mi presencia.

Por supuesto que ni siquiera lo pensé para aceptar y al rato ya estábamos en su casa y mientras ella le hablaba a la viejita yo pasé de largo dentro de su casa por un callejón.

Era un callejón largo y oscuro que tenía a la derecha las puertas de todas las habitaciones de la casa.

Primero pasé delante de un salón que les servía de sala y comedor en donde estaba su bisabuelita viendo una telenovela en su televisor, creo que era �Sandra y Paulina�. Luego me percaté de otra entrada cubierta por una cortina vieja y que resultaría ser el dormitorio de las tres.

Hasta que finalmente llegué a más de la mitad del callejón en donde sólo había una vieja banca en la que me senté a esperar a que Paulita le alcanzara el almuerzo a su bisabuelita y a mí me invitara una manzana roja.

Cuando se desocupó vino para sentarse a mi lado y aunque aún llevaba ese recordado uniforme gris de tirantes que todas las chicas usaban; se había bajado los tirantes hasta su cintura dejando libre su blusa blanca en la que se notaban muy bien sus preciosas tetas que por esos días las lucía más turgentes y provocativas

Croquis de la Casa de Paulita

(Perdonen no soy Arquitecto)

Corral

cocina

Cama donde hicimos el amor

Dormitorio

Entrada con la cortina

Cama de la viejita

Comedor

Lugar en donde la bisabuelita veía televisión

Sala

Entrada

Nos sentamos en la banca a hablar del desfile y casi como si nos hubiésemos puesto de acuerdo comenzamos a besarnos y a sentirnos muy excitados. Por supuesto que allí sin el temor a ser descubiertos mis manos no perdieron tiempo y se fueron perdiendo bajo su falda de colegiala hasta acariciarle sus ricas piernas que a fuerza de escondérmelas me las había hecho provocarme más y esta vez, aunque se sobresaltó un poco, no se opuso a que se las tocase y me dejó hacerlo con total libertad. Entonces pude por fin tocárselas, sentir su suavidad y ese calorcito tan delicioso que emanaba de ellas cada vez que Paulita estaba excitada.

Sus muslos estaban deliciosos, torneados, carnosos y suaves que parecían temblar ante mis caricias dándoles un toque muy sensual que enervaba mis sentidos. Esas caricias nos pusieron muy cachondos y nuestros besos se hicieron más fogosos, aunque inexpertos; pero llenos de pasión y a ambos nos gustó y nos encendieron mucho más que en otras ocasiones.

Mis manos ya no sabían ni a donde posarse y ella parecía haberme dado licencia para hacerle de todo. Le susurraba palabras dulces y ella sólo suspiraba fuerte y de vez en cuando me decía un �te quiero� o �yo también�, con su respiración bastante agitada; mientras me besaba y recibía mis besos.

Mis manos seguían recorriendo los torneados muslos de mi chica y así fui pasando por todos su piel suave hasta que coloqué mis manos entre sus dos piernas y entré en contacto con su calzoncito, precisamente a la altura de su huequito del amor.

Cuando empecé a meterle mis dedos bajo su calzón, que por primera vez note humedecido y pegajoso, intentó detener mi mano para evitar que avanzase, y se puso de pié dejándome sentado en la banca con mi pichula recontra dura, pero se notaba que mis caricias y besos ya le estaban gustando más de la cuenta; así que me paré frente a ella, la miré a los ojos y cuando bajó sus párpados ante mi mirada sólo consiguió que la atrapase entre la pared y mi cuerpo y recostada en ese oscuro callejón seguí besándola y toqueteándola por todas partes, inclusive debajo de su falda.

Entonces se prendió de mi cuello y dejó que la besase mientras mis manos le seguían subiendo la falda, esta vez ya no sólo para tocarle las piernas sino para meter mis manos bajo su calzoncito y cogerle su terso culito por el que estaba loco.

La tibieza de su cuerpo y la tersura de su piel pusieron nuestras hormonas a hervir y mientras besaba su cuello y le desabotonaba su blusa para acariciar sus pechos, le dije sin siquiera haberlo pensado �vamos a hacer la física� (así solíamos decir para referirnos a hacer el amor), y ella entre excitada y sorprendida me respondió �¡qué!�, pero no me corté y seguí insistiendo �si tú me quisieras también lo desearías� y cosas así, pero al comienzo no respondía y yo seguí insistiendo para que me dejase hacérselo hasta que se me ocurrió decirle �mira otro día así como hoy no va a haber; así que tu dime, si me quieres lo hacemos y sino mejor terminamos esto ahorita�. Ella puso carita triste como si fuera a llorar y musitó�yo si te quiero, ve por diosito�

Yo continué con mi insistencia mientras no paraba de besar sus labios y acariciarla por todos lados, luego me abrasó y yo la volví a besar y así seguimos un rato más hasta que las ganas nos dominaron y cogidos de la mano cruzamos una raída cortina que separaba al callejón en que nos encontrábamos de un dormitorio en el que ella me entregaría su virginidad.

En el interior de aquella inolvidable habitación descubrí dos camas y una ventana en el techo a modo de tragaluz, muy común en las casas de nuestro pueblo, que iluminaba sólo una parte del dormitorio dejando a media luz la otra parte. Precisamente a ese lado poco iluminado me llevó y nos sentamos en el borde de aquella cama que estaba al fondo de la habitación.

Ambos estábamos bastante nerviosos. Aquella calentura de hacía unos minutos atrás parecía haber desaparecido dejándonos inquietos, mudos, temerosos y al mismo tiempo ansiosos.

En algún momento pensé en irme de allí y olvidarme del asunto porque no quería forzarla y sentía que lo estaba haciendo, pero sabía que si lo hacía jamás tendríamos otra oportunidad igual y posiblemente ella con el tiempo me odiaría por no habérselo hecho ese día, así que me acerque a ella y volví a besarla.

Allí sentados en la cama éramos dos críos jugando a convertirnos en adultos. En ese momento tome la decisión de no parar hasta hacerla mía así que continué besándola y tocándola, pero esta vez con mucha suavidad como si quisiera acariciar sus labios con los míos y al parecer le gustó. Así estuvimos unos minutos besándonos y diciéndonos cosas tiernas que afortunadamente la relajaron y volvieron a ponerla a tono.

Los minutos fueron pasando y poco a poco la calentura de nuestros años hizo lo suyo y los besos cargados de pasión volvieron a atraparnos y nuestros cuerpos respondieron al deseo de hacer realidad nuestro amor.

Lentamente fuimos cayendo sobre las sábanas de su cama y apoyados sobre nuestros costados seguimos acariciándonos; esta vez claro esta mis manos hurgaron entre sus ropas con más avidez y no tardé en subirle la falda hasta dejar a la vista su calzón, permitiendo que mis manos tomaran contacto con sus preciosas nalgas y comencé a apretujárselas. Ella comenzó a jadear con tal excitación ante mis caricias que de no ser por el volumen del televisor y por la avanzada edad de la viejita de seguro que la abría escuchado. En un arranque de lucidez Paulita me advirtió �modérate que nos va a oír mi abuelita� y yo por toda respuesta callé sus labios con más besos.

No es de extrañar que a esas alturas nuestras ropas ya estaban estorbándonos demasiado, así que yo fui el primero en quitarme la camisa y ya arrodillado sobre la cama le saqué los zapatos a Paulita sin desatárselos y cogiéndola de las piernas la acomodé a mi gusto sobre su cama, le remangue nuevamente lo más que pude su falda, le separé sus piernas a mi gusto y se las doblé por sus rodillas hasta sus pechos, dejando a mi vista su precioso calzoncito negro que en ese momento me excitó una barbaridad por el contraste que hacía con su piel blanquita; luego acople mi cuerpo al suyo, para besarla y comencé a moverme sobre ella como si estuviera follándola. Eso la puso recontra arrechita, tanto así que comenzó a moverse a mi ritmo y a jadear como loca hasta que nuevamente su preocupación por su vieja bisabuelita la hizo reaccionar y aunque con la voz enronquecida y entrecortada me dijo �cálmate, que mi abuelita nos va a escuchaaarrr�aaaaaaahhhhhh�; así que igual que en la vez anterior sólo atiné a besarla para que no me reclamase lo que ella también estaba gozando.

Nuestros cuerpos a esas alturas sólo parecían gritarnos que fornicáramos ya; así que sin pedirle permiso y sin dejar de besarla le metí mis manos bajo sus nalgas y casi de un tirón le bajé su calzón para hacerla mi mujer.

Ella apenas se quejó con un �auch!!!� que nadie escuchó y luego desabotoné mis pantalones y los bajé hasta más debajo de mis rodillas junto con mis calzoncillos, mientras ella yacía sobre su cama, sin calzones, con la falda bien subida, abierta de piernas y con su rajita aún virgen expuesta ante mi amenazante verga. Se la veía palpitante y expectante a su primera follada que de seguro también estaba deseando.

Entonces cogí con una mano mi verga -más tiesa que nunca- mientras me apoyaba con la otra sobre la almohada de su cama a la altura de su cabeza; enfile contra la apenas peludita vagina de Paulita para tratar de metérsela y me encontré con que la tenía tremendamente mojadita, tanto así que a la primera incursión la cabeza de mi falo resbaló dentro de ella y cuando mi linda enamorada sintió el calor de mi venoso pene entrando en contacto con su huequito comenzó a jadear tan fuerte que me excitó tanto que sólo pude arremetérselo con todas mis fuerzas y se lo hundí hasta atravesarla por completo justo en el momento en que ella se había animado a hablarme; sólo alcanzó a decirme �Que no oiga mi abuelitaaahhh!!!�, justo en ese momento se lo clavé hasta que mis bolas toparon con su transpiradas nalguitas y la hice mía. Mi verga la penetró hasta lo más recóndito de sus entrañas convirtiendo a Paulita en mi primera mujer.

Estar adentro de aquel agujerito tan cerradito de mi Paulita era todo un delicioso sueño. Se sentía calientito, húmedo y bien apretadito. Aquello se convirtió en ese momento en el placer más increíble que hasta entonces había experimentado y la verdad es que era tan rico que comencé a metérselo y a sacárselo con tanta desesperación que sentía que nuestros sexos quemaban de tanto fruición.

Paulita con su carita encendida, enrojecida de placer, se abrasaba a mi espalda con tanta fuerza que apenas podía moverme pero mi cintura hizo lo suyo y no baje para nada el ritmo de mis embestidas, ni un solo instante. Mi linda mujercita para entonces respiraba por la boca como si estuviese sollozando; yo creía que era de dolor y aunque la verdad nada hice para calmarla después me confesaría que más que dolor era un gran placer.

No voy a decirles que fue una súper jornada de sexo de más de una hora porque mentiría, pero lo que sí es cierto es que gozamos de lo lindo el tiempo que duró pues cuando estábamos en lo mejor su cosita empezó a apretujarme con más fuerza mi pichula dándome el placer más intenso de mi vida, hasta que una descargar eléctrica recorrió mi cuerpo desde mi cerebro hasta la punta de mi pichula y descargué una gran cantidad de semen dentro del coñito de mi Paulita provocando en ella una reacción inesperada para mí.

Mientras esto ocurría Paulita se contrajo por completo �inclusive su chuchita pareció cerrarse- y luego se relajó. Una gran paz nos invadió a los dos tanto así que ambos quedamos extenuados y abrazados por un tiempo que no sabría precisar, pero lo cierto es que fue la voz de la ancianita gritando �Paula, Paula, ¿dónde estás?�, la que nos volvió a la realidad.

Entonces Paulita se levantó como por un resorte, me apuró a vestirme y salió corriendo de la habitación sin siquiera haberse puesto su calzoncito. Al irse dejó en las sábanas de su cama unas manchas de sangre con semen calientitas aún, cómo una clara muestra de su virginidad.

Aquella tarde fue perfecta pero había llegado a su fin. Yo tuve que salir a escondidas, igual que como cuando llegué, y Paulita se quedó con carita de cansancio viendo lo que su bisabuelita necesitaba.

Esa noche nos vimos como de costumbre cuando fue a comprar el pan y allí me confió que lo que le había hecho en la tarde le había gustado mucho y que ahora me amaba más que antes. Sin embargo, esa noche aún me esperaba una noticia que daría un cambio de 180º a mi vida, pero eso se los contaré en la próxima vez.

Mi relación con Paulita duró algunos meses más y la verdad fueron inolvidables los momentos que pasamos juntos haciendo el amor pues a ambos nos gustó tanto nuestra primera vez que cada vez que su mamá salía a trabajar aprovechábamos para hacerlo en su casa claro que cuidándonos de que su abuelita no nos escuchara, pero un día ella descubrió que yo estaba con otra muchacha y todo se acabó irremediablemente.

Paulita ahora está casada con el dueño del restaurante en el que fue a trabajar su mamá esa tarde, a pesar de que él es un viejo para ella. Ahora ni siquiera somos amigos.

Si quieren contactarme pueden hacerlo a mi correo hymenator.77@hotmail.com o mi face en http://www.facebook.com/hymenator.virginator

Bueno espero recibir noticias de ustedes.


¿Que te ha parecido este relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este relato.

5 respuestas

  1. pichosex

    Muy buena historia

  2. lobo_caliente

    excelente relato

  3. nindery

    Еstoy complеtаmente desnudo. ¿Quiеre vеr una imаgеn? – http://analsex4.fun

  4. helenx

    Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt

Deja un comentario

También te puede interesar

mi primera vez me penetraron a lo bruto

anonimo

26/06/2012

mi primera vez me penetraron a lo bruto

Viendo Videos

anonimo

30/06/2013

Viendo Videos

Amándonos con mi mejor amigo

anonimo

23/03/2015

Amándonos con mi mejor amigo
Scroll al inicio