No hacía caso a mis padres, y una tarde salí en contra de su permiso. Quería ver hombres desnudos y sabía que los peones se bañaban al aire libre al terminar su jornada, tras un galpón. Así que fuí allí y me puse a mirarlos con unos binoculares, masturbandome viendolos. De pronto fuí levantada por unos brazos muy fuertes y oí que daba un fuerte silvido. Todos voltearon. Mi pantalón estaba bajo y podían verme. Luche para resistirme, pero el hombre que me cargaba era muy fuerte y alto.

Al llegar todos los peones gritaban y decían cosas soeces, y empezaron a quitarme la ropa.

«Mira», dijo uno, «la patroncita es reputa». Quedé totalmente desnuda y el hombre que me sostenía dijo: «Yo seré el primero». Los otros me inmobilizaron y vi como aquel inmenso hombre negro se desnudaba. Al ver su pene erecto sentí mucho miedo, pues era gigantesco. Los peones me levantaron abriendo muy bien mis piernas y el negro me penetró de un golpe y empezó a cogerme. Grité de dolor al perder mi virginidad y aquel hombre empezó a bombear con lujuria. Al acabar otro tomó su lugar. No se cuantos hombres me cogieron esa tarde, ni cuantos eyacularon dentro de mi. Pues todos repitieron 3 y 4 veces. Tuve que mamarselos y beberme su semen, y mi ano fue también abusado. Volví a casa temblando y me bañe. Esa noche me masturbé recordando lo que me había pasado. No se por qué, pero esa experiencia me marcó mucho. Desde esa tarde acudí tras el galpón donde empecé a copular con aquellos hombres y a experimentar los más intensos y deliciosos orgasmos.

Tres meses después empecé a terner nauseas y noté que mi vientre estaba inflamado. Mi mamá me llevó al ginecólogo y estaba preñada. Nunca dije como había sido. Ahora tengo un hermoso bebe negro y como mi padre me castigó obligandome a vivir en la hacienda, continúo teniendo sexo con esos peones y de domingo a jueves duermo en los brazos de 2 de ellos