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Anónimo

octubre 1, 2022

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CATA DE COÃ?OS

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Jueves noche de botellón universitario en mi piso compartido. Mis dos compañeras de piso, estudiantes italianas de Erasmus, y yo. Conversábamos y bebíamos tranquilamente hasta que sonó el telefonillo de forma inesperada. Se hizo raro, no esperábamos a nadie. Descolgué el telefonillo y se escuchaba, entre risas, las voces de varias chicas. Pregunté quiénes eran y me contestó una chica con acento francés. Eran estudiantes de Erasmus, amigas de mis compañeras de piso, que venían a unirse al botellón. Mis compañeras me miraron, muertas de risa, porque me tenían guardada la sorpresa. Invadido por la expectación dejé la puerta abierta y volví a sentarme en el sofá con mis compañeras.

Las chicas entraron formando mucho jolgorio; la fiesta estaba asegurada. Se acomodaron en el salón y nos presentamos con mucha efusividad.

Eran tres chicas muy exóticas. Físicamente eran muy diferentes entre ellas. Sus acentos podían dar alguna pista de su procedencia. Una era filipina, otra mejicana y la otra francesa. El morbo recorría mi cuerpo imaginándome de protagonista con todas esas bellezas como en una película porno internacional. Tenía que endulzarme el pico y asalvajarme.

 

El alcohol, que ya nos anegaba, y la verborrea hacían acto de presencia construyendo el puente necesario para conectar los diferentes países. Las conversaciones de sexo empezaban a ser cada vez más explícitas, la desvergüenza nos invadía. Ellas me propusieron un juego que consistía en sentarme en una silla con los ojos tapados. Yo, que estaba ya tan caliente con tanta fémina desatada, me dejé llevar.

 

El juego comenzó y me dejaron solo en el salón sentado en una silla con los ojos bien tapados. Todas se fueron a uno de los dormitorios entre risitas cachondonas. A los pocos minutos sentí a una de ellas entrar sigilosamente en el salón y ponerse delante de mí. Podía oler su perfume embriagante. Mi polla se empalmó como un resorte. No podía creerme lo que estaba viviendo. Estaba totalmente cachondo.

 

Tras un breve silencio ella cogió mi mano, la puso en su coño y me dijo que la masturbara hasta el orgasmo. Su coño, según podía palpar, era de agujero estrecho, labios gorditos y clítoris pequeño; un chocho perfecto para la degustación. Le metí con deseo mis dedos índice y anular tocándole el cielo vaginal, mientras masajeaba el clítoris con el pulgar. Sus gemidos iban al compás de su flujo vaginal que corría a chorros por mis dedos. Mis testículos ya estaban tan duros como pelotas de golf.

 

Después de correrse vino la siguiente chica y así una tras otra, sucesivamente. Todas pasaron por la cata de coños. Una vez que palpé todos esos coñitos me destaparon los ojos y completamente desnudas me dijeron que ahora debía elegir el coño que más me hubiera gustado con el fin de poder follármelo.

 

Yo lo tenía claro. El primer coño me encantó, tanto por su textura como por su lubricación. Era el coño de la filipina. Entonces, la filipina se quedó en el salón conmigo y el resto se vistieron y se fueron. Nos fuimos a mi habitación, desenfundé mi polla rápidamente y se la metí por ese agujerito estrecho asiático, que me dejó la polla colorada y dolorida por su estrechez vaginal. Esta vez nos corrimos juntos al compás de su húmedo orgasmo vaginal.

 

 

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