septiembre 25, 2012

14375 Vistas

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BELLEZA EXÓTICA

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Relato Erótico / Jovencita / Autor mapmaker

BELLEZA EXOTICA�..

Estaba en la cama viendo televisión por cable, tenía puesto un pantalón corto guardando respeto a la persona con quien compartía la habitación; de pronto, ella salió del baño en bragas y sostén con una candidez que me dejó impactado, la miraba fascinado, no atinaba a decir nada. El color de su piel bronceada resaltaba con la luz que proyectaba el televisor acentuándose aun más con el blanco de su ropa interior, su inocencia me desconcertó. Fijé mi vista en la pantalla tratando de evitar cualquier pensamientos lujurioso; ella en vez de acostarse en su cama vino hacia mí metiéndose bajo mis sábanas; tragué en seco, el contacto con su piel me erizó; estaba agradablemente cálida; echo su brazo sobre mí recostando sus senos contra mi pecho, olía a talco de bebé, seducido acerqué mi rostro al de ella, busqué sus labios; no rechazó la caricia, empecé a besarla, mi lengua se abrió paso dentro de su boca, hurgando, explorando toda su cavidad, ella estaba receptiva; �ahora hazlo tu� le dije�. tímidamente empezó a corresponderme�.. motivando mi cuerpo y mi cerebro, enviando mensajes a mi pene que empezó a reaccionar�se coloco entre mis piernas, sentía su vientre caliente sobre mí falo que empezó a crecer; mi corazón aumento sus latidos �espera, ahora vuelvo� le dije; me puse una playera y unos zapatos casuales y salí apresuradamente a la calle en busca de una farmacia donde comprar espermicida y condones�.

Estaba donde la dejé, en mi cama; quede nuevamente en pantaloncitos me acosté y ella nuevamente se acomodó sobre mi; continuamos besándonos, eso le agradaba.. le indiqué que se sentara sobre mi pubis, dirigí mis manos hacia su espalda y le desabroche el sostén; sus hermosos senos quedaron al aire� eran perfectos, pequeños, erguidos, redondos y brillantes�noté sus pezones erectos y atraje su torso hacia mi, empecé a besarlos y a chuparlos advirtiendo que su respiración se tornaba pesada; a través de la tela del pantalón sentía el calor de su sexo sobre mi miembro. Le indique que se sentara mas abajo, sobre mis muslos y empecé a desabrocharme el pantalón, apareció mi pene completamente erecto, había olvidado la ultima vez que lo vi así; el glande estaba brillante de liquido lubricante, ella se limitó a observar con timidez. Le indiqué que se acostara en la orilla de la cama con las piernas colgadas; me arrodille entre sus piernas y empecé a acariciarla. Mamaba sus pezones mientras mis manos recorrían su vientre deslizándose hacia su sexo, bajé sus bragas, su pubis carecía de vellos abrí sus muslos pudiendo apreciar los labios de su vulva, me incliné para acariciarla con la boca, mi lengua avanzó apartando los labios vaginales buscando el botón al inicio del canal, su cuerpo se estremeció respondiendo al estimulo de la caricia. Pude sentir la viscosidad salobre de los jugos que emanaban de su intimidad. Exploré con deleite todos los pliegues de su concha concentrándome en su clítoris; a cada contacto sentía las contracciones de sus nalgas, pero de su boca no salía ningún sonido.

Examiné con curiosidad la entrada de su vulva y pude ver con asombro que tenía el himen intacto, era virgen !!!. Me acosté a su lado; un tropel de pensamientos me acometía; si la desfloraba, el dolor del desgarre podía causarle un trauma negativo así que opté por actuar de otra manera. Continué acariciándola, luego de saciarme con sus fluidos, me recliné sobre el lecho indicándole que me acariciara; tímidamente tomó mi erecto miembro y empezó a sobarlo según le indicaba; su pequeña mano subía por todo el tronco hasta llegar al glande y luego bajaba hasta los testículos, al ver que la lubricación no era suficiente, acercó su boca a mi pene empezando a mojarlo con su saliva. Esto, me llevó al extremo de la excitación, contraje mi cuerpo para expulsar fuertes escupitajos de semen que jamás imaginé saldrían con esa potencia. Ella lo recibió en sus manos lubricando más mi pene, acelerando los masajes hasta que la esperma dejo de salir. Se colocó sobre mí encogiendo su cuerpo, abrazándome, manifestando una necesidad de protección y refugio, así nos quedamos dormidos�.

Mientras me dormía, los recuerdos vinieron a mi mente; la conocí en uno de mis viajes a la sierra norte, era hija de uno de los dirigentes indígenas del área quien me la ofreció descaradamente en venta; su nombre: Mariana. El padre insistía tenazmente en vendérmela sin siquiera presentármela, pedía cincuenta dólares por ella. Al regreso de mi expedición, pasé nuevamente por aquel lugar; entonces tuve la oportunidad de conocerla; Mariana contaba con diecinueve años, la ropa que la cubría era típica de la región, una especie de bata sin mangas sucia y descolorida la cubría desde el cuello hasta los descalzos pies, tenía el cabello largo recogido en una cola, ojos grandes, piel bronceada y rasgos orientales propios de su etnia. Al verla un sentimiento de tristeza me invadió, me sentí apesadumbrado, veía las mujeres con unos años más de edad con sus vientres prominentes, con dos o más crías, en realidad no había futuro para chicas como Mariana. Sólo podía hacer algo por ella: comprarla.

Llegué al área urbana del área acompañado de Mariana, me sentía incómodo, ella caminaba sumisamente tras de mí como era costumbre en su pueblo. Usaba la misma ropa y unas sandalias de caucho; de su brazo colgaba una sucia bolsa de tela con sus pertenencias. El cuadro que mostrábamos era el de un hombre mayor con una sirvienta indígena. Me dirigí al Hotel que frecuentaba y pedí una habitación con dos camas. Ya dentro del cuarto, le enseñé a usar el cuarto de baño, la regadera, el calentador de agua, el inodoro y el televisor. Pasada la instrucción, la llevé a una compra-venta de ropa de segunda y le indiqué a la encargada que necesitaba pantalones, faldas, blusas, ropa interior y un par de sandalias para la chica. El cambio de vestimenta fue tan drástico que su aspecto cambió radicalmente y motivó que le ordenara tirar la bolsa que traía en el primer cesto de basura que encontramos. Luego la llevé a un salón de belleza solicitando a la estilista, le realizara un lavado y corte de cabello a su criterio; quedé sorprendido al ver la transformación. Luego, la llevé a comer indicándole como debía utilizar los cubiertos. Al regresar al Hotel y pedir la llave, el empleado que atendía la recepción al ver a Mariana se sonrió y me hizo un guiño malicioso.

Me desperté al sentir que me acariciaban el pene, lo tenía erguido, abrí los ojos y vi a Mariana sobándomelo, deposité un beso en sus húmedos labios. Fui al cuarto de baño y me metí bajo la regadera tratando de que el agua calmara mis deseos, empecé a sentir remordimientos de mis actos: sentí la presencia de Mariana tras de mi; estaba desnuda, me abrazó metiéndose conmigo bajo el agua; sentí el calor de su cuerpo, la abracé, comencé a enjabonar su cuerpo mientras buscaba sus labios, sentí sus pezones erguidos contra mi pecho, mi miembro comenzó a palpitar, mis manos resbalaban sobre sus nalgas atrayéndolas hacia mí, nuevamente la sensación de deseo me invadió. Salimos del baño y mientras se secaba pude contemplar su cuerpo a satisfacción, poseía una belleza exótica natural, sus piernas eran firmes y torneadas, sus pechos pequeños y sensuales, su cabello negro azabache, sus ojos rasgados y sus labios gruesos, incitantes. Dominé mi deseo y le indiqué se vistiera para ir a desayunar. Lucía encantadora con su falda corta de mezclilla y una camisa casual, sus piernas eran hermosas, su rostro no estaba maquillado pero reflejaba una belleza natural que llamaba la atención. Me vi al espejo y me pregunté, qué diablos hacía un viejo de cincuenta y cinco años con una virgen de diecinueve en una habitación de Hotel!!!

Salimos del Hotel, ella comenzó a caminar tímidamente tras de mí; tomé su mano y la acerque a mi lado. Desayunamos y fuimos a la farmacia donde compré una crema anestésica y nuevamente nos dirigimos al Hotel. Aún no había escuchado la voz de Mariana; sólo asentía cuando le decía algo. Entramos a la habitación, me desnude y me tendí en la cama; ella se despojó de su ropa y se acostó sumisamente junto a mí; empezamos a besarnos, le indiqué que se colocara sobre mi de manera inversa y empezamos el juego del amor, busque su concha saboreando los jugos que emanaban de ella, sentí mi glande succionado por su boca�aprendía muy rápido; dirigí mi lengua en busca de su clítoris. Sentía fluir de manera incesante el néctar que escapaba de su vulva, no gemía, no hablaba, sólo sentía su agitada respiración. Mi boca y mi barbilla estaban impregnada con sus fluidos, aprisioné su botoncito con mis labios y empecé a succionarlo sin cesar mientras presionaba sus glúteos atrayéndola hacia mi, sentí los espasmos de sus nalgas al contraerse espasmódicamente su cuerpo� señal inequívoca de que estaba teniendo un orgasmo.

Abandoné mi posición y la coloqué en el borde de la cama; busque la crema anestésica, abrí sus piernas y se la apliqué en la concha, en el himen; luego coloqué el condón en mi miembro le levante las piernas y me coloqué sobre ella. Inicié un roce de mi pene contra la membrana que resguardaba la entrada de su vulva� noté que iniciaba un movimiento de caderas buscando lograr un contacto más intenso contra mi falo. Sentí mi glande en el umbral de su sexo, estaba en el canal, justo entre el clítoris y el ano. Sus manos acariciaban mis nalgas, de pronto me agarró atrayéndome hacia su cuerpo a la vez que impulsaba sus caderas contra mi pubis; la cabeza del pene atravesó el himen rasgándolo y avanzando hacia el interior de su vagina; la sentí gemir por primera vez.

Avancé dentro de su cuerpo lentamente hasta que nuestras pelvis se encontraron, dejé que su abertura fuera asimilando mi miembro; empecé a poseerla con ternura extrayéndoselo y metiéndoselo suavemente hasta que noté que movía sus caderas buscando una penetración más rápida y profunda, continuo agitando su cuerpo hasta llegar al desenfreno, mis testículos chocaban con sus glúteos empapados de flujos produciendo sonidos excitantes; Mariana, respiraba agitadamente quejándose, apretándome contra su cuerpo; buscó ansiosamente mi boca al sentir que la acometía otro potente orgasmo; esto me causó una inminente eyaculación ..entonces dejó escapar un gemido ronco, profundo. Retiré el miembro de su vulva y quedé desmadejado sobre la cama, Mariana se acurrucó bajo mi brazo quedándose placidamente dormida.

Esa noche la llevé al cine, luego a cenar; aun no había salido una sola palabra de su boca; ella caminaba a mi lado agarrada de mi cintura, las personas que pasaban a nuestro lado quizás pensaban que era mi hija, yo por mi parte sentía cierta vergüenza. Llegamos al hotel y antes de cerrar la puerta ya me estaba besando. Apresuradamente se despojó de su ropa y mirándome sumisamente se tendió en el lecho. Me fui desnudando lentamente, disfrutando la visión que tenía delante, aquel cuerpo virginal, ardiente, que se entregaba sin condiciones, que me provocaba sensaciones que creía desaparecidas, que me templaba el miembro hasta más no poder. Me coloqué un condón bañado en espermicida. Le indiqué que se pusiera de pie, me recliné en la cama con mi espalda apoyada en la pared; extendí los brazos y ella vino a mí; se colocó a horcajadas sobre mí pelvis, mi pene sobresalía delante de su pubis sin vellos, sentí como me mojaba con los flujos de su concha; tomé sus senos acariciándolos; Mariana empezó un movimiento sensual restregando su clítoris contra la cabeza del pene; yo sentía los pliegues de los labios vaginales rozando mi tronco, vi bajar su mano para colocarlo en la entrada de su gruta; se dejó caer, la penetración fue instantánea, se lo incrustó hasta los huevos; su sexo lubricaba de una manera increíble, otra vez, suspiró y gimió. Se quedo inmóvil, sus senos subían y bajaban rítmicamente al compás de su respiración, los ojos cerrados, la boca entreabierta, saboreando el pene que estaba poseyendo, mi pubis y huevos estaban impregnados de flujos.

Lentamente fue elevándose hasta dejar salir el miembro cimbreante, bajó su mano y de un tirón arrancó el condón; se dejó caer nuevamente y mi miembro desapareció dentro de su sexo. Empezamos a copular de una manera fantástica, mamaba sus pezones mientras ella cabalgaba sobre mi pene, sus gemidos amentaron y supe que iba a derramarse; tensé mi cuerpo sintiendo como el esperma salía expulsado de mi miembro inundando su interior y otra vez quedamos relajados. Nuevamente convirtió su cuerpo en un ovillo buscando mi abrazo. El olor a sexo se sentía en el ambiente. Miré su rostro, sus ojos me miraron con agradecimiento, con amor; bajó su mano y empezó a acariciarme el pene mientras buscaba mi boca para introducirme su lengua; sentí un estímulo en mi cerebro que viajó rápidamente a mi miembro haciendo que se levantara nuevamente. Le indiqué que se hincara en la cama apoyando su torso en las manos, me coloqué tras sus redondas nalgas y dirigí mi miembro a la entrada de su mojada concha, jugué un poco frotándole la hinchada cabeza en los empapados bordes de su sexo, Mariana movía su trasero buscando ansiosamente la penetración, de pronto se impulsó hacia atrás ensartándose el pene de un envión, empezó a menear su trasero de una manera sensual, increíble; yo estaba tras su cuerpo, firme, soportando los impulsos de aquel hermoso culo que chocaba contra mi pubis; me excitaba la visión de ese trasero, de esos muslos por los que corrían los flujos emanados del coito, la vi desmadejarse sobre su torso y sentí su orgasmo al notar las contracciones de su vagina, provocándome una nueva eyaculación.

Mariana me transformaba, me llenaba de energías, me hacía responder al sexo. Toda ella me excitaba, su olor natural, su piel bronceada, su candidez, su inocencia, su feminidad. Más ahora que estaba con las nalgas al aire, brillantes de sudor y flujos, comencé a acariciarlas mientras mi miembro mantenía aun su rigidez. Tomé el tubo de crema anestésica me unte en los dedos y le introduje un dedo en el ano; ella no protestó; coloqué la hinchada cabeza en la apretada entrada y empecé a presionar para que entrara. Ella se mantenía firme, aguantando; poco a poco la punta iba invadiendo el apretado anillo, de pronto, el glande rebasó su esfínter y el pene penetró hasta la mitad, sacándole un gemido de sorpresa.

El anestésico hizo su trabajo, comencé a bombearla suavemente hasta notar que ella aumentaba el meneo de su trasero buscando que la penetración fuese más intensa; bajé mi mano hasta su empapada concha encontrando el abultado clítoris que empecé a masajear mientras mi pene entraba y salía del ya dilatado y lubricado orificio. Mariana con la boca abierta, jadeaba gozando la penetración que le estaba proporcionando, le sobrevino un orgasmo increíble, sentí que su cuerpo se estremecía y a cada espasmo que le acometía, enviaba múltiples convulsiones a su esfínter que apretaba rítmicamente mi pene, esta sensación me llevó al delirio causando contracciones en mi próstata que expulso esperma en pequeños chorros dentro de su recto; nos desmadejamos sobre el lecho temblorosos, sudorosos, fundidos en un abrazo.

Fueron tres días de pasión, de amor, los que vivimos� hasta que tuve que regresar al mundo real, a mi vida. El último día, rompió su silencio, tenía una voz dulce, sollozando me prometió que nunca me olvidaría, que no le importaba mi edad, que yo era el hombre de su vida, el que la había rescatado del mundo desolado donde estaba; que haría lo imposible por volverme a ver y estar conmigo.

De vuelta a la capital, llevé a Mariana donde una profesora que con anterioridad me había pedido una joven que le sirviera de compañía, era solterona y vivía sola. La empatía que sintieron ambas dio inicio a una relación muy fuerte, la señora se encariñó con Mariana tratándola como una hija, haciendo que culminara los estudios secundarios a través de módulos, le enseño el idioma inglés e informática, actualmente está terminando la carrera de controlador de tráfico aéreo. La adoptó como hija, dándole su apellido y la tiene como heredera de sus propiedades. Mariana se ha convertido en una mujer culta, hermosa, a sus veinticinco años tiene todo un futuro prometedor por delante.

En cuanto a mí, tengo sesenta y un años, vivo solo y aunque he tratado de evitar a Mariana, ella se las ingenia para buscarme y hacerme el amor. A pesar de que soy un sexagenario, al estar a solas con ella, al ver su cuerpo desnudo, al sentir su olor, reacciono de manera asombrosa, me lleno de vitalidad, mi miembro se endurece y templa a más no poder llevándome a relaciones sin límites; cada vez que estoy con ella siento que rejuvenezco. Siempre le digo que busque una pareja y siempre me contesta lo mismo�que quizás lo hará�.. el día que yo desaparezca.


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2 respuestas

  1. nindery

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