Tatiana      Autor  MAPMAKER

Tatiana; que era el nombre de mi esposa, empezó a hacer el amor de una manera desconocida para mí; empezó cambiando sus hábitos de vestirse en  casa; no usaba ropa interior y ejecutaba movimientos que permitían que yo lo notara; se agachaba mostrándome su portentoso culo; no abotonaba su blusacompletamente y las que usaba eran de tela delgada mostrando sus pezones erguidos.

Pasaba tras de mí rozando mi cuerpo de una manera seductora; me agarraba el miembro por encima del pantalón, sobándolo para excitarme y finalmente terminar copulando en cualquier lugar de la casa; yo estaba encantado y le respondía tratando de satisfacer el despertar de sus deseos que una vez estuvieron dormidos.

Deduje que Eva había influido en el cambio de actitud que asumía pues durante las maratónicas sesiones de sexo emulaba las poses de Eva; es más, imitaba sus movimientos y sus gemidos.

Me pedía sexo todos los días; yo la penetraba por el chocho y el culo cada vez que fornicábamos, aparte de que siempre iniciábamos mamándonos como preámbulo a la sesión de sexo que venía después; casi no me daba tiempo de atender a Eva quien pasaba semanas sin tener la oportunidad de fornicar.

Nuestros encuentros se volvieron esporádicos y teníamos que planificarlos fuera de la casa en Moteles o en el automóvil; y fue en uno de esos encuentros en que se rompió el encanto.

Estaba con Eva en un motel haciendo el amor cuando escuché gemidos que terminaban en gritos; al otro lado del cuarto donde estábamos; nos miramos al escuchar que los gemidos iban tomando un carisma de orgía excitante; subimos al closet removiendo unas pulgadas de una hoja de cielo raso que daba a la habitación contigua.

Nos miramos asombrados; allí sobre la cama King size estaba Tatiana enredada con dos negros; mamaba golosamente la enorme tranca de uno mientras el otro la bombeaba despiadadamente por el chocho; Tatiana tomaba aire para chillar y nuevamente se pegaba a la tranca negra que tenía en sus manos.

Cambiaron de lugar y pudimos notar la dimensión de aquellas vergas; el que la bombeaba pasó a ser mamado y el mamado se la metió para continuar llenándola de carne; ella relamía la verga cremosa que anteriormente segundos antes tenía en el chocho mientras empezaba a gemir nuevamente.

Pasado unos minutos, uno de los negros se acostó en el lecho, Tatiana montó sobre  incrustándose el negro salami hasta los huevos; el otro lanzo un escupitajo en su mano embadurnándose la cabeza del miembro; se colocó tras su culo y empezó a introducírselo:

Un movimiento rápido y violento hizo que su verga penetrara hasta la mitad en el culo de Tatiana; un grito salió de su boca al  sentir la el embate que rellenó todo su ano dando inicio a una culeadera  increíble; la tenían sometida, rellenando sus orificios con una lujuria inverosímil.

Cambiaron de posición continuando con la sodomía; Tatiana estaba a punto de desfallecer; los negros la penetraban con la desesperación de estar sin tener sexo durante mucho tiempo; parecía una muñeca de trapo, los negros continuaron perforándola sin piedad hasta que empezaron a bufar contrayendo sus cuerpos.

Retiraron sus vergas todavía erectas dirigiéndose al baño; sobre el lecho yacía el cuerpo desmayado de Tatiana; en las sábanas se notaban las manchas de esperma y una sustancia marrón que asumí que eran semen mezclado con heces; los negros salieron del baño se vistieron y se retiraron no sin antes despertarla dejándola desnuda sobre la cama.

Sin hacer ruido colocamos la hoja de cielo raso en su lugar; fuimos al lecho e hicimos el amor de una manera erótica; tuvimos sexo con mucho amor por largo tiempo y sin hacer ruido; no me había percatado que Eva había grabado toda la sesión de Tatiana en su celular hasta después que nos retiramos del Motel.

Al llegar a casa Tatiana estaba allí; salió melosa como si no hubiese pasado nada; agarro mi pene sobre el pantalón pero este no respondió; le dije que me iba de la casa; me amenazo con una demanda de divorcio por  infidelidad mostrándome las grabaciones en su celular.

No le respondí, tomé mis pertenecías y me fui a la casa de Eva; desde allí le enviamos las grabaciones de ella con los dos negros en el cuarto del Motel; desde ese día no he vuelto a saber de ella y me conformé de ahí en adelante en contemplar los cachetes del culo que se salen  de sus pantaloncitos cada vez que se los pone exclusivamente para mí.