Mi esposa y mi hija son dos mujeres rubias muy bellas, con cuerpos muy bien tallados por el gimnasio.

Una tarde volví muy temprano a casa, al subir a mi habitación oí unos fuertes gemidos de placer que venían del cuarto de mi hija, me asomé y la ví cabalgando lujuriosamente sobre nuestro jardinero, un negro costeño enorme. Acababa de cumplir 18 años y pensé que era mayor para saber lo que quería, pero me excitó mucho verla gozar de esa manera y empecé a volver temprano del trabajo para observarlos a escondidas. Esa semana los ví copular 3 veces. Al quinto día escuché los acostumbrados gemidos, esta vez venían de mi habitación, pensé que mi hija había decidido hacerlo allí, pero al mirar vi a mi bella esposa gritando de gozo con aquel hombre.

Por el angulo pude ver como aquel enorme falo se hundía en la vagina de mi mujer. Quedé sorprendido con su tamaño, y no comprendía como aquellos delicados cuerpos podían recibir un falo de ese tamaño. Mi mujer y mi hija eran gazadas por el mismo hombre. Decidí no hacer nada y descubrí que ellas no sabían lo que pasaba. Por un año las ví gozar a aquel hombre, y yo me busqué una negrita con quien tiro casi a diario, antes de ir a casa a disfrutar el espectáculo. En ese año aprendí muchas cosas viendolos gozar en la cama