Bella es una mujer como su nombre, hermosa, rúbia de larga cabellera, cuerpo perfecto, hermosos senos medianos, trasero redondo, levantado y firme, y su rostro es de portada.

Un día volví a casa temprano y oí gemidos de placer, me asomé a la habitación de donde venían y allí vi a mi bella esposa, cuyos genitales eran devorados por un negro enorme y musculoso. Bella gemía y llegó a un orgasmo, pero el hombre no paró, mi mujer se tapó el rostro y muy pronto oí un nuevo y fuerte gemido de placer, pero el negro no se daba por enterado y continuaba. Bella apretó sus piernas sobre la cabeza del negro y trató de alejarlo, pero el tomó sus manos y la inmobilizó, muy pronto Bella tenía un nuevo orgasmo, pero el continuó dandole un orgasmo más. Entonces se separó de su vagina y empezó a besar su vientre, senos, cuello, boca. Vi que tomaba su pene y lo colocaba en la vagina de mi esposa, Bella abrió bien las piernas y ese enorme pene oscuro penetró dentro de su vagina. Eso le dió un nuevo orgasmo. El negro empezó a cogersela sin apuro, restregandose bien contra ella y pronto Bella volvía a acabar. El negro aceleró su movimiento y vi a mi bella esposa levantar su cadera tensandose mucho, el negro le dijo que iba a acabar y ella lo abrazó con brazos y piernas, aferrandose a él, mientras ambos llegaban a un orgasmo juntos.

Bella besó y acarició a aquel hombre con amor diciendole que lo amaba. Esa tarde el hombre le hizo el amor tres veces que yo viera. Luego se bañaron juntos y salieron.

Bella volvió unos 25 minutos después.

Esa noche me dijo que quería separarse de mi, pues estaba embarazada de otro hombre. No quería separarme de ella y acepté que su amante viniera a vivir con nosotros, pero Bella no me dejó tocarla nunca más.

Unos 4 meses después ellos me convencieron de encontrar una pareja masculina. Acepté y terminé convirtiendome en la hembra de un amigo de Jendell, el amante de mi esposa. Entre todos me hicieron salir del closet y ahora Nestor y yo somos pareja. Cada noche escucho a Bella gemir de placer en brazos de Jendell mucho rato, y ellos nos escuchan a nosotros gemir de placer