A los 16 años un profesor trato de seducirme llegando a masturbarse al natural en mi trasero, me opuse a que me penetrara, pero tuve que satisfacerlo oralmente y beberme su eyaculación varias veces.

Al año siguiente nos mudamos al interior, pues papá tenía que atender la hacienda de la familia.

Allí era feliz, pues siempre me ha gustado la soledad y podía perderme en largos paseos.

Una tarde me bañaba desnudo en una quebrada y un peón negro a quien conocía, me abrazó sensualmente por detrás y me confesó que le gustaba mucho y quería hacerme su hembra. La verdad es que me gustó mucho la sensación de ser abrazado por aquel negro y recordé a mi profesor de la ciudad, excitandome mucho. Le dije que era un hombre y él respondió que tuviera cuerpo de hombre, no me hacía hombre y agregó: Dios no te dio este trasero tan hermoso para adornarte, sino para provocar, seducir, y satisfacer a otros hombres, tampoco te dio esa cara tan linda, sino para gustarle y excitar a un hombre de verdad. Me quedé pensando y el empezó a friccionar su sexo en mi trasero, besandome deliciosamente el cuello. Aquello era sublime y le levanté mis nalgas para sentirlo más. Me hizo girar y me beso en la boca largamente. Un rato después su enorme pene se deslizaba lujuriosamente en mi ano haciendome gemir de placer, deseo, y dolor. Al acabar me apretó contra el tiernamente y me dijo: «Ahora eres mi mujer». Más tarde me hizo cabalgar sobre su vientre. Mis caderas se movían sexual y naturalmente, mientras su pene entraba y salía de mi cuerpo. Mientras cabalgaba lo miré todo el tiempo a los ojos diciendole: Te amo; te quiero; te necesito; te deseo; quiero ser tuya; etc.

Más tarde lo satisfice oralmente y me bebí toda su leche.

Jordan me hizo comprar maquillaje, pintura de uñas, y ropa interior femenina sexi y a usarlas cada vez que estaba con él.

Hoy 4 años después dirijo la hacienda y todos saben que soy la hembrita de Jordan, un negro que me dobla la edad