Por

Anónimo

marzo 22, 2020

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Orgia en casa de la jefa

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Había pasado ya casi un año desde que asistimos al cumpleaños de mi jefa Daniela y terminásemos en una orgía que tanto sorprendió a los que asistimos.

A nosotros como pareja, aquel día había cambiado nuestra relación por completo. Somos una pareja normal que llevamos casi 20 años juntos y tenemos dos hijos lo que hace que no podamos tener mucho tiempo para el sexo.

Virginia es una mujer espectacular. Desde que hemos tenido a nuestro segundo hijo ha engordado un poco, pero es lo que ahora se conoce como una gordi-buena. Una mujer en toda regla, con unas tetas de escándalo, que le gusta enseñar con generosos escotes y un culo redondo, prieto que hace girarse a más de uno por la calle. Yo me considero una persona atlética con buena complexión física y un cuerpo definido por las muchas horas que le dedico al deporte.

Pero lo que más nos define a ambos es nuestra complicidad de llevar a cabo nuestras fantasías más calenturientas en todo lo relativo al sexo. Nos complementamos a las mil maravillas, con sólo un gesto o un movimiento ya sabemos lo que el uno quiere del otro, técnica que hemos adquirido al tener las sesiones de sexo limitadas por los niños.

Tras aquella sesión de sexo desenfrenado durante el cumpleaños de nuestra jefa (ambos trabajamos en la misma empresa y pasamos casi 24 horas del día juntos), habíamos cumplido la mayoría de nuestras fantasías sexuales, a excepción del sexo anal el cual hemos intentado varias veces, pero no hemos pasado de introducir más que un dedo en el culo de mi mujer, incluyendo el sexo con varias personas a la vez.

El ver como se follan a mi mujer era algo que siempre me había puesto muy cachondo y tras observar como aquel día disfrutaba de varios hombres y mujeres a la vez, se había despertado un nuevo instinto dentro de mí, que no conocía. No es que me considerara un cornudo, pero verle disfrutar de aquella manera desenfrenada como si yo no estuviese presente era algo que me excitaba mucho. Mi mujer tiene un cuerpo que por sus curvas llama mucho la atención de los tíos. Es la típica mujer que todos se quieren follar y que despierta pasiones y sueños eróticos.

Nuestra jefa, Daniela, es una mujer italiana de 40 años, casada con un español, Luis, y con dos niñas. Morena, muy guapa, jovial y divertida y que como las nuevas generaciones está abierta a todo tipo de nuevas ideas, especialmente en lo referente al sexo. Con un buen cuerpo ya que se cuida yendo al gimnasio, con poco pecho, pero con un muy buen culo. Lo curioso del tema es que, tras su orgia de su cuarenta cumpleaños, la relación en la oficina era de lo más normal, como si no hubiese pasado nada. De ahí que cuando nos reunió en su despacho para hacernos partícipes de una invitación a su casa para la semana siguiente nos pillara desprevenidos.

–        Hola chicos, pasar y sentaros. Quiero comentaros una cosa – dijo cerrando la puerta de su despacho y ofreciéndonos un par de sillas para que nos sentásemos en la pequeña mesa redonda que había en su despacho.

–        No me gusta hablar de estos temas en la oficina, pero no encuentro otra oportunidad más que aquí. El próximo fin de semana vienen a hacernos una visita mis amigos de Múnich – esto último lo dijo con una sonrisa maliciosa en los labios y con los ojos brillantes de la excitación.

A mí el oír eso, hizo que una onda eléctrica me recorriera la espina dorsal y poniendo en alerta todos mis instintos sexuales. De hecho, eran los amigos que formaron parte de la orgia de su cumpleaños, dos matrimonios de alemanes que eran la mismísima estampa de actores porno. Mi polla con sólo oír eso e imaginarme las escenas de sexo que tuvimos en aquel club, en especial a Virginia siendo follada por aquel rubio alemán mientras le comía el coño a una de las mujeres, se me puso muy dura dentro del traje.

Por su parte mi mujer, me cogió de la mano por debajo de la mesa apretándome con fuerza. Yo sabía que le estaba pasando lo mismo que a mí, se estaba poniendo a cien y le empezaron a sudar las manos.

–        Voy a organizar una “fiesta” – esto último lo dijo muy despacio y haciendo una pausa para darnos a entender al tipo de fiesta que se refería. – Mis amigos me han pedido que por favor os invite, en especial a ti Virginia – dijo mirándole el escote y luego muy fijamente a los ojos.

        –  Como ya sabéis, existen una serie de normas que deberéis seguir si es que decidís participar, nos comentó Daniela.

– Cuáles son esas normas?, se interesó rápidamente Virginia.

– Bueno, son unas cuantas, pero muy simples:

1. La principal, nunca podréis follar con vuestra pareja.

2. Es imprescindible estar en todo momento desnudo y con máscara o antifaz. Sólo a las mujeres se les permite llevar ligueros como única prenda.

3. No se permite el uso de condones. Todos los asistentes son personas sanas. Así el goce y el disfrute son más reales.

4. Cómo y en dónde eyaculan los hombres, lo deciden las mujeres. La chica decide si se le corren en la cara, las tetas, la boca, en el culo o en el coño. O donde quiera…

5. Lo más importante, sólo es una fiesta de sexo con gente conocida y amigos para disfrutar, gozar y pasar un buen rato.

Todo lo dijo de la manera más natural, como si fuese algo normal y cotidiano que suele hacer cualquier panda de amigos cualquier fin de semana.

– Ah, se me olvidaba, habrá comida y bebidas abundantes. Y el tema de drogas, sé que vosotros no las usáis, pero es posible que veáis a alguien consumiendo para poder aguantar durante toda la sesión. Espero que no os sintáis incomodos si veis a alguien tomándolas.

– Como dices, nosotros no consumimos, cada cual es libre de hacer lo que quiera, – le dije para darle a entender que no nos importaba – quizás sería un buen momento para probar alguna Viagra y poder aguantar así toda la noche -solté entre carcajadas para disimular un poco tanto la excitación como las ganas que tenía de asistir.

– Bueno tenéis todo el fin de semana para pensarlo. Hablarlo tranquilamente y el lunes me decís si venís o no. Ya sabéis que a mí me haría mucha ilusión que vengáis y a los alemanes más -esto último lo dijo mirando a mi mujer con un gesto de complicidad, y buscando mi pierna con su pie por debajo de la mesa, sin que Virginia se diera cuenta.

Cuando salimos del despacho mi mujer estaba igual de alterada que yo. Pensar que podría volver a follarse a aquel alemán nuevamente le hizo mojarse por completo y los pezones se le pusieron duros bajo el sujetador y la blusa. Hanns que así se llamaba el tipo, había hecho hincapié que asistiésemos a la fiesta. Más bien quería asegurase que ella asistiese a la fiesta, para volver a follársela en repetidas ocasiones como ya hizo la vez anterior.

No se me pasó por alto aquella repentina excitación y aproveché para preguntarle:

–        ¿Qué te parece? ¿Quieres que vayamos? Podemos encasquetar a los niños con mi madre esa noche y darnos un homenaje.

Mi mujer estaba como ida, ausente en sus pensamientos, recordando la última vez que el alemán se la follaba sin tregua durante toda la noche. Aquellas cabalgadas sobre la polla de Hans, las constantes arremetidas de éste, la manera que tenia de sobarle las tetas y mordisquearle los pezones hasta hacer que se corriera una y otra vez, le tenían absorta.

–        ¿Me has oído?  –le volví a preguntar – ¿Qué te pasa que te has quedado como en trance? ¿Ya te estás imaginando follándote a Hans?, le susurre acercándome a su oído para que nadie de alrededor nos oyera.

–        Sí, sí, claro, claro – logró decir a modo de única respuesta. – Encasquetamos a los niños y vamos, seguro. Uff, necesito ir un momento al baño, creo que necesito refrescarme un poco.

Seguro que fue al baño a tocarse. Si yo me había puesto cachondo con sólo recordar a mi mujer encima de Hanns follando como una auténtica poseída, con sus tetas botando arriba y abajo, con los pezones duros como garbanzos y con la cara de Hanns restregándose entre ellas, mientras que la manazas del alemán agarrando el culazo de mi mujer ayudaban al vaivén del duro mete saca al que le sometía, Virginia tendría que estar de lo más excitada sabiendo que podría dar rienda suelta a todos los deseos de verse poseída por otro hombre, sin necesidad de dar ningún tipo de explicación.

Le dejé a su aire y me volví a mi despacho para digerir todo aquello y pensar en todo lo que se venía encima. Aquella invitación prometía mucho y no sólo me excitaba el pensar que podría acudir a una orgia a follarme a mi jefa y a otras mujeres que allí hubiera, también la idea de volver a ver a mi mujer follando con otros hombres, aumentaba mi grado de ansia.

No volvimos a hablar del tema durante la semana ni el fin de semana. Habíamos acordado que iríamos a la fiesta e hicimos todos los planes necesarios para dejar a los niños con mis padres y disponer del fin de semana libre. Por un lado, me gustaba esa complicidad y entendimiento mutuo sin necesidad de dar mayores explicaciones, pero por el otro me intrigaba saber qué estaría pensando mi mujer y que ideas tenía en mente con respecto a volver a ver a aquel alemán.

El lunes cuando llegamos a la oficina y tuve la ocasión de hablar con Daniela para confirmarle que asistiríamos a la fiesta, estaba muy nervioso. La idea de asistir a una orgia en casa de mi jefa y tener la oportunidad de poder follármela, me aceleraba el pulso. La última vez que pude hacerlo, durante su fiesta de cumpleaños en aquel local, se me escapó la oportunidad ya que con la confusión inicial y el asombro y el calentón me quedé follando con mi compañera Helena, quien no perdió su ocasión de aprovechar ese momento.

–        Me hace mucha ilusión que vengáis, y sobre todo tú en particular. La última vez, desapareciste y no pude realizar una de mis fantasías desde que te conozco – me dijo mirándome fijamente a los ojos y con una sonrisa picarona en los labios.

–        La verdad es que no te puedes imaginar las ganas que yo también te tengo. Llevo más de tres años fantaseando contigo y espero poder tener una oportunidad este sábado. – le respondí.

–        No te preocupes que esta vez no te escapas, de eso me encargo yo, -me dijo con un brillo en los ojos que denotaba una mezcla de excitación y lujuria. – Por eso quiero que todo salga perfecto y estoy haciendo los planes necesarios para que cuadren todas las parejas sin problemas. Además, tu mujer estará muy entretenida con Hans y mi marido, -dijo soltando una carcajada y mostrado sus perfectos dientes blancos y esa boca tan deseable.

–        Espero que así sea, – le dije poniéndome en pie y acercando mi cara a la suya mirándole muy fijamente a los ojos.

Le hubiese comido la boca allí mismo. Me excitaba muchísimo esa mujer y saber que estaba como loca por poder estar conmigo y dar rienda suelta a todas nuestras fantasías, me ponía a mil.

Iba absorto en mis pensamientos y con un inicio de erección al imaginarme desnudo con mi jefa cuando al pasar por delante del despacho de Helena, oí como me llamaba:

–        Daviddd, -me llamó arrastrando la d con una voz sensual.

Yo asomé medio cuerpo por el quicio de la puerta, manteniendo la mitad inferior escondida para que no se notara mi erección, esperando que bajara lo antes posible.

–        Dime, – le dije intentando disimular e intentando resultar natural.

–        Ven, pasa que te quiero comentar una cosa, -me dijo sonriente.

Desde que habíamos estado follando toda la noche en la fiesta de Daniela, habíamos intentado que nuestra relación, fuera de lo más normal. Acordamos que aquello había sido algo excepcional que quedaba entre nosotros y nunca volvimos a hablar del asunto, incluso nunca le comenté nada a mi mujer de lo que había pasado, ni dónde ni cómo. Aunque he de reconocer que de vez en cuando, verle pasear por la oficina, me hacía rememorar la tremenda follada que nos dimos aquella noche de lujuria y desenfreno.

–        Cuéntame, -le dije sentándome rápidamente esperando que no se hubiese dado cuenta de mi erección a medio camino.

Hizo una pequeña pausa mirándome fijamente con un brillo en los ojos y una sonrisa muy picara que ya conocía, la cual hizo que mi erección volviera a cobrar vida, justo cuando ya estaba consiguiendo que bajara.

–        ¿Has estado hablando con Daniela? –dijo mirándome a los ojos e incorporándose hacia delante, lo que hizo que se le abriera el canalillo de la blusa, consiguiendo que mis ojos se dirigieran directamente hacia sus tetas.

–        ¿Vais a ir?, -me soltó de golpe. –Espero que le hayas dicho que sí, ya que tengo unas ganas locas que me vuelvas a follar. Llevo cachonda desde que me contó Daniela lo de la fiesta. –dijo en voz baja para que nadie lo oyera.

–        Eh, sí claro, -fue lo único que me salió mientras mis ojos seguían hipnotizados mirándole las tetas.

Ella se dio cuenta y se ahuecó más el canalillo apoyándose contra la mesa a modo de push-up, haciendo que sus pechos parecieran mucho más grandes de lo que eran.

Se miró sus tetas, satisfecha de haber conseguido atraer mi atención y con voz sugerente me dijo:

–        Ese sábado te podrás dar un atracón de tetas y de todo lo que quieras, -dijo con un tono de voz muy sexy.

En ese momento mi mente buscó recuerdos de aquella noche. De cómo estuvimos follando en el local y cómo nos marchamos de allí para ir a su casa y seguir follando toda la noche hasta el día siguiente.

–        Fóllame carbón. Métemela por el culo que sé que tu mujer no te deja, así, así, aahh, aahh. Como me gusta, siiiiiiiii, dame massss. Rómpeme cabronazo. Reviéntame con esa polla que tienes, siiiiii, aaaahhhhhh.

–        ¿Te gusta zorra? Toma puta, siente mi polla dentro de tu culo. Así tomaa, arggg. Mira como entra puta. Te estoy jodiendo este culo de puta que tienes, zorra. ¡Mira como entra toda mi polla hasta los huevos, zorraaaa!

–        Dame más, dame más quiero toda tu polla dentro de mi culo, sigue, sigue me voy a correr, estoy muy cachonda.

–        ¿Quieres que me corra? ¿Quieres que te llene de leche? Me voy a correr en tu culo, zorra. Toma, toma, toma, toma mi corrida, aaarrrrrrrgggggggggg

Con ese recuerdo de verme dándole por el culo de pie en la cocina de su casa y llenándole de mi corrida, gimiendo de gusto como una zorra con la cara desencajada de placer, pidiéndome que le diera duro y le follara una y otra vez, me volví a empalmar.

Me incliné hacia delante pasando de mirar sus tetas a sus ojos fijamente. Tenía una cara mezcla de deseo, excitación y lujuria, y una sonrisa provocativa que me ponía a mil. Acomodándome le dije en un susurro:

–        Este sábado vamos a follar y disfrutar como salvajes, así que espero que prepares bien tu coño para mí. Lo quiero totalmente afeitado, como una muñeca. Así que ya sabes, tienes seis días. Ah, y no olvides mandarme una foto para darte el visto bueno, si no lo haces, no te follaré y lo haré con cualquier otra puta que haya dispuesta a darme gusto delante de ti.

Por su cara y su sonrisa sabía que estaba a mil. Me puse de pie enseñándole mi paquete el cual había vuelto a cobrar vida por debajo de traje. Le di a entender que sólo de pensarlo ya me había puesto muy cachondo.

Me fui a mi despacho para tratar de calmar mi calentón y ponerme a trabajar e intentar olvidarme de todo aquello o tendría que ir al baño para aliviarme y no quería hacerlo para estar a tope para la fiesta.

El resto de la semana transcurrió sin mayores sobresaltos. Estar inmersos en nuestros trabajos hacia que nuestras calenturientas mentes estuvieran ocupadas hasta que llegara el día.

Llegado el sábado, lo organizamos todo para estar listos sin ningún sobresalto. Como le había dicho a Helena, el viernes por la tarde me mandó una foto de su coño totalmente depilado. Era un selfi a toda pantalla de su recién depilado chochito.

–        ¨Bien, así me gusta que me obedezca. Eso es que está muy cachonda y con ganas de hacer lo que yo quiera. Esto promete¨, -pensé para mis adentros.

Obviamente no le comenté nada a mi mujer. Tampoco hubiera tenido que darle muchas explicaciones ya que ella también se había depilado el coño por completo, algo que no me pasó desapercibido ya que sólo lo hacía para mí en ocasiones especiales, pero no quise decir nada y seguir con el juego al que nos íbamos a enfrentar.

Cuando nos íbamos a vestir para marcharnos me preguntó:

–        Amor, estamos seguros de hacer esto, ¿verdad? No hemos hablado en toda la semana y ahora vamos a ir a casa de Daniela a una orgía a follar con otras personas y tanto tú como yo seguramente no nos veamos en toda la noche como pasó la última vez.

–        Pues claro que sí mi amor, -traté de tranquilizarle. – Desde el momento que Daniela nos planteó esta fiesta, he notado cómo has estado preparándote y arreglándote. Has ido a la peluquería, te has depilado enterita y he visto que te has puesto uno de tus conjuntos sexy con liguero incorporado. Sabes que te quiero y sé que disfrutaste mucho la última vez. Además, verte con otros hombres ha hecho despertar un instinto sexual nuevo que me pone muchísimo, -le dije abrazando su cuerpo redondito.

–        Mira como me has puesto de solo pensarlo y de verte así con ese escotazo y ese vestido que se te pega al cuerpo.

La erección, de pensar que se iba a follar a Hans y a cualquiera que hubiese en la fiesta hombre o mujer, era más que evidente.

–        Yo también te quiero, sólo lo digo para que no haya malos rollos y malos entendidos entre nosotros. Por nada del mundo quiero que nuestra relación se estropee. Anda, vámonos y guárdate eso para esta noche que más de una zorra lo va a disfrutar.

Llegamos a casa de Daniela. La conocíamos perfectamente ya que nos había invitado en numerosas ocasiones a reuniones de trabajo y a pasar el día con las familias. Nunca hubiese imaginado que una de esas visitas degeneraría en una visita como la que íbamos a hacer en ese momento. Subimos en el ascensor y nos pusimos las máscaras. Nos dimos un último morreo antes de entrar y nos deseamos una feliz noche. Desde ese momento, lo que hiciese cada uno quedaba en secreto por lo que había que disfrutar al máximo y sin remordimientos.

PARTE II

Daniela nos abrió la puerta con una espectacular sonrisa. Iba vestida con un picardías con mucho canalillo de encaje y unos ligueros negros. Sus tetitas quedaban sugerentemente a la vista y sus pezones rosaditos se alzaban erizados. Sin pensárselo dos veces, cogió a mi mujer de la nuca y le atrajo hacia ella dándole un morreo donde no pararon de intercambiar lengüetazos y besos durante un buen rato. Acto seguido hizo lo mismo conmigo, con la única diferencia que cuando terminó con los morreos, me regaló un par de picos muy sensuales.

–        Qué bien que ya estéis aquí. Ya ha llegado casi todo el mundo. –nos dijo de la manera más natural.

–        Entrar. Podéis dejar vuestras cosas en el armario de la derecha. Por cierto, Virginia, vaya par de tetas que te hace ese vestido. Espero verlas luego más de cerca. –le dijo a mi mujer con una sonrisa picarona, mientras le cogía del brazo y caminaban dentro de casa.

Nos quitamos la ropa y nos quedamos, en picardías con liguero mi mujer, parecía ser el atuendo oficial de las chicas ya que todas llevaban esa combinación, y en bóxer ajustado yo, donde ya se empezaba a notar mi más que palpable excitación. No le pasó desapercibido a mi jefa, quien con una sonrisa lasciva me miró y haciendo una señal a mi abultado paquete, se mordió en labio inferior y se llevó el dedo índice a la boca en un claro gesto de provocación, lo mojó con su saliva y cuando mi mujer pasó para ir por delante de nosotros hacia donde estaba el resto de los invitados, aprovechó para metérmelo en la boca y mostrarme su sonrisa más radiante.

En ese momento supe que iba a estar follándome a mi jefa durante toda la noche. Era lo que siempre había imaginado, desde que le conocí hacía más de cuatro años, y ahora lo tenía al alcance de mi mano y por los gestos y miradas de la última semana, ella también estaba deseándolo.

Nos acercamos al resto de los presentes los cuales estaban en el salón comedor de casa de mi jefa y en el que tantas veces había estado. Habían colocado los muebles de manera estratégica para que los sillones, butacas y sillas quedaran junto a las paredes, dejando las mesitas en el centro de la estancia para poder dejar las bebidas y los platos de comida, si es que alguien pensaba en comer algo que no fuera sexo. También había algún colchón de piscina a modo de cama improvisada para no estar tirados en el suelo cuando empezara lo bueno.     

Todos los hombres iban en ropa interior y como he dicho las mujeres parecían pertenecer a algún colegio de uniforme ya que todas vestían picardías negros con ligueros a juego y por supuesto todos llevábamos las imprescindibles máscaras. Dimos un rápido vistazo por la sala y sentado en uno de los sillones hablando con otra pareja estaba nuestro amigo Hanns. Era inconfundible a pesar de la máscara. Su cuerpo de 1.90m moldeado en el gimnasio parecía el de un jugador de la NBA. Junto a él, estaba su mujer, una rubia impresionante de ojos azules con un cuerpo de infarto. Ambos se percataron de nuestra llegada y el alemán le dedicó un gesto con la cabeza a mi mujer junto con una sonrisa de satisfacción y de triunfo. Mi mujer se convertiría en su presa y trofeo desde ese preciso momento. Los dos éramos conscientes de ello, sobre todo desde que Daniela nos hiciera la invitación con la petición expresa de Hanns que asistiésemos esta noche, la cuestión era qué precio estábamos dispuestos a pagar por aquello.

Proseguí observando al resto de la gente. Todas las parejas allí presentes tenían unos cuerpos de escándalo. Parecía una secuencia sacada de una peli porno donde la sensualidad y la excitación, pese a no haber comenzado lo bueno, era más que palpable. Entre todos aquellos invitados a los que a algunos conocía de vista y a la gran mayoría no tenía ni idea quienes eran, pude distinguir claramente a Helena. Ella se percató que le había visto, estaba charlando con otro tío, me miró y me dedicó una sonrisa como diciendo que se daba por enterada de mi presencia pero que de momento mantendríamos las distancias.

No sé por qué, pero sentí una punzada de celos. No me importaba que un ario alemán se follara a mi mujer durante toda la noche y sin embargo ver a Helena casi desnuda con su picardías negro hablando con otro tío, poniéndole caritas y sonrisas sexis, hizo que por primera vez en mucho tiempo me invadiera una sensación muy incómoda.

Me sacó de mi ensimismamiento la llegada de la última pareja, Daniela a modo de anfitriona, nos dio la bienvenida a todos y nos recordó las normas de la fiesta. Nos pidió que nos quitásemos la ropa que llevábamos a excepción de los ligueros para las chicas que quisieran dejárselos puestos, y dio por comenzada la fiesta.

Lo que ocurrió a partir de ese momento, sucedió todo muy rápido. Una vez que nos quitamos toda la ropa, la gente comenzó a moverse por la sala. Rápidamente vi como la rubia alemana se dirigió hacia mi mujer y cogiéndole del brazo se la llevó a su marido quien estaba esperando con una sonrisa de satisfacción al comprobar como su obediente mujer le llevaba su trofeo.

Mi mujer ni corta ni perezosa, rodeó con sus brazos por el cuello al alemán y comenzaron a morrearse de manera lasciva. Hanns le agarró con sus manazas del culo y comenzó a restregarse con ella. Me di cuenta que estaba empalmado, acomodó su polla entre ambos dejándola a la altura de sus estómagos. Mi mujer al llevar unos tacones de más de diez centímetros había ganado en altura, pero aun así le quedaba bastante para llegar a la misma altura de él. 

Hanns continuaba sobando y recorriendo todo el cuerpo de Virginia sin parar de morrearle, subió desde su culo por las caderas y se dedicó a sobarle las tetas con ambas manos. A mi mujer se le pusieron los pezones durísimos en ese instante, que le toquen las tetas le pone cachondísima, lo que aprovechó el alemán para darle pequeños mordiscos que hicieron que mi mujer echara la cabeza hacia atrás de puro gusto y placer dejando su cuello al alcance de su amante.

No pude ver nada más hasta lo que deduje fueron un par de horas más tarde. Daniela se acercó por detrás y cogiendo mi más que erecta polla, me susurró al oído:

–        Hhhmmm, veo que se te ha puesto dura viendo como tu mujer se va a follar a otro. Ven que yo voy hacer que te olvides de ella por un buen rato – y tirándome del brazo me sacó del salón en dirección al pasillo que llevaba al fondo de la casa y a su dormitorio.

Me llevaba cogido de la mano como si fuésemos un par de novios. Iba con las tetas al aire, pero mantenía el liguero con las medias, dejando todo su culo y su sexo al aire. Iba con tacones lo que hacía que casi estuviésemos a la misma altura. A mitad del largo pasillo, se paró y se abrazó a mi cuello dándome un sensual y húmedo morreo. Mi mente se desconectó en ese momento y me olvidé de todo; me estaba morreando con mi jefa y le tenía desnuda entre mis brazos como tantas veces había imaginado.

Bajé mis manos y le agarré de ese culo de cachetes perfectos. Notaba como mi polla en su maravillosa extensión chocaba contra su pubis, tuve que acomodármela para poderme pegar bien a ella y continuar con ese beso que había pasado de ser sensual a encendernos y transformarse en lascivo y lujurioso.

–        Ven, vamos, entra en el baño que ya no puedo más. Llevo toda la semana cachonda como una perra y quiero follarte como una autentica zorra – me dijo agarrándome de la polla y mirándome a los ojos.

Entramos en el baño a trompicones por la excitación, cerré la puerta y le empotré contra la misma una vez estuvimos dentro. Seguíamos besándonos como dos adolescentes en su primera cita. Bajé mi mano esta vez para tocar su coño y pude comprobar que estaba completamente encharcado de flujos vaginales.

– Quítate esto, no lo vas a necesitar. Quiero verte la cara -le dije arrebatándole la máscara y arrojándola a un lado junto con la mía.

– Oohh, hhhmmmm, mira como me tienes de húmeda. Qué ganas tenía de estar a solas contigo – me dijo sin parar de besarme.

– ¡Qué buena estás cabrona! – le contesté cogiendo sus tetitas entre mis manos. Eran pequeñas en comparación con las de mi mujer, pero suficientes para que me cupieran en las manos. Tenía la espalda arqueada y levantaba su pecho para que sus pechos estuvieran más duros y turgentes. Sin parar de morrearnos, jugaba con sus pezones entre mis dedos haciendo que se pusieran muy, muy duros. Eso le estaba poniendo más cachonda si cabía.

– Hhmm, ahh, sí así, sigue, hhmmm, ¿te gustan mis tetas? -me dijo mirándome a los ojos con cara de vicio.

– Claro que me gustan -le dije cogiendo una de sus tetitas entre las dos manos y metiéndomela entera en la boca mientras le miraba a los ojos.

Ella cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, en claro gesto de goce absoluto mientras que no paraba de gemir, lo que dejó su cuello al descubierto. Me lancé a por su cuello como un poseso. Le besaba, le lamía, incluso le daba pequeños mordiscos que incrementaban su goce y su excitación.

– Aahh, que cachonda me estás poniendo. Necesito que me folles -me decía mientras no paraba de besarme en la boca. – Te escapaste el día de mi cumpleaños. Lo organicé todo para que fueras mi regalo y no te pude follar aquella noche. He estado soñando con follarte desde entonces.

– ¿Quieres que te folle? -le dije cogiendo su preciosa cara entre mis manos – Eh, dime, ¿quieres que te folle? Pues pídemelo. ¡Pídemelo!  -le decía dándole besos en la boca.

– ¡Fóllame! ¡Fóllame! Quiero que me folles. Quiero que me folles como a una puta. Necesito que me metas este pedazo de polla, quiero sentirla muy dentro -me decía mientras pajeaba mi miembro.

Le cogí en volandas y le senté sobre la encimera de mármol entre el hueco de los dos lavabos y con la espalda apoyada en el espejo. Tenía a mi jefa desnuda ante mí con su coño rebosando flujo vaginal de lo cachonda y excitaba que estaba. Le empecé a besar los pies por encima de las medias y fui subiendo por sus muslos, sus caderas, su tripa, sus tetas donde me recreé chupando y mordisqueando sus duros pezones. Continué por el cuello y volví a su boca una vez más. Siempre volvía una y otra vez a esa boca de labios perfectos que me volvía loco.

Recorrí su cuerpo, pero esta vez en sentido inverso con la salvedad que cuando llegué a la altura de su estómago, continué bajando hacia su pubis primero, donde me entretuve un poco dándole pequeños mordiscos, para después continuar bajando hacia su clítoris.

               Le separé un poco las piernas para tener una visión perfecta de su coño. Tenía su sexo completamente húmero. Pequeños hilillos de jugo vaginal se deslizaban por el interior de sus muslos. Me incliné para verlo más de cerca en toda su plenitud y pude notar su olor a sexo. Era un coño precioso, pese haber tenido dos hijas, parecía el coño de una actriz porno. La pipitilla bien definida y los labios vaginales no muy grandes, lisos y de color rosa, preciosos.

– ¿Quieres que te coma el coño? -le pregunté con la cabeza hundida entre sus piernas.

– Sí por favor, cómetelo que estoy muy cachonda y no puedo más -me dijo mientras me sujetaba con las dos manos de la cabeza y la dirigía hacia su sexo.

Le di un rápido lengüetazo a lo largo de toda su vagina desde el perineo hasta su clítoris. No se lo esperaba ya que dio un respingo y dejó escapar un gemido de gusto. Volví a repetir la operación esta vez deleitándome en toda su extensión y con la mayor de las ganas. Su coño sabía a gloria, era una mezcla del flujo dulce, con el punto salado de sus gotitas de pis y el olor del gel con el que suponía se lavaba. Me empleé a fondo en recorrer su sexo con mi lengua en su totalidad, dándole el mayor placer que podía mientras que ella empujaba mi cabeza contra su coño marcándome el ritmo a seguir.

Se corrió en menos de dos minutos entre potentes jadeos y convulsiones.

– Sí, así, así, así, sigue, ahhh, que gusto, que gusto, no pares, sigue así, hhhmmm, aaahhh, me voy a correr, me voy a correr, que bien lo comes, cabrón. Me corro, me corrrroooooo, aaaarrrggggg. Que gustoooooo, siiiiiiiiii.

Su cuerpo no paraba de convulsionarse por el intenso orgasmo que estaba sufriendo. Intentaba cerrar las piernas, pero yo no se lo permitía, obligándole a mantenerlas bien abiertas mientras yo seguía besando y lamiendo su coño ahora de manera más tranquila para que fuese recuperando la calma. Cuando noté que su cuerpo se relajaba, me incorporé y volví a buscar su boca para darle besos cortos pero muy sensuales, me encantaba esa boca, y no pensaba dejar de besarla en toda la noche o el tiempo que pudiese.

Así estábamos ensimismados en nuestros besos cuando de repente se abrió la puerta y apareció Helena.

– ¿Pero bueno qué son esos jadeos y esos gemidos?! -dijo entrando y cerrando la puerta tras de sí. – Os habéis escapado para venir a follar aquí solos, ¿eh?¡Ya me podíais haber avisado! -dijo con una mirada de lujuria al ver a Daniela sobre el mostrador y abierta de piernas.

Luego dirigió la mirada hacia mi polla tiesa y con un contoneo muy sensual vino hacia mí, me cogió la polla con una mano y empezó a pajearla muy suavemente. Con los dedos de la otra mano tocó el coño de Daniela y pudo comprobar lo húmeda que estaba. Metió su dedo corazón hasta el fondo de la vagina de mi jefa, el cual debido a la gran calentura que tenía, entró sin ningún problema. Las dos mujeres se miraban muy fijamente a los ojos, una era la sumisa que en ese momento estaba a merced de la dominadora quien muy despacio seguía masturbándole, hasta que decidió que era suficiente y sacando su dedo lleno de jugos, se lo llevó a la boca y disfrutó de tan rico néctar.

– Hhmm que rico sabe -dijo en voz alta mientras seguía meneándome la polla.

– ¿Te la has follado? –me dijo sonriendo y mirándome a los ojos con cara de lujuria. – ¿Eh, cabrón? ¿Te la has follado ya?  –me preguntaba aumentado la velocidad de la paja. – Creo que no, si no ésta no estaría tan gorda y dura –dijo mirándome la polla.

No podía decir nada. La cabrona sabía cómo menearla y consciente de ello cambio a su mano derecha para poder afinar con los movimientos. Yo estaba rendido del gusto. Cerré los ojos disfrutando del momento. Pronto sentí como me rodeaba el cuello con otro brazo y comenzaba a besarme en la boca, metiéndome la lengua hasta la campanilla.

–        Vaya, está muy dura, pero el capullo está un poco seco. Por eso sé que no se la has metido todavía a esta zorra. Esto hay que remediarlo – y acto seguido se puso de cuclillas y se metió toda mi polla en la boca hasta que le hizo tope con los huevos.

Empezó a comerme la polla muy despacio humedeciéndola de maravilla y en su totalidad. En menos de un minuto ya tenía babas rebosando de su boca. Como la posición era un poco incomoda, se puso de rodillas para seguir con la mamada. Con su mano derecha sujetaba mi polla mientras que con la izquierda iba alternando el sobarme el culo y los huevos.

Aproveché ese momento de cambio de postura para cogerle de la cabeza y empezar a follarle la boca aumentando las embestidas. No pudo coordinar los movimientos ya que al tener la boca y la mano llena de babas, mi polla se le escapaba y se estrellaba contra sus mofletes. Optó por poner ambas manos en mis caderas y dejarse follar por la boca, siendo yo quien marcara el ritmo.

Glup, glup, glup sonaba cada vez que mi polla entraba en su totalidad en su boca. Alguna vez le obligaba a tenerla entera dentro durante unos instantes, pudiendo sentir como mi glande rozaba su campanilla. Luego le liberaba para que pudiera coger aire nuevamente, mientras que chorretones de babas le caían sobre las tetas.

–        ¿Te gusta? ¿Te gusta comerme la polla, zorra? Abre esa boca de come-pollas que tienes. Así, así, que bien me la comes –le dije dándole con mi polla en la cara a modo de garrote.

–        ¿Te gusta que te de pollazos en la cara?  –le decía mientras le tenía cogida por el pelo a la altura de la nuca y mirándole a los ojos.

–        Hhhmm, sí, claro que me gusta que me des con tu polla gorda en la cara –me devolvió la mirada con un brillo de lujuria en los ojos. – Si me la metes tan adentro me vas a hacer potar, que la tienes muy grande, carbón.

Daniela seguía recuperándose del orgasmo sobre la encimera. Estaba en la misma postura con la salvedad de tener las piernas cerradas y la mano restregándose el clítoris, disfrutando de la mamada que me estaba dando Helena.

               Helena se puso de pie y comenzó a morrearme. Seguía agarrándome de la polla, parecía que no quería soltarla bajo ningún concepto. Yo por mi parte me dediqué a sobarle las tetas duras y turgentes, las cuales eran más grandes que las de Daniela. Jugaba con sus duros pezones entre mis dedos, los pellizcaba y le pasaba la palma de la mano haciendo círculos, lo que hacía que se pusiera más cachonda y emitiera unos gemidos muy sensuales.

–        Quiero que me folles. Quiero que me la metas y hagas que me corra como una perra –me decía con su boca abierta pegada a la mía, lanzando suspiros de gozo.

–        No, no. De eso nada –dijo Daniela – Hoy es mío y me tiene que follar a mi primero –protestó mi jefa, incorporándose sobre la encimera.

–        Sshh, tú cállate puta, que ya te tocará tu turno –dijo con su tono autoritario de quien está acostumbrado a mandar. No te preocupes que esta noche te vas a hartar de su polla, de eso me encargo yo –le dijo con una mezcla entre orden y diversión.

–        Pero ahora me va a follar y tú vas disfrutar viendo cómo lo hace hasta que te vuelvas a correr como una perra, y si no te corres viendo cómo me folla, me le llevo de la fiesta y no podrás follártelo en toda la noche. Así que relájate y disfruta.

Dicho esto, se puso de espaldas a mí apoyándose en el mostrador, inclinó levemente el cuerpo hacia delante, metió la mano entre sus piernas agarrando mi polla y tirando de ella la colocó en la entrada de su coño. Yo me preparé para ensartarla con mi verga por lo que le cogí de las caderas para empezar a bombearle en cuanto la tuviese dentro.

Notaba como estaba de húmeda. Mi prepucio rozaba sus chorreantes labios vaginales, los cuales a esa mínima distancia, desprendían un fuego ardiente que podía sentir perfectamente.

Abrió más las piernas acomodándose un poco hacia delante y de un sutil y preciso movimiento se dejó caer hacia atrás ensartándose toda mi polla de un solo gesto. Noté como mi polla recorría todas las paredes interiores de su vagina, las cuales se iban amoldando al grosor de mi pene, al tiempo que exhalaba un gemido de placer.

Miré su imagen reflejada en el espejo. Tenía el cuerpo ligeramente arqueado hacia atrás apuntando sus empitonadas tetas hacia fuera, la cabeza mirando hacia el techo como intentando coger así más aire para respirar y lo que más me excitó fue ver como tenía la boca a medio abrir y sin parar de gemir. Era la misma imagen que recordaba una y otra vez después del último encuentro sexual que tuvimos y que ya no podía borrar de mi cabeza.

Se quedó así ensartada con toda mi polla dentro de su húmedo coño por unos instantes que a mí me parecieron eternos y maravillosos. Al cabo de un rato, comenzó a mover las caderas en círculos muy despacio primero para a continuación, ir ganando en velocidad. Luego cambió los movimientos circulares por movimientos adelante y atrás que fueron ganando en fuerza e intensidad. Conseguía casi sacarse la polla por completo dejando sólo la punta dentro, para con un fuerte empujón hacia atrás volvérsela a clavar entera.

–        Aahh, aahh, ahh, como me gusta, sigue, hhhmmmm, que ganas tenia de volverte a follar, no pares, sigue dándome con esa polla, métemela hasta el fondo, reviéntame, si, si, siiiii, que gusto joder – gemía a cada empujón.

Le tenía agarrada de las caderas mientras que con una mano iba sobándole las tetas y pellizcándole los pezones.

–        ¿Te gusta zorra?  –le decía al oído mientras seguía empotrándole por detrás. – Tenias ganas desde que follamos por última vez en tu casa, ¿eh puta? Toma polla zorra, que sé que te gusta.

–        Siii, siii, me gusta, sí fóllameee. Aahhh, ahhh, si sigues así vas a hacer que me corra pronto, estoy muy cachonda.

–        ¿Quieres correrte?  –le dije haciéndole una coleta en el pelo y tirándole del pelo y la cabeza hacia atrás.

–        ¡Aayy! Me haces daño – dijo con un quejido.

–        Ssshh, te hago daño, pero sé que te gusta, ¿verdad puta? –seguía susurrándole en el oído mientras que aumentaba el bombeo.

–        Siiii, siiii, me gusta, quiero correrme, quiero correrme ya, no aguanto más, aaahhh, ahhhh.

Miré a mi jefa que seguía con las piernas abiertas y continuaba masturbándose sobre el mostrador. Tenía los ojos cerrados y una mueca de placer en la cara. Desplacé a Helena hasta ponerle en frente de Daniela justo entre sus piernas. Se me ocurrió una idea para que Helena disfrutara mucho más de su orgasmo.

Teniéndole agarrada de la coleta, le incliné hacia adelante hasta dejarle la boca a la altura de las tetas de mi jefa.

–        Chúpale las tetas. Haz que se le pongan los pezones muy duros – le dije con un tono autoritario.

Helena cogió ambas tetas con sus manos y comenzó a chuparle los pezones alternativamente no tardando ni cinco segundos en ponerse durísimos. Helena tenía los ojos cerrados y chupaba los pezones de Daniela dando círculos con la punta de su lengua. Ésta por su parte, estaba totalmente extasiada y aumentó la velocidad en sus frotamientos. Solté a presa que tenía sobre el pelo de Helena y retiré la mano de Daniela de su coño. Esto le pilló completamente por sorpresa y me miró con cara mezcla de enfado y desconcierto.

–        No quiero que te corras todavía – le dije mirándole a los ojos. – Primero que se corra esta puta y luego te tocará a ti correrte con mi polla dentro de tu coño –le dije con una sonrisa en la boca. No pareció disgustarle la idea ya que asistió con la cabeza y me devolvió la sonrisa aceptando el trato.

–        Podrías morrear un poco a esta zorra a ver si hacemos que se corra ya –le dije a Daniela.

Mi jefa cogió la cara de nuestra presa entre sus manos, se inclinó un poco hacia adelante y comenzó a morrearle con pasión mientras que le cogía y sobaba las tetas, iniciando una lucha de lenguas a cuál más feroz. De vez en cuando se daban un respiro para coger aire y mirarse muy fijamente de manera retadora, midiendo quien era más lasciva que la otra. Acto seguido comenzaban tan bello ritual el cual repitieron varias veces, incluyendo besos muy sonoros.

Yo sabía que Helena no aguantaría mucho más. Tenía el coño totalmente empapado y regueros de flujo le caían por los muslos. En una de sus pausas de guerra de lenguas, Daniela le cogió de nuevo la cara entre sus manos, le miro muy fijamente y le dijo:

–        Córrete. Córrete puta. Quiero que te corras para mí – metiéndole dos dedos dentro de la boca.

Fue como encender un interruptor para Helena. Llevó su mano hacia el clítoris y empezó a tocase como dando permiso a su vagina a correrse. Me di cuenta que ya estaba a punto de venirse por lo que le cogí de las tetas y empecé a tocarle los pezones a modo de tijera con dos dedos.

–        Me corro, me corro – decía con los ojos cerrados.

–        Venga zorra, córrete, córrete ya – le decía Daniela hablándole sobre su boca.

–        Me voy a correr, me voy a correr, aaahh, aaahh. ME CORROOOOOOOOOO. SSSSIIIIIIIIIII JODER QUE GUSTO, SIIIIIIII – gritaba mientras que abría mucho los ojos y su cuerpo se convulsionaba.  

Me salí de ella y metí la mano buscando su clítoris para seguir castigándole de gusto. No aguantó tanto castigo de placer y se le vencieron las piernas cayendo sobre Daniela entre constantes espasmos de goce quien le recibió dándole tiernos besos en la cara.

Poco a poco fue recuperando la calma y la respiración. Levantó la cara y con una sonrisa en los labios busco la boca de Daniela fundiéndose en un bonito beso. Siguieron besándose por unos momentos hasta que abrió los ojos y buscando los de ella dijo:

–        Bueno ahora te toca a ti, ¿no?  – y acto seguido se lanzó a por el clítoris de nuestra compañera.

Tiró de sus caderas hacia fuera para que su culo quedara al filo del mostrador, doblándole las rodillas hacia atrás para que su coño quedara bien abierto. Yo me pajeaba para que no me bajara el empalme, aunque ante semejante escena no era casi necesario. Tras un par de lengüetazos, estiró su mano para cogerme la polla y atraerla hacia la entrada de la cueva de mi jefa. Se puso de pie para cederme su sitio mientras que miraba a Daniela y le decía:

–        Ahora te va a follar de lo lindo. Vas a ver lo que es una buena polla – y volviéndose hacia mí me dijo al oído:

–        Lo tiene a punto. Está tan húmeda que parece que se ha meado.

Eso me encendió todavía más. Me coloqué frente a ella y empecé a darle golpes a modo de martillo con mi polla sobre su clítoris reaccionando al instante con un gemido de gusto. Acto seguido coloqué mi capullo en la entrada de su coño abriéndole ligueramente el pliegue de sus labios vaginales y fui metiéndole la polla poco a poco mientras le miraba a los ojos.

Helena tenía razón, estaba tremendamente húmeda lo que hizo que le penetrara sin ninguna dificultad. Le agarré de los cachetes de culo para comenzar un movimiento de mete-saca que fue ganando en intensidad. Ella se inclinó hacia delante y rodeándome con sus brazos por el cuello pegó su cara a la mía, mirándome a los ojos y besándome en los labios mientras que exhalaba suspiros de placer en mi boca.

–        Ahh, ahh, ahh – gemía cortos suspiros en mi boca mientras no paraba de darme besos muy sensuales.

–        No pares, no pares, siiiii, que gusto, aaahhhh, como me gusta. Que polla tienes, me llena toda. Que ganas tenía que me follaras, -decía mientras prolongaba su beso.

Necesitaba cambiar de postura o me correría rápidamente ya que esa es la postura que más me gusta practicar con mi mujer. Me separé de ella y le ayudé a bajar de la encimera. Cogí una toalla y la puse sobre el retrete para estar un poco más cómodos. Me senté con mi polla apuntando al techo y ella se subió a horcajadas cogiendo mi polla y ensartándosela hasta el fondo con un gemido de gusto.

Le agarré de su precioso y perfecto culo y empecé a menearle hacia adelante y hacia atrás sintiendo como su clítoris se encastraba y rozaba contra mi pubis. Tenía los brazos apoyados sobre mis rodillas lo que hacía que tuviera la espalda arqueada y las tetas apuntando hacia el frente con los pezones muy tiesos, los cuales me llamaban de manera hipnótica, que no dudé en atender, metiéndomelos en la boca y lamerlos con la punta de mi lengua.

Helena permanecía de pie contemplando la escena. Con una mano se acariciaba el coño mientras que con la otra saltaba de un pezón a otro. Levanté la vista y le miré a los ojos. Tenía la misma sonrisa lujuriosa desde que le vimos nada más llegar y despertó esos celos. Se pasó la lengua por el labio superior a modo de provocación y vino hacia nosotros cogiendo a Daniela por la cabeza.

–        ¿Te gusta, zorra? Te lo dije, te va a dar una follada que lo vas a flipar. Y veras cuando se corra dentro de tu coño.

–        Te va a llenar entera de leche. ¿Te queda mucho? ¿Cómo estás?  – me preguntó.

–        No creo que pueda aguantar mucho más. Está muy húmeda y tiene el coño muy estrecho, me está volviendo loco –le contesté.

–        Te quieres correr así o prefieres cambiar de postura y follártela por detrás.

–        Sí, vamos a cambiar. Ven, ponte de pie y apóyate con los brazos en el mostrador y pon el culo en pompa que te voy a dar por detrás – le dije a Daniela mientras que le ayudaba a colocarse.

Ya no podía aguantar mucho más y sabía que me quedaba muy poco para vaciarme. Llevaba toda la semana sin eyacular y las dos folladas que me estaba pegando eran muy salvajes. Me puse detrás de ella, le separé los dos cachetes y se le ensarté con ganas. Busqué su imagen en el reflejo del espejo. Tenía los ojos cerrados y la boca semi-abierta de placer. Al igual que le hice a Helena le cogí de las tetas jugando con los pezones entre mis dedos a modo de tijera, eso suele excitar mucho a las mujeres cuando están cachondas, lo que incrementó considerablemente sus gemidos.

Helena se acercó por uno de los costados comenzando a susurrarle al oído mientras que con una de las manos le excitaba el sexo para que llegara al orgasmo cuanto antes:

–        Te quieres correr, ¡eh? ¿Estás muy cachonda verdad, zorra? ¿Quieres que te llene de leche? ¿Quieres sentirlo todo dentro?

–        Y tú cabrón, ¿quieres vaciarte dentro? ¿Tienes ganas de llenarle con tu semen?

Eso fue el detonante para ambos y encendió la mecha que hizo volar todo por los aires. Siendo consciente que había conseguido su propósito que nos corriéramos a la vez, buscó nuestra imagen de placer absoluto en el espejo y con una sonrisa de satisfacción en la cara, se separó ligeramente de nosotros para que pudiésemos disfrutar del orgasmo juntos.

–        Que gusto por favor. Cómo me gusta. Me voy a correr, me voy a correr, aahh, ahhh, sii, sii, ME CORRROOOOOOOOO, AAAAAAHHHHHHHHHH. JODDDEERRRRRRRRRRR

–        Me viene, me voy a correr en tu coño, te voy a llenar de leche. Joder que gusto, siiii, siii, aahhh, ahhhh, ME CORRRROOOOOOO, AAAAHHHHHHHHH. Sí, toma toda mi corrida dentro.

Me vacié por completo dentro de mi adorable jefa. Lo que había imaginado desde hacía mucho tiempo. Mi polla no paraba de bombear descargas de semen dentro de su vagina mientras le tenía agarrada de sus caderas y le empotraba contra el mostrador.

Ella se dejó caer hacia delante buscando el apoyo del mueble, donde descansar su más que largo y placentero orgasmo. A cada nueva descarga de semen un electrizante espasmo le recorría la columna desde sus pies hasta la cabeza haciendo que se convulsionara ligeramente.

Al cabo de un rato se incorporó, se salió de mí y girándose echó sus brazos alrededor de mi cuello y comenzó a besarme en la boca muy dulcemente.

Helena nos miraba con cara de satisfacción. Se percató del gran reguero de semen y flujo vaginal que le caía a Daniela por la parte interior de sus muslos. Se dirigió hacia ella, nos separó ligueramente, cogió parte del néctar entre sus dedos y se lo metió a Daniela en su boca diciéndole:

–        Este semen es el más rico que he probado en mi vida, y eso que he probado muchos. Por eso no hay que desperdiciarlo – y repitiendo el mismo gesto hizo lo mismo pero esta vez se lo metió en su boca y se morrearon a gusto entre ambas.

Era una escena digna de una película porno. Se besaban con pasión, con ganas, disfrutándose la una de la otra y yo era su invitado de primera fila. Tras un buen rato donde no pararon de meterse mano recorriendo los puntos más erógenos de su cuerpo y repitiendo en varias ocasiones lo que se había convertido en su más delicioso manjar; sucedió algo que me descuadró completamente y que todos alguna vez, aunque remotamente hemos llegado a desear en los rincones más profundos de nuestras pervertidas mentes.

Helena nos cogió a ambos de la mano y nos introdujo dentro de la ducha situándose de rodillas en medio de un habitáculo donde cabían perfectamente seis personas. Acto seguido y recogiéndose el pelo en una coleta, me cogió de la polla y con una mirada de vicio y una sonrisa pícara me dijo:

–        Hhmm, está volviendo a su estado natural, pero todavía está un poco morcillona. Seguro que ahora que te has corrido, necesitaras echar una buena meada.

–        ¡Méame! ¡Vamos méame! Quiero sentir el calor de tu meada en todo mi cuerpo.

No lo dude ni por un instante. Me acerqué a ella y sujetando mi polla con una mano, empecé a descargar chorros de pis sobre sus tetas. Era una autentica lluvia dorada. Un reguero le caía por sus pechos y por todo su cuerpo mojándole el torso, vientre y muslos hasta empaparle por completo.

Justo cuando ya estaba casi terminando y los últimos chorrillos salían de mi miembro, Daniela se hizo un hueco y poniéndole su coño en la boca comenzó a mearse también mientras le cogía de la cabeza y le obligaba a mantener la boca pegada a su sexo, para gran regocijo de Helena, a la que la presión con la que salía el pis le obligó a cerrar la boca o se hubiese atragantado allí mismo.

Cuando terminamos. Se incorporó y nos dimos una ligera ducha a tres para dejar nuestros cuerpos listos para seguir disfrutando de la fiesta. Salimos para secarnos a seis manos entre risas, bromas y algún que otro beso.

Helena fue la primera en salir del cuarto de baño diciéndonos que iba a preparar algo de beber y comer para reponer fuerzas. Mi jefa y yo nos quedamos un rato más terminando de secarnos, momento que aproveché para atraerle hacia mí, cogerle entre mis brazos y darle un auténtico y verdadero beso de amor, que no había vuelto a sentir desde que besé a mi mujer por primera vez, hacía ya mucho tiempo.

PARTE III

Daniela salió primero. Yo me quedé terminando de recoger y tras ponerme la máscara de nuevo salí del baño y de la habitación, me encaminé por el pasillo dirección de nuevo hacia el salón. A mitad del pasillo, comencé a oír gemidos en la habitación de invitados. Allí debía de haber alguien que al igual que habíamos hecho nosotros, habían decidido buscar un poco más de intimidad.

               Cuando llegué a la altura de la habitación, vi cómo la puerta estaba abierta y como había imaginado gente en su interior. Tres hombres rodeaban a una mujer que permanecía tumbada en la cama boca arriba y con los zapatos puestos. Ese pequeño detalle me llamó poderosamente la atención, lo que hizo que, fijándome con mayor atención, pude darme cuenta que eran los de mi mujer.

               Por un instante me quedé medio bloqueado. Fue entonces cuando fijándome en la escena puede reconocer a Hans, quien estaba de espalda a la puerta y de rodillas a la derecha de mi mujer a la altura de su cabeza; a Luis, el marido de Daniela, quien estaba en la misma posición a su izquierda y a un tercero que no conocía de nada que estaba de rodillas entre las piernas de mi esposa y dispuesto a penetrarle, mientras que ella sostenía de polla de los otros dos, una en cada mano e iba alternando poderosas mamadas.

Aluciné no solo por la escena que era digna de peli porno, sino porque mi mujer estaba follando con tres tíos a la vez cosa que nunca habíamos hecho ni habíamos comentado antes. Algún trío habíamos compartido con otras parejas tanto de chicas como de chicos, pero aquello era totalmente nuevo, aunque más allá de la impresión inicial, me produjo una gran excitación lo que hizo me mi miembro empezara a cobrar vida ante lo que estaba viendo.

               Decidí quedarme a contemplar el espectáculo un poco más. El morbo de ver cómo se desenvolvía Virginia con tres tíos era muy grande, además tan liados como estaban en esos momentos me permitía pasar desapercibido. El tercero en discordia, que luego supe era amigo de Hans, se la clavó a mi mujer y comenzó a bombearle a un ritmo constante. Ella mientras tanto iba alternando manadas con un simple giro de cabeza a los que tenía arrodillados junto a su cabeza.

               No paraba de gemir aun con las pollas en la boca. Aprovechaba para tomar aire y gemir un poco más, cada vez que hacia un cambio de miembro. Era un puro espectáculo, el alemán se la follaba arrodillado con las piernas abiertas y lograba permanecer erguido por lo que debería tener un buen miembro ya que desde donde yo estaba le veía clavársela hasta el pubis. Con cada envite que recibía, las preciosas tetas de mi mujer se bamboleaban de arriba abajo. Tenía los pezones muy tiesos y duros, lo que hacía que a su vez tuviera la aureola contraída cambiando a un característico color marroncito y arrugándose considerablemente. Cuando estaba así era una delicia chuparlos y mordisquearlos, algo que le volvía loca. El alemán lo debió de adivinar o quizás ya lo supiera, y se inclinó hacia delante para cogerle cada teta con una mano e ir alternando chupadas y mordiscos en cada pezón.

               No podía verle la cara a mi mujer, pero seguro que lo estaba disfrutando de lo lindo ya que incrementaba los gemidos a cada embestida de su follador. Éste comenzó a aumentar el ritmo lo que hizo que pronto estuviera listo para correrse, pero seguía dentro de ella. Tras un par de embestidas más y por sus gemidos dio a entender que estaba a punto de eyacular, momento que mi mujer dejó de atender las mamadas por un instante, levantó la cabeza ligeramente para mirar fijamente al alemán a los ojos, el cual seguía tumbado sobre ella, y le pidió que se corriera dentro de ella, para acto seguido seguir dedicándose a contentar a sus otros dos compañeros. El alemán comenzó a vaciarse dentro de mi mujer durante un buen rato. Cuando se retiró pude ver como una gran corrida salía del coño de mi mujer y resbalaba hacia la entrada de su culo.

               Hans aprovechó que su amigo se había retirado para con la mano derecha extender la corrida por toda la raja de mi mujer la cual seguía con las piernas muy abiertas. También aprovechó que justo cuando parte de esa corrida llegaba a la altura del ano, se lo lubricara muy bien para acto seguido meterle el dedo pulgar hasta el fondo sin apenas esfuerzo.

               Tras un rato en el que mi mujer seguía comiéndose dos pollas y tenía un dedo metido en el culo, Hans decidió cambiar la postura, no sin antes limpiarle los restos de semen del coño. Se tumbó boca arriba con toda su polla apuntando hacia arriba cual mástil a la espera de ser enfundado. En ese momento me di cuenta del tremendo miembro que gastaba el cabronazo. A simple vista no tenía menos de veinte centímetros y además de un grosor considerable. Mi mujer se subió a horcajadas sobre él cogiéndole la polla y situándosela en la entrada de su coño, se la fue clavando muy lentamente hasta tenerla dentro en tu totalidad mientras que arqueaba el cuerpo y echaba la cabeza hacia atrás en un claro gesto de placer y sin parar de gemir y suspirar en ningún momento como si eso le fuera calmando ante tal penetración.

               Se aferró con sus dos manazas al culo de mi mujer y comenzó a marcarle el ritmo de la follada. Virginia se apoyó sobre el torso con ambos brazos quedando a merced del vaivén que marcaba el alemán. No podía verle la cara desde donde estaba, pero seguro que una sonrisa de satisfacción se dibujaba en su cara.

               Los otros contendientes ahora se situaron de pie para que mi mujer pudiera seguir disfrutando de sus pollas, a la vez que Hans podía disfrutar de esas tetas que ahora se bamboleaban en un movimiento hipnótico y libremente. Tras un rato de intercambiar mamadas de uno a otro, se inclinó sobre Hans y comenzó a morrearle mientras este le daba azotes en ese culo que a mí tanto me gustaba.

               Lo que ocurrió a continuación me dejó de piedra. Así como estaba inclinada sobre Hans, mi mujer tenía su culo en pompa, lo que aprovechó Luis, el marido de mi jefa, para ponerse justo por detrás y dispuesto a penetrarle. El otro compinche le pasó un bote que supuse era de lubricante y empezó a echarle por la raja del culo y por su ano. En ese momento mi polla tomó su máxima expresión por la excitación de saber lo que venía a continuación. Pude ver como Luis, le abrió los cachetes del culo y supuse apoyó la punta de su polla en el agujero del culo, comenzando a penetrarle muy poco a poco. Virginia dejó de besar a Hans debido a la reciente penetración anal y comenzó a gemir de dolor. El alemán por su parte le recogió el pelo en una coleta por detrás de la cabeza y le miraba muy fijamente, pidiéndole al otro que siguiera sin pausa ya que la situación le estaba poniendo muy cachondo. Luis prosiguió con su penetración hasta que consiguió metérsela por completo. Al tener ambos sus sendas pollas dentro de mi mujer, comenzaron un vaivén al unísono mientras que ella se acostumbraba a recibir y disfrutar en esa nueva postura.

               Estaba alucinado. Le estaban dando por el culo a mi mujer, y tras lo visto y pese al dolor inicial, los gemidos de placer confirmaban que lo estaba disfrutando y mucho. Numerosas veces le había pedido penetrarle por detrás, pero siempre se había resistido alegando que ni estaba preparada ni su culo lo permitía por ser muy estrecho, de ahí que la situación era una mezcla de humillación, malestar y engaño.

              

En esos pensamientos estaba cuando Helena se acercó por detrás y pegó su cuerpo desnudo

 al mío abrazándome con un brazo mientras que con el otro me ponía una cerveza delante de la cara. No me di cuenta que era ella hasta que me susurró al oído:

–        Vaya con tu mujer. Diría que está disfrutando de lo lindo. Vaya follada le están dando a la muy puta, dos pollas para ella sola y mira, parece que le van a meter una tercera.

–        Aunque a ti no parece que te desagrade mucho –dijo cogiendo mi polla tiesa con una de sus manos.

En ese momento el otro alemán que continuaba de pie, se puso frente a mi mujer y le metió la polla en su boca, mientras que con la mano por detrás de la cabeza le marcaba el ritmo de la mamada.

–        He hablado con Daniela y ha aceptado que nos vayamos a mi casa para seguir allí nuestra propia fiesta. ¿Te vienes o prefieres seguir viendo cómo se follan a la puta de tu mujer, para luego pajearte como un cornudo? –sentenció con un susurro.

–        Nos vestimos y nos vamos, tú veras.

Dejé a mi mujer en medio de aquella follada y seguí a Helena por el pasillo camino de la entrada donde estaba el armario con nuestra ropa. Daniela ya se encontraba allí esperándonos con un vestido muy ligero y lista para salir. Nos vestimos rápidamente y sin decir nada a nadie, salimos de la casa. Nos montamos en el ascensor y Helena aprovechó el momento para darle las últimas novedades a Daniela:

–        Joder con Virginia, ¡qué puta es la cabrona! Le hemos visto follándose a tres –le comentaba a Daniela.

–        Ah, ¿sí? Vaya con tu mujer, no tiene pinta de ser tan puta –me dijo con cara de asombro.

–        Bueno, nosotras no nos quedamos atrás –dijo con una sonrisa – Te noto un poco decaído, no te preocupes que nosotras te vamos a alegrar lo que queda de noche. Lo de antes ha sido un aperitivo, ¿no crees? –y cogiéndonos de nuestras caras, nos dio un morreo a cada uno.

Llegamos al coche de Helena. Me preguntó si lo quería llevar, pero Daniela le convenció para que condujera ella mientras nosotros aprovechábamos para ir en el asiento de atrás. No paramos de besarnos y meternos mano durante todo el camino. Helena por su parte no hacía más que mirarnos por el espejo retrovisor y girarse a mirar de vez en cuando aprovechando los semáforos en rojo. Daniela seguía con su estado de excitación. No llevaba bragas por lo que meterle mano por debajo de ese vestido tan corto era muy fácil. Estaba muy empapada, no paraba de gemir cada vez que le tocaba el clítoris. Tampoco llevaba sujetador por lo que los pezones duros se le marcaban debajo del vestido. Con las piernas totalmente abiertas y el vestido remangado hasta la cintura no paraba de pedirme que le masturbara, incluso me incliné un par de veces a chuparle el coño el cual estaba cada vez más húmedo. Tras besarle, lamerle y chupar el clítoris me cogía de la cara para morrearme y saborear sus propios jugos a través de mi boca.

–        No aguanto más -dijo al cabo de un rato.

–        Si sigues tocándome así, voy a correrme enseguida. Hhhmm, cómo me gusta que me toques el coño.

A mí se me había olvidado por completo la escena de mi mujer y estaba disfrutando otra vez de esa preciosa mujer que me pedía seguir dándole placer sin descanso. Esos gemidos volvieron a encender mis instintos sexuales más salvajes. Continuaba morreándole y acariciando su precioso coño tratando de proporcionarle una maravillosa corrida a mi jefa.

–        ¿Quieres correrte?

–        Te puedes correr, pero tienes que gritar como una posesa cuando te corras –le dije mirándole a los ojos.

Aumenté los movimientos para acelerar su orgasmo mientras que ella seguía gimiendo y tocándose las tetas por encima del vestido. Helena por su parte me incitaba a conseguir que se corriera lo antes posible, mirándome a través del espejo. El brillo de sus ojos era de vicio total y en su mirada podía ver que le encantaría ser ella la que estuviera sentada detrás conmigo.

–        Me voy a correr, me voy a correr, aaahh, ahhhh, no aguanto más, que gusto, me quiero correr.

–        Grita, Grita que te corres –no paraba de susurrarle al oído.

–        ME CORRO, ME CORRRRROOOOOOOOOO, AHAHAHHHHHHHHHH, QUE GUSTO JODERRRRRRR, AAAAAHAHHHHHHHHHH, COMO ME GUSTAAAAAAA , AAAAAAAAHHHH

Empezó a convulsionar mientras que yo seguía castigándole el clítoris para aumentar la duración del orgasmo. A medida que iba bajando la intensidad, le metí el dedo corazón en su húmedo coño si apenas esfuerzo y al cabo de unos segundos le metí también el índice. Tenía los ojos cerrados y la boca medio abierta del placer y el gusto que le estaba provocando. Saqué los dedos empapados de sus jugos vaginales y se los metí en la boca para que probara tan delicioso néctar, los recibió con ansia y los chupó como si de una polla se tratara.

Casi habíamos llegado a casa de Helena por lo que, tras aparcar casi en la puerta, nos bajamos del coche y nos dirigimos a la entrada. Como era de esperar no había nadie, lo había planeado todo con mucho cuidado, entramos por un jardincito que llevaba a la entrada principal y tras buscar las llaves en un bolso diminuto, la anfitriona nos cedió el paso para entrar a un recibidor completamente a oscuras. La escena me excitaba sobre manera. La última vez que había estado allí, estuvimos follando toda la noche y ante la idea de repetir la misma jornada, pero con dos pibones a la vez, era algo que no imaginaba en mis mejores sueños.

Nuestra anfitriona se lanzó a por mí comenzándome a morrear como una posesa. Estaba claro que la escena del coche le había puesto muy cachonda; me daba la sensación que era consciente de mi atracción por Daniela, pero quería dar a demostrar su posesión y condición de hembra dominante al mando de la situación.

Nos condujo al salón y nos indicó que nos acomodásemos y nos sugirió quitarnos la ropa para estar más cómodos, mientras desde la cocina nos preguntaba qué queríamos tomar. Aproveché la ocasión para ayudar a desnudarse a mi jefa, quien volvía a estar totalmente desnuda ante mis ojos, esta vez sin ligueros ni medias. Por mi parte hice lo mismo y me senté junto a ella mientras le acariciaba los muslos y alternaba besos entre tus tetas y su boca.

–        Eh, esperar a que yo llegue que, ya me habéis puesto bastante cachonda en el coche.

–        Eres un poco cabrona ¿no? Déjame un poco para mí que te acaba de dar un orgasmo de la hostia –le decía a mi jefa mientras que ponía unas cervezas y algo de picar sobre la mesa.

Se sentó de rodillas en el suelo entre mis piernas. Comenzó a acariciarme y adarme besos en los muslos y fue subiendo poco a poco hasta llegar a las ingles y continuar hacia el pubis. Me miró a la cara y sonrió al ver que mi miembro empezaba a cobrar vida a medida que se iba acercando hacia él, sabedor de lo que vendría a continuación. Con su mano derecha cogió mi polla erecta y comenzó a pajearla lentamente mientras que se metía los huevos en su boca y comenzaba a chuparlos con lentos y profundos lametazos, para pasar a chuparme la polla en toda su extensión.

Cambió de mano para poder tocarle el coño a Daniela quien se había arrimado a mí y había comenzado a besarme. Tras un rato de chuparme la polla a conciencia, es una auténtica experta, se puso de pie y se sentó a horcajadas sobre mis muslos. No quiso empalarse mi polla, sino que, tras unos instantes de ver cómo continuábamos besándonos, se movió hacia adelante para poner su coño sobre mi polla y empezar a restregarse con movimientos circulares, mientras que miraba a Daniela y le sonreía dando a entender que ahora le tocaba a ella disfrutar conmigo.

Le cogió de la cara con su mano derecha y le dio un buen morreo. Acto seguido hizo lo mismo conmigo cogiéndome por la barbilla. Cuando terminó se incorporó, cogió mi polla y se la colocó a la entrada de su coño para dejándose caer suavemente, metérsela por completo con un pequeño gemido. Se medió media vuelta y se echó para atrás para coger una de las cervezas que había sobre la mesa. Dio un trago de la botella y acercando sus labios a los míos depositó gran parte del líquido dentro de mi boca, lo que me excitó sobre manera y tras tragármelo continué con un beso de lo más lascivo.

–        Hhmmm, veo que te gusta –me dijo repitiendo el gesto de darme de beber, sin parar de follarme muy despacio.

–        ¿Tú también quieres beber de mi boca? –le preguntó a Daniela que ya había empezado a masturbarse con una mano mientras que con la otra se tocaba los duros pezones.

Le dio de beber un par de veces de manera tan sensual también a ella, recreándose en los morreos entre trago y trago lo que me daba la oportunidad de chuparle y morderle los pezones mientras que empujaba de mis caderas para que sintiera mi polla muy dentro de su vagina, lo que le proporciona cortos gemidos de placer.

Se inclinó hacia atrás dejando la botella sobre la mesa y aprovecho para apoyar ambas manos sobre mis rodillas, lo que hizo que se le arqueara el cuerpo hacia tras dejando sus duras tetas a mi total disposición. Las cogí con ambas manos y comencé a chuparlas y a juagar con la punta haciendo círculos con la punta de mi lengua, incrementando su nivel de placer. Daniela vio que aquello le excitaba mucho y me acompaño en el trabajo de comerle ambas tetas.

–        Ahh, ahh, hhmm, que gusto. Como me gusta que me comáis las tetas.

–        Sí, sí, así no paréis, que me estáis poniendo a mil. Por favor, ¡qué gustooo!! –gemía mientras que incrementaba la presión y el roce de su clítoris contra mi polla.

–        Ahhh, ahhh, qué calientes estás. Qué caliente tienes el coño, zorra. Estás muy húmeda –le decía mirándole a los ojos mientras que con las manos en su culo iba aumentando la rapidez de la follada.

Me devolvió la mirada con una sonrisa y con un gesto de aquí estoy yo para follarte como sé que te gusta y al mando de todo lo que yo quiera. Le metí el dedo corazón en la boca para que lo humedeciera con su saliva. Cuando ya estaba bien empapado lo saqué y lo dirigí hacia su ano. Ella se percató de la jugada y cogiéndose los cachetes con ambas manos se lo abrió para facilitar la entrada. Se lo masajeé bien para facilitar la penetración, pero la saliva se evaporó rápidamente. Volví a repetir la operación, pero esta vez aporté un poco de mi saliva para que fuera más cantidad. Ahora sí estaba más lubricado por lo que comencé a penetrarle muy despacito, notando como las paredes de su ano se iban dilatando poco a poco engullendo mi dedo.

No pude meterle el dedo más que hasta la primera falange. Notaba como su ano boqueaba, como intentando respirar para permitir que mi dedo entrara. La parte más interna estaba seca lo que iba a dificultar que el dedo entrara sin hacerle daño.

–        No. Me parece que no entra. Hay que lubricarlo un poco más.

–        Dile que me lo coma –me hizo un gesto con la cabeza y demostrando su dominación.

Daniela seguía tocándose el coño y alternaba chupadas a las tetas de Helena con morreos conmigo. Tras uno de esos morreos, le cogí de la cabeza y casi obligándole a bajarse del sofá, le puse detrás de Helena quien se abrió los cachetes todo lo que pudo dejando su perfecto y rosado ojete al descubierto, momento en el que dirigiendo la cara de mi jefa hacia su destino le dije con voz tajante:

–        ¡Cómele el culo! Vamos, cómele bien el culo.

–        Quiero que se lo humedezcas bien, le metas la lengua hasta el fondo y se lo dilates para que le pueda meter mi dedo hasta el fondo –sin soltar la presa que tenía de su pelo a la altura de la nuca.

No necesité mantener la presa mucho tiempo ya que se esmeró con ganas, incluso Helena se soltó los cachetes siendo su comensal quien se los abría con mucho ahínco, para facilitar la comida de su culo.

–        ¡Qué bien lo come esta cabrona! Me está metiendo la lengua hasta el fondo, creo que ya lo tienes a punto.

–        Hhhmm, que gusto, sigue así no pares de hacerme eso con la lengua –mientras que la otra daba círculos a su ano con la punta de la lengua.

Volví a meterle el dedo en la boca, ya que eso me ponía muchísimo y comencé a metérselo por el culo. Esta vez entró sin esfuerzo alguno hasta hacer tope con la palma de mi mano. Una vez dentro comencé un movimiento de mete-saca como si le estuviese follando. Tener sus dos agujeros rellenos le estaba produciendo un placer tremendo, pero a mí esa posición empezó a entumecer mi hombro y mi brazo por lo que le hice un gesto a Daniela para que fuese ella quien se ocupara de mantener su agujero lleno, lo que hizo con un dedo al principio continuando con dos al poco rato a medida que aumentaba su goce.

–        Aaahhhh, aaaahhhhhh que gustooooo. Como me gusta. Que follada me estáis pegando, cabrones.

–        Siiiiiii, siiiii, así, así, me voy a correr. Quiero correrme con tu polla en el coño y tus dedos en mi culo. Así, así, no pares, siiiiiii, aaaaahhhhh.

–        Me voy a correr, me corro, me corrrooooooooooo, aaaaaaahahhahahhhhhhhhhh, sssssssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Joderrrr que gustoooooooooo.

Se corrió mientras me cogía la cara entre sus manos y apoyaba su frente y su nariz contra la mía, al más puro estilo maorí, cuando hacen su saludo tradicional de bienvenida. No paraba de tener convulsiones por su reciente orgasmo, incluso seguía moviéndose disfrutando de mi polla dentro, lo que unido a los dedos que tenía dentro de su culo, hacía que el orgasmo no llegara a su fin.

Cuando Daniela dejó de castigar su culo y su cuerpo fue recobrando la normalidad, pese a seguir teniendo alguna que otra convulsión de vez en cuando debido al constante roce de mi pene con su clítoris, logró moverse hacia un lado y se dejó caer en el sofá tumbada boca arriba todavía jadeante. No le duró mucho el descanso ya que Daniela acercándose sobre ella comenzó a besarle primero en la boca para ir posteriormente bajando poco a poco hacia sus tetas para seguir por su tripa, hacia su pubis y terminar recreándose en su clítoris.

–        Hmm, hhmm. No, no. Para por favor, para, que no puedo más –le decía con una súplica ya que le había pillado desprevenida la última chupada de clítoris.

–        Uff, estoy agotada. Cómo me ha gustado –dijo atrayendo a Daniela hacia su boca y compartiendo un buen morreo.

Me encantaba verles cómo se morreaban. Lo hacían de una manera muy natural, era como si fuesen pareja ya que demostraban una gran complicidad entre ambas.

Yo seguía muy empalmado y mientras les miraba, me pajeaba suavemente. Al cabo de un rato de estar besándose, cayeron en la cuenta de que yo seguía allí y fijándose en que yo me pajeaba despacio, abandonaron su momento lésbico y vinieron hacia mí, como dos gatitas en celo.

Helena se puso de pie y cogiéndome de la mano me hizo levantarme para que le siguiera atravesando el salón para coger las escaleras y dirigirnos a la planta de arriba donde tenía el dormitorio. Daniela nos precedía y pude comprobar cómo se le bamboleaba el buen culo que tenía cada vez que subía un peldaño. Ese movimiento hipnótico tampoco le pasó desapercibido a Helena quien soltándose de mi mano le cogió a nuestra amiga ambos cachetes, dándole una buena cachetada cuando llegamos al final de la escalera.

Entramos en la habitación, Helena encendió un par de lámparas de las mesillas para dar un ambiente más cálido y quitó los cojines y la colcha abriendo la cama para nuestra siguiente sesión de sexo.

No tardamos mucho en comenzar a disfrutar de nuestros cuerpos y comenzar a besarnos los tres a la vez. Estábamos haciendo un circulo de rodillas en el centro de la cama. Ellas con las piernas separadas para poder tener un buen acceso a su sexo y yo con una ya considerable erección. Tenía a Daniela a mi derecha ya que al ser diestro quería hacerle un buen calentamiento antes de follármela, además dejando a Helena a mi izquierda hacia que me pudiera coger la polla con su mano derecha, cosa que así hizo en cuanto entramos en materia.

Me lancé a por el coño de Daniela y empecé a trabajarlo poco a poco mientras que con la otra mano cogía a Helena de la cara y me dedicaba a morrearle. Ésta por su parte cogió mi polla y comenzó a pajearla suavemente mientras que a cada poco abandonaba mis morreos para morrearse con Daniela. No pasó mucho tiempo para que se agachara y comenzara a chuparme la polla con grandes mamadas. Se metía la polla en la boca en su totalidad lo que hacía que al llegarle a la campanilla le produjera alguna arcada espontánea, pero aun así no cejaba en lubricármela bien, mientras que Daniela le ayudaba empujándole de la cabeza.

Al rato cambiamos de postura. Quería comerle el coño a mi jefa por lo que se tumbó boca arriba con las piernas abiertas dejándome todo su coño a mi disposición, yo me agarré a sus muslos situándome entre ambas para comenzar a chupárselo en toda su plenitud y Helena se sentó en su cara para que también le hiciera una buena comida de coño.

Cuando ya creí que tenía bien húmedo su coño, decidí que era el momento de follármela. Situé mi polla en la entrada de su coño y ella se abrió ligueramente los labrios vaginales para facilitarme la entrada, aunque con lo mojada que estaba, sólo fue necesario un ligero empujón de cadera para metérsela en su totalidad hasta el fondo.

–        Aahh, sí, que gusto. ¡Qué bien entra! Hhhmmm, que placer, cómo me gusta tener tu polla dentro de mí –decía mientras seguía comiéndole el coño a Helena.

–        Sigue, no pares de chupármelo, puta. Aahhh, así, así, sigue haciéndome eso con la lengua en el clítoris – le decía mientras se inclinaba hacia delante para castigarle ella su clítoris y aprovechar para besarme.

–        Hhhhmmm, que rico. Sabes a su coño. Que flujo más rico tiene –me decía Helena, mientras me cogía de la cabeza para morrearme.

–        ¿Cómo quieres correrte? Quiero comerme toda tu corrida cuando te vacíes dentro de su coño.

–        Quiero ponerle a cuatro patas y rebotar contra ese culo tan rico para darle unos azotes por puta –le decía mientras que no paraba de bombearle sin parar.

Helena se levantó para satisfacer mis deseos de follarme a mi jefa a cuatro patas. Le dio la vuelta y le dejó preparada para que se la metiera mientras que yo me ponía de rodillas detrás de ella y Helena se situaba debajo haciendo un perfecto sesenta y nueve entre ambas mujeres.

Le abrí los cachetes y Helena desde abajo cogió mi polla y tras una última mamada, la puso en la entrada de su vagina. Se la clavé de un solo movimiento mientras que mi jefa exhalaba un gemido de placer. Me agarré de sus caderas y comencé a follarle a ritmo acompasado mientras que con cada choque contra su culo sus cachetes rebotaban al unísono provocándome una excitación brutal.

No se daban tregua en comerse y lamerse el coño mutuamente lanzando grititos de placer cada vez que paraban a tomar aire para respirar. Sabía que no podría aguantar mucho más por lo que aceleré el ritmo ligeramente para poder vaciarme en ella como era mi intención.

–        ¿Te gusta, zorra? –le decía mientras le daba cachetadas en el culo.

–        ¿Te gusta que te folle? Me voy a correr en tu coño y te voy a llenar de leche ese coño tan húmedo que tienes de lo cachonda que estás.

–        Ahh, que gusto, que gusto joder. ¡Cómo me gusta follarte, puta!

Estaba extasiado, Mientras me follaba a mi jefa, Helena alternaba comerle el coño, con chuparme los huevos, lo que aumentaba mi excitación y mis ganas de vaciarme.

–        Siiiiii, siiiii, dame más, sigue, sigue follándome, por favor no pares de follarme.

–        Aaaahhhh, aaahhhhh, joder que gusto, me gusta, me gusta, no pares, dame toda tu leche. Lléname con toda tu leche. Córrete dentro, cabrón. Follameeee!!!!

–        ¿Quieres que me corra, puta? ¿Quieres que te llene de leche?

–        Me voy a correr, me voy a correr, ssssiiii, ssiiiiiii, aaaaahhhhhhh, aaahhhhhh, Me corro, me corrrrrroooooooooooo. Que gustooooo, ¡aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!

Me vacié entero dentro, mientras le tenía cogida de las caderas y no paraba de empujarle para llegar lo más profundo de su sexo con mi polla y llenarle entera de mi corrida. Notaba como mi polla hacía varias descargas de semen, que por lo que podía sentir, estando dentro de ella, llevaban abundante cantidad, haciendo que pronto se rebosaran de su coño.

Ella se corrió con un largo orgasmo ayudada por la comida que le estaba dando Helena. No paraba de dar estertores con cada lengüetazo en su clítoris. Por lo menos tuvo dos orgasmos en el tiempo que tuve metida mi polla dentro de su coño. Cuando noté que empezaba a empequeñecerse, la saqué de aquella cueva de placer, lo que hizo que toda mi corrida unida a los jugos que emanaban de su sexo, cayeran sobre la boca de Helena quien la recibió ansiosa de no desperdiciar nada para acto seguido meterse mi polla en la boca para dejármela muy limpia tras el gran orgasmo que habíamos tenido.

Continuamos hasta altas horas de la noche disfrutando del buen sexo sin límite alguno. Penetraciones anales de todo tipo y para todos, corridas múltiples, masajes sensuales que hicieron la delicia de mis dos amantes y lo que más pude disfrutar al realizar una de mis fantasías sexuales que siempre había imaginado con aquellas dos bellezas, eyacular en sus caras mientras ellas permanecían de rodillas y luchaban por acaparar la mayor cantidad de semen posible en su boca para luego compartirlo entre ellas mientras que no paraban de morrearse y limpiarme la polla a turnos. Al final y después de tanto sexo, terminamos dormidos muy abrazos los tres, conmigo en el centro abrazando a Daniela por detrás, mientras que Helena se agarraba a mí.

Las semanas posteriores pasaron sin ninguna novedad y como si nada hubiese ocurrido. En la oficina la relación entre todos era de lo más normal, fluida y nadie hubiese imaginado lo que había pasado en casa de nuestra jefa con ella y nuestra compañera. En cuanto a nosotros como pareja, Virginia no me preguntó nada en absoluto y yo tampoco quise saber nada o preguntarle por la escena que había visto compartiendo cama con tres tíos a la vez. Ella disfrutó de lo que al parecer eran sus fantasías y yo de las mías.  

Al cabo de unos meses al volver de una reunión, me encontré un paquete encima de mi mesa con mi nombre. Lo abrí y era una pequeña caja que contenía un pen drive en su interior y una nota donde especificaba que era contenido privado y confidencial. También hacía referencia a desconcertar el sonido en una primera instancia y a visualizar el contenido a solas. Lo firmaba una D y tres equis a modo de tres besos.

Cerré la puerta de mi despacho y le dije a mi secretaria por el interfono que no me pasara mensajes ni llamadas hasta nuevo aviso y que no me molestara nadie en absoluto hasta nueva orden.

Estaba bastante intrigado con todo aquello así que conecté el pen drive en el ordenador y tras el consiguiente análisis de seguridad me dispuse a abrir el contenido. Era un video y bastante pesado por las propiedades que aparecían en el icono, 1.2Gb, me decidí a ver su contenido.

Me quedé de piedra con la primera imagen. Era la fiesta en casa de mi jefa, pero ya avanzada en faena. La cámara se movía por todo el salón y se recreaba en las diferentes parejas y en como follaban unas, se chupaban los sexos otras, y tríos, en definitiva, una orgia en general. Por eso eran obligatorias las máscaras. El cámara iba cambiando de una pareja a otra en función del grado de intensidad de lo que estuvieran haciendo en ese momento. Si alguien estaba a punto de correrse, dejaba de grabar la escena que estuvieran rodando en ese momento y se giraba para captar el instante preciso que quería captar.

Ni que decir tiene que nada ver las primeras imágenes, mi polla se puso como una estaca al recordar aquel día. Aceleré la imagen para ver si había alguna imagen de mi mujer, ya que sabía perfectamente que tanto Daniela como Helena como yo no saldríamos en ese video al haber abandonado la casa.

Había multitud de escenas de mi mujer en el video. De hecho, parecía la protagonista de la película, supongo que Hans habría insistido en ello. Había escenas de todo tipo y en todas posiciones, con hombres, mujeres, en tríos, penetraciones múltiples…. Estaba perplejo. Habíamos hecho tríos con otros amigos en alguna ocasión, pero aquello era una autentica película porno, donde mi mujer era la estrella. Las escenas se iban sucediendo unas con otras en diferentes escenarios, ya que quien hubiera montado el video se había encargado de quitar lo que no consideraba imprescindible y así pude ver que mi mujer se pasó toda la noche follando sin parar y con absolutamente todos los participantes de la fiesta ya fueran hombres o mujeres.

Vi que quedaba mucho hasta terminar el video por lo que, haciendo uso del ratón, deslicé el cursor para pasar la película a modo rápido hasta casi el final deteniéndome en una escena que me dejó completamente boquiabierto.

Mi mujer aparecía inclinada comiéndole la polla a un tío que estaba sentado sobre la mesa del comedor. Tenía las piernas abiertas mientras que otro le cogía de las tetas y se la follaba por detrás embistiéndole con un ritmo considerable lo que presagiaba que se correría en breve. Al cabo de un rato le soltó las tetas y se cogió de las caderas para poder empujar bien al llegar la corrida, lo que hizo que éstas comenzaran un balanceo hipnótico y perfecto. El tipo en cuestión se corrió entre grandes gemidos de placer. Sin apenas un momento de respiro, más que para que la reciente corrida saliera del coño de mi mujer y cayera al suelo, apareció otro y ocupó su lugar para proseguir con la misma escena y repetir el mismo resultado, dejándole una nueva corrida en el interior a Virginia.

Así se repitió la escena dos veces más hasta que el hombre a quien se la estaba chupando eyaculó en su boca y Hans quien había sido el último en montar a mi mujer se corrió en su interior, retirándose para dejar vía de escape a su reciente eyaculación, la cual fue a parar a un gran charco de semen que se acumulaba en el suelo a los pies de mi mujer. La cámara se entretuvo en captar ese momento y en ir subiendo por las piernas de Virginia donde regueros de semen y flujo vaginal caían por sus muslos, hasta terminar enfocando el coño de donde hilos de semen seguían cayendo a medida que hacía fuerza para que salieran del interior de su coño. Acto seguido se dio la vuelta, se puso de cuclillas y comenzó a chupar y limpiar las pollas de todos aquellos que se la habían follado, mientras le seguían sobando las tetas.

No me lo podía creer. Conocía perfectamente su cuerpo y cada lunar, cicatriz, marca y hasta el más mínimo de detalle de su anatomía, por eso sabía que era ella a pesar de llevar el antifaz. Estaba en shock, una cosa era disfrutar de una orgía con amigos y otras parejas, pero aquello era una clara muestra de ninfomanía de la que no era consciente hasta ese momento.

Todo el subidón de recordar esa noche, la erección inicial al poner el video, la excitación de saber y ver que se follaran a mi mujer y sentirse deseada, se me bajó de golpe. De hecho, me dio una sensación de repugnancia que no había sentido hasta entonces. Apagué el ordenador, guardé el pen drive en la caja fuerte y me quedé mirando la pantalla en negro durante casi toda la mañana.

Al poco tiempo en una de las discusiones, que por desgracia se habían hecho más habituales, decidimos separarnos. Nunca tuve ocasión de mostrarle y comentarle el contenido de aquel video ni lo que pasó en aquella fiesta. Me dijo que me quedara con los niños; al día siguiente recogió sus cosas y se fue a vivir a Múnich.

Pero eso, quizás, sea otra historia…

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2 respuestas

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