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Inesperado encuentro
INESPERADO ENCUENTRO DESPUÉS DE UNOS 30 AÑOS
Estaba departiendo en el comedor del club con los amigos que nos reuníamos cada jueves de semana, cuando sentí un golpecito en el hombro. Al voltear encontré a una señora de presencia agradable, que me miraba con una sonrisa. ¿Sí? Dije, mientras me levantaba. Andrés, siempre tan poco fisonomista, me lanzó. Perdona, pero así soy, le contesté. Separándome de la mesa me dijo: Han pasado más de veintitantos años y yo aún te recuerdo muy claramente. Mientras hablaba, mi cerebro trabajaba aceleradamente para despertar mi memoria, hasta que incrédulo le dije: no me digas que eres Alicia. Efectivamente, soy Alicia. Al momento nos estrechamos en un cariñoso y largo abrazo. Yo te hacía en Alemania, le dije sin soltarle las dos manos; qué sorpresa me has dado. Estoy en Lima desde hace unos meses, ya que al quedar viuda hace un año, decidí vender todo y retornar. Me gustaría conversar de tantas cosas y ponernos al día; este es mi celular y llámame cuándo puedas, entregándome una servilleta donde había escrito el número. Terminó diciéndome: regresemos a nuestras mesas, que nos están esperando. Le dije, te llamaré de todas maneras, ya me hiciste el día al contactarme y darme ésta muy agradable sorpresa de volverte a ves. Nos dimos beso en la mejilla y nos separamos, previo “nos vemos”.
Yo había cumplido 52 años y tenía un emprendimiento que me ocupaba el día. Cuidaba mi estado físico, para lo cual asistía al club para hacer tenis. Había sido enamorado de Alicia cuando ella tenía 18 años y yo 21. Nuestro romance duró 5 años ya que, cuando terminó sus estudios de administración, su padre la envió a Alemania para que aprendiera bien el idioma aprovechando que tenía otra hija residiendo allá. Nuestro enamoramiento nos llevó a conocer nuestra sexualidad en niveles muy románticos. Siempre conseguíamos los permisos y pretextos para pasar los fines de semana juntos o llegar tarde los viernes o sábados de discotecas. Ascendimos desde la masturbación mutua hasta las penetraciones. Todo muy delicado y sin ningún extremo, ya que por nuestra juventud desconocíamos muchísimos usos para lograr el placer sexual. Eso sí, usábamos preservativos casi siempre, salvo los primeros días previos a la siguiente menstruación. Esos cinco años fueron una etapa muy feliz y gratificante para ambos. Iniciamos una correspondencia semanal. Pasados un par de meses o más, Alicia me anunció que su tía le había conseguido una beca para seguir estudios de posgrado en una universidad ubicada en otra ciudad, los cuales iban a durar unos 18 meses. Obviamente, que la noticia que me envió Alicia me desarmó. Yo esperaba que nuestra separación duraría unos 4 meses y ahora se convertiría en un par de años, por lo menos. Nuestra correspondencia se fue distanciando cada vez más, hasta que casi al año me escribió que debíamos suspender nuestra relación, puesto que a la distancia era sumamente difícil sostenerla. Me dejaba en completa libertad, muy a su pesar, pero había que ser realista. Mi respuesta no se hizo esperar, dándole la razón en todo sentido y agradeciéndole por su franqueza y todos los inolvidables momentos que pasamos juntos.
Pasaron unos días, hasta que tuve uno libre de compromisos laborales y sociales, a los cuales yo asistía puntualmente para distraerme desde que terminé mi divorcio. Cogí el celular y marqué el número de Alicia. Ésta contestó en unos momentos y al escuchar mi nombre, noté un cambio de tono en su voz por otro más agradable. Luego de los saludos del caso y antes que se lo propusiera, me preguntó si quería venir a su casa, a eso de las siete de la noche, para la conversación pactada. Por supuesto respondí, para eso te llamaba. Luego de recibir su dirección nos despedimos. Mientras tomaba una ducha y me vestía, me puse a recordar su figura. Claro que ya no era la chica de 20 años que conocí, ahora era una mujer madura de 49 años. Mantenía un cuerpo esbelto, con una cara aún atractiva obviamente reforzada con un poco de maquillaje. Se le notaba un ligero sobrepeso, pero sin llegar a tener “rollos” y con una sonrisa agradable, tal como la recordaba. Eso fue lo que pude observar el día que me contacto en el club.
Al llegar a su departamento, me recibió con mucho afecto. Me encontré con una mujer madura, muy alegre y vestida a la moda. Se le veía atractiva a pesar de los años, que los disimulaba muy bien. El departamento decorado y amoblado con muy buen gusto. Me llevó hacia un cómodo sofá que, al costado, tenía una mesita ocupada con un par de vasos y una hielera. Escogimos tomar whisky con agua natural y luego del primer brindis, empezamos a conversar, obviamente, sobre nuestras vidas. Inicié mi historia desde que me gradué de ingeniero, siguiendo con mis estudios posteriores en USA y mi primer trabajo local, todo amenizado con diferentes anécdotas y comentarios de una y otra parte. Por su lado, me contó lo duro que había sido ambientarse en Alemania y aprender el lenguaje y los usos o costumbres sociales. Le sirvió de mucho la determinación de su tía, para que ninguno de la casa le hable en español, fuera que en el pueblo donde habitaba no había español o latino alguno. Ese forzado aprendizaje, apoyado por las clases de gramática que le daba el marido de su tía, fueron la clave que le permitieron asistir, sin ningún problema, a las clases universitarias en la vecina ciudad de Colonia. Salió de ella con un Magister en Administración y con un pretendiente germano. Al ser ya bilingüe, consiguió un buen trabajo que le permitió pagar un pequeño departamento. Con el tiempo, empezó a vivir junto con su novio y al año, se casaron. Así pasaron una veintena de años, durante los cuales progresaron laboral y económicamente ambos, pero con el agravante que se esmeraron en no tener descendencia y cuando quisieron, ya no lo pudieron lograr. El alto nivel de vida que empezaron a tener y los frecuentes días y noches del “dolce fare niente”, los llevaron a ampliar su círculo social, muchas veces con personas de vida más divertida que la de ellos. Así pasaron alegremente varios años hasta que a su marido le detectaron un cáncer, que en un año lo llevó a la tumba.
En ese punto, ya nos habíamos tomado un par de 3 wiskis cada uno. Alicia me dijo que traería unos canapés que había preparado, pero antes se dirigió a un equipo y colocó su celular, que permitía emitir cadenciosa música ambiental. En unos minutos se presentó con un par de fuentes de canapés de diferentes y variados contenidos. Los puso entre los dos, sobre un pequeño mantel protegiendo el sofá. Espero que te gusten, me dijo, he tratado de hacerlos con la menor cantidad de grasa posible, para que no perdamos nuestra figura, añadió, mostrando su linda sonrisa. Esos bocaditos hicieron que los tragos consumidos, ralentizaron la creciente euforia que teníamos. En un momento Alicia me preguntó, cómo me había ido en mi matrimonio. Bueno, le dije no tan mal…pero me hubiera podido ir peor. Los primeros años realmente fueron buenos. Superamos el suceso que mi esposa perdió un bebé y desafortunadamente, quedó imposibilitada de tener hijos. Al poco tiempo, entró en una depresión enorme ocasionada seguramente por ese problema, de la cual no fue posible sacarla por más médicos, medicinas, consejeros y cuidados que se le dispensaron. Al final, le dio por echarme la culpa de lo sucedido y consecuentemente, no quería verme y se ponía muy mal cuando quería acercarme a ella. Soporté esa situación por más de 5 años hasta que vi que mi vida y mi profesión peligraban. Opté por pedirle el divorcio, lo que aceptó luego de recibir cierto monto significativo de dinero. Durante ese tiempo, de vez en cuando, te recordaba y añoraba los momentos de felicidad, tranquilidad y de feliz ternura que había vivido contigo, así como, de la inocente y frecuente pasión que nos envolvía. Mientras yo evocaba nuestro pasado, Alicia ya se había tomado otro whisky. Los ojos le brillaban y con su sonrisa conquistadora, me dijo: querido Andrés, cuánto lo siento por lo que has pasado. En mi caso, fue totalmente al revés. Te contaré que Heine, así se llamaba su esposo, me hizo muy feliz desde el principio hasta meses antes de su muerte. Con la confianza que tenemos, te contaré que se desvivía por complacerme en todo, aunque sea solo un capricho. Era muy deportista y alegre. Manejaba una empresa dedicada a trámites aduaneros, formada por su padre, que él la amplió en temas de comercio exterior. Es así que se dedicó en cuerpo y alma a ese provechoso trabajo. Me puso una casa en un condominio, ubicado en un campo cercano a la ciudad. Por mi parte, conseguí un trabajo en una cadena de tiendas, que me absorbía todo el tiempo laborable de la semana. Claro que económicamente nos fue muy bien, pero dejamos pasar el tiempo dejando de lado el interés de procrear. Eso sí, los sábados los dedicábamos a una actividad, en la cual Heine era un experto y excelente profesor, es decir a la pasión y el consecuente sexo. Esto se repetía en las tardes de los domingos, antes de la hora de dormir. Aprendí con él a desinhibirme y volverme cómplice de sus ideas y prácticas sexuales. Era un maestro en ese arte y lo que le faltaba, lo creó y practicó conmigo. Tenía una “herramienta” muy bien proporcionada y recta en sus casi 20 cm de largo. Espero que no te sientas apocado, porque según recuerdo, estabas no tan cerca de esa medida, aunque nunca te lo medí. Con el tiempo, llegamos a manejar nuestros cuerpos a voluntad y obviamente, a controlar el momento de los orgasmos y eyaculaciones. Alcanzar el clímax sexual conjunto, no tenía secretos para nosotros. No había ninguna parte de nuestros cuerpos que no hubieran recibido nuestras caricias linguales y digitales. Habíamos practicado las 64 posiciones del Kama Sutra y debíamos haber aportado, por lo menos, un par más.
Yo escuchaba atentamente lo que me contaba Alicia, apreciando cómo había llegado a extremos a los que nunca nos imaginamos ni atrevimos cuando fuimos pareja. Ante mi atención y alguna otra pregunta que le hacía, Alicia muy claramente y con ciertos detalles me contaba las anécdotas más saltantes que sucedieron durante todo el tiempo de su aprendizaje, hasta que empezaron a salir con otras parejas de amigos. Entre el circulo que frecuentaban ya casi todos los fines de semana, se encontraba una pareja que festejaba notoriamente los cuentos graciosos con contenido sexual. Ellos eran algo mayores, pero vestían muy bien y ella siempre llevaba tenidas que la hacían muy atractiva, dejando mostrar con gracia sus atributos físicos. Alicia y Erika congeniaban mucho y se comunicaban frecuentemente. Esto las llevó a tener mucha confianza entre ellas, al punto que se contaban ciertas cosas íntimas. Un sábado Erika y su esposo los invitaron a una parrilla en su casa. Mientras los maridos se tomaban unas cervezas preparando la parrillada, ellas se quedaron conversando en la sala. Entre piqueo y piqueo y unos tragos, Erika le comentó que una conocida suya le había contado su aventura en un club de intercambio de parejas. A ella, según le dijo, le había parecido sensacional no solamente por la calidad del local y la atractiva figura de las personas que acudían, sino también, por las reglas de respeto que se debían cumplir. Al inscribirse en el club, requerían un análisis de VIH entre, otros datos básicos. Durante las sesiones se podía usar antifaz. En la barra que estaba cerca de una pista de baile, no muy grande, que estaba rodeada por unas 8 o 10 mesas. Desde la barra, se podía ver la pista por un gran espejo, mientras se tomaba un trago. El ambiente contaba con una iluminación controlada y a un lado, quedaba un pequeño pasadizo donde se encontraban las habitaciones personales y otras más grandes, para compartir con otras parejas. Si no se deseaba que nadie, sea varón o dama, le tocara su cuerpo simplemente habría que denegar la situación y la persona debía de abstenerse. El club proveía batas de seda cortas y coloridas para las mujeres y una tela de color entero, con pegapega, que los hombres la sujetaban a la cintura. Generalmente, ellas llevaban las batas sin ropa interior. A ella le había ido muy bien asistir con su marido, porque así acabaron con la monotonía que los embargaba y a la vez, satisficieron su curiosidad por un intercambio sexual, a voluntad, con terceros, a satisfacción de cada uno. A partir de esas ocasiones que asistieron, aseguraba que había encontrado mayor comprensión y unión entre ellos.
Alicia quedó muy interesada y convencida después que Erika le contara lo bien que les había ido, en las tres ocasiones que había acudido al club. No le costó mucho, luego de contarle lo referido por Erika, convencer a Heine para que aceptara y así, en total acuerdo entre ambos ya que solo se trataría de variar pareja para obtener nuevos niveles y sensaciones de placer, se inscribieron en el club con tranquilidad. Llegó la primera noche en el club y ambos, algo nerviosos, se hicieron presentes. Los atendió una recepcionista, que luego de confirmar sus identidades, los acompañó a un vestidor entregándoles su ligera vestimenta y demás indicaciones, para ingresar al salón. Así, en unos momentos más, estaban ingresando al ambiente principal. Los recibió una anfitriona vestida con un sugestivo bikini, que mostraba su figura bien formada, los presentó a todos los del grupo que estaban en el salón de baile, que saludaron alegremente a los nuevos socios. Alicia y Heine, se sintieron muy halagados con la recepción y los consocios felices puesto que, a pesar del antifaz de Alicia, esta translucía su bien proporcionado cuerpo y mostraba su siempre alegre sonrisa. Por su lado, Heine hacía gala de su buena pinta y de sus pectorales, resultado de sus permanentes ejercicios. Además, serían la novedad para ellos. La anfitriona los llevó a una mesa libre, les preguntó si deseaban un trago. Heine pidió dos gin con gin. Los preparó y sirvió un joven que hacía de barman y mozo a la vez, y que lucía un cuerpo de “stripper” y un taparrabo, que no disimulaba el tamaño de su dormida verga. Cuando estaban a la mitad del trago, se acercó y sentó a la mesa de ellos una socia de formas bien pronunciadas. Luego de conversar un rato y pasarle la mano por un hombro a Heine, se retiró. Al poco rato, vino otra de cabello color ceniza que se sentó y saludó, especialmente, a Heine. Fue un poco más seductora que la anterior, ya que se permitió acariciarle el muslo mientras conversaba. Una tercera se acercó a la mesa, invitando a Heine a bailar. Se le notaba más joven que las anteriores y de muy buen cuerpo así que, Heine no se hizo de rogar. Todo el salón estaba alfombrado con un tapiz llano, lo que permitía cierto movimiento de las parejas. Ella le rodeó el cuello con sus manos y de esa forma, pegó su pubis contra el de Heine. La suave música que invitaba a lentos movimientos, también la gozaban las 2 o 3 otras parejas que también estaban bailando y lo hacían, además, con claras acciones de pasión sexual. La visión de ello y el sentir el cuerpo de su rubia pareja, hizo que poco a poco, el pene de Heine despertara y se hiciera sentir en el bajo vientre de ella, la que graciosamente acomodó sus caderas y pechos al cuerpo de Heine, pegándosele más. Luego de unos pasos, bajó una mano y asió esa verga, aún no totalmente dura, para acariciarla por encima y apretarla con delicadeza hasta que la sintió realmente tiesa para, finalmente, asirla fuerte y así fue jalando a Heine con dirección hacia una de las habitaciones del pasadizo.
Mientras tanto, se habían acercado a Alicia dos socios, muy atractivos ambos e iniciaron una conversación relacionada a las actividades internas del club, las normas que seguían y las costumbres entre ellos. Cuando vieron que Heine era conducido al pasadizo de las habitaciones, le comentaron a Alicia que ese era el inevitable “bautizo” para los nuevos socios. Al rato le preguntaron con cuál de ellos le gustaría bailar, luego de algunas risas y terminar el wiski en las rocas que le habían invitado, Alicia eligió al socio, que parecía de origen latino. Salieron a la pista y empezaron a bailar cadenciosamente obviamente, bien pegados. Al rato, Alicia sintió que algo se movía en su cintura. Era que su pareja le estaba soltando el lazo de su batín. En unos momentos más sintió que su pareja le acariciaba una de sus caderas y de allí, la parte alta del pubis. Ella, conocedora, se dejó y se puso algo de lado para permitir las suaves caricias. Así, ya casi sin seguir el vaivén del baile, su pareja le colocó un dedo en su clítoris, que ya estaba húmedo y turgente. En ese momento, ella procedió a despertar al “amiguito” de su pareja, que resulto más grande y grueso de lo que pensaba. A pesar que nadie, ni los sentados ni los que bailaban, se preocupaban de verlos, ellos siguieron acariciándose mutuamente y besándose profundamente. Finalmente, pareja la puso de espaldas y levantándole suficientemente la bata, colocó su endurecida verga entre las nalgas de Alicia, para luego de un sensual “perreo”, enfilarla hacia otra habitación para darle su correspondiente “bautizo”.
Luego del reposo necesario, después que Heine había demostrado su experiencia en el sexo oral y parte de sus conocimientos prácticos para excitar a sus parejas y su buen aguante para recibir una mamada y chupada de pene, que su eventual pareja hizo, ésta le dijo que la había dejado muy satisfecha después de los 3 o 4 orgasmos que le sacó. Lo invitó a que la acompañe y lo llevó a la habitación donde estaba Alicia. Ellos también habían acabado a satisfacción y encontraron a Alicia acariciando el cuerpo relajado de su pareja, tratando de levantar una buena verga, con la “cabeza” semi rosada. La habilidad de Alicia con su boca, sus manos y sus contracciones de su vulva, hicieron que su pareja se “viniera” más rápido de lo que pensaba puesto que, además Alicia para no quedarse atrás, se había masturbado magistralmente mientras que mantenía la “herramienta”, nada despreciable de su acompañante, en su experimentada vagina. Cuando las dos parejas salieron al salón, todos estaban de pie esperándolos. La anfitriona se acercó a ellos y les pidió a los socios que los bautizaron, que comentaran cómo se habían comportados ambos bautizados. La rubia compañera indicó que Heine había superado sus expectativas y que lo consideraba un experto en el arte amatorio y, en consecuencia, le daba su agradecimiento y lo recomendaba 100 % a las demás socias. Por su parte, el bronceado socio latino, refirió que Alicia lo había dejado exhausto y le aseguró una exitosa estadía en el club y la recomendaba a los más expertos, pero que tenían que esperarse para estar a su altura. Luego de los aplausos y saludos, el barman sirvió por cuenta de la casa, una ronda de champagne. Alicia, que notó que ninguna llevaba antifaz, se lo quitó ganándose unos aplausos adicionales. Ya en casa, nuestra pareja del cuento, comentaron cómo habían enfrentado ese primer intercambio de parejas con finalidad sexual, concluyendo que habían disfrutado de ello y que no había mellado en ellos el amor y deseo que se tenían. Acordaron acudir al club, por lo menos, un par de veces al mes. Cómo su amiga Erika era la que le había dado el dato del club, Alicia la iba invitar para que, con su esposo, los acompañaran la siguiente vez. Heine aceptó, no con cierta reticencia a pesar de lo buena que estaba Erika y del lindo culo que lucía, aprobó la invitación. Luego de comer un bocado, decidieron darse un baño con agua caliente, antes de irse a dormir, previo suave y tierno “polvo”.
Lo que vendrá después, será motivo de otro relato.
Una respuesta
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