
Por
Anónimo
Una aventura en la República Dominicana
Ahí estaba ella con aquella polla descomunal delante de su cara. Yo la miraba y sabía que iba a pasar. Había visto pocas veces esa mirada de deseo y morbo que tenía mi mujer. Mi vida cambiaría del todo a partir del momento que abrió su boca y empezo a lamer ese glande enorme.
Todo había empezado días antes. Era el viaje que llevábamos tiempo esperando. Siempre había querido viajar a la República Dominicana. Pasar un par de semanas en un hotel resort, identificado con una pulsera, bebiendo y comiendo todo lo que quería. Sara y yo (Manuel) somos un matrimonio de 46 y 48 años con dos hijos mayores. Estábamos en nuestro mejor momento y decidimos darnos un capricho el verano pasado. Nos merecíamos esas vacaciones. Era nuestra desconexión del mundo real.
Mientras esperábamos el avión, nos encontramos con una pareja que buscaba el mismo avión que nosotros. Ella, Marisa, rubia, de 1,70 metros y de unos 50 años. Él, Javier, calvo, con una panza cervecera y de 54 años. Curiosamente, sus asientos en el avión eran justo al lado de los nuestros y durante todo el vuelo hicimos buenas migas. El objetivo tanto para ellos como para nosotros era el de recuperar la pareja. En nuestro caso, se había hecho presente en nuestra vida. El estrés del trabajo, los quehaceres diarios habían relegado el sexo a momentos muy ocasionales. Nuncoa nos habíamos sido infieles. Pero yo acababa desahogándome con pajas viendo porno. Mi mujer también utilizaba el porno por Internet para conseguir lo que yo no conseguía satisfacer. Cuando coincidíamos follar, la verdad es que yo había perdido potencia y a penas conseguía durar más de cinco minutos bombeando. Eso sí, solucionaba mi falta de resistencia con unas comidas de coño intensas y unos dedos rápidos para hacer llegar a los orgasmos a mi mujer. Sin embargo, Sara deseaba un macho, como aquellos que miraba en los vídeos que empotraban a mujeres con pollas gigantes.
Después del largo viaje, llegamos finalmente al hotel. Marisa y Javier se hospedaban en el mismo resort que nosotros. Así que acordamos que nos veríamos al dia siguiente. En aquella habitación de lujo, con el sonido del mar de fondo, nos fuimos a la cama. Me abalancé sobre mi mujer. Ella me besó y me dijo que estaba cansada. Seguí besándola para conseguir excitarla. Parecía que empezaba a excitarla. Le besé los pechos y le metí un dedo en su coño. Estaba húmedo. Empecé a mover mi mano sobre su clítoris, Ella suspiraba. Entonces puso su mano en mi polla. Bueno, mi pollita (me mide 10 centímetros). Me empezó a mover su mano con un sube y baja. Y en menos de 30 segundos, me corrí. Un pequeño hilito de semen broto de mi micropene. Mi mujer se enfadó. «Tenía sueño y me has despertado para esto» «Cada vez follas peor y mira que siempre has sido malo». Le pedí si quería que le comiera el coño. «Ni se te ocurra, ahora quiero dormir», dijo de malas maneras. Después de la corrida me quedé dormido como niño. A media noche, pero me despertaron los gemido de mi mujer. Se estaba haciendo unos dedos…
Las vacaciones no empezaban bien, pero era de día y acabábamos de llegar. Habíamos quedado en la piscina con Marisa y Javier en la piscina. Era todo lo que pensábamos hacer durante todo el día. Mi mujer se puso un bikini. La verdad es que nunca había vestido de forma muy provocativa. El bikini era muy normal. Eso sí realzaba sus grandes tetas, tenía 130 de pecho y para su edad se conservaba bastante bien. Yo soy delgado y muy normal. Cuando llegamos a la piscina, allí estaban Marisa con un tanga minúsculo. Mi mujer me devolvió a la realidad. «Deja de babear». Las dos mujeres se sentaron juntas para tomar el sol y yo y Javier también. Estábamos descansando cuando apareció un monitor pidiendo que participarámos en una sesión de zumba en el agua. No le fue difícil convencer a las mujeres. Ricardo era un mulato, musculado, con un cuerpo casi perfecto y llevaba un bañador slip, que marcaba un paquetón que dejaba poco a la imaginación. Mientras ellas bailaban al ritmo de Ricardo en la piscina, riendo y insinuándose al monitor, Javier me explicaba las interioridades de su matrimonio. Habían estado a punto de separarse. Su mujer necesitaba más sexo y él había asumido que él no podía darle todo lo que necesitaba Marisa. Así que acordaron que serían liberales. Él dejaría que follase con otros siempre y cuando que estuviera informado de todo. No quería ser engañado. De esta manera, Javier presenciaba casi cada semana como los sementales que su mujer conocía se la tiraban delante de él. Y Javier se limitaba a mirar y a veces se pajeaba viendo la escena. Le dije que me parecía muy sano pero que nunca creía que eso pasara en nuestro matrimonio.
Después de cenar, esa noche mi mujer estaba más excitada que de costumbre. Le expliqué lo que me había comentado Javier y ella me respondíó que ya lo sabía. Marisa se lo había explicado en el avión. Sara tenía algo en la cabeza y yo intuía que era: el paquete del monitor. Una vez en la cama me besó, me arrancó el calzoncillo y me empezó a chupar la pollita. Temía fracasar otra vez, Así que levanté la cabeza y la besé. El olor al precum de su boca me excitó más todavía. La puse debajo mío mio. Y abrí un cajón de la mesita donde había guardado un consolador que utilizaba para follármela y satisfacerla. En definitiva, llegar donde nunca llegaría yo. Le metí el consolador de unos 20 centímetros entero. Ella ni se enteró, estaba tan mojada que el consolador se delizaba sin problemas. Gritaba de placer y me gritaba fóllame. Yo le respondía: «Te gusta como te lo hago», Y me contestaba: «Quiero una de verdad, no una de plástico, metémela». Entonces, inspiré hondo y me puse sobre ella y le metí mi pollita en su coño mojado. Ella me insistió «Metémela ya» y yo le dije: «Está dentro». Y ella empezó a reirse. «¿De verdad? Es que no siento nada». A continuación, sin más cogió el consolador que había dejado justo a su lado y se lo introdujo en el coño. Mi pollita y el consolador, todo dentro de vajina. Y volvió a suspirar y a gemir. Al sentir rozar el consolador con mi pollita, me corrí en apenas unos minutos, Esta vez, ella no dijo nada. La pollita fácida salió del coño. Me empujó hacia el otro lado de la cama y siguió follándose el consolador. Se corrió entre gritos mientras yo estaba a punto de dormirme. Se me acercó al oido y me dijo: «Esto se va a acabar».
2 respuestas
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Me agradó tu relato, jajaja, yo soy dominicana y vivo en mi pais …. si tienes alguna aventura mas que te ocurocurriera por por aca me gustaria me contases, un beso …. raysaloren6@gmail.com
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Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt
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