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noviembre 3, 2017

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La estirada secretaria invitó a Yeimy a entrar en el espléndido despacho del Delegado. La delgada colombiana había hecho un buen trabajo y a pesar de ser mucho más baja que la secretaria entró triunfal en aquella selecta estancia. Ese día había escogido un discreto traje de falda y chaqueta con unos tacones tan comedidos como el tema a tratar.

― Buenas tardes, señora Villaescusa. ¿Todo bien? ―Dijo Róber con una pizca de mala leche.

 

― Buenas tardes, don Roberto. Sí todo bien.

 

― Pensé que me llamaría, que quizá alguien pondría algún reparo a entregarle a usted esas codiciadas tarjetas. De hecho me asombra que no fuese así. ―confesó el delegado.

 

― Bueno, lo cierto es que al parecer los rumores vuelan y salvo los dos o tres primeros afectados, el resto parecía estar esperando mi aparición.

 

A Roberto le cambió la cara. ― Le advertí claramente sobre la necesidad de discreción, señora Villaescusa…

 

―…y así se lo advertí a todos, pero algunos estaban claramente al tanto. Unos la tenían preparada en un sobre esperando que pasase a recogerla, y otros confesaron sin tapujos saber que iría.

 

―Entonces o no explicó usted suficientemente claro que no debían comentar nada a nadie, o no tomaron en serió su advertencia… ―Le recriminó Roberto a la colombiana.

 

― O alguien filtró este asunto hace meses desde Madrid, o lo comentaron a la hora del almuerzo, o como dijo el encargado de exportación “era algo que olía mal”… ―se defendió Yeimy.

 

Un tenso silencio invadió el despacho. La contable y el delegado se estudiaron con la mirada.

 

― Bueno, más tarde le pediré que señale a tres de esos “enterados” para poder hacerles un par de preguntas. Por cierto, ¿le resultó de ayuda el documento que le entregué? ― Preguntó Roberto para enfriar un poco el ambiente

 

― Sólo en un par de casos, la verdad. Aunque si le soy sincera ese documento me resultó especialmente útil a mí misma, para sentirme respaldada y darme confianza para tratar con toda esa gente con tanta rosca.

 

― ¿Con “tanta rosca”? Imagino que se refiere a tener buenos contactos, ¿no?

 

― Sí, es verdaderamente lamentable la cantidad de sueldazos que esta empresa se podría ahorrar.

 

― Eso pasa siempre, alguien debe tomar las decisiones y supervisar cada departamento. ―explico Roberto.

 

― Con un sistema de incentivos por objetivos para la gente que trabaja de verdad sobrarían la mitad de esos consejeros, supervisores y chupamedias que no hacen nada de nada.

 

― ¿”chupamedias”? ―pregunto el Delegado realmente hechizado por la perspicacia de la guapísima secretaria de contabilidad.

 

― Empleados que sólo se dedican a alabar y agradar a sus superiores, sobre todo a quienes movieron los hilos para que ellos entrasen en la empresa. Aduladores y recaderos que objetivamente no aportan nada a la empresa.

 

― ¡Ja! ¡Ja! ¡”Chupamedias”! ¡Quieres decir un “pelota” o un “lameculos”! ―rio el delegado.

 

― “Lameculos” ―Contesto Yeimy sonriendo en correspondencia.

 

Un nuevo silencio se abrió hueco en aquella conversación. Sin embargo, esta vez una mirada maliciosa apareció en el rostro del delegado.

 

― Sí, gracioso ¿verdad? ―comenzó el hombre a hablar al tiempo que se levantó― Pero sabes por qué, pues porque te imaginas a un hombre haciéndoselo a otro… ―aclaró caminando en dirección a la puerta

 

― ¡CLOK!

 

Yeimy escuchó con total claridad el cerrojo de la puerta.

 

― Pero… y si te imaginas a un hombre comiéndole el culo a una mujer o a ti misma, ¿también te resulta gracioso? o te resulta… interesante ―pregunto Roberto.

 

― Esto… no sé ―Yeimy no sabía cómo salir de aquella emboscada.

 

― ¿Le han lamido a usted el culo alguna vez, Yeimy?

 

― Creía que hablábamos en sentido figurado ―se excusó, fue la mejor evasiva que se le ocurrió.

 

― ¿En sentido “figurado”?… ―le recriminó Roberto― Parece mentira que sea usted la misma señora que tan “amablemente” me comió la polla cuando me ofrecí a acompañarla a casa.

 

Silencio. Ese mismo silencio que lo invade todo cuando la presa descubre al depredador, que precede al atropellado precipitarse de los acontecimientos.

 

―No hablo en “sentido figurado” hablo de que se suba usted a la mesa y se ponga de rodillas en el borde. Hoy me toca a mí comerle algo a usted, señora Villaescusa.

 

― Pero… por favor, Roberto. ―rogó Yeimy.

 

― Vamos, no tenemos toda la tarde ― y agarrándola del brazo la hizo ponerse en pie.

 

― ¡Don Roberto…! ― Sollozó desesperada viendo como ese potente hombre volvía a hacer lo que le apetecía con ella.

 

― ¿De verdad quiere marcharse señora Villaescusa? Pues váyase ahora mismo ―le indicó el delegado harto de sus reticencias.

 

Yeimy se quedó pasmada mirándolo, pero jamás saldría de aquel despacho sin que el Delegado la follase como había fantaseado bajo la ducha justo la noche anterior. Aquella breve vacilación bastó para que el delegado se hiciera con las riendas, las riendas de Yeimy.

 

― ¡Vamos! ¡Súbete!… y como te vuelva a oír gimotear… se te va a atragantar eso que tanto te gustó el otro día.

 

Siempre que le ocurría esto a Róber le venía a la memoria su candorosa prima Caridad. Una maestra de religión que cada año invitaba a Róber al cumpleaños de su hija y que cada año en un momento u otro de la celebración llevaba a Róber al trastero para que le ayudase a subir más cerveza, los regalos para su hija… y de paso comerle la polla a gusto. Curiosamente, esa ingenua tenía una cualidad que la hacía especial para él, su prima Caridad era la única mujer a quien Róber podía penetrar oralmente de forma completa, la única que se tragaba sus 20 gruesos centímetros de polla cada 3 de Agosto. Asimismo, lo más gracioso era que la muy puta culpaba a su marido de su faringitis recriminándole: “Siempre te pasas con el aire acondicionado”… El caso es que  Róber gozaba de forma especial follando con verdadero ímpetu a la más remilgada y ñoña de la familia, y es que no había cosa que más cabrease al Delegado que una mujer con ganas de polla comportándose como una chiquilla idiota…

 

Yeimy le miró con ira pero renegando apretó los puños e intentó colocar la rodilla derecha sobre el despacho de Róber. Sin embargo, su falda era demasiado estrecha por lo que tuvo que sentarse primero sobre el borde para después girarse y subir juntas ambas rodillas.

 

Roberto, aprovechó para sacar un sobre de plástico de uno de los cajones. Se trataba de un paquetito de toallitas higiénicas, de esas humedecidas. La joven esposa se fijo en como la rígida polla de Róber se dibujaba en la tela de su pantalón. Éste volvió tranquilamente hasta colocarse detrás de Yeimy. Entonces Róber bajo sumamente despacio la cremallera de la entallada falda negra y acaricio su prieto trasero, agarró el dobladillo inferior de la falda y de un enérgico tirón descubrió el suculento culito moreno de la contable.

 

Róber acarició el sexo de Yeimy unos segundos y después cogió la goma de sus braguitas por sus caderas. Al bajárselas con delicadeza la colombiana notó que su braguita se había pegado a su coñito. Qué vergüenza.

 

― Róber, por favor…

 

El delegado no se lo pensó, ya la había advertido y al tiempo que rodeaba la mesa de su despacho se fue bajó la cremallera del pantalón. Una vez enfrente de Yeimy la agarró por la nuca e hizo que se inclinase hasta que la barbilla de la colombiana tocó la oscura madera de su mesa. La pobre apenas pudo ver de refilón la exuberante polla del delegado antes de que éste se la introdujese en la boca. Roberto empuñó con fuerza su sexo como si de un puñal si tratase y en cuanto su puño chocó con la barbilla de Yeimy el delegado lo retiró para completar la puñalada en la garganta de la joven esposa… Apenas fueron tres angustiosos segundos los que Yeimy tuvo su nariz aplastada contra el fornido pubis  y el pesado pollón del delegado encorvado hacia abajo en su gaznate. Roberto se quedó alucinado, la brava esposa no dio ni una sola arcada.

 

En cuanto a Yeimy, ésta pensó en esas actrices porno de Internet que tanto le gustaban a Federico. ¿Qué haría su marido si un día la viera en Internet con la polla de su jefe en la boca? Justo entonces aquel cabronazo comenzó a sacársela, lentamente, disfrutando al ver salir cada centímetro de su gordo salchichón de entre los carnosos labios de Yeimy.

 

― ¡Joder, qué buena es usted con la boca! ―la alabó Roberto, que para sí mismo deseó volver a tener que castigarla.

 

A cuatro patas sobre el despacho Yeimy trataba de recuperar el aliento. Róber no tardó en darle friegas con las toallitas húmedas, primero en su húmedo chochito, después a lo largo del estrecho surco entre sus nalgas y por último en su sensible orificio.

 

¡Slup! ¡Chups! ¡Slup! ¡Chups! ―Comenzó Róber a merendar su limpio coñito. ¡Slup! ¡Chups! ¡Slup! ¡Chups! No paró hasta oírla gemir y estremecerse mordiéndose los labios para evitar que la oyeran― ¡Umm! ¡Mmm! ¡Umm! ¡Mmmm!

 

Con la lengua de Róber devorando su fogón la contable perdió rápidamente los papeles. Su sexo ya goteaba sobre la mesa diluido con la saliva de aquel semental― ¡Qué gozada! ―pensó deseando que la montara como a una yegua. Yeimy se apañó para echar mano a la polla del Delegado y la mera idea de que su superior le metiera aquello fue suficiente para hacerla alcanzar un fantástico orgasmo.

 

― ¡Ummm! ¡Ummm! ¡Ummm! ¡Ummm!

 

El español dejo que la joven esposa le masturbara de forma torpe y una vez que consiguió que se estremeciera por primera vez Roberto pensó que era hora de “lamerle el culo” a aquella hembra y pasó a hurgar con la punta de su lengua en el apretado esfínter de Yeimy. Al  contrario que el babeante y abierto chochito, el ano de la contable parecía obstruido. Por más que lo estimulaba y jugueteaba, la contable no dejaba de apretar el culo y éste permanecía sólidamente cerrado.

 

― Relájate, no te voy a hacer nada ―trato de tranquilizarla.

 

― ¡Fóllame como un hombre y déjate de juegos! ―solicitó la colombiana que aún seguía meneándole la polla.

 

No se lo tuvo que pedir dos veces. De un enérgico tirón hacia atrás hizo que la contable cayera apoyando las pesadas sandalias en la moqueta y el abdomen sobre la mesa. Con el culo de Yeimy en pompa, Róber aprovechó el flujo que rezumaba para untar sus dedos.

 

― ¡Ahhg! ―gruño cuando de repente el Delegado le metió un dedo en el culo.

 

― ¿Cuánto hace que un “hombre” no le abre el culo? ―Pregunto él con sorna.

 

Róber empezó inmediatamente a follarla con su dedo corazón, el más grande de la mano, ensartándola con fuerza hasta los nudillos― ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac!…y ¿por dónde quiere que la folle “como un hombre”? ―preguntó Róber.

 

― ¡Por el coño! ¡Hijo de perra! ―acuciada por la contundencia del español, pero él siguió limando su agujerito a toda velocidad. Puede que Federico se conformara con gozar sólo “al natural”, les pasa a muchas parejas, pero él no iba a renunciar fácilmente al culo de su esposa, algún día.

 

¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac!

 

― ¡Aaaaaaaah! ―no tardó la pobre en comenzar a gritar.

 

― ¡Separe la piernas Sra. Villaescusa! ―le ordenó para poder así darle palmaditas en el chochito que aumentasen su excitación.

 

¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac!

 

Yeimy no sólo no podía articular palabra si no que comenzaba a sentir como el ardor de su ojete se extendía irrefrenable hacia su castigado sexo. El dominante macho, cuya dura polla Yeimy no dejaba de menear, seguía penetrándola analmente convirtiendo su ano en una máquina de placer, desquiciándola, haciendo que ella misma se estrujara sus firmes senos.

 

¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac!

 

Encendida, en un estado de ensoñación, comenzó a imaginar… Su infalible fantasía favorita últimamente. ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ―ese dedo castigaba su culo sin piedad― ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! El jefe la había llamado a su despacho para comunicarle su despido por hacer que sus compañeros se distrajeran constantemente. La despedía por vestir de forma obscena. Por llevar vestidos claros que dejaban intuir sus tanguitas. La despedía por calienta-pollas. ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ―el Delegado había perforaba su diana trasera― ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! Era cierto, a ella le gustaba que todos la mirasen, sólo a ella, a ninguna otra mujer. Llorando le había suplicado e implorado, pero entonces su jefe se puso en pie y ella vio el bulto en su entrepierna. Esta vez era a su jefe a quien se la había puesto dura… dura y de buen tamaño. ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ―su culo era ya un volcán a punto de entrar en erupción― ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! Cuando Yeimy se masturbaba se imaginaba poniéndose en cuclillas para comerle la polla a su jefe. Sin embargo esta tarde él había preferido ese estrecho conducto oculto entre sus firmes nalgas de gimnasio. En cuanto la joven esposa se imagino siendo tomada analmente por Róber se corrió. ― ¡Ummm! ―Afortunadamente, su orgasmo paso desapercibido para Roberto centrado en darle placer a la colombiana.

 

¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac! ¡Plac!

 

― ¡Para, por favor! ¡No me gusta! ―le engañó.

 

― ¿Qué, no? Mira como te has puesto en un momento. Seguro que cuando seas mami te pasará como a mi vecina, le vuelve loca que se la meta por el culo ―le susurró Roberto al oído.

 

― ¡¿Fóllame o me largo?! ―le increpó la colombiana.

 

― ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ―se rió el Delegado dejando de torturarla― Sabía que no serías de las fáciles.

 

― “Lo bueno se hace esperar” ―le evadió apurada evitando dar detalles sobre su experiencia.

 

¡Paf! Al sacarle el dedo le asesto a Yeimy un buen azote y apoyando su polla contra la ávida rajita de Yeimy le dijo― ¿la quieres dentro? Pues tendrás que clavártela tú.

 

Humillada pero terriblemente caliente Yeimy empezó a contonear el culo a fin de que aquella columna se abriese paso lentamente. Tras casi una semana sin sexo su coño estaba cerradito. Por suerte su chochito funcionaba de maravilla bien húmedo, resbaladizo y listo para la batalla.

 

― Bien, ya llevas la mitad ―la animaba Róber.

 

“¡Sólo!”, pensó asustada. ― ¡Oh! ¡Ah! ¡Auh!  ―se quejó aunque fuese ella misma la que con unos cautos vaivenes logró conseguir tocar el vientre del Delegado con su trasero, contoneando además su grupa para no dejarse nada fuera de aquel monumento, casi no podía creer que hubiese cabido.

 

― Es usted insaciable, como contable y como hembra ―la alabó Róber― ¡Venga, muéstrame como os folláis las colombianas un buen pollón!

 

¡Plaf! ―sonó un azotazo y con la mano del Delegado marcada a fuego en su culo latino la joven no se anduvo con rodeos. Empezó a follarse de lo lindo, haciendo énfasis al ensartarse a sí misma en aquel rabo, el de mayor tamaño que su coñito había conocido nunca. Claro que tampoco había hecho algo así con ninguno de los tres anteriores a Róber. Esto era otra cosa.

 

¡Plash! ¡Plash! ¡Plash! ―Róber permanecía inmóvil aguantando los envites del trasero de la contable.

 

― ¡Eso! ¡Así! ¡Bien! ¡Bien!  ―decía Róber marcando el ritmo de la joven embrutecida cuyos choques se hacían cada vez más difíciles de contener.

 

Entonces Róber se percató de cómo sus pechos se meneaban sin control bajo la fina blusa de licra y echó mano a la izquierda. Primero se la sobó, viendo atónito como su verga desaparecía una y otra vez devorada por aquel coñito hambriento. Después, a medida que se iba poniendo más cachondo amasó y estrujó aquella teta endurecida por la excitación. Comprendió que debía tomar las riendas de una vez, y las riendas de una mujer son sus caderas. Reteniéndola, la obligó a parar un instante y se la clavó entera.

 

― ¡Vaya con la contable!… Te gusta follar ¿eh, golfa?… Pues a mí también.

 

¡Plash! ¡Plash! ¡Plash! ―empezó a montarla.

 

― No lo entiendo, ¿es qué llevabas mucho tiempo sin follar? ―ríe él.

 

― ¡Sí! ¡Sí! ―aulló ella.

 

― Pues espero que tomes precauciones nena ―le advirtió Róber― te voy a llenar de esperma… Recuerdas qué sabroso…

 

― ¡Sí!  ―claro que lo recordaba, es lo malo de ser mujer, que nunca olvidas nada… que nunca olvidas que un hombre te folló la boca con su gorda polla hasta que se vació los huevos.  La leche de Róber era cremosa, era resbaladiza, caliente, abundante, y dejaba un regusto amargo en la garganta que te hacía carraspear.

 

Por descontado, Yeimy era una mujer actual y no faltaba a su cita trimestral para inyectarse su anticonceptivo.

 

¡Plash! ¡Plash! ¡Plash!

 

Róber empezó a sacudirle con fuerza, bombeando en su coñito abierto, sacándole casi toda su dura verga antes de cada arremetida. Los pollazos que le endiñaba a la alucinada mujer eran tan fuertes que incluso la mesa de madera y aluminio se comenzó a estremecer. Entonces el Delegado noto que uno de sus pies se resbalaba.

 

― ¡Mire, Sra. Villaescusa! … ¡Mire como le chorrea el coño!… ―ella no podía verlo, pero en el suelo había un pequeño charquito que la inculpaba. Yeimy debía haber tenido pérdidas con alguno de sus orgasmos.

 

¡Schof! ¡Schof! ¡Schof!

 

― Su coñito quiere polla, Yeimy…

 

¡Schof! ¡Schof! ¡Schof!

 

Yeimy no estaba acostumbrada a oír aquel tipo de lenguaje. De hecho, estaba acostumbrada a hacerlo en silencio, pero no podía callar más, su sexo estaba en un clímax continuo y tanto gusto, tanto placer le hizo perder los buenos modales “en la mesa” del jefe.

 

― ¡Sí, dame! ¡Dame polla! ¡Por Dios, qué rica se siente!… ¡Más! ¡Más! ¡Así!… ¡Sí, fóllame, fóllame el coñito! ¡Ahora es tuyo, cabrón! ¡Sólo tuyo!… ¡Vamos, llénamelo! ¡Quiero sentir como me llenas!  ―expelió al vigoroso Delegado.

 

¡Schof! ¡Schof! ¡Schof!

 

― ¡Es lo que pensaba hacer! ―gritó Róber pensando que era cierto eso de “si hay una mujer más puta que una latina, es una latina casada”. Juntos le estaban poniendo unos buenos cuernos a su marido, y ahora él no podía fallar, debía rematar la faena―…prepárate preciosa… Seguro que tu marido no te ha llenado nunca así.

 

¡Plash! ¡Plash! ¡Plash!

 

Aquello ya fue demasiado para la contable que empezó a temblar a causa de las señales de placer que emitía su clítoris.

 

―  ¡Aaah! ¡Aaah! ¡Aaah! ¡Aaah!

 

― ¡Qué coñito tan rico  tienes, zorra! ¡Toma! ¡Toma! ¡Toma! ―Róber la mordió en el cuello y le hundió su sexo con tanta fuerza en el chochito que la pobre sintió como la punta de su glande se le encajaba en el mismísimo cuello uterino justo antes de comenzar a eyacular.

 

― ¡Toma nena! ¡Toma mi leche! ¡Toma! ¡Toma! ¡Toma! ―su manguera se sacudía con cada chorro rociado en el cálido jardín tropical de la contable.

 

―  ¡Ummm! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ―gimió y gimió ella levantando su pie derecho y apretando de forma intermitente su vagina para escurrir bien aquel pollón. Jamás había sentido a un hombre vaciarse tanto, tan adentro. Sin duda, así querría ser preñada… algún día.

 

Tras el riguroso epílogo de suaves caricias y tiernos mimos en la espalda y el torso de la colombiana. Róber le había sacado su polla, entumecida y pendulante. Entonces contempló con orgullo a la hembra saciada, abatida y tan despojada de dignidad como colmada de esperma de su jefe. Volvió a coger una de esas toallitas para limpiar esta vez su resplandeciente miembro, cubierto por completo de restos del flujo vaginal de la mejor contable de aquella empresa.

 

― Has hecho un buen trabajo Yeimy y tendrás tu recompensa. Nos vemos mañana.―le comunicó el Delegado que salió del despacho en cuanto hubo guardado su miembro en el pantalón, como si llegase tarde a algún sitio. Yeimy extasiada, aún sobre la mesa y con las bragas por los tobillos, supo que Róber se refería al asunto de las tarjetas como “un buen trabajo”, no sólo al sexo. En cualquier caso la joven esposa se consideraba afortunada de trabajar para ese hombre.

 

            ———————————————————————————

 

A la mañana siguiente cuando Yeimy llegó a su despacho vio sobre la mesa un sobre cerrado. En él, escrita a mano había unas palabras escritas a mano: “Espero que estés de acuerdo”. Lo abrió inmediatamente.

 

Sr. Director,

 Como bien sabe, el asunto que me trajo aquí ha quedado resuelto sin consecuencias ni pérdidas para nuestra empresa. Más adelante mi secretaria en Madrid le remitirá el informe final con todas las conclusiones, responsabilidades y consecuencias laborales y económicas. Ni que decir tiene el carácter estrictamente confidencial de este asunto.

Ello no hubiera sido posible sin el eficaz trabajo de la Sra. Yeimy Villaescusa del Dpto. de contabilidad. Su resolución y capacidad de trabajo en cualquier circunstancia es asombrosa. En fin, es todo un ejemplo de eficiencia para todos sus compañeros. A fin de evitar que se vuelvan a producir hechos como los sucedidos estos últimos años, le comunico que dicha trabajadora pasará en lo sucesivo a ser mi nuevo enlace aquí. Su carga laboral como contable se reducirá en un 50%, a cambio de asumir el control económico de la Junta Directiva y sus miembros. Evidentemente, la Sra. Villaescusa necesitará su refuerzo como Director para este cometido.

La Sra. Villaescusa pasará a depender de las oficinas centrales y más concretamente de Dpto. de Auditoría, del que soy delegado para América. Tendrá rango y remuneración de tercer orden, es decir, equivalente a subdirectora.

Volveré dentro de seis meses como hasta ahora, pero pasaré a mantener un contacto quincenal con la Sra. Villaescusa vía email. De todas formas si tiene usted algún asunto que comunicarme puede seguir haciéndolo directamente.

 

Atentamente,

D. Roberto Serrano

 

Evidentemente, Yeimy se quedó alucinada. Cuando Róber le dijo que tendría su recompensa ella había pensado que el Delegado se referiría a alguna gratificación económica, nada más. Si el Director no se oponía, y no estaba en condición de hacerlo, la contable ascendería a los pisos más altos de la empresa y con un sueldo que bien conocía dado el departamento en el que trabajaba. Evidentemente, ¡claro que estaba de acuerdo!

 

Al ser viernes estuvo muy ocupada en la oficina. En cuanto llegó a casa le explicó a su marido el compromiso que les había surgido para el sábado y se fue a comprar al súper. A él no le había hecho mucha gracia dado que al igual que Don Roberto tendría que partir de viaje al día siguiente.

 

Fue mientras hacía la compra cuando se le ocurrió la idea, invitaría a alguien más a la comida. En el fondo no le hacía ninguna gracia encontrarse con ese depredador en casa. Aunque Yeimy dudaba que Roberto tuviera pensado poseerla en su propia casa ella sabía lo osado que era, así que cuantos más fueran mejor.

 

Mensajes de Whatsapp:

Yeimy: Hola Sofi! Qué haces?

Eva: Nada, estudiando francés, a ver si este año apruebo

Yeimy: Oye, tienes planes para el sábado?

Eva: Voy a ir a competir en el puerto con las amigas, ya te lo dije!!

Yeimy: Pues anúlalo, tienes que venir a comer a mi casa. Estoy metida en un buen lío. Va a venir a comer el Delegado. Ayúdame!!

Eva: El Delegado!!

Yeimy: Sí

Eva: Ostia tía!! Me lo podías a ver dicho antes de que pagase la inscripción!

Yeimy: No te preocupes, te devolveré lo que te haya costado.

Eva: Y qué quieres que haga yo?

Yeimy: Nada, es que si estamos sólo nosotros tres Roberto se va a aburrir.

Eva: Aaaa, bueno. Pues no te preocupes, yo me encargaré de que se divierta, si él quiere…

Yeimy: Oye, qué no te estoy pidiendo que hagas nada, eh? Sólo que vengas a comer.

Eva: OK Me lo comeré… J Oye, como es a comer me da tiempo a ir a correr. Estaré a tu casa a las 12

Yeimy: OK. Pero no llegues tarde!

Eva: Chao y gracias por la invitación!

 

Eva se había convertido en su amiga y confidente desde que comenzó a trabajar en la filial farmacéutica. Era una divorciada con dos hijos a su cargo, ya que su padre se había marchado al extranjero desentendiéndose de sus hijos casi por completo, de hecho su ex había formado una nueva familia allí. Por lo demás, Eva era una mujer madura moderna, independiente y súper sexy. Siempre iba a trabajar con falda y aunque éstas no fueran demasiado cortas, le bastaban para presumir de sus larguísimas y contorneadas piernas. Era alta para ser mujer y eso ya era mucho, y no sólo estaba delgada si no en forma ya que llevaba unos años corriendo a pie de forma habitual, le gustaba cuidarse. Por suerte para Eva, resultaba atractiva para los hombres, porque realmente Eva no sabía estar sola, siempre tenía pareja y cuando no la tenía era bien porque estaba con alguien casado o bien porque estaba liada con dos hombres a la vez. Pero como mujer rubia e inteligente que era sabía que no debía mezclar el placer con el trabajo, así que según sabía Yeimy, Eva solo se había liado con un compañero casado y que a buen seguro mantendría la boca cerrada.

Al día siguiente, Yeimy se encontraba hipernerviosa y en cuanto desayunó tuvo que comprobar que todo estaba preparado para quedarse tranquila, la comida, la música, la vajilla, etc. De todas formas Roberto no se hizo esperar, llegando poco después de las 10 h. sorprendentemente vestido de manera informal con unos vaqueros y una camiseta, que a Yeimy le pareció le quedaban de muerte. Tras enseñarle su casa, el jardín y la piscina Roberto les pidió amablemente darse una ducha. Al parecer le gustaba el ciclismo pero dado lo complicado de llevar consigo una bici o de circular por carreteras desconocidas optaba por hacer spinning en el gimnasio del hotel tal y como había hecho aquella mañana, sin tiempo para ducharse. Había tenido que dejar la maleta preparada la noche de antes para desocupar la habitación para el check-out antes de las 10h. Eso les dijo, pero Yeimy descubrió la verdad 5 minutos después.

 

Yeimy buscó en el vestidor una toalla sin estrenar y fue al baño a dársela al delegado. Tocó entonces a la puerta y cuando este la abrió no pudo evitar echar un vistazo a aquella cosa que su dueño tan bien sabía utilizar. Le colgaba apenas turgente. Nada hacía sospechar en aquel pene flácido la poderosa arma de invasión y dominación que podía llegar a ser. Yeimy le tendió con desconfianza la toalla, por un instante pensó que su futuro jefe podría hacerla entrar en el baño y una vez dentro obligarla a hacer lo que él quisiera. Pero se limitó a coger la toalla aprovechando, eso sí, para dejar caer algo en la mano de su anfitriona y mirándola fijamente a los ojos le dijo escuetamente:

 

―Dáselo a tu marido… sin que se entere.

 

Se trataba de un comprimido de Valium de 10 mg. Yeimy se quedó perpleja, pero Roberto cerró de inmediato la puerta sin darle tiempo para apelar nada. La colombiana se guardo el comprimido con la sensación de haberse escapado por los pelos. Una vez abajo pensó con malicia que debería haber aprovechado la ocasión para dejarlo seco con una buena mamada, al menos así se habría quedado tranquila.

 

Juntos Fede, Róber y Yeimy se sentaron en la terraza a charlar un rato y tomar una cerveza. Discutían sobre la actualidad internacional, tan convulsa en aquellos días cuando sonó el timbre. “Por fin, Eva” pensó Yeimy con alivio. Podrían empezar a comer.

 

Yeimy no pudo evitar una sonrisa ante el gesto de extrañeza de Roberto, a quien nadie le había advertido de que iría más gente. Tras las presentaciones el Delegado no tuvo reparo en preguntar si debían esperar a alguien más, respondiendo Yeimy raudamente de forma negativa, añadiendo que ya podían pues pasar al comedor.

 

Para enfado de la anfitriona, fue entonces la rubia quién pidió darse una ducha antes de comer, aprovechando Roberto la oportunidad para sugerirle a la rubia darse un chapuzón rápido en la piscina en lugar de ducharse. Eva arguyó que no había llevado traje de baño pero Roberto propuso que Yeimy le dejase uno, y resignada la anfitriona tuvo que aceptar cuando todos la miraron.

 

A pesar de que Yeimy escogió entre sus bikinis el que más le apretaba, este le quedaba bastante suelto a la rubia dada la diferencia de medidas entre ambas. Una vez mojado fue aún peor, las tetitas de Eva amenazaban con escapar por todos lados al igual que la braga que pronto dejó claro que la flacucha apenas debía tener vello en el pubis.

 

Roberto comenzó a jugar con Eva, ambos bucearon, rieron y como si fueran unos críos Roberto lanzaba por los aires a la rubia de pie sobre sus hombros. Eva aún sabía hacer la voltereta en el agua tanto hacia delante como hacia atrás, cuando al hacer dos giros consecutivos hacia delante el bikini no aguantó y dejo al aire el escuálido culito de la juguetona. Todos se echaron a reír ruidosamente salvo Yeimy, que dirigió una mirada de reprobación a su amiga. Al poco Roberto y Eva gritaban y reían con complicidad. Sin que los anfitriones se dieran cuenta el Delegado pronto aprovechó para tocar bajo el agua la tostada y cálida piel de la rubia en zonas restringidas, o incluso para pellizcar suavemente uno de sus duros pezones.

 

Una vez fuera Eva y Yeimy se pusieron al sol mientras que Fede y Roberto tomaban otra cerveza. Cuando salieron del agua Eva se dio cuenta de que no le bastaba con secarse por fuera. Sentía su sexo cálido y húmedo por dentro. Roberto la había preparado, sin que ella sospechara cuales eran las verdaderas intenciones de aquel hombre. Eva sería la trampa en la que Federico caería con gusto.

 

― ¡Madre mía! Como está la amiga de tu mujer. Rio Roberto

 

― Vaya que sí.

 

― No te importa si me la follo, verdad. ―dijo Roberto con intriga.

 

― ¿Qué? ―se sorprendió Fede.

 

― Que si te la estás tirando tú, yo paso de líos.

 

― ¡Qué dices! ¡Qué lástima!

 

― Ah sí, pues si eres listo esa no sale de aquí sin chuparnos la polla ―dijo Roberto retando al marido de Yeimy.

 

― Sí, claro, delante de mi mujer ―renegó Fede.

 

― Faltaría más, delante y a cuatro patas…¿tendrás lubricante? ―preguntó rápidamente el invitado.

 

― Estás de coña. A Yeimy no le va eso.

 

Roberto se quedo cayado mirando con extrañeza a Federico. Hasta que cayó en la cuenta de que Yeimy le habría engañado, dado que la cara de su marido reflejaba sinceridad y frustración a partes iguales. Entoces se le ocurrió una idea divertidad

 

― ¡Eva! ¡Ponte aceite que te vas a quemar! ―gritó Roberto.

 

― ¡Ven y échame tú, anda! ―respondió Eva tendida en la toalla.

 

Y con discreción le comentó a Federico: ― Ves, ha traído aceite…

 

Yeimy en cambio sí se levantó, ya que su amiga le soltó un contundente “Lárgate”. Le ordenó a Federico que la acompañase adentro a ayudarla con la comida, pero al entrar ella subió al piso superior para espiar a los que se habían quedado junto a la piscina. Al principio Roberto cumplió escrupulosamente la solicitud de Eva, untándola con protección solar de los pies a la cabeza. En cambio aquel maldito pronto volvió cruzando la estrecha espalda hasta llegar al escurrido trasero de su amiga. No se detuvo ahí, metió dos dedos en el huequito y sin ninguna resistencia estos se introdujeron en el sexo de Eva. La pobre estaba mojadísima.

 

Yeimy no podía evitar sentir celos y rabia al ver a su zalamera amiga junto a Roberto, así que no tardó en bajar de nuevo y gritar desde la puerta. ― ¡Venga! ¡A comer! ―se desazón con ambos se transmitió sin querer en el tono de voz.

 

En cuanto todos estuvieron sentados a la mesa a Yeimy le quedó claro que su amiga estaba encantada con los claros presentimientos que auguraban que iba a echar un polvazo de los que no se olvidan. La colombiana estaba segura de que la muy zorra hasta habría hecho las primeras indagaciones acerca de las armas de su futuro “agresor”.

 

Eva estaba cachonda, notaba un hormigueo premonitorio en su chochito, tenía las tetas durísimas y los pezones marcados bajo el bikini casi le dolían. Ardía en deseo de ser follada, y lo único que deseaba comer estaba justo bajo el pantalón del hombre que tenía sentado justo delante de ella. De buena gana se habría metido bajo la mesa a darse un buen festín.

 

Sin pensar donde ni con quien estaba, Eva se quitó una de sus sandalias y estirando su larguísima pierna fue tanteando el terreno, subiendo sin dilación hasta palpar la estaca de Roberto. Este no puso trabas a la descarada rubia, si no que separó ligeramente las piernas sin miedo ante las hostilidades de Eva.

 

Nada de lo que pasaba bajo la mesa escapaba al escrutinio de la anfitriona. Estaba enojada con la zorra de su “amiga”, con el cabronazo de su jefe y amante y con el imbécil de su marido que parecía no enterarse de nada. Yeimy vio la sandalia abandonada por su amiga junto a una de las patas de su silla, lo que le confirmo que Eva estaba sobándole el paquete al Delegado en su propia casa. Cuanto más se divertía su ardiente amiga con su “otro hombre”, con el hombre que la había gozado y hecho gozar la última semana, más crecía su rabia.

 

Roberto se levantó y se dirigió hacia el mueble bar, solo llevaba puesto ese el polo azul marino que también le quedaba. De repente Yeimy se dio cuenta de que estaba sentada en el sofá mirando pasmada como Eva, su más íntima amiga mamaba con ímpetu de la erecta polla que galantemente le ofrecía su marido. Roberto acudió junto a ella al sofá con dos copas y su pesado miembro en horizontal al suelo. Le ofreció una de las bebidas pero Yeimy no respondió. No podía, la joven esposa contemplaba atónita como su amiga succionaba a su marido de forma magistral. Primero le masturba, luego empleando sus labios cuidadosamente engullía cuanto podía, la sacaba de su boca y la volvía a tragar casi entera. La muy zorra miraba a Federico mostrando como se comenzaban a formar filamentos de saliva que pendían de su inflado prepucio hasta su sucia boca. Entonces él mismo se la agarró y sujetándole ligeramente la cabeza le restregó la polla por toda la cara embadurnándola de saliva. Le dio un par de suaves puyadas en su boca abierta y le volvió a dejar hacer a ella. La verdad es que Eva se esforzaba, le pajeaba con una mano mientras chupaba el resto de su rabo adelante y atrás, succionaba con fuerza el capullo, se la tragaba de nuevo casi entera, utilizaba su propia saliva para hacer cochinadas y ruidos obscenos, y de pronto la levantó para dejar así los testículos al alcance de su boca. Una auténtico putón, como todas las divorciadas jóvenes y guapas, pensó Yeimy.

 

Habían llegado a los postres y precisamente cuando Eva parecía haberse calmado, todo se precipitó. Se ofreció a ayudar a la anfitriona y cuando se levantó la mirada furiosa de Yeimy se dirigió agudamente al tapizado rojo mate de la silla, o más bien a la mancha oscura que había en el centro del asiento.

― ¡Serás guarra! ¡Mira cómo has puesto la silla! ―gritó como loca.

 

― Ay, lo siento.

 

Había sido un cúmulo de circunstancias, lo excitada que había llegado presintiendo sexo, lo cachonda que la había puesto el seductor Delegado y lo grande que le quedaba el maldito bikini. Y entonces escuchó a Roberto en tono de sentencia.

 

― Desde luego si estuviésemos en la oficina yo mismo le daría unos buenos azotes por cochina, pero ésta es tu casa Federico. Tú verás lo que haces.

 

Todos miraron entonces a Fede, que tardo en reaccionar pero una vez se puso en pie lo hizo con determinación. Se fue hacia ella y agarrándola del antebrazo la hizo seguirle. Se volvió a sentar y ordenó ― ¡Sobre mis rodillas! ―cuando Federico tiró de ella la alta rubia casi se cae del otro lado, de modo que tuvo que apoyar las manos en el suelo y su trasero pronto recibió el primer manotazo. Aquel se lo dio sobre el bikini azul pero entonces estiro de este hacia arriba y la tela se introdujo entre las nalgas de la escarmentada como si llevase tanga. Federico acarició el culo de la rubia trazando un círculo y le asestó cuatro sonoros azotazos que hicieron encenderse el carrillo derecho de la divorciada. ― ¡ah! ¡Ush! ¡aaah! ¡Ssh! Gemió ésta totalmente complacida con el castigo. Después Federico introdujo unos instantes su dedo medio en el empapado y caliente coño al tiempo que agarraba del cuello a la rubia, y al sacárselo le atizo un último azotazo. Se puso en pie para sacarse la verga delante de ella. No tuvo que obligar, ni tampoco que ordenar. La delgada amiga de su esposa llevaba horas con ganas, y se la agarró y chupo con tanta fuerza como alivio.

 

Volviendo en sí, Yeimy vio que su amiga masturbaba a su esposo a toda velocidad, eso sí, con el glande metido en la boca, jugando con su lengua y babeando. Entonces llegó el clamor de su marido y de la boca de su amiga comenzó a manar esperma a chorros que se escurría luego por su mano. Sin dejar de masturbarlo se echo hacia atrás, pero en cuanto vio el glande tapado casi por completo de esperma se lo volvió a meter en la boca y dejarlo limpio. Federico, atento, no dudo en rebañar su leche de la mano de Eva con dos dedos para dárselos a chupar después.

 

Para sorpresa de todos y regocijo de Roberto, Federico aun no había acabado con la rubia. Tras follarla oralmente unos segundos, la agarró del moño y la hizo tumbarse con sus tetitas sobre la mesa, ofreciéndole su retaguardia a una despiadada invasión. Yeimy no podía creer que aquel semental fuese su marido, estaba tan excitada que empezó a acariciarse el sexo por encima del pantalón. Vio que Roberto hacía lo propio.

 

Federico la comenzó a follar fuerte y rápido. Estaba tan encendido que no había perdido ni ápice de erección. Los golpes de cadera, jadeos y gemidos rebotaban en las paredes al igual que lo hacía las pelotas del marido de Yeimy contra el clítoris de la rubia. Eva no tardo en petrificarse y estremecerse entera con su primer orgasmo. Federico se fijó entonces en sus espectadores, y con chulería hizo a la flacucha subir la rodilla de ese lado para que así estos pudieran ver mejor como se la metía y sacaba del sucio chochito. Puso tanto ímpetu al follarla que un par de platos y varios cubiertos cayeron al suelo de la mesa, a cuyos bordes Eva se aferraba para aguantar las arremetidas de Fede hasta que pronto un segundo orgasmo la hizo desplomarse sobre platos y demás.

 

En ese momento Yeimy vio como Roberto se ponía en pie y se acercaba a la pareja con un bote de color naranja en la mano. Se lo ofreció a Federico con gesto serio.

 

― Disfruta de su culo. ―creyó Yeimy entender al Delegado.

 

No se equivocaba. Fede derramó un chorro de aceite en el surco que dividía los pequeños glúteos de la rubia y otro más a lo largo de su rígido astil. Eva permanecía inmóvil,  ajena a todo. Federico se giró entonces hacia su esposa mirándola con resentimiento un segundo y sonriéndole en seguida con malicia, al tiempo que se la meneaba para cubrir bien toda su polla con aceite. No se anduvo con remilgos. No iba a pedirle permiso como a su ñoña esposa, ni siquiera la iba a avisar. Deseaba follar el culo a una mujer de una vez por todas, pasara lo que pasara y le había tocado a ella. Beneficiándose de la relajación en que Eva estaba sumida colocó la punta justo frente al agujerito arrugado y empujo con decisión.

 

― ¡¡OooooOoooh!! -aulló con espanto la descuidada divorciada. Sí, la sentía dentro, pero no en su agradecido coñito. El marido de su amiga se la había metido de golpe en el culo, como ningún hombre lo había hecho antes. Por un momento pensó que Federico había desgarrado su esfínter, y como pudo le propinó varios puñetazos en el pecho. Pero no serviría de nada y ella lo sabía.

 

Al sentir el enfado de Eva Federico la agarró con fuerza de las caderas clavándole las uñas, y con un segundo arreón hundió el palo mayor en el culo de la enrabietada rubia.

 

Eva tuvo que reconocer que Federico la había sorprendido, había atravesado su ojete y le daría por el culo a placer. Sabía que cuando una mujer no quiere ser sodomizada debe rechazarlo y apretar el culo para imposibilitar la penetración, pero ella si quería. Tenía experiencia, mucha experiencia. No es que a Eva le encantase especialmente aquello, pero siempre se sentía atraída por hombres seguros que la dominasen sexualmente, de esos a los que les gusta follarle el culo a su novia o mujer de vez en cuando. Y la verdad es que sólo esperaba que Fede continuase lo que había empezado.

 

Sin embargo Eva, en pompa sobre la mesa tomó por el culo a Fede apenas un minuto. El marido tiró cuanto estorbaba en la mesa y la hizo subirse y separar las piernas. Le estrujó las tetas con ambas manos y lamió hambriento aquel coño de grandes y carnosos labios hasta beberse el almíbar del tercer orgasmo de la rubia. Se volvió a embadurnar la polla con aceite y se la clavo por el culo ahora boca arriba, esta vez con apenas un pequeño respingo por parte de la rubia. Yeimy se corrió en el sofá viéndolos gozar, el flujo caló el pantalón vaquero dejando un amplio cerco de humedad. Yeimy sabía que era la primera vez que Fede sodomizaba a una mujer, y quería que ésta también gozara, por lo que intercaló lametones con sodomía una vez más. La última vez que Eva sintió la verga de Fede entrar en su culo gimió de puro gusto y le pidió que no volviese a sacarla. Federico se dio cuenta de que debía realizar su ataque final, así, primero muy lentamente gozo de ver entrar y salir su pollón del culo de Eva, después con unas estocadas pausadas y contundentes la hizo aullar de nuevo y finalmente hizo algo que dejo perplejos a todos, le indicó que se sujetara a su cuello y tomándola por las nalgas la levanto en volandas haciéndola cabalgar el vilo, hasta que eyaculó llenando por fin con su esperma el culo de una mujer complaciente con su hombre.  Además de oír los jadeos y gruñidos Yeimy se dio cuenta de que el miembro de su marido volvía a convulsionar clavado en el culo de su mejor amiga. La joven esposa pensó que aquel comportamiento de su marido había sido culpa suya, y viéndole vaciarse con satisfacción en el culo de Eva decidió que permitiría que su marido le rompiese el culo cuando él quisiera, todos los días si era preciso, pero que jamás volvería permitirle tocar a otra mujer.

 

Cuando Federico se despertó a la mañana siguiente, Eva y Roberto ya se habían marchado. Le sorprendió que su mujer no hiciera ni un solo comentario sobre lo ocurrido. De pronto, cuando Yeimy comenzó a desayunar de pie en la cocina en vez de sentarse, Federico tuvo un mal presagio.

 

― ¿Por qué no te sientas? ―le preguntó.

 

― No, es que tengo prisa. Tengo que…

 

Federico no siguió escuchando. Se levanto y fue hacia ella. Sin mediar palabra la empujo por la fuerza sobre la encimera.

 

― ¡Quietecita o te…! ―le advirtió a Yeimy.

 

De un tirón Federico le bajo a su mujer el pantalón del pijama que aún llevaba puesto. Yeimy no llevaba bragas. Tenía todo el culo enrojecido como si le hubiesen propinado una azotaina, el ano parecía inflamado y escocido. Pero cuando Federico hizo intención de separar las nalgas de su mujer esta grito.

 

― ¡No por favor! ¡Por favor! ― suplicó Yeimy.

 

― ¿Te dio por culo? ―pregunto Federico.

 

―  Casi una hora. Se corrió dos veces. ―Respondió su esposa entre sollozos.

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2 respuestas

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