Por

Anónimo

marzo 4, 2022

5721 Vistas

marzo 4, 2022

5721 Vistas

Sesión de modelaje.

0
(0)

A mi esposo Andrés le encantaba tomarme fotografías. La verdad es que Andrés tiene ese instinto de reportero. Sabe captar las instantáneas en el momento justo en el que la pose y la expresión son más reveladoras. A mí comenzó a gustarme posar más de lo que había previsto. Me encantaba jugar con la mirada, la sonrisa y la pose del cuerpo provocando a mi esposo.

Algunas fotos me las tomó desnuda e incluso llegó a convencerme de realizar poses de índole casi pornográfica.

“Anda tonta” me decía. “Son solo para mí”

Decidí intentar dedicarme a la fotografía como modelo profesional, así que tomé algunas lecciones de modelaje  durante unos meses y comencé a buscar trabajo.

 

Fue decepcionante al principio. La mayor parte de las veces el entrevistador me pedía que me quitara la ropa; el resultado era siempre el mismo: si no accedía a los deseos impúdicos del entrevistador debía rechazar la solicitud. Estaba claro tanto para mí como para mi esposo Andrés que tendría que quitarme algo de ropa para empezar mi carrera como modelo.

 

“Solo para empezar, tonta” Me animó mi marido “Tiene su morbo ¿No crees?”

 Esa fue la justificación para todo lo que pasó luego.

 

Por fin una entrevista salió como yo esperaba. Era un edificio antiguo, de esos de techos altos y puertas inmensas de madera. En el cuarto piso. El entrevistador era un señor algo obeso, de mediana edad, sudoroso, calvo y regordete. Yo le mostré algunas de las fotografías que me había hecho Andrés. Esta vez, cuando él me pidió que me quitara la blusa, lo hice. Pero me sentí aliviada al escucharle decir que se me veía muy bien en sostén y que estaban buscando a alguien para un anuncio de lencería.

 

Encantada, acepté el trabajo. Me pidió que regresara al día siguiente.

 

Después de irme, Bautista (que así se llamaba el gordo) llamó por teléfono a su compañero Gregorio. “Tenemos otra calienta. Grandes tetas y se le adivina un coñito perfecto, pero es poco tímida. Trabájala con cuidado. Está ansiosa por entrar en el negocio del modelaje”. Ambos soltaron carcajadas irónicas. Bautista colgó y volvió a su tarea. Estaba lamiendo la rajita de una joven modelo que acababa de terminar su sesión de fotos.

 

Llegué puntualmente a los estudios. La gran superficie de una antigua fábrica había sido dividida en varios decorados. Quedé impresionada con la variedad  y el lujo de los decorados. Gregorio salió de su oficina y se presentó. Era un hombre negro muy alto, vestía un traje italiano con una elegante corbata y olía muy bien.

 

“Hola, Salomé. Encantado de conocerte. Soy Gregorio. Me mostró una sonrisa increíble y tomó mi mano. “Siempre es maravilloso conocer a una nueva modelo. Supongo que es tu primer trabajo profesional…”

“Sí lo es”

 

Estaba nerviosa por la forma en la que aquel hombre me miraba. “Entonces, Gregorio”, pregunté con inseguridad: “¿qué tipo de lencería voy a ponerme? Quiero decir, ¿sabes mi talla?

 

Gregorio rió. “No te preocupes, Salomé, todo está controlado”. Juraría que era jamaiquino. “Tenemos todas las tallas y tipos de lencería para la prueba de esta tarde. Braguitas, fajas, medias y sujetadores. Si me aceptas un consejo…debes tomarte tu primera sesión de fotos como una diversión. Disfruta, eso es todo lo que tienes que hacer. Si te lo pasas bien y te relajas todo lo demás saldrá perfecto. ¿Qué me dices?»

 

¿Quién podría estar en desacuerdo con aquello? No fue hasta mucho después cuando me di cuenta de que él había mencionado las bragas. Creía que modelaría sólo sujetadores. Pero a fin de cuentas tampoco era tan grave.

 

Me condujo hasta un decorado que simulaba la sala de estar en una típica casa de clase media. Aparecieron otras dos chicas con percheros llenos de ropa. En realidad yo estaba encantada e ilusionada con que fuese a dar comienzo mi primer trabajo profesional como modelo. Mirando la ropa de las perchas no me di cuenta de la entrada del equipo de cámara. Hasta que se encendieron los focos no me percaté de que estaban allí, y que eran cuatro hombres de color, como Gregorio.

 

Gregorio comenzó a preparar la escena. Escogió una sencilla combinación de lencería blanca para empezar.

Pregunté a Gregorio:

“¿Dónde puedo cambiarme”

Tanto Gregorio como los fotógrafos y las chicas de los percheros rieron.

“Salomé” me dijo Gregorio “se ve que es tu primer trabajo. Aquí todos somos profesionales. El desnudo es algo que una modelo debe admitir con naturalidad en este mundillo. Al principio estarás algo incómoda, pero te acabarás acostumbrando. No te preocupes. Así que pongámonos la ropa interior y empecemos la sesión. El tiempo es dinero. Imagina el tiempo que perderíamos si cada cambio de ropa te debieras ir a otro cuarto”.

 

Me cambié de sujetador de espaldas a todos, mirando hacia la pared, pero las bragas fueron lo más difícil para mí. Estaba tan nerviosa con todo el mundo mirando que al quitarme las bragas casi me caigo hacia adelante, agarrándome al borde de una mesa de café y tambaleándome hacia atrás, para sorna del equipo que pudo ver claramente el montículo de mi sexo y el triángulo de vello rizado castaño oscuro. Gregorio pensó: “Ese vello habrá que depilarse. Hay algunas bragas que pueden dejarlo escapar por la parte de arriba”.

 

Las cosas se fueron calmando para mí a lo largo de la sesión. Cada nuevo conjunto de lencería parecía inspirarme más mientras posaba para Gregorio y el equipo de cámaras. Apenas noté que la ropa interior iba siendo cada vez más atrevida. Finalmente, me entregaron un conjunto de seda negra con extrañas solapas cogidas con velcro adhesivo sobre los pezones y la entrepierna.

 

Mientras Gregorio me dirigía, me hizo recostar en el sofá de la sala de estar falsa y me giró en poses no muy recatadas. Con las piernas abiertas descaradamente. Pero yo estaba totalmente convencida de mi papel, como una artista, y posaba ya sin darle importancia a los hombres y mujeres que miraban.  Las cámaras disparaban sin parar y las pantallas y los flases expelían el sonido metálico al cargar la batería.

 

Gregorio me dijo: “¿Puedes sentarte un poco, amor? Así genial.» Más flashes de cámara. “Ahora, Salomé, ¿ves las solapas negras de tu sostén? ¿Sí? Bueno. Son abatibles, dejan a la vista los senos. Tira del velcro y quítalas para el siguiente conjunto de fotos”.

Le miré asustada.

 

“Tranquila, niña”, me dijo. «Esto es solo para empezar. Baja también la solapa de la braguita”

¡Por Dios! No me había dado cuenta de que la braga tenía también solapa abatible y que mi coño quedaría al descubierto. Pero no tenía tiempo para pensar o reaccionar, aparte de seguir las instrucciones. Bajaron los objetivos y el flash de las cámaras en dirección a mi entrepierna. Me estaban fotografiando directamente el coño. ¡No podía creer que hubiese llegado hasta ese momento!

Tras la sesión, mientras el equipo de cámara y las chicas de vestuario empezaban a guardar la ropa y los equipos, me acerqué a Gregorio. «¿Cómo lo he hecho? Me sentí algo cohibida, especialmente al final. Me alegro de que Margarita y Sofía hayan estado tan amables conmigo”.

 

“Lo has hecho perfecto. Para ser tu primera sesión te has portado como toda una experta, cariño. Los chicos y las niñas son un buen equipo y te adoran ya, desde el primer momento. dicen que eres muy natural, y yo estoy totalmente de acuerdo. Tienes una frescura original, una simpatía extrovertida y un perverso sentido del humor en la mirada. Me encantas. Y tienes un cuerpo bronceado y en forma que es una maravilla. Te iría muy bien como modelo para desnudo. ¿Sabías Andrés me envió una foto tuya desnuda en el lote de fotos promocionales que envió a la oficina?

 

 

¡No podía creer que mi marido hubiese incluido aquella foto!

Gregorio me la entregó y yo me quedé mirándola. Estaba desnuda en la playa durante sus vacaciones de verano. Era una de sus fotos guarras. Luego miré a Gregorio. Pensé en su oferta y casi estuve tentada de aceptarla, pero quería establecerme como modelo vestida, así que me quedé callada, sin saber qué hacer o decir. Gregorio me dio unas palmaditas en el hombro para tranquilizarme. “Está bien, Salomé. No debes darle tanta importancia. Muchas modelos hacen desnudos. Margarita y Sofía son modelos desnudas, ¿verdad, chicas?

 

Ambas asintieron. Margarita me dijo: “Sé que parece algo indecente, pero en realidad no lo es. A mucha gente le gusta tomar en privado fotos así. Hay muy, muy  buen mercado para el desnudo y se paga diez veces más que una sesión con ropa”.

 

Miré a Gregorio  y el asintió. “Diez veces”.

Pensé en la de cosas que podría hacer con tanto dinero. Renovaciones de muebles en casa, vacaciones en el Caribe, todo sería posible si me quitaba la ropa. Bueno, sólo por una vez, pensé. Para probar. Una sacudida en mi interior, de índole sexual, me recorrió al pensar en lo que estaba a punto de hacer.

“¿Y sería hoy mismo?”

Gregorio asintió y me condujo a otra parte del estudio donde había un decorado que parecía un burdel antiguo con cortinas de brocado carmesí y sofás acolchados, espejos en las paredes y en el techo.

“Aquí” dijo “seria ahora y aquí mismo. ¿Te animas?”

Asentí y de nuevo el equipo comenzó a montar los focos y las dos chicas trajeron ropa de época para que me probara. La idea era que yo era una prostituta posando para fotos publicitarias del burdel. Fotos que luego repartirían en ciertos bares y casinos a clientes adinerados.

 

El viejo corsé estaba muy apretado. No me gustó, me costaba respirar. Pero levantaba mis senos, lo que a Gregorio claramente le encantaba y decidió comenzar la sesión con imágenes de mis tetas desbordantes sobre la seda y huesos de ballena. Luego pasó a la falda con volantes, una toma de ángulo desde abajo que exponía el hecho de que no llevaba ropa interior. Luego Gregorio indicó a las chicas que me desnudaran del todo.

 

Mi exhibicionismo oculto afloró ante el hecho de estar desnuda frente a aquellos extraños. Hice una mueca y lancé un beso a la cámara, jugué con los dedos de los pies mientras mostraba mi coño y me inclinaba hacia la cámara para que capturasen una foto de mis senos colgando. Seguí y seguí, volviéndome cada vez más natural y despreocupada. Pasé a mostrarme más provocativa en mis poses, hablando con Gregorio y acatando cada una de sus sugerencias, hasta que Gregorio, de repente, dijo: «Está bien, Salomé, abre las piernas».

 

Me detuve un instante antes de sentarme en el sofá, mirando hacia abajo con timidez. «¿Por qué quieres que haga eso?» pregunté lánguidamente. Gregorio quería que cruzara la línea entre los desnudos de buen gusto y las exposiciones pornográficas, estaba claro. Toda mujer sabe dónde está esa línea. Y la dichosa línea había aparecido en ese mismo instante en el que Gregorio había pedido: «Abre las piernas».

 

Pensé en Andrés y en lo que diría. Con ese pensamiento, llegó la respuesta a mis dudas. Sí, mi esposo Andrés lo aprobaría. Él siempre ha disfrutado con el hecho de exhibirme ante extraños. En playas nudistas sobre todo. Después de todo, él ya le había tomado fotos así de mí. Así que separé las rodillas.

Se sucedieron las órdenes de Gregorio. “Sostén tus pechos. Pellízcate los pezones. Pon tu dedo en tu boca con carita de niña mala. Pon la yema del dedo en tu clítoris. Mantén abiertos los labios de la vagina. Métete un dedo en el culo.

 

Cada nueva indicación era más escandalosa que la anterior. MI mente incrédula luchaba contra la cruda realidad de la sesión de fotos. Me di cuenta de que no había reglas, ni límites a lo que me harían hacer para la cámara.

 

Cuando terminó, el equipo una vez más comenzó a recoger. Yo estaba tan erotizada por la experiencia de ser fotografiada desnuda que me acerqué a Gregorio y exclamé: “Ha sido increíble. Me encantaría volver a hacerlo. Te soy sincera, Gregorio, es un deseo real, honesto, pero también me atrae el aspecto financiero, necesito ese dinero”.

 

Gregorio me miró de arriba abajo. Se frotó la barbilla. “Hmmm, está bien, Salomé. Me encanta tu entusiasmo, y posas mucho más bien de lo que cabía esperar. Me refiero a la dinamita que llevas dentro, niña”. Yo reí.  “Si tienes tiempo. Es pronto aún. Tenemos tiempo disponible ahora para otra sesión, si estás interesada. Pero te advierto que serán unas fotos privadas que ha pedido un cliente muy especial. Pero… si lo que quieres es dinero, te las pagaré al triple que las últimas que te has hecho.”

 

“Sí, claro”, respondí con una gran sonrisa. ¡El triple! Aquello, sumado a lo que había percibido por las dos sesiones anteriores era más que lo que Gregorio ganaba en un mes. Ni siquiera me planteé la naturaleza de las fotos. Me daba igual.

 

“Bueno, antes de que digas ‘sí’, será mejor que te explique. Son fotos más explícitas. Puedes negarte si quieres. Serán escenas de bondage suave, por lo que estarías desnuda y atada. No muy diferente de los otros desnudos que acabas de hacer, excepto que estarás atada”.

Yo asentí.

 

El set era grande, una habitación oscura con techos bajos y muebles de bondage. En el medio de un escenario elevado había una gran silla ginecológica. Gregorio trajo esposas para mis tobillos y muñecas y comenzó a atarme. Quedé inmóvil y he de confesar que sentí miedo mientras cerraba una a una las esposas de cuero y me quitaba la ropa. Mientras me ataba, descaradamente me tocó  el culo, las tetas y el coño.

 

Sin estar realmente de acuerdo ni en contra de lo que estaba sucediéndome, dejé que Gregorio me asegurara las muñecas al reposacabezas y los tobillos a los estribos de la silla. Su profunda voz masculina era tranquila y segura. Sus fuertes manos eran cálidas y dulces en sus caricias mientras me sujetaba las hebillas de los puños a los anclajes de la silla, y me contó una historia divertida sobre una modelo que se había ido a casa en el metro todavía con sus puños de bondage puestos.

 

Luego, el fotógrafo de la cámara móvil se movió alrededor de la silla, tomando instantáneas de mis muslos carnosos y los senos. Traté de hacer alguna broma, porque en realidad estaba aterrorizada. Me di cuenta de que todo era real, estaba atada con fuerza, no podía liberarme aunque quisiera. Mi respiración se volvió más rápida y nerviosa cuando comencé a entrar en pánico.

 

—Calma, cariño —me tranquilizó Gregorio—. “Simplemente están mirando los ángulos que necesitamos para el rodaje. Realmente no hay nada que puedas hacer excepto lucir tan bonita como eres… y lo haces muy bien Salomé, por supuesto”. Sostuvo su mirada en mis pupilas y yo me calmé. “Ahora bien, mi niña, ya lo sabías antes de empezar, esta no es una sesión normal… es erótica. Solo recuerda que es por el dinero extra y actúa como la putita que se supone que eres. Saca tu lado más interpretativo”.

 

Desde detrás de las cortinas apareció silenciosamente el resto del equipo de actores: todos hombres, todos negros y desnudos.

 

“Oh oh… oh ¿qué es eso? ¿Qué estoy haciendo?» pensé con un súbito ataque de pánico. Gregorio hizo señas a los hombres para que se detuvieran.

 

«Es un ambiente de esclavitud falsa que estamos creando, Salomé. Eres la esclava sexual de todos estos hombres y como tal debes actuar». “Podía haberte contado toda la escena primero. Y aún estás a tiempo de negarte, pero he de confesarte que el cliente quiere las fotos para hoy mismo y no tengo otra actriz. Tú verás. Espero que aceptes.»  Me miró con ojos de súplica, como si mi aprobación significara algo muy importante.

 

¿Ellos… ellos no harán… no me harán….? ¿Lo harán?» Mi voz sonaba deliciosamente tímida. Y a alguno de aquellos negros mis palabras les provocaron una reacción instantánea entre las piernas.

 

«No, no, por supuesto que no», me aseguró Gregorio. “Solo están aquí para posar desnudos contigo. Nada más. Puede haber algunos roces, es lógico. Ya me entiendes. Según qué tipo de pose, pero nada sexual”.

 

Así que los jóvenes rodearon la silla y comenzaron a imitar, a fingir actos sexuales conmigo. Uno se puso de pie entre mis piernas y fingió poner su larga polla negra sobre mi coño. La cabeza de aquella polla en realidad reposó sobre mi vulva. Podía sentirlo, y aquel contacto envió una carga eléctrica a través de todo mi cuerpo. ¿Cómo se sentiría al ser penetrada por aquel falo tremendo de ébano brillante? Oh no, no puedo pensar eso. Me dije a mí misma. ¿Qué diría Andrés?

Un joven negro, delgado y atlético con un pene enorme, se acercó sobre mi cabeza. Gregorio me pidió que abriera la boca cuando el joven avanzó con su polla hacia mí y fingí chuparla sacando la lengua. Las cámaras y los flases parpadearon como ametralladoras. Otro caballero negro mayor con una mirada digna y un pene considerable estiró su mano hacia mi seno derecho, y el ángulo de la cámara lo hizo parecer como si estuviera acariciando.

“Si no te molesta, Salomé “dijo de repente Gregório “, “que repose el sexo del chico sobre tus labios. Sólo para unas fotos más…, artísticas”

Entreabrí los labios y el negro reposó su polla inmensa, pero algo flácida aún sobre mis dientes, en la boca que ofrecí entreabierta.

“Lo siento dijo el chico” Una gota de líquido viscoso y transparente había salido involuntaria de la punta de su verga y había caído sobre mi mejilla.

 

De repente Gregorio dio por finalizada la sesión. El equipo desapareció, dejándonos a solas a Gregorio y a mí. Curiosamente, dejaron las cámaras grabando y las luces encendidas. Me sentí aliviada cuando Gregorio se acercó, pensé que iba a liberarme de las ataduras. Pero en lugar de eso, se quedó un largo rato contemplando mis soberbias curvas. Las onduladas colinas de mis pechos, mis tonificados brazos y piernas, mi vientre plano, mis muslos firmes y el adorable mechón de vello púbico castaño claro sobre el montículo de Venus. Yo le devolví la mirada y pregunté: «Si hemos terminado, ¿por qué no me desatas ya?»

 

Suspiró y miró hacia el resto de los escenarios vacíos. “Salomé, ¿no se te escapa que todo esto (el estudio, la oficina, los actores, el equipo) es mucho más caro y necesita más ingresos de los que tiene una pequeña empresa de fotografía? Somos un negocio que también vende sexo para una clientela de élite, sexo real, sexo tanto en vivo como en video. Eso supone mucho, muchísimo dinero. Como podrás suponer”.

 

“Déjame salir de esta silla, Gregorio. Por favor. Nunca te he dicho que quisiera hacer sexo. Hicimos un trato para una sesión sólo de fotos. ¡Lo que insinúas no es fotografía!” “Por favor, suéltame”

Gregorio se limitó a encogerse de hombros. “Sí, sí, por supuesto que es fotografía lo que habíamos pactado. Pero sólo fotos no es gran cosa para tu capacidad artística. Créeme Salomé. Te he observado. Has disfrutado todo lo que te ha sucedido hoy, hasta ahora, ¿no? Incluso cuando ese negro te ha puesto la polla en la boca.

 

Su voz era tranquilizadora, hipnótica. Lentamente asentí. Eso era cierto. Tenía que admitir que me había divertido y excitado todo aquello.

 

“Y has disfrutado obedeciéndome, ¿verdad? “

 

Realicé inconscientemente otro asentimiento, más entusiasta de lo que pretendía.

 

“Has disfrutado de que te tocaran, de que te rozaran como lo han hecho., ¿no es así?” preguntó, pasando su cálida mano sobre la parte interna de mi muslo expuesto. El hormigueo que subió por mi pierna hasta la ingle, me estremeció. Mi respiración se aceleró cuando me di cuenta de a dónde iba a parar todo aquello y luché contra el pánico.

 

Él estaba allí de nuevo ofreciendo algo más que cámara de fotos y poses insinuantes, su mano en la parte superior de mi muslo, su dedo paseando sobre mi montículo púbico. “Ssshh tranquila, cariño. No debes preocuparte. Lo haces todo el tiempo con tu esposo Andrés. No tiene tanta importancia el que lo hagas con otras personas”. Le miré. Gregorio se quitó la ropa y avanzó hacia mí con el pene erecto. Agarró el estribo izquierdo, lo abrió y lo bloqueó. Supe que estaba a punto de ser follada. Mi culo y coño se mostraban de manera prominente a la cámara que tenía una luz roja parpadeante para hacerme saber que todo estaba siendo grabado.

 

Sin decir palabra, Gregorio frotó experimentadamente la cabeza de su polla a lo largo de mi raja. Luego empujó entre los labios húmedos y cálidos en la parte inferior de mi vientre hasta tenerlo todo dentro, el tremendo pene cargado de sangre. No esperaba tener mi primer orgasmo tan rápidamente. Pero cuando él embistió con su polla con fuerza y â��â��rapidez, no pude evitarlo. Mis ingles estaban calientes por la excitación. Incluso levanté las caderas para recibir su ataque y gemí con cada embestida de su enorme herramienta negra.

 

Gregorio sacó la polla y cogió un azotador. Era uno pequeño látigo que sacó de un armario, quince o veinte tiras de cuero negro de unos treinta centímetros de largo. El primer golpe cayó sobre mi seno izquierdo y me dejó sin aliento. Chillé, pero más golpes cayeron tan rápido que no pude recuperar el aliento el tiempo suficiente para chillar de nuevo. Gregorio dejó marcas rojas en mis tetas, alternando de izquierda a derecha, y ocasionalmente golpeando un pezón a propósito para escucharme gritar más fuerte.

 

Luego comenzó a viajar con los azotes hacia abajo a través de mi vientre hacia sus muslos, lo que provocó un alivio momentáneo de mis pechos doloridos, pero luego más pánico cuando me di cuenta de adónde se dirigía con el flagelador. Seguramente no azotaría mi coño. ¿O lo haría?

 

Sí, lo hizo. Después de alternar la parte interna de mis muslos izquierdo y derecho, pintándolos en un delicioso tono rosa intenso, dirigió su atención a mi coño. Pero el golpe que esperaba nunca cayó.

 

En lugar del azotador de Gregorio, llegaron Margarita y Sofía con jabón, agua y una navaja. “Es hora de limpiar”, anunció alegre Sofía.

 

La miré fijamente. «¿No me digas que te hicieron esto a ti también?»

 

Sofía se rió y Margarita también. “Oh, por supuesto. Y nos pagaron tan bien como te van a pagar hoy a ti. Zorra”

 Las dos mujeres hábilmente enjabonaron y afeitaron mi coño delante de la cámara. Sofía comenzó a frotar aceite fragante en la carne del montículo púbico recién afeitado y por toda mi vulva.

 

 

Los negros que había protagonizado la primera grabación volvieron a entrar. Yo casi me arrepentía de haber accedido a realizar todo aquello, por mucho dinero que fuesen a pagarme. Gregorio me había dicho que podía renunciar en cualquier momento, pero avisándome de que ello implicaría el no cobrar la última sesión. Decidí esperar, aguantar un poco más.

El negrito delgado de inmensa polla me giró la cabeza con brusquedad y me dijo:

“Chupa, guarra. Antes lo estabas deseando” Y lo peor es que tenía razón.

Todo estaba siendo grabado. Los azotes de Gregorio en mis tetas, la sesión de afeitado y ahora como la polla del negro entraba en mi boca hasta hacerme dar arcadas al chocar con la garganta. No podía mirar hacia abajo porque me sujetaba del pelo de forma que solo veía su vientre y los ricitos negros de su ensortijado vientre, pero sentí lametones en mis pechos y como me penetraban el coño con otra polla enorme..

 

En un entreacto en el que el negrito sacó su verga de mi boca pude ver a Gregorio acariciándome el coño con la palma de su mano y los dedos. Un dedo se desvió hacia mi ano, haciéndome estremecer.

 

Él sonrió diabólicamente y me montó una vez más. Esta vez condujo su polla hasta el interior con un solo empujón y estableció un ritmo furioso que provocó gemidos de placer en mi pecho. No disminuyó la velocidad ni se detuvo. Gotas de sudor brotaban de su cuello y parte superior del pecho. Su propio ritmo de excitación también se aceleró. Entonces él se puso rígido, y yo pude sentir su pene latiendo en mi vagina mientras me entregaba su preciosa carga de semen en los profundos recovecos del coño. Las manos de otros dos chicos de color magreaban mis pezones y los pellizcaban con fuerza mientras otros dos chicos de color se masturbaban esperando su turno. Todos me penetraban por turno. A veces el culo, otras el coño. La boca siempre la tenía ocupada mamando vergas con el sabor de mi coñito o del ano.

 

Luego vino una verdadera cascada de esperma de las demás pollas. Yo miré hacia la luz roja parpadeando de la cámara que grababa todo aquello. Con mi cara y mis pelos llenos de semen.

“No hemos terminado contigo” dijo Gregorio. “Ganaremos mucho dinero con el video que acabamos de filmar, Salomé. Pero los señores dueños de este edificio financian esta sesión y te pagaran generosamente por una experiencia de primera mano. Así que vamos a limpiarte. Les mandamos el video a su teléfono y después de cenar algo vamos a hacerles una visita”.

Los tres mil euros en mi bolso calmaron mis dudas. A fin de cuentas los azotes no habían sido tan fuertes.

¿Que te ha parecido este relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este relato.

Una respuesta

  1. helenx

    Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt

Deja un comentario

También te puede interesar

Mi madre se los folla a pares

anonimo

26/12/2016

Mi madre se los folla a pares

Se han follado a mi novia

anonimo

20/02/2021

Se han follado a mi novia

mi mujer la puta de ellos.

anonimo

13/01/2013

mi mujer la puta de ellos.
Scroll al inicio