 
Por
Anónimo
Primeras experiencias
El domingo fue un día de contrastes brutales. Quedé con el chico del gym que me venía calentando hace semanas, pero la cita fue un fiasco total. No solo la tenía bastante pequeña, sino que mientras se la chupaba, acabó en mi boca en menos de cinco minutos, sin darme tiempo a nada. Me fui de ahí con un sabor amargo, literal y figurado, demasiado enfadada para volver a casa tan temprano.
Decidí llamar a mi mejor amiga, mi confidente de toda la vida. Con ella tengo una historia que se remonta a la secundaria, aunque ambas estamos en pareja estable ahora y llevamos una vida más tranquila. Quedamos en un bar cerca de su casa, y apenas me vio, notó mi aura de frustración y me dijo que llegaba vestida demasiado sexy para una noche simple. No pude evitarlo y le solté todo el rollo: la decepción con el tipo del gym y, de paso, le confesé que con mi novio estamos probando a abrir la pareja, explorando nuevos horizontes.
Esa confesión fue la llave que abrió la caja de Pandora. Empezamos a recordar con nostalgia nuestra época loca, cuando éramos unas adolescentes desenfrenadas. Copa tras copa, la complicidad se fue transformando en algo más tangible. En un momento de valentía borracha, le di un beso. Ella me correspondió de inmediato y, entre risas, admitió que hacía siglos que no besaba a una chica. La electricidad entre nosotras era innegable.
Las ganas nos pudieron y terminamos yendo a su apartamento. Allí, sin perder un segundo, me empujó contra la pared y me comió la boca con una hambre que hacía tiempo no sentía. Su lengua no solo exploró mis labios, sino que se adentró hasta mi garganta, en un beso profundo y húmedo que me dejó sin aliento. Luego, metió dos dedos en mi boca, los empapó de saliva y, sin sacárselos, empezó a masturbarme por encima de mi ropa interior, frotando la tela contra mi clítoris ya hinchado. El calor era insoportable.
Las cosas se pusieron más intensas cuando, en un arranque de pasión, me arrancó la camisa y el corpiño, destrozando la tela. Se abalanzó sobre mis tetas, que están hiper sensibles porque todavía estoy amamantando, y las devoró con una mezcla de suavidad y ferocidad que me hizo gemir de placer y un poco de dolor. Bajó aún más y, arrodillándose, me separó las piernas para chuparme la concha con una maestría olvidada, mientras introducía dos dedos dentro de mí, encontrándome empapada y palpitante.
Yo ya no podía con tanto estímulo, así que la frené para devolverle el favor. Sé que a ella siempre le volvía loca que le chuparan el culo, así que la puse a cuatro patas y me dediqué a lamerle ese hoyuelo prohibido con dedicación, mientras la penetraba con mis dedos y, de vez en cuando, bajaba a saborear su concha, que ya goteaba.
Como hace años que ambas estamos en relaciones monógamas, no teníamos juguetes a mano, pero ella, traviesa, me ofreció un poco de cocaína de sus nalgas. La sustancia blanca, mezclada con el sudor y el deseo, nos puso en un estado de excitación frenética. Terminamos haciendo una tijera espectacular, frotando nuestros clítoris hasta que las dos llegamos a un orgasmo simultáneo, gritando y retorciéndonos en la alfombra. Fue una conexión tan potente, tan primal, que hacía una eternidad que no sentía algo así. Espero con ansias que se repita pronto.
        🔞 Recomendado 18+:
        🔞 Te mereces compañía hoy: entra y conversa.
      


Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.