
Por
Anónimo
Pagando una deuda al hombre que más odia mi esposo - Nalgadas y llamadas.
Cómo he mencionado antes, soy algo rellenita y por lo mismo son algo grandes, y a Raúl disfrutaba de manosear, apretar y hasta morder todo el tiempo, pero más que otra cosa, le encantaba azotarlas y nalguearlas en cada oportunidad que tenía. A veces lo hacía despacito como de juego, otras acompañaba las nalgadas con caricias, y otras veces me las daba tan fuerte como podía, ya sea mientras limpiaba o mientras me cogía, definitivamente era de las cosas que más le gustaba hacer. Así que no es de extrañar que más de una vez, regresé a casa con mis nalgas de un color rojizo, o hasta con la leve silueta de sus manos marcadas. Aunque nunca me lastimó mucho, ni me dejó alguna marca permanente, sí se volvió parte de mi rutina verme las nalgas en el espejo en cuanto llegaba a mi casa para ver si no me las había dejado muy marcadas y saber que tanto tenía que evitar que las viera mi marido. Siempre fui muy cuidadosa y por lo general para la mañana siguiente ya no se notaba nada, pero en el transcurso de todos los meses que duré yendo a casa de Raúl, fue inevitable que en más de una ocasión mi marido se diera cuenta de vez en cuando. Más de una vez me ví en la necesidad de inventarle ridículas excusas, como decirle que las plantas del jardín de Raúl me provocaban alergia y por eso se me enrojecían ciertas partes del cuerpo, o decirle que a veces resbalaba y caía de pompis en el piso mojado con jabón y por eso se me irritaba la piel, siempre obteniendo como resultado la mirada escéptica de mi marido.
Cuando le mencioné todo eso a Raúl, sé que perdía mi tiempo, ya que cuando le dije que quería hablar con él, me dijo que tenía que decírselo mientras usaba mis pechos para darle placer, obligándome a ponerme de rodillas primero para poner su miembro entre mis pechos, apretarlos y frotarlo. Mientras yo hablaba expresándole mis preocupaciones, él gemía y disfrutaba viéndome usar mis pechos desnudos para masturbarlo, ignorando todo lo que intentaba decirle. Cuando le pedí que por favor me respondiera, Raúl solo dijo con un tono burlón que lo pensaría, agarrándome del pelo para frotar su miembro en mi cara (era su manera de hacerme saber que era «hora de comer») así que sé que no hablaba en serio.
Raúl uso mi boca como juguete para penetrar por un buen rato y luego de eso continué limpiando el resto de su casa como siempre. Luego de unas horas, Raúl sintió ganas de cogerme una vez más así que me llamó a su cuarto ordenándome ponerme en 4. Mientras Raúl me penetraba y disfrutaba cogiéndome sonó su celular. Casi siempre lo mantenía cerca y admito que ya no me extrañaba cuando contestaba llamadas mientras me cogía ya que por lo general disimulaba o si era algún conocido suyo solo le decía «Aquí cogiéndome a una puta casada, ¿tu gustas?» o algo similar y cuando no le creían le gustaba poner su teléfono en altavoz, ponerlo frente a mí y penetrarme con más fuerza para hacerme gemir y gritar y demostrar que decía la verdad ganándose la admiración y yo las burlas de sus amigos. Pero en esta ocasión, la llamada fue diferente. Justo antes de contestar Raúl soltó una carcajada, disminuyó por completo el ritmo con el que me estaba cogiendo (como si quisiera durar mucho más), pero sin dejar de cogerme contestó activando el altavoz de inmediato. Al escuchar el saludo de Raúl y la voz que salió del celular, se me heló la sangre.
«¿Bueno? Qué pasó Luis, qué raro que me marques cabrón» – «¿Bueno, bueno? ¿Raúl me escuchas?» En efecto, mi marido le marcó por teléfono a Raúl, cosa que como bien dijo él, era algo muy raro ya que tenía su teléfono únicamente para mandarle los recibos de cada depósito que le hacía, pero jamás lo llamaba por teléfono porque como él mismo decía, no soportaba su voz. Y Raúl, el muy mal nacido le contestó mientras metía y sacaba su miembro de su esposa sin que él supiera. Y yo, sabiendo que era inútil tratar de hacer algo y paralizada del miedo, no hice más que escuchar.
«Si, si cabrón te oigo… ¿Qué quieres? Estoy muy ocupado cogiéndome a tu esposa, jajaja!» – «QUE DIJISTE PENDEJO?! VUELVE A REPETIRLO!!!» – «Jajajaja calma calma Luis, no aguantas ni una broma. Pero si estoy ocupado, dime qué quieres». Él y yo sabíamos que no estaba bromeando y por un segundo tuve un mini infarto. «¡No me hace gracia idiota! En primer lugar solo te quería decir que este mes no te podre depositar por otros gastos adicionales que ha tenido mi familia». – «Por mí no hay problema Luis, mi casa no había estado tan limpia desde que tú mujer viene a limpiar, además es muy buena compañía, a diferencia del inútil de su marido». – «Si claro, como si mi Maribel fuera a llevarse bien contigo». – «Ufff si supieeeeras Luis» dijo Raúl dándome una fuerte nalgada y aumentando un poco el ritmo y la intensidad de sus embestidas. Raúl estaba disfrutando el momento como nunca. «Te escucho entrecortado Raúl, ¿qué carajos es ese ruido?» Los ruidos de aplausos que hacían mis nalgas al chocar contra sus huevos y su cuerpo se hicieron más evidentes y mi marido pudo escucharlos. «Jajaja te dije que estaba ocupado. Me estoy haciendo de comer unas milanesas y las estoy ablandando, ok?» – «Bueno, no me importa… Lo segundo era que Maribel no me contesta su celular, ¿sigue ahí en tu casa?» – «Mmmmh si aquí sigue, mmmh ufff y emm… creo que está en el baño, con el culote tan grande que tiene es normal que se tarde jaja». – «Mira Raúl, sigues hablando así de mi esposa y te juro qu…» – «¡¿Y que?! ¿Que cabrón?» Lo interrumpió Raúl de manera agresiva y molesta, azotándome con más fuerza. «Si me provocas te olvidas de cualquier trato y y te exijo todo el dinero que falta mañana mismo. Sabes que conozco gente que los puede obligar a pagarme de una u otra manera Luis!»
La amenaza de Raúl provocó el silencio de mi marido. Aunque es excelente esposo, jamás ha sido muy bueno manejando conflictos, evitandolos a toda costa y acobardándose ante amenazas como esa. «Ok… ya… no te pongas así… solo quiero hablar con Maribel». Era muy claro que Raúl nos tenía completamente dominados a mi marido y a mí, aunque en diferente manera. «Ah mira, justo salió!» le dijo a mi marido al mismo tiempo que sacó su miembro de mi concha, evidentemente hablando en doble sentido. «Te la paso para que hables con ella mientras yo entro a mi parte favorita jeje». Evidentemente mi marido no tenía idea de lo que hablaba Raúl pero yo supe inmediatamente a qué se refería en cuanto puso el celular frente a mí y sentí la punta de su miembro, abriendose paso en mi ano. Pensé que al menos tendría la delicadeza de meterlo lentamente y no de golpe, pero me equivoqué. Tomándome de las caderas me metió toda su herramienta dura como piedra en mi ano haciéndome soltar un «AAAY!».
«¿Maribel? ¿Que pasó mi amor, estás bien?» Haciendo un esfuerzo casi sobrehumano para controlar mi respiración y mis gemidos le respondí a mi marido mientras Raúl me cogía el ano sin ninguna consideración una vez más. «Ho… Hoo… Hola amor! Sss.. siii siii… Todo bien, ee… es que me espine con una planta de… deee eeh eeh.. del patio… aah…» Al mismo tiempo escuchaba a Raúl susurrando entre gemidos: «Oooh ooh uff no seas tímida Maribel… Dile… Dile al cobarde de Luis como el vecino te está rompiendo el culo mientras hablas con él, uuuf». Ignorándolo continué tratando de llevar la conversación con mi marido. «¿Y porque hablas así mi amor? Te escuchas rara». – «Son… aaah ss… son las plaaa aah aaah… las plantas, amor… ya sabes… mis… mmmh… aaah… mis alergias!!» – «Ay mi amorcito… Dile al inútil de Raúl que ya no vas a limpiarle el jardín. Te hace daño gordita hermosa». Y Raúl parecía sentir más morbo cuando mi marido me hablaba bonito. «Uffff sii siii… Gordita hermosa… Dile lo bien que te hace mi verga en tu ano mmmmh carajooo!» Decía Raúl embistiendome cada vez más y más duro. «AAH AAaay… siii… si amor, se lo voy aaah aaah a comentar» – «Tranquila mi amor, falta muy poco para pagarle a ese idiota todo lo que le debemos, ya mero termino». Y Raúl embistiendome más y más fuerte: «Siiii siii ya mero!! Ya mero termino tambieeeén aaaaaah». – «En fin, te amo gordita hermosa, solo quería saber si estabas bien.» – «Siii siii amor… Siiii estoooy mmmmh muy bieeee eeh eeh bien!!» – «Dime qué me amas también mi amor, gritalo para que ese imbécil de Raúl sepa de lo que el no tiene». Y aprovechando la situación Raúl dijo a gritos ahogados: «Siii siii dile!! Dile que lo amas mientras me vengo en el ano de su esposa, SIIII!» Y mientras sentía los chorros calientes de semen de Raúl llenándome nuevamente, sin poder hacer nada más, grité: «AAAAAY SIII, TE AMOOOO, TE AMOOO» – «Yo también te amo mucho gordita! Nos vemos en la casa.»
Luego de colgar quise arrojarle el teléfono a Raúl en la cara, pero no tenía las fuerzas para hacerlo. La experiencia fue tan excitante para él, que no tardó en obligarme a revivirla haciéndome sostener llamadas con mi marido y mis hijos mientras él me cogía la boca, la concha y el ano en diferentes ocasiones. Pero como bien dijo mi marido, faltaba muy poco para que todo eso terminara. Raúl también lo sabía y planeaba algo grande sin que yo lo supiera.
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