
Por
Anónimo
Mi novia fue la perrita de sus compañeros
Mi novia me confesó que en un viaje de prácticas, borracha y caliente, se lió con dos compañeros.
Y es que cuando volvió de su viaje, noté algo diferente en su mirada. Tenía esa sonrisa pícara que solo aparece cuando guarda un secreto jugoso. Después de insistirle, entre vasos de vino y caricias, finalmente soltó la confesión. «Pasó algo en las cabañas», dijo, mordiéndose el labio. Y entonces me contó todo.
Resulta que el segundo día, un viernes, la fiesta se desató. Los estudiantes de veterinaria, lejos de casa y rodeados de naturaleza, se soltaron con el alcohol. Ella, mi chica, la que siempre parece tan inocente con sus batas blancas y estetoscopios, se pasó de copas. Un compañero que siempre le había echado el ojo se le acercó. Entre risas y juegos, terminaron besándose con una pasión que nunca había mostrado conmigo. «Fue solo un beso», me dijo, pero su mirada decía más. Esa misma noche, arrastrada por el calor del momento y el efecto del alcohol, se arrodilló frente a él en un rincón oscuro de la cabaña y le mamó la verga. Me describió cómo sabía, cómo se sentía en su boca, y cómo él gemía su nombre.
Pero ahí no terminó. Otro compañero se unió a la diversión. Al principio, ella sintió vergüenza de tener a dos tipos mirándola con lujuria, pero la excitación pudo más. El último día, la llevaron a un bosque cercano con la excusa de fumar un porro. Bajo los árboles, con la luna como testigo, las cosas se pusieron intensas. Uno de ellos desabrochó su jeans y ella, sin pensarlo dos veces, se arrodilló again y se lo chupó. Mientras lo hacía, el otro le manoseaba las tetas through la blusa, luego se la levantó para acariciar sus pezones erectos y metió la mano en su pantalón para masturbarla.
No pudieron resistirlo por mucho tiempo. La llevaron hasta una piedra grande y plana, le bajaron los pantalones y la sentaron allí, con las piernas abiertas. El primero se montó sobre ella y se la metió por detrás, agarrándola de las caderas mientras la empujaba contra la piedra. Los gemidos de ella se mezclaban con el crujir de las hojas. Después de un rato, él la giró y acabó en su boca, llenándola de semen. El otro tipo, aunque excitado, no pudo terminar y se detuvieron.
Al contármelo, ella no podía contener la risa. Se reía entre dientes, con los ojos brillantes, recordando cada detalle. Yo sentí una punzada de celos, pero también una excitación intensa. Verla así, tan traviesa y desinhibida, me volvía loco. A veces, cuando estamos juntos, le pregunto por esos compañeros. Ella sonríe, evade la pregunta, y cambia de tema. Me gusta pensar que aún la mantienen entretenida, que quizás intercambian mensajes subidos de tono o que incluso han repetido. La idea de que mi novia, la futura veterinaria, tenga su lado salvaje, me hace desearla aún más.
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