
Por
Anónimo
Mi experiencia Erasmus
Buenas, mi nombre es Diana, y tengo 23 años. El año pasado eché los papeles para ver si me daban la beca Erasmus, pero pensando que no me la darían, lo hice a espaldas de mi novio. No es que él se fuese a oponer o a molestar, pero simplemente no se lo dije. Además, incluso en el caso de que me diesen la beca, siempre podría rechazarla o… o ser fiel.
¿Y por qué no iba a ser fiel? ¡Siempre lo he sido! A mis amigas sí les conté que había echado los papeles, y empezaron con el cachondeíto más pronto que tarde. Que si «ya verás los italianos», que si «beca Orgasmus»… Yo en aquel momento estaba segura de que todo el guarreo del que se hablaba era pura exageración. Qué ingenua. ¿Un montón de jóvenes, lejos de casa, sin ningún tipo de conocido cerca? Pues claro que aquello era una bacanal. Pero yo qué sabía. «Voy a estudiar y a conocer otro país, eso es todo», les decía a mis amigas. Y bien que lo conocí. Hasta el fondo.
El caso es que me dieron la beca, claro. Al principio estaba ilusionada, pero luego fue un poco duro contárselo a mi novio. Más que nada, por haberlo hecho todo sin consultarle. Sin embargo, él me felicitó y me deseó que fuese una gran experiencia. ¡Es tan bueno…! La gente suele decir que de bueno, es tonto. En cierto modo, tienen razón. El pobre tiene ahora más cuernos que un saco de caracoles.
Pero no me adelantaré a los acontecimientos. Mi viaje empezó en septiembre, e iba a durar todo el curso académico. En un principio, me resistí como pude a todos los acercamientos de los chicos, muchos de los cuales eran francamente difíciles de rechazar. Rápidamente, formé un grupo de amigas que estaban en una situación similar a la mía, es decir, con novios en sus respectivos países. Sin embargo, no sé si fue muy buena idea, pues poco a poco, de una en una, todas fueron cayendo en los brazos de algún listillo. De una en una, o de dos en dos. No había llegado ni Navidad, y se las habían pasado a todas por la piedra. Evidentemente, esto no ayudó a mi fuerza de voluntad. Y yo llevaba ya un par de meses en el dique seco, por lo que cada vez estaba más dispuesta a dejarme seducir por algún chulazo italiano. Una no es de piedra y tiene sus necesidades también.
Y finalmente pasó. Era una noche de sábado. La mitad de mis amigas «las fieles» estaban por ahí, follando con sus ligues, y las restantes habíamos planificado una noche más o menos tranquila. También iban a venir algunos chicos. Desgraciadamente, a causa de la lluvia, una a una todas mis amigas se fueron rajando del plan, así que puse un mensaje por el grupo de WhatsApp diciendo que se cancelaba todo el asunto.
Ya iba a desmaquillarme y ponerme el pijama, cuando sonó el timbre de mi piso.
Fui a abrir y allí estaban Marco, Fabrizio y Luca, los tres italianos que más insistentes se habían mostrado conmigo. Los tres altos, morenos y fornidos, encima. Yo les dije que si no habían leído mi mensaje, que al final el plan se había suspendido porque todas las chicas se habían borrado y tal, pero ellos se hicieron los locos y entraron en mi piso sin hacerme mucho caso, riéndose entre ellos. Estarían buenísimos y todo lo que tú quieras, pero eran un poquito gilipollas.
Por no ser siesa ni nada, les invité a unos cubatas. Total, ya que me había arreglado y tenía toda la bebida comprada y fresquita, por lo menos echaría el rato. Ingenua de mí, pensaba que los tres sementales italianos ya se habían dado por vencidos conmigo, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, me enteré después, pero ellos habían sido los que habían convencido a todas mis amigas de que se borrasen del plan para quedarse a solas conmigo. Vaya cabronazos más astutos…
El caso es que empezamos charlando y riéndonos un rato, bebiendo un poquito, y siempre me insistían para que bebiese un poquito más. Al final acabé bastante perjudicada, la verdad. Y ellos, que no paraban de hacer insinuaciones y chistes sexuales, acabaron por ponerme un poco cachondilla. Pero no dije nada y traté de mantener la distancia. Aunque lo de la distancia estaba siendo algo difícil, pues aunque empezamos cada uno sentado en un sitio distinto, pronto los tres acabaron apretujados conmigo en el sofá, sin saber yo muy bien cómo.
Así que así estaba yo: medio borracha, cachonda y necesitada de polla, y en un piso sola con tres machos italianos con muy malas intenciones.
En esas estábamos, cuando uno de ellos, no sé muy bien si aposta o sin querer, me derramó un poco de cubata en el top que llevaba puesto. En condiciones normales me hubiese cabreado, pero solo me salió reírme como una tonta. Fabrizio, que fue el que me lo derramó, empezó a intentar secarme con un pañuelo, tocándome en el proceso las tetas, sin ningún tipo de disimulo. Los otros, rápidamente, imitaron a Fabrizio y empezaron a «secarme» con mucho cuidado.
En un principio, me quedé congelada sin saber muy bien qué hacer. ¡Me estaban metiendo mano a saco y yo tenía novio! Tras unos instantes que los tres cabrones disfrutaron de lo lindo, reaccioné al fin, librándome de tantas manos, y poniéndome en pie. Riéndome y haciéndome la loca, dije que me iba a cambiar al cuarto, que me habían puesto perdida.
Y más perdida que me iban a poner.
Entré en mi habitación y dejé entreabierta la puerta. Ese fue el primer «error». El segundo fue dejarme el móvil en la mesa del salón. El tercero, que mi móvil no tiene ni patrón de seguridad, ni contraseña, ni nada.
El sujetador de encaje también se me había manchado de alcohol, así que no me quedó más remedio que quitármelo también. No oí a mis espaldas que la puerta se abría. Cuando me dí la vuelta, desnuda totalmente de cintura para arriba, me encontré a Fabrizio de pie en el umbral, con una sonrisa de oreja a oreja. Por su mirada noté que estaba todo planeado. Inmediatamente después, me di cuenta del bulto que tenía en la entrepierna.
Despacio, se acercó a mí, mirándome de arriba abajo, con una mirada que presagiaba la que se me venía encima. Cuando estuvo junto a mí me di cuenta de cuán corpulento era, mucho más que mi novio; podía medir metro noventa, y yo era la típica chica bajita de uno sesenta… Aquel bigardo me iba a empotrar como no me habían empotrado en mi vida. Yo ni me cubrí el pecho pues, como dije, estaba borracha y cachonda perdida, y la idea de que aquel tío me viese así y me echara esas miradas tan extremadamente lascivas, me volvía loca. Si antes ya estaba un poco mojada, apretujada en el sofá con los tres, ahora directamente me chorreaba el coño.
Con mano firme y dominante, me agarró del pelo, y sin que tuviera que decirme nada, me arrodillé inmediatamente. Su voluminoso paquete quedó a la altura de mi cara. Miré hacia arriba buscando algún tipo de orden o indicación, pero su mirada lo decía todo. Tímidamente, pero sin poder detenerme, desabroché su cinturón, el botón del vaquero y su cremallera. Los pantalones cayeron al suelo y Fabrizio se quedó en boxers. Ya ni me acordaba de mi novio ni de nada. Ya solo podía pensar en el enorme rabo que se intuía debajo de aquella tela.
Poco a poco, fui bajando sus boxers, hasta que una enorme verga de carne salió como con un resorte de debajo, golpeándome en la cara. La punta ya había empezado a emanar un poco de líquido preseminal, que me manchó un poco la mejilla. El tamaño de aquella polla me impresionó tanto, que no pude contener una cara de sorpresa y una exclamación; ¡era como mi puto antebrazo! Fabrizio en aquel momento se sonrió un poco, halagado. Era por lo menos el doble de larga y gruesa que la de mi novio. Jamás había visto una polla de ese tamaño, la verdad. Fabrizio aun seguía sujetándome firmemente del pelo. Con un leve tirón, me indicó lo que tenía que hacer.
Y yo obedecí.
Abrí la boca todo lo que pude para tragarme su rabo, lo cual logré con bastante dificultad. Sin embargo, poco satisfecho con la mamada que le estaba haciendo, Fabrizio me agarró firmemente de la cabeza y empezó a follarme la boca. Las arcadas y la tos no las pude contener, pero a Fabrizio eso no le importó, y me siguió usando como si no fuera más que su juguete personal. Aunque a decir verdad, ¿no lo era, acaso?
Cuando consideró que ya había tenido bastante, me sacó la polla de la boca y me tiró sobre la cama, donde caí bocabajo. Con fuerza, me cogió y me puso con el culo en pompa. No se hizo esperar: pronto, su monstruosa anaconda me penetró el coño sin piedad, y las embestidas se dieron con fuerza y violencia. Yo me estremecí; jamás había sentido algo así… la polla de mi novio no tenía ni punto de comparación. ¿Dije que la de Fabrizio era el doble? Más bien el triple. Yo pensaba que con mi novio me había corrido, que había tenido orgasmos y tal… Pero qué va. Al menos, lo que sentí con él no se parecía en nada a lo que estaba a punto de sentir con Fabrizio. Tras unos minutos de puro acoso y derribo, mi cuerpo convulsionó violentamente, y mi coño empezó a chorrear líquido como por aspersión. Fabrizio dio un paso atrás y me dejó retorciéndome como una lagartija en la cama, hasta que todo pasó. Fabrizio, por su parte, se terminó de correr haciéndose una paja, y dejándome un espeso grumo de semen en la espalda. No me importó, yo estaba en el séptimo cielo.
Cuando abrí los ojos, una vez que el terrible orgasmo terminó, no encontré a Fabrizio. El cabrón había cogido sus cosas y se había ido al baño a limpiarse. Pero no estaba sola. En la puerta estaba Luca quitándose la ropa. Su cara lo decía todo: era su turno. Aquellos tres cabrones lo tenían todo hablado, y yo era su muñeca hinchable para esa noche. Se iban a turnar conmigo hasta que sus huevos estuvieran bien secos.
Sin ningún tipo de pudor, Luca me colocó su polla en la cara, como esperando a que se la chupara. Ciertamente no era tan grande como la de Fabrizio, pero era digna rival; desde luego, bastante más grande que la de mi novio. ¿Es que todos los putos italianos tenían las pollas así, o es que mi novio era un pichacorta? En cualquier caso, me puse de rodillas, abrí la boca y empecé a chupar. Primero, tan relajada y floja como estaba, con tranquilidad, pero luego, tras un par de cachetadas de Luca, empecé a chupar con más ganas. El tamaño de la polla de Luca era ideal para las mamadas, a diferencia de la de Fabrizio, que de tan grande era incómoda. La verga de Luca me llegó hasta la garganta sin problemas, y pude evitar mi reflejo de arcada con facilidad. Luca, con una sonrisa de triunfo, se echó las manos a la cabeza y se dejó hacer. Poco tardó en descargar su leche en mi boca, sin aviso. No me importó, estaba muy cómoda en mi nuevo rol de puta.
Estaba relamiéndome y tocándome el coño, pensando en las dos vergas que me acababan de usar de depósito de semen, cuando escuche a Marco quitarse los zapatos y los pantalones. El cabrón estaba mucho más bueno que los dos anteriores: musculatura definida y equilibrada, pelo rizado y salvaje… parecía una estatua de los antiguos romanos… salvo por su polla, que no era en nada parecida a las de las estatuas clásicas. El tamaño era más o menos intermedio respecto de las otras dos que acababan de usarme. Se acercó, vio el desastre que habían organizado sus compañeros, y se rió un poco. Sin importarle nada lo que yo tuviera que decir, me agarró y me puso de pie y contra la pared. Se fue directo a por mi culo.
Parecía que habían hecho un trato y los tres se habían repartido mis tres agujeros. «Yo el coño, tú la boca y tú el culo». En cualquier caso, tras ensalivarse un poco la punta de la polla, procedió sin mucha espera a penetrarme el ano, que por cierto, era virgen. Y yo encantada de la vida. Aquellos cabronazos tenían eso… que eran unos cabronazos. Sabían lo que querían y lo cogían sin preguntar. ¿Que Marco quería follarme el culo? ¿Y quién coño era yo para impedirlo? Si quería follarme el culo, me iba a follar el culo y punto. Mientras Marco se abría camino por mi puerta trasera, recordé con un poco de ironía como disuadí fácilmente a mi novio de su idea de follar por detrás, la vez que me lo propuso. Pobrecillo, de bueno era tonto.
Llevaba un buen rato follandome contra la pared cuando Marco empezó a gemir de manera pesada y a convulsionar. Sin mucha dilación, sentí una explosión caliente y espesa en el fondo de mi recto. ¡El hijoputa se había corrido dentro de mi culo! Al menos era eso, mi culo. Fabrizio, que me había follado el coño, lo había hecho a pelo, pero se había corrido prudentemente fuera. Hizo bien, pues aunque estaba tomando la píldora, él no lo sabía… Pero por el culo… bueno, que se corra lo que quiera por el culo. ¿Quién coño soy yo para impedirlo?
Cuando terminó de correrse agusto, me sacó la polla y se la secó con mis nalgas. Exhausta, me dejé caer en la cama, pensando que todo había acabado, sintiendo mi coño y ano palpitar, y la lefa brotar de este último orificio. Todo mi cuerpo apestaba a semen y sudor y estaba pegajoso.
Cual fue mi sorpresa cuando volví a ver a Fabrizio en la puerta, pajeándose todavía. ¡Aquello no había acabado!
Fabrizio me volvió a follar, y esta vez sí que se corrió dentro de mi coño. ¡Qué descuidado…! Yo volví a correrme del gusto; por algún motivo, la idea de que le diese igual dejarme preñada me ponía cachondísima, y era la primera vez que se corrían dentro de mi coño. Mi novio y yo siempre follábamos con condón a pesar de que tomase la píldora. Por si acaso. Pobrecito mi novio; de bueno era tonto.
Fabrizio se fue y volvió a entrar Luca. Y esta vez Luca también me folló por el coño. Y el cabrón también se corrió dentro. Intentó sacarla para correrse fuera, pero lo hizo tarde, pude sentirlo. La mitad de su corrida permaneció dentro de mí, y la otra mitad, se derramó en mi vientre.
Por último, volvió a entrar Marco, el que me había desvirgado el culo. Se ve que se quedó con las ganas de una mamada, porque llegó, me la metió en la boca y me la folló sin ningún reparo, hasta correrse agusto. Después, cogió sus cosas y se fue.
Yo seguía relamiéndome en mi cama, empapada a más no poder de semen y sudor, cuando oí la puerta y dejé de oir conversaciones; los tres se habían ido. Se ve que ya habían tenido suficiente, y no tuvieron ni el miramiento de despedirse… Qué cabronazos. Al sentirme tan usada, tan degradada, empecé a tocarme el coño frenéticamente. Acababa de descubrir lo cachondísima que me ponía que me tratasen como a una puta barata. No sabía que hora era, pero debía ser tarde… Iba a quedarme dormida cuando oí mi teléfono móvil en el salón. ¿Quién sería? Bah, mañana lo miraría…
Sin embargo, no paraba de sonar. Me estaban entrando un buen montón de mensajes. Extrañada y un poco asustada, me levanté a ver quién podía ser.
Horrorizada, vi siete, ocho, nueve, diez mensajes, uno detrás de otro, de mi novio… Eran las cuatro de la madrugada… ¿Qué quería justo ahora?
«No me lo puedo creer», «eres un puta», «¿cómo has podido?» eran algunos de sus mensajes. Mareada y confusa, miré más atrás en la conversación sin entender nada, y el corazón me dio un vuelco: los cabrones italianos habían llevado a cabo una buena sesión fotográfica de la noche sin que yo me enterase. Salía todo: el facefucking y la follada a cuatro patas de Fabrizio, la mamada que le había hecho a Luca, el sexo anal con Marco, la segunda vuelta de creampies… Había hasta un vídeo en el que se veía claramente como Luca fallaba al intentar la marcha atrás y acababa corriéndose de mi coño, a pelo… Vaya desastre. Por suerte, intentando que yo no me diese cuenta, me sacaron de manera que no se me veía la cara en ningún momento.
Pero mi novio no era el único que me mensajeaba. En el grupo de amigos también estaban lloviendo mensajes. «Vaya con la Diana, la que no quería engañar al novio, jajaja», decía una; «y con tres a la vez, menuda guarra, xD» decía otra. «Bienvenida al club», decía una tercera. No me había ni limpiado el semen de los tres capullos, y ya era la gran puta del Erasmus…
En fin, ¿qué se le va a hacer? Que me quiten lo bailao’. Aun queda un segundo cuatrimestre entero y hay mucho chulazo que catar. «De perdidos al río», como dicen en mi pueblo. Y a mi novio que le den, que tiene una polla diminuta y es medio tonto. He dicho.
2 respuestas
-
Compré lencеríа sеxy nuevа. ¿Quiеrеs ver? – http://analsex4.fun
-
Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.