Por

Anónimo

agosto 21, 2022

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MI ESPOSA BIEN LO MERECE (5ª PARTE)

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Una vez concluidas las citas para conocerse se intensificaron los contactos a través del teléfono. Hablaban sobre todo por las tardes y hasta que el sueño vencía. Marta, aparentemente discreta en los inicios, tomaba parte en esta segunda fase. Aparte de conversar para ir cogiendo confianza se le escapaban sonrisillas de colegiala con los piropos y roneos de sus candidatos.

Una mañana de esa semana siguiente me sorprendió con la petición de que Sergio le había hablado de verse en un local céntrico, discreto y entre semana con el (puritano) fin de tomar algo entre un ambiente distendido y libre de compromisos. No me pareció mala idea, de hecho, yo andaba detrás de que probara un poco algo de polla. Era la única forma de que aplacase sus ganas. Por ello, y con toda la intención, le expuse la idea de que acudiese ella sola a la cita, total, ya nos conocíamos y se trataba de algo (aparentemente) informal y en público. Yo, obviamente, hablaba con Sergio por detrás y le informé que haría todo lo posible por ausentarme para dejarle camino libre. Se mostró encantado con la idea. Pero antes tocaba convencer a Marta de que fuese sola:

– ¿Así que jueves dices cariño? Sabes que ese día salgo tarde. Entrego los informes con Daniel en el despacho del jefe.

– Ya, pero he pensado que al tratarse de una copa con Sergio podrías salir un poco antes e ir los dos.

-Déjame comentarlo, pero haz una cosa. Para no complicarnos acércate tu y queda con Sergio, es una copa en un lugar tranquilo. No voy a mostrarme celoso.

-Ya cariño, pero me hacia ilusión que fuésemos los dos. De todos modos, prométeme que vendrás aunque sea más tarde, ¿sí?

– Claro, y tu también prométeme que te lo pasaras bien, yo me procuraré ir en cuanto acabe… Dile a Sergio que lo hacemos así, tu vas y luego más tarde, si puedo, me reúno con vosotros.

La malla estaba tendida. Puse al corriente a Sergio de la idea lo que, por supuesto, le pareció perfecto. Luego me confirmó que ella así se lo explicó. Era martes y tocaba esperar. Sergio me explicó que aquel local estaba dividido en un par de ambientes. Los típicos taburetes de barra, sillones en la sala y una especie de altillo en el que se extendían más sillones cuyo espacio era más oscuro, dedicado a una mayor intimidad. Sergio me ofreció la posibilidad de que yo me colocase arriba y pudiera observar con una visión perfecta el desarrollo de la cita, algo que no dudé en aceptar. 

El jueves, sobre las 19 h, yo salía de la oficina dirección al local. Me ubicaría y esperaría a que Marta y Sergio se encontrasen como una hora más tarde, sobre las 20 h. Allí estaba yo, arriba, con una visión perfecta, cuando Sergio hizo su entrada. Miró por encima y debió ver mi sombra. Se alejó de la barra y se sentó en unas butacas con forma de rinconera. La luz del local no era muy fuerte, más bien anodina, pero perfecta para poder ver sin ser visto.

Marta llegó apenas 15 minutos después. Llevaba una blusa fina, algo escotada sin llegar a provocar, una faldita con cierto vuelo y unas sandalias con algo de tacón que realzaban sus piernas. Se saludaron y tomaron asiento. 20 minutos más y un par de copas después, Sergio iniciaba las primeras maniobras de aproximación. Le indicaba cosas al oído, le susurraba, le cogía un dedo acariciando su mano, tonteaba con su pelo y él se acercó, se miraron y ella se rindió a sus labios. Él cogió la carita de mi esposa y metió su lengua con mimo en su boquita. Se echó para atrás, pero acto seguido volvió a buscar la lengua de Sergio que se adueñó de la boca entera de mi mujer.

Él tenía agarrada a Marta por su cintura, dejaba una mano caer por su pecho y no dejaba de caldear la boca de Marta. Hasta dejaba un dedo en los labios de ella que aprovechaba para lamerlo con infantil lascivia. Ella dejó (por fin) caer una mano hacia la entrepierna de Sergio y por sus movimientos estaba descubriendo todo el pollón que aquel tenía entre las piernas. Pasada una hora, se retocaron un poco y ella con el móvil en la mano escribía algo. Me llegaba un mensaje suyo:

-«Cariño, estoy con Sergio y hemos pensado en ir a casa, si no te importa. Te espero allí».

Se me iluminó la sonrisa. Respondí que aún me quedaba un rato, un par de horas más e iría para allá. Ella se fue al baño, momento que aproveché para adelantarme y salir hacia mi casa. Sergio me vio salir con una sonrisa en los labios. Llegué a casa, dejé el coche en la parte de atrás y me camuflé en el armario del cuarto de invitados. Ahí nunca entrarían, pero podría moverme y escucharlos perfectamente. Nuestra habitación estaba al lado. No tardé en escuchar la puerta. Ella entró primero, él detrás, y oí como le instaba a ir a la cama.

Mi mujer jadeaba solo con desvestirse, él la acariciaba y le hablaba de todas las ganas que tenía de follarla. Él le pidió que se la mamase, ella comentó que aquello no le cabía en la boca… Le pidió un poco de lubricante y él accedió a ponerse. Había olvidado como crujía nuestra cama. Sus gritos, su forma de correrse, él no paraba de empujar, ella le pedía descanso, él hacía oídos sordos, seguía percutiendo el olvidado coñito de mi esposa.

Hora y media más tarde y no sé cuántos orgasmos de mi esposa después, el gruñó como un animal y llenó de semen mi cama. Yo había salido previamente, abrí y cerré la puerta de entrada haciendo que llegaba a casa. Se movilizaron un poco, aunque me recibieron en el dormitorio. Sergio, desnudo, mostraba una importante erección, ella, avergonzada, se ocultaba tras la sábana como la colegiala que ha sido descubierta en un engaño y espera su castigo. Me acerqué, la besé largamente y pregunté si deseaban tomar algo.

Mientras fui a por una cerveza Sergio volvió a subirse sobre Marta. Ahora la montaba de perrito. Su pollón entraba y salía del coño de mi mujer algo más rápido gracias al charco de flujos que producía. Aquel hombre parecía no tener fin, igual que la boca de mi esposa no dejaba de fémur y gritar que se corría. Uno tras otro, agarraba las sábanas cuando otro orgasmo más sacudía su cuerpo. Tres horas más tarde, ella ayudó a exprimir (otra vez) los doloridos huevos de su semental. Dejó caer toda la leche en el fondo de su garganta y bebió.

No hubo palabras. Él se duchó y se marchó. Ella se metió en la ducha junto a mí. La acaricié con jabón, masajee su cuerpo, lavé su muy inflamado coñito, la llevé a la cama, recorrí sus pechos con mis labios, besé su boca y le dije mil veces «te quiero». Nunca había amado tanto una infidelidad como aquella.

Pasaron algunos días y tocaba quedar con Gonzalo. Continuará. 

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Una respuesta

  1. helenx

    Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt

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