JHonatan

agosto 14, 2025

170 Vistas

agosto 14, 2025

170 Vistas

La venganza sabrosa de mi esposa

0
(0)

Nunca se me va a olvidar esa noche. Tenía como 22 años creo. La cosa es que me había pillado con una compañera de la universidad (sí, tremendo cabrón y) y en vez de armarme un peo, mi mujer se puso más rara.

Esa noche, después de la discusión, pensé que me iba a tocar dormir en casa de mis viejos. Pero no. Lo que pasó fue que me agarró del brazo con una fuerza que no le conocía y me arrastró al cuarto. «Te voy a enseñar lo que pierdes», me dijo con una voz que me puso la piel de gallina.

Y ahí empezó el show.

La muy cabrona me empujó sobre la cama y sin decir nada más, me bajó el pantalón y los boxers de un tirón. Yo, todo idiota, pensé que iba a empezar a gritarme o algo así, pero no. Lo que hizo fue agarrarme el guevo con una mano y mirarme con esos ojos que echaban chispas mientras empezaba a mamármelo. Pero no era esa mamada cariñosa de siempre, no. Esto era otra cosa: con dientes, con rabia, como si quisiera castigarme con su boca.

«Coño, mi amor…», traté de decir, pero me calló al apretarme los huevos con su otra mano. «Cállate y disfruta lo que te queda»,, y marico, aunque me dolía un poco, esa mierda me prendió.

Pero ahí no paró la cosa. De pronto, siento que me está volteando, usando mis piernas para girarme y ¡PUM! me pone en cuatro. «¿Qué mier…?», empecé a decir, pero se me cortó el aliento cuando sentí su lengua en mi culo. MARICO, MI MUJER NUNCA HABÍA HECHO ESO. Y no fue un lamidito tímido, no. Fue una mamada de culo profesional, metiendo la lengua como si buscara petróleo ahí adentro.

 

Yo, que pensaba que era el vivo de la relación por mis aventuritas, ahí estaba temblando como muchacho virgen cuando sentí que me empezó a meter los dedos. Pero no suavecito, no. Fue con esa rabia acumulada, como si cada empujón de sus dedos fuera un «esto es por la putica esa». Y lo peor (o mejor) es que me encantó.

«Te gusta que te den por el culo, ¿verdad?», me dijo mientras seguía metiéndome los dedos con esa mezcla de odio y pasión que me tenía loco. Yo solo gemía como perra en celo, avergonzado pero excitado.

Cuando pensé que ya no podía sorprenderme más, la muy hija de su madre se montó encima mío (con la camisa puesta, como recordándome que esto no era placer para mí) y empezó a moverse con una determinación que nunca le había visto. Ni siquiera me dejó tocarle las tetas, marico. Solo me agarró las manos y las puso sobre la cama, como diciendo «aquí mando yo».

Y marico, qué quieren que les diga… en menos de lo que canta un gallo ya estaba viniéndome como adolescente. Ella lo sabía, lo sentía, y por eso aceleró hasta que me sacó hasta el alma.

Cuando terminó, se bajó como si nada, se puso la pantaleta a y me dejó ahí, chorreando y avergonzado. «Ahora sabes lo que se siente que te usen», me dijo antes de salir del cuarto.

Esa noche aprendí dos cosas: primero, que mi mujer era más brava de lo que pensaba, y segundo, que la mejor cogida a veces viene con sabor a venganza. Aunque eso sí, después de eso me porté como un santo… por lo menos por unos meses.

¿Que te ha parecido este relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este relato.

Deja un comentario

También te puede interesar

Algo mas, el doble.

anonimo

17/06/2018

Algo mas, el doble.

Se muda mi suegra al edificio y comienzan los picomnes

amigo-consentid

07/09/2018

Se muda mi suegra al edificio y comienzan los picomnes

Lecciones del vecino 3

cerdo dom

23/06/2016

Lecciones del vecino 3
Scroll al inicio