Se sienta frente a mí, mirándome fijamente a los ojos. El pelo largo y liso enmarca su rostro. Nos encontramos, frente a frente, muy cerca, tanto que podemos sentir nuestra respiración anhelante y ansiosa. Se puede sentir la tensión que nos rodea y nos envuelve cuando lo descubre para mí. Sabe que lo deseo y en sus manos aparece su barra de labios, rojo como el fuego. Abre su boca sin dejar de mirarme y deja que el borde plano se apoye en su labio inferior, lo deja un delicioso instante suspendido en su boca antes de empezar a pintarse. Mi boca tan cerca de la suya que casi puedo rozar el carmín� pero no lo hago. Miro como su boca se torna de un carmesí brillante e intenso, delicioso. Lentamente, recorriendo poco a poco cada centímetro de sus labios carnosos, primero abajo, luego arriba, en unos instantes perfectos hasta que sus dedos devuelve a su lugar la barra. Ahora es mía, su boca roja, entreabierta, llamándome. Me rodea el cuello con sus brazos y me atrae hacia ella hasta que mis labios rozan los suyos y nuestras lenguas se encuentran suavemente� Así, tan cerca, hasta que no puedo resistir más y la beso, beso su boca, sintiendo su calor, su sabor, su humedad� y me pierdo�