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Anónimo

diciembre 11, 2019

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Travesuras en la biblioteca

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El pitido de un reloj digital saco a Miriam del trance. Llevaba tres horas allí metida, subrayando y haciendo resúmenes. La vida de estudiante tiene cosas buenas pero no todo es fiesta y desmadre. Acudir a la biblioteca para estudiar era el pan de cada día, aunque en época de exámenes esas salas se llenaban más que las aulas.

Esa mañana habían tenido suerte, su novio Juan la había recogido en su casa  con la moto para llegar pronto y poder sentarse en una de las mejores mesas. La estrategia había tenido éxito.  Su chico estaba sentado a su lado, ya hacía rato que había dejado de lado los libros para mirar la pantalla de su móvil. Seguramente estaría viendo videos de motos o de alguna tía por instagram pensó Miriam.

Llevaban varios meses juntos y habían discutido el tema, el se defendía diciendo que mirar fotos por insta o ver porno no era ponerla los cuernos. Que además luego se desfogaba con ella así que todos salían ganando. A Miriam no le acababa de gustar la idea. No es que tuviera envidia de las chicas de los videos, ya las gustaría a muchas de ellas tener un par de tetas como los suyas, sin operarse ni nada, pero se sentía como una especia de segundo plato. También admitía que los polvos que echaban eran de mas que disfrutables.

Curiosa por saber que miraba Juan se acerco ligeramente. Sus sospechas habían acertado, una rubia en bikini con dos balones por pechos posaba junto a una moto de competición. En cualquier otro sitio le hubiera reclamado que dejara de mirar eso pero no quería  armar un pollo y que los echasen de allí. Resignada, intentó concentrarse en los estudios. Sin embargo, no podía dejar de mirar a su novio que ajeno a todo lo que le rodeaba seguía mirando el móvil.

Al cabo de un rato Juan se movió para recolocarse en su silla. Miriam se percato entonces del pequeño bulto del pantalón. No lo podía creer, ese cabrón se estaba empalmando en la biblioteca y encima no era por culpa de su novia. Una idea surgió en su cabeza, si ese hombre quería mujer iba a tener dos tazas. Miriam se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo del asiento. Hacia frio y la camiseta con la que se había quedado no abrigaba precisamente.  Sus pezones no tardaron en ser visibles a través de la tela, y la postura de estudio se ayudaba de la gravedad para crear un inmenso canalillo. Ella se dio cuenta que esa vestimenta atraía varias miradas de los estudiantes cercanos, pero no de su novio. Algo molesta se arrimó con la silla y puso su mano en el muslo.

Del susto que se llevó el pobre, se le resbalo el móvil  y golpeó la mesa. Miradas de enfado se enfocaron en ellos al instante. Con vergüenza recogió el móvil y se giro hacia su novia para reprimirle a su novia lo que había hecho.

Miriam estaba preparada, se había separado un poco de él y había juntado las palmas de las manos en un claro gesto de pedir perdón. Esa no era su intención, porque en realidad lo hacía para que sus pechos quedasen embutidos entre sus antebrazos. Los ojos de Juan no sabían donde posarse, el canalillo apretado, los pezones marcados en la tela, la sonrisa burlona de Miriam…

Al final el chaval se decidió por volver a estudiar en un intento de calmarse a sí mismo y a su entrepierna. Miriam en cambio continuo su plan, su mano volvió al muslo de él, moviéndose poco a poco, con precaución de no ser descubierta. Tras varias caricias el masaje se traslado a la parte interior del muslo y fue avanzando hasta toparse con lo que estaba buscando. Tocándosela todo lo que pudo, la notó dura y su otra mano fue a parar entre sus propias piernas. Siguió así un ratito más, excitada palpándole la polla a su novio mientras ella se acariciaba como podía sin llamar la atención. El morbo de ser observada, e incluso de llegar a ser expulsada la estaba poniendo muy caliente. Tanto que necesitaba más, e intento meter su mano derecha por dentro del pantalón de su chico.

Este cambio le sorprendió y Juan se apartó de ella. Miriam enfadada se disponía a pedirle explicaciones cuando este le extendió un trozo de papel doblado, se levanto y se fue sin decir nada. Pasmada sin saber que había pasado, cogió el trozo de papel y lo leyó. En él había escrito “en 5 min en el baño”, que romántico su novio, aunque no podía negar que ella también quería eso. Hizo el paripé de estudiar durante unos minutos y se levanto dirección al baño. Por suerte en la biblioteca de la universidad puedes dejar los libros sin preocuparte de que te los roben.

Al llegar al pasillo se dio cuenta de que el estúpido de su novio no había escrito en que baño quedar.  Demasiado que había escrito algo teniendo toda la sangre en la polla. Tras pensarlo bien se metió en el baño de chicos, Juan era demasiado tímido para meterse en el de chicas. Acertó, allí estaba en la puerta de uno de los cubículos. No se dijeron nada y empezaron a morrease. Las manos de Juan se aferraron a las tetas al mismo tiempo que con sus caderas empujaba su polla hacia Miriam. Se deslizaron dentro del cubil y cerraron la puerta. Sin ni siquiera desvestirse Miriam hizo que su novio se sentase en la taza y le bajo los pantalones. La verga de Juan enseguida apareció erguida frente a ella, lista para la acción. Sin dudar se la metió hasta la garganta. Juan, que la había estado sobando las tetas por encima de la camiseta, la agarro del pelo para controlar el movimiento de la mamada.  Ella no tardo en querer más, le puso un condón y se puso de espaldas para clavarse la polla de su novio. Entro sin dificultad y ambos dedicaron unos segundos a regocijarse de gusto.  Juan la sujeto por las nalgas y ella comenzó a dar sentones. La verga entraba y salía casi entera con cada sentón de Miriam. Si alguien hubiera estado en el baño no habría dudado de lo allí estaba pasando. Ninguno gemía pero se oía la respiración agitada de ambos y el ‘plas’ del gran culo de Miriam al chocar con el cuerpo de Juan con cada sentón que esta daba sobre su polla.

Los pocos minutos que estuvieron así gozaron como nunca, pero de repente se oyó rechinar la puerta del baño. Miriam paró en seco, esperando que aquel que hubiese entrado terminase rápido y ella pudiese volver a saltar sobre ese cipote que ahora mismo palpitaba dentro de ella. Por desgracia ese alguien llamó a la puerta del cubículo. Miriam se apresuro a decir que estaba ocupado, olvidándose de  donde estaban.

“Señorita he de pedirla que salga del baño de hombres cuanto antes por favor” fue la respuesta. Derrotada se levantó, dejando salir la verga de Juan y colocándose la ropa. Cuando ambos estuvieron vestidos salieron al pasillo donde el conserje les esperaba. Tenía pinta de que no era la primera vez que ese hombre había tenido que ver esa escena. Era posible que les hubiese dejado un margen para disfrutar antes de intervenir.

Al llegar a su mesa habiéndose quedado a medias no podían concentrase. Decidieron volver a casa, donde además de estudiar podrían terminar de follar tranquilos.

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2 respuestas

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