
Por
Anónimo
Rutina
Me llamo Marta, soy una mujer de cuarenta y siete años, buena estatura, la vida me ha regalado una tripita porque siempre he sido feliz y arrugas en mi rostro por ser muy expresiva, llevo el pelo largo teñido de color caoba porque me queda bien y me gusta, no para taparme las canas que empiezan a blanquear mis cabellos.
De mis cuarenta y siete años, llevo veintitrés junto a Miguel, mi marido, tiene la misma edad que yo y también medimos lo mismo, es moreno de pelo y de tez, ni una cana, que envidia me da, es de espaldas anchas, pero con la edad su cuerpo se está volviendo blando. Tenemos dos hijos pero no viven con nosotros, el mayor trabaja fuera del país y el pequeño estudia en otra ciudad.
Aunque vivimos solos nuestra vida sexual es escasa, el trabajo, las preocupaciones, el cansancio, que cuando a una la apetece al otro no y viceversa, así que acabamos follando en ocasiones especiales pero se que no es satisfactorio para ninguno de los dos. No le culpo a él, yo también tengo mi parte de culpa, pero sí que me dado cuenta antes que él de la situación.
Como conozco a mi marido, sabía que no se iba a dar cuenta por sí solo, iba a necesitar un empujón, una noche quedamos con unos buenos amigos para ir a cenar, a Miguel no le apetecía mucho, pero lo acabe convenciendo, me puse mi ropa interior más sensual, y me puse un vestido de tubo, no muy ceñido, pero si lo suficientemente sugerente.
Me pase una hora maquillándome y peinándome, la verdad es que estaba preciosa, pero cuando me vio, me miro como si llevara una bata de andar por casa, nunca ha sido muy detallista.
Habíamos quedado con Raúl, un amigo de la infancia de Miguel, y Patricia su pareja. Ella es bajita y gordita, mientras que Raúl es enorme, casi dos metros de alto y muy ancho, son como el punto y la i. En lo personal también son totalmente diferentes, ella es tímida y callada, él es hablador y muy activo.
La cena fue divertida y nos decidimos a tomar unas copas en un bar cercano. Pedimos y nos sentamos en una mesa, pronto Miguel y Raúl se pusieron a hablar de sus cosas. Patricia es una chica majísima pero no es una gran conversadora y como yo tenía la cabeza en otra cosa, la pregunte que si quería bailar, a ellos ni les pregunte, sabía que no.
Me encanta bailar, siempre me ha gustado, dejarme llevar por la música, por el ritmo, que mi cuerpo se mueva solo, reaccionando a la canción que este sonando, a Patricia tampoco se la daba mal, levante mis codos a la altura de mi cabeza y empecé a mover las caderas, sin casi mover los pies, dejando que el resto de mi cuerpo se moviera al compas, de vez en cuando miraba de reojo a mi marido, pero estaba a lo suyo y no note ninguna reacción por su parte.
Mi marido no me hacia ni caso, pero note que un chico, poco mayor que mis hijos, no me quitaba ojo, era alto, bien vestido, delgado, gafas, tenía cara de no haber roto un plato nunca y de ser buen estudiante, sonreí y me devolvió la sonrisa.
No le di importancia y continúe bailando, pero la verdad es que me estaba comiendo con los ojos y me gustaba, me sentí deseada, viva, no era un sentimiento sexual, solo un subidón de autoestima. Me sentía bien pero no quería que el crio se hiciera ilusiones, así que aprovechando un movimiento de baile, cambie mi posición con la de Patricia y di la espalda al chico.
Raúl nos trajo un par de copas mas, nos dijo que si volvíamos con ellos pero Patricia dijo que no, que quería seguir bailando. Con un par de copas había perdido la timidez y estuvimos hablando un buen rato.
El bar empezó a llenarse, los grupos a acercarse, a pegarse, yo estaba disfrutando de la conversación, ya no bailábamos, solo nos movíamos un poco, y de repente me di cuenta, estaba frotando mi culo con otro culo, de un hombre, duro, prieto, él no se movía, no sabía si se había dado cuenta, no me aparte, me gustaba la sensación, mire de reojo y era el chico de antes.
No podía ser, ¿lo habría hecho a propósito?, si podría ser su madre, parece tan buen chico, me separe un poco y dije a Patricia que sería mejor sentarnos. Ella asintió con la cabeza y se dirigió hacia la mesa y yo detrás, el chico me miro, yo aparte la mirada, y continué mi camino, pensé que hay acababa todo, cuando me doble, me acababa de meter el dedo por detrás con forma de garfio, presionando con fuerza mi raja, me dolió.
Cerré las piernas lo que pude, por acto reflejo, no soltaba, parecía que quería levantarme del suelo con un solo dedo, casi me puse de puntillas cuando dando un pequeño saltito, pude librarme de él, le mire con rabia, el se limito a pasar el dedo por su nariz, oliéndome, olfateándome.
Me asuste, quería irme de ahí, olvidarlo todo. pero me encuentro que mi marido se dirige a mi hecho una furia, todo paso muy rápido, se que grite, Miguel estaba en el suelo sangrando, y se habría llevado una buena paliza de no ser porque Raúl y los camareros que echaron al chico y sus amigos del bar.
De cómo llegamos a casa no sabría decirlo, estaba en shock, solo hablaba cuando me preguntaban, Miguel tenía un corte en la ceja, nada grave pero muy aparatoso por la sangre, no hizo falta ir a urgencias, con un trapo y un poco de hielo se le paró la hemorragia, pero se notaba la hinchazón y que le dolía.
Al llegar a casa fui directa a la ducha, me apoye contra ella y deje que el agua cálida me cubriera, quería llorar pero no podía, no pensaba en nada, estaba vacía. Tan perdida estaba que no me entere que mi marido estaba en el baño, lo note cuando sentí un dedo en el coño, me gire y le mire extrañada-
—Acabo de darme cuenta de una cosa—me dijo y yo me paralice, no sé que habría visto ni que pensaría pero siguió hablando—No me acordaba de lo buenísima que estas— no pude evitar sonreír.
Saco el dedo y acerco su polla, totalmente dura, a la entrada de mi cueva, me acomode con cuidado para no resbalarme, pero me cogió por las caderas y me la metió de una, con un fuerte empujón, entera, hasta los huevos, me mordí los labios apagando un grito de dolor.
Ni mi mente ni mi cuerpo estaban en el acto sexual, estaba más concentrada en el agua que caía sobre mi cuerpo que en los movimientos de mi marido. El coño me ardía con cada embestida, no grite ni me aparte, me limite a agachar la cabeza, desde esa posición pude ver como mis tetas se bamboleaban en todas las direcciones en cada embestida, veía sus huevos golpeando mi cuerpo, pero yo solo sentía el agua recorriendo mi cuerpo, mi vagina se había adaptado a él y ya no me dolía.
Me agarro del pelo firmemente, sin hacerme daño, lo que hizo que levantara la cabeza, estaba a punto de correrse, siempre hacia lo mismo cuando estábamos en esa postura, un par de embestidas mas y me lleno con su cálido semen, normalmente deja su miembro un rato dentro de mí, esta vez lo saco inmediatamente.
Nos limpiamos en silencio.
—ya no estás hecho un chaval— le dije mientras acercaba mi mano a su herida.
Se aparto con un gesto de dolor
—Para pelear no estoy, pero para follarte, ya veras, esta noche voy a tener que despertarte de lo caliente que estoy.
—Mira si se te pone dura, no hace falta que me despiertes pero lámemelo antes que si no me va acabar doliendo el coño.
—Vale pero no te pongas bragas.
Fuimos a la cama, el desnudo y yo solo con un camisón corto. Estaba segura de que por la noche no iba a pasar nada, se queda dormido enseguida, pero no quería quitarle la ilusión.
Miguel se durmió antes que yo, a mi me costo y cuando lo conseguí soñé mucho, con muchas caras, mucha gente, no conocía a nadie, me sentía sola, abandonada y de repente apareció mi marido y me sentí llena, salvada, me desperté, acababa de tener un orgasmo, cerré las piernas y golpee algo, la cabeza de mi marido, se oyó un quejido-
—¿Te he despertado?
—Si
—Lo siento, estoy ardiendo y dijiste que no te despertara
—Puedes despertarme así todos los días si te apetece
Se hizo el silencio-
—Métemela si estas tan caliente, si quieres me hago la dormida.
— Me gustas más despierta
Y me la metió hasta el fondo pero suavemente. yo abrí las piernas todo lo que pude para facilitar la penetración. Me follaba rítmicamente, como siempre, el colchón crujía bajo nuestro peso como siempre, el olor era el mismo, sus besos eran los de siempre, si alguien nos observara pensaría que era un polvo sin más, hasta aburrido, pero para nosotros era nuestro momento, este polvo era especial porque habían habido muchos antes y traía la promesa de relaciones futuras, yo como casi siempre me di cuenta antes que él y me corrí primero, el al notar mi orgasmo acelero y se corrió al poco, esta vez no la saco, nos quedamos juntos abrazados bajo las sabanas hasta que se quedo su polla fláccida.
Desde entonces nuestra vida sexual a mejorado enormemente, no hacemos nada especial, nos limitamos a disfrutar el uno del otro.
2 respuestas
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