CAPÍTULO 6º

JAMES “LOBO GRIS” BURNETT E HIJA

            Son las ocho menos cuarto de la noche del Viernes, 16 de Septiembre de 2016, cuando la joven protagonista de nuestro relato vuelve a casa de su padre a petición de éste y para hablar de un tema bastante delicado, según palabras textuales del hombre cuando ha hablado con su hija por el teléfono móvil esta misma mañana.

            ―Perdona, papá, pero estamos preparando un combate especial como despedida de nuestro paso por la ciudad, y estaba entrenando con Matt –es lo primero que dice Holly Burnett después de besar a su padre en el barbilampiño rostro y James “Lobo Gris” Burnett se ha apartado para dejarle paso al interior de su humilde morada.

            Una vez en el pequeño salón comedor del anciano Cherokee, éste no se anda con rodeos y sin esperar siquiera a que su hija se acomode en el sillón donde acaba de sentarse, le suelta sin ningún tipo de ambages y en un tono de voz mortalmente serio:

            ―Imagino que sigues con tu idea de casarte con tu prometido por el rito de la tribu Cherokee.

            ―Así es, papá –responde Holly apretando con fuerza dientes y puños, mostrando así la rabia que siente en estos momentos―; y que yo recuerde, también es tu pueblo y tu gente, que yo sepa.

            ―Veo que sigues empecinada en seguir con las tontas y obsoletas tradiciones que te inculcó el querido abuelo “Búho Sabio” –Espeta James Burnett en un tono frío e hiriente, que su hija no puede menos que mirarlo fijamente como si no lo conociera.

            Luego, sin embargo, es la joven y bella luchadora la que replica a las palabras de su progenitor en el mismo tono cortante, incluso desafiante:

            ―Que yo sepa, el abuelo John no me enseñó nada malo, y como tú mismo has podido comprobar, al final no me voy a casar con un joven de nuestro pueblo, sino con un hombre blanco tal y como era tu deseo.

            ―¡MALDITA SEA, HOLLY! –Exclama entonces James Burnett a voz en grito y encarándose con su hija de muy malos modos, al tiempo que agrega también vociferando―: ¡LO DICES COMO SI TE HUBIERA OBLIGADO A ELLO A PUNTA DE PISTOLA!

            ―No es eso, papá… ―Replica por fin la joven y bella india Cherokee, al tiempo que se abraza a su anciano padre y lo acuna de manera casi maternal contra su formidable busto mientras le acaricia la cabeza y le susurra dulcemente―: Sabes que se lo prometí al abuelo, al igual que sabes que esa viejas y obsoletas tradiciones de nuestra tribu no nos hacen ningún mal.

            ―L-lo sé y lo siento, mi amor… ¿Me podrás perdonar? ¿Podrás perdonar a este estúpido viejo chocho y senil? –Casi suplica James “Lobo Gris” Burnett, esbozando una triste sonrisa y sonándose la nariz con un viejo pañuelo de tela.

            Ese mismo día, siendo ya noche cerrada y mientras cena con Mathew en un pequeño restaurante de la localidad, nuestra protagonista relata a su prometido la pequeña discusión con su progenitor.

            ―Pero ¿a qué se debe esa animadversión tan grande que siente tu padre por los de su propia tribu? –Pregunta Matt Bensinger en un momento dado de la charla, aprovechando que Holly ha hecho una pausa para beber un trago de su jarra de cerveza.

            ―Pues a decir verdad, es algo que desconozco por completo –responde la joven de raza Cherokee con expresión pensativa, para agregar un instante después en tono reflexivo―: Pero creo que se remonta a cuando mi padre era un muchacho de corta edad.

            ―Bueno, sea como sea, tu padre me sigue pareciendo un tipo estupendo –replica Matt dando por zanjada la conversación en ese sentido.

            Sin embargo, esa misma noche, una vez en la cama y habiendo apagado ya la luz del dormitorio, el joven deja oír de nuevo su voz diciendo en tono comprensivo y reflexivo a un tiempo:

            ―Pero claro, aún estamos a tiempo de cambiar de idea y de celebrar nuestro enlace por otro rito que no sea el Cherokee.

            A lo que Holly Burnett responde, dando un sonoro bostezo y rodeando el cuerpo de su amado con su cobrizo brazo derecho:

            ―Claro, mi amor… Pero ya si eso lo discutimos en otro momento, que estoy muerta de sueño y mañana tenemos que madrugar que aún hay mucho que entrenar antes de mi combate contra Alice Bell en el Ring de Fuego.

            Y Mathew Bensinger solo sonríe, y tras besar a su amada dulcemente en los labios, cierra los ojos y queda pronto sumido en un profundo y reparador sueño.