CAPÍTULO 1º

LAS PALABRAS DEL VIEJO CHAMÁN

            3 de Septiembre de 1996, en la Reserva Cherokee de las Great Smokey Mountains de los Estados Unidos, donde una niña de ocho años llamada Holly Burnnett, más conocida entre los suyos como “Tormenta Perfecta” por ser la niña más revoltosa y traviesa del lugar, escucha con suma atención las viejas leyendas que su querido abuelo, John “Búho Sabio” Burnnett, lleva contándole desde hace ya casi una hora, después que su padre la dejase a su cuidado para irse a trabajar al aserradero y ella no haya podido asistir a la escuela de la reserva por encontrarse algo acatarrada e indispuesta.

            El anciano “Búho Sabio” ha querido usar con ellas sus viejos remedios tradicionales, elaborados por él mismo, pues se trata del Chamán de la tribu, pero su hijo y progenitor de la niña se ha negado en redondo aduciendo que el prefiere la medicina del hombre blanco.

            ―Dime, abuelito –dice de repente la pequeña Holly, interrumpiendo el cuento que su abuelo le está contando sobre la infancia de un gran y legendario guerrero de su pueblo―, ¿por qué odias tanto al hombre blanco? ¿Y por qué no quieres que papá me cure con sus medicinas? ¡Yo las he probado y están buenas! ¡El jarabe para la tos sabe a fresa!

            La primera reacción del viejo y venerable Hombre Medicina de la Reserva Cherokee de las Smokey Mountains es mirar a su pequeña y adorada nieta con el ceño fuertemente fruncido durante unos segundos, antes de esbozar una leve y triste sonrisa, estirar su arrugada y cobriza diestra hacia la niña, acariciando sus negrísimos y lisos cabellos y decirle en tono solemne con su cascada voz:

            ―Mi pequeña y dulce “Tormenta”, ojala nunca tengas que conocer por ti misma los motivos que me hacen odiar tanto al hombre blanco.

            Mas la curiosidad de su linda y avispada nietecita no queda ni mucho menos satisfecha con esa sencilla y a un tiempo enigmática respuesta del anciano indio Cherokee, por lo que abriendo al máximo sus bellísimos y expresivos ojos negros, la pequeña Holly “Tormenta Perfecta” Burnnett dirige a su amado abuelo el siguiente comentario, cargado de una lógica tan infantil y a un tiempo tan aplastante, que el septuagenario Chamán no puede menos que sonreír:

            ―Pero, abuelito “Búho Sabio”, yo conozco gente blanca, y son la mar de simpáticos y buenos conmigo. ¿Acaso tampoco he de fiarme de ellos?

            ―Bueno, eso es como todo, mi traviesa y amada nietecita –responde John Burnnett, tornando a acariciar los oscuros cabellos de la chiquilla antes de agregar en tono serio y solemne―: Por desgracia, la maldad no es patrimonio único del hombre blanco, y entre los nuestros podemos también encontrar a personas la mar de viles y ruines.

            La pequeña Holly queda pensativa durantes unos segundos, y luego pregunta con su dulce y cantarina vocecilla:

            ―¿Te refieres a mi tío Michael “Oso Feroz”?

            A lo que su anciano abuelo se limita a asentir con un leve cabeceo, para luego concluir la conversación tras alegar que se encuentra cansado y que ella debería volver ya a casa con su madre, pues ya es casi la hora de la cena.

            ―¿Pero podré volver mañana a que me cuentes más historias sobre los Grandes Guerreros de nuestro pueblo? –Inquiere Holly con esperanzada alegría y mientras da dos sonoros besos al anciano en las mejillas.

            ―Por supuesto, cariño. Puedes venir siempre que quieras, que yo gustoso te contaré todos los cuentos que me sé –responde “Búho Sabio” dedicando a su querida nieta una desdentada pero felicísima sonrisa.

            Y pasaron los años, y la pequeña Holly “Tormenta Perfecta” Burnnett creció sin dejar de escuchar los maravillosos cuentos y relatos que su adorado abuelo John “Búho Sabio” Burnnett le contaba cada tarde antes de cenar.

            El anciano y venerable Chamán de la Reserva Cherokee de las Great Smokey Mountains falleció a la avanzada edad de ochenta y siete años una fría tarde de Diciembre del año 2005, pero no sin antes haber transmitido todo su conocimiento y sabiduría a su amada nietecita.

            ¡Ay si ahora levantara la cabeza y viera que al final su queridísima niña optó por no seguir sus consejos y, entre otros muchos pecados imperdonables, buscar el amor en los brazos de un hombre blanco de piel pálida y cabellos tan rubios que casi son albos!