Estabamos a primeros de Junio, el tiempo era explendidamente veraniego, y comoteniamos unos dias de permiso, decidimos pasarlos en la playa, y despues de analizar algunas alternativas, decidimos viajar a Murcia, al Mar Menor.

Preparamos la tienda y toda la impedimenta para una buena acampada, y el viernes por la ma_ana nos pusimos en marcha.

Rodabamos por la carretera de Andalucia, felices y con incontenible deseo de aspirar el aroma de mar. A la altura de Sese_a paramos para repostar combustible y entramos en la cafeteria de la estacion de servicio para tomar algo y hacer el preceptivo descanso antes de esa primera etapa.

Estaba apurando mi cafe, cuando se acerco un chico para preguntarme si viajabamos a Murcia y si podiamos llevarle. Vestia uniforme de soldado del ejercito del aire que parecia estar confeccionado a la medida, pues marcaba lo que se dice «una percha» que tendria uno con setenta y cinco de estatura.

El pelo muy corto, al estilo militar, lijeramente ensortijado, era de un color casta_o limpio con ligeros reflejos dorados; la tez bronceada, la nariz perfecta, aunque muy ligeramente achatada, los labios algo gruesos y la dentadura perfecta y con una blancura de anuncio. Las cejas pobladas y los ojos de color miel claro, tenian una mirada desafiante y abierta, y daban al conjunto de su rostro una expresion de infantil arrogancia.

Hago esta descripcion tan detallada, porque la serena belleza de aquel muchacho nos dejo tan favorablemente impresionados a Carmen y a mi, que casi le respondimos a la vez. No teniamos inconveniente en llevarle.

Nos dio las gracias de manera efusiva y salio a recoger su petate.

Carmen y yo nos miramos

_Que te parece? Le pregunte

Increible me contesto Un sue_o, que chaval mas guapo._Como podria decirle que no?

Bueno, anda, no te hagas ilusiones y conformate con disfrutar de su compa_ia en el viaje.

Nos reunimos con el a la salida, nos acomodamos en el coche y reanudamos la marcha.

Antes de entrar en Aranjuez, ya nos habiamos hecho presentaciones, asi supimos que era de Madrid, se llamaba Jose, y estaba haciendo la mili en un cuartel de Los Alcazares, un pueblo junto al Mar Menor. Que llevaba dos horas haciendo auto stop sin exito, en la gasolinera. Tenia que presentarse el domingo antes del anochecer, pero habia salido en sabado como precaucion por si no encontraba a nadie que lo llevase, saldria al dia siguiente en el autobus de linea.

Empezamos a cruzar los primeros pueblos de la Mancha y el calor ya se dejaba sentir en el interior del coche, como no teniamos aire acondicionado, hubo que bajar los cristales de las ventanillas para recibir el chorro de aire refrescante.

Quintanar, Pedro_eras, Mota del Cuervo…etc.eran pueblos que se iban quedando atras, y al medio dia, en la hora punta del sol, llegamos a la Roda, donde aparcamos en el restaurante Juanito con intencion de comer.

Si no les importa, yo me quedo aqui en el coche oyendo la radio mientras comen Nos indico Jose

De eso nada chaval, tu te vienes a comer con nosotros. Faltaria mas

Veran es que no tengo a penas dinero, y me resulta violento

entrar con vds

Nada, estas invitado, vamos y no se hable mas

Por fin le convencimos y pasamos al restaurante. El vino y la buena comida, pronto nos dieron una relacion mas familiar y empezamos a hablar con mucha mas confianza. Yo tenia que seguir conduciendo el coche y ello me hizo controlar un poco, pero Carmen se despacho a gusto y sus ojillos chisporroteaban de alegria; Jose, tampoco se quedo atras, vencido ya el respeto inicial, nos tuteabamos como si nos conocieramos de toda la vida, contamos chistes verdes e incluso nos gastamos alguna que otra broma.

Antes de reanudar la marcha, a Carmen se le ocurrio proponerle venir con nosotros a la playa, puesto que no tenia que incorporarse en la base hasta el dia siguiente, nosotros le llevariamos. No costo demasiado, a la segunda copa de co_ac, ya estaba convencido, asi que reemprendimos el viaje. Esta vez, Carmen se acomodo en el asiento de atras con Jose; a los dos les chispeaban los ojos.

Arrancamos, y pronto el efecto del alcohol y el sopor de la tarde manchega, empezaron a pasar factura. A Carmen le invadio una calida somnolencia, y poco a poco se fue dejando caer entre las piernas de Jose; sus labios coincidian con el «paquete» del joven. Peque_as y fugaces caricias accidentales, fueron haciendo crecer el miembro del muchacho hasta ponerlo en una situacion realmente comprometida. Carmen se hacia la loca, como si dormitara sin enterarse de nada, y yo me ponia cachondo mirando a hurtadillas por el retrovisor sin darme por enterado de nada.

Hubo momentos en que me dieron ganas de parar y montarmelo con ellos, pero luego pense que tampoco habia que precipitar las cosas ni ronper el encanto de aquella «inocente» siesta estival.

En la Rambla del Moro, hicimos otra parada para estirar las piernas y tomar un refresco, y a partir de ahi ya continuamos con toda normalidad. Cruzamos por delante del cuartel de Jose en las Alcazares, y pasados los Velones, tomamos un camino que pasaba desapercibido, estaba sin asfaltar y con los surcos producidos por peque_os torrentes de la lluvia. Ningun amante de su coche se hubiera atrevido a meterlo por semejante ruta, pero al cabo de media hora de recorrido por aquel sendero impracticable, nos enfrentamos al mar. Desde lo alto de nuestra posicion, se podia contemplar un paisaje verdaderamente hermoso. Ni una casa, ni un chiringuito, ni siquiera una sola persona, solo la naturaleza, el rumor de la mar, las playas limpias de arena fina y dorada y una brisa maravillosa que nos acariciaba el rostro.

Dejamos el coche en aquella especie de aparcamiento, cogimos la impedimenta y comenzamos el descenso hacia el lugar donde habiamos decidido instalar el campamento.

No tardamos mas de media hora en dejar montada la tienda e inflar la colchoneta, Jose me ayudo a ello, y mientras, Carmen habia estado preparando unos bocadillos para tomar de cena.

Estabamos sudados del viaje, el calor y el trabajo realizado.

_Que tal si tomamos un ba_o? Sugeri

Mi mujer y yo, comenzamos a desnudarnos, pero Jose se quedo cortado y solo se le ocurrio decir:

PerdonaR, es que yo no tengo ba_ador

Bueno, hombre, nosotros tampoco, pero como veras, eso aqui no importa. Solo estamos nosotros en la playa, y entre nosotros ya hay confiaza suficiente para no andar con verguenzas

Carmen que ya estaba desnuda, le insistio, y cuando se quedo en slip, renunciaba a quitarselo; inesperadamente di un tiron de su elastico hacia abajo y un pene rigido, sobervio y desafiante, cimbreo ante nosotros.

Mi mujer minimizo el asunto:

Venga hombre, no ir_ a darte verguenza…deberias estar orgulloso; nosotros ya sabemos lo que es eso. _Ves?, mi marido tambien lo tiene

En efecto, yo tambien lo tenia, no tan grande ni tan hermoso ni tan erecto, pero lo tenia. Me sonrei y les anim_ a caminar hacia el agua.

Ya en la orilla, tom_ las manos de Jose y le dije:

Preparemos una silla de la reina para Carmen y entremos corriendo con ella en el agua

Asi lo hicimos chapoteando hasta que nos cubria por la cintura y la mujer se habia caido del trono en que la habiamos llevado.

Estabamos en esa hora magica en la que el crepusculo da un matiz especial, una tonalidad rosacea a las cosas, haciendolas parecer irreales o victimas de un encantamiento.

Nuestros cuerpos estaban tan juntos que notabamos el calor que desprendian; los penes erectos, rozaban el cuerpo de Carmen y en un momento, ella los asio con ambas manos aproximandonos mas; nuestras bocas se pasaban el aliento, primero fue mi lengua la que visito a Carmen en un beso apasionado, luego fue Carmen quien beso a Jose y finalmente fueron las tres bocas quienes se juntaron en un solo beso ardiente, lascivo, profundo y prolongado.