agosto 11, 2025

424 Vistas

agosto 11, 2025

424 Vistas

Mi prima me pidió que le enseñara a mamar verga y me la terminé cogiendo

4
(1)

El mensaje de Vero llegó un martes por la tarde, justo cuando terminaba mi turno en la tienda de comestibles. «Roy, necesito que me enseñes algo… ¿podemos hablar?» La conocía lo suficiente como para saber que ese «algo» no iba a ser sobre marketing digital.

Quedamos en el garaje de mis tíos, ese lugar lleno de cajas viejas y herramientas oxidadas que olía a gasolina y recuerdos de infancia. Cuando llegué, ella ya estaba allí, sentada en el banco de trabajo con esos shorts que le dejaban medio culo al aire y un top ajustado que hacía que sus pechos pequeños pero perfectos parecieran estar a punto de escapar.

«Tengo un problema», comenzó, mordiendo su labio inferior de esa manera que siempre me había vuelto loco. «Mi novio… el muy cabrón dice que no sé chupar verga».

El aire se espesó de inmediato. Vero tenía 19 años, era mi prima segunda, y aunque siempre había sido linda, en los últimos meses se había convertido en una bomba sexual sin saberlo. Su piel olía a vainilla y sudor juvenil, ese aroma que solo tienen las chicas que todavía no saben lo buenas que están.

«¿Y qué quieres que haga yo?», pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

«Que me enseñes», dijo, deslizando sus dedos por mi muslo. «Quiero aprender con alguien que no me juzgue».

 

No hubo más palabras. Me desabroché el jeans y dejé que mi verga, ya medio dura por el mero hecho de imaginármelo, saliera a saludar. Vero la miró como si fuera la octava maravilla del mundo.

«Primero, usa las manos», le instruí, guiando sus dedos pequeños alrededor de mi base. «Así, despacio, como si estuvieras sacudiendo un cóctel».

Su toque era torpe pero entusiasta, y cuando inclinó la cabeza para lamer la punta, sentí cómo mi cuerpo entero se tensaba. Su lengua, caliente y húmeda, exploró cada centímetro con una curiosidad que me volvía loco.

«No solo la punta, Vero», gruñí, agarrando su pelo y guiándola hacia abajo. «Trágatela toda».

La cara de Vero cuando intentó tomar toda mi longitud fue priceless. Tosió, lagrimeó, pero no se detuvo. En cuestión de minutos ya tenía un ritmo decente, sus labios rosados apretándose alrededor de mi carne mientras sus manos masajeaban mis bolas.

«Ahora hazlo más sucio», le ordené, empujando su cabeza hacia abajo. «Como si te encantara el sabor».

Eso la prendió. Comenzó a babear como una puta de bajo presupuesto, mezclando su saliva con mi precum hasta que el sonido de sus mamadas llenaba el garaje. Cuando me incliné para ver su cara, sus ojos estaban llenos de lujuria, sus mejillas rojas de esfuerzo.

Fue entonces cuando perdí el control.

La levanté de un tirón y la giré, empujándola contra el banco de trabajo. Sus shorts y tanga desaparecieron en segundos, revelando un coño depilado que brillaba bajo la tenue luz del garaje. Olía a flores y deseo, un aroma que me hizo enloquecer.

«¿Seguro que solo querías aprender a mamar?», le susurré al oído mientras alineaba mi verga con su entrada.

Su respuesta fue empujar su culo contra mí, tomándome la punta dentro de su calor. Eso fue todo lo que necesité.

La penetré de un solo golpe, haciéndola gritar en una mezcla de dolor y placer. Su interior era como seda caliente, apretándose alrededor de mí como si no quisiera soltarme. Comencé a moverme, despacio al principio, luego más rápido, cada embestida acompañada de un gemido gutural de su parte.

«Ahhh, Roy… mierda», jadeó, mirándome por encima del hombro con esos ojos que ahora parecían negros de placer.

No necesité más invitación. Agarré sus caderas y la embestí con una fuerza que hizo temblar las herramientas en las paredes. El sonido de nuestras pieles chocando se mezclaba con sus gemidos y mis gruñidos, creando una sinfonía obscena que habría escandalizado a cualquiera que pasara por allí.

«¿Así le quieres hacer a tu novio no?», le pregunté, dándole una nalgada que dejó su piel marcada.

«¡Síiii! Cógeme más duro», gritó, empujando su culo contra mí con cada embestida.

Sentí cómo su cuerpo comenzaba a tensarse, sus músculos internos apretándome como un puño. «Vas a venirte, prima», le dije, clavándome hasta el fondo. «Vas a venirte en mi verga».

Y lo hizo. Su orgasmo la sacudió como un terremoto, su coño palpitando alrededor de mí mientras gritaba mi nombre. Eso fue suficiente para mandarme al borde.

«¿Dónde quieres mi leche?», gruñí, sintiendo cómo el calor se acumulaba en mi base.

«¡Dentro! ¡Por favor, adentro!», suplicó, y eso fue todo lo que necesité.

Exploté dentro de ella, cada chorro caliente llenándola mientras mis piernas temblaban. Nos quedamos así, jadeando, conectados, hasta que finalmente me deslicé fuera, dejando que mi semen escapara por sus labios hinchados.

Vero se giró y se arrodilló, limpiándome con su boca mientras yo todavía palpitaba.

«Gracias por la lección», dijo con una sonrisa que prometía más sesiones prácticas.

«De nada, para eso es la familia», respondí, sabiendo que su novio jamás sospecharía que su nueva «habilidad» tenía un maestro con apellido Ruiz.

¿Que te ha parecido este relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 4 / 5. Recuento de votos: 1

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este relato.

Deja un comentario

También te puede interesar

No porque somos amigos Pt. 1.

thormento

14/08/2022

No porque somos amigos Pt. 1.

Mamacita Soltera

anonimo

11/06/2025

Mamacita Soltera

Una experiencia peligrosa

anonimo

28/05/2019

Una experiencia peligrosa
Scroll al inicio