
Por
Anónimo
María la ninfómana
Había tenido una relación de cinco años con una chica preciosa pero jamás nos entendimos en la cama; no obstante, debo de reconocer que me dejó muy tocado y fui durante unos años un auténtico corazón partío.
El tiempo pasó, estaba terminando los estudios y, con solo dos asignaturas, empeze a trabajar en una empresa del asector que me gustaba, desde abajo para prepararme para ejecutivo,razón por la que no me quedé aquel año ya en Granada sino en mi ciudad de origen. Pero mi hermana si estaba en dicha ciudad estudiando compartiendo piso con un grupo de amigas, a las que conocía de años anteriores con las que tuve algunas aventuras ( por separadado…).
Así pues llegó la época de acudir a los examenes parciales y me fuí a Granada unos días y dormía en el piso de mi hermana. En un sofá en el salón.
Ante la falta de sexo por los días de estudio y ver aquellas mujeres en ropa cómoda, salir del baño liadas en la toalla y cosas así…estaba todo el día ocultando mi enorme verga ( unos 22cms y algo más gruesa de lo normal) que se levantaba muy educadamente a saludar cada vez que veía algo así.
Como soy buen cocinero y para complacer a las chicas del piso, me comprometí esos días a preparar la comida. En ello estaba cuando, por la ventana de la misma que daba a un patio interior vi a la vecina de enfrente. No era una mujer espectacular, pero sí la típica belleza andaluza que te atrae y te deja embobado, con una gracia única y una sonrrisa cautivadora. Comencé a decirle que vaya vecina guapa, que así daba alegría cocinar todos los días con esas vistas y a contarle chascarrillos y hacerle sonrreir.
El resultado fue que a las cinco en punto estaba la chica en casa, pues ya era conicida de las demás del piso y de mi hermana, para tomar café y hacerme algunas preguntas por dudas en derecho administrativo…
Deciros que María ( no es su nombre real) era una chica normal, con buen cuerpo aunque le sobraban unos kilos, una cara preciosa y, sobre todo, una pinta de niña de colegio de monjas que parecía que nunca había roto un plato.
Para poder estudiar bien decidimos irnos a su piso. Nos sentamos a estudiar en un sofá, ella en un lado y yo en otro. Para ser diciembre llevaba un escote pronunciado, aunque sus pechos no eran grandes pero sí como mas me gustan; ésto es, copa de champagne ( «El pecho perfecto es el que cabe en una copa de champagne», decía mi mejor amigo). Me fui fijando disimuladamente cada vez que se levantaba en su cuerpo, que aunque con unos kilos de más, estaban muy bien puestos y era de esas mujeres a las que gusta apretarlas.
Como a los 30 minutos empezamos a charlar y no se como le dije que me dolía la espalda y, sin avisarme, se incorporó y comenzó a masajearme los hombros. Después me llevó a su cama me tumbo boca abajo, se subió sobre mi cintura a horcajadas y comenzó a masajearme. Me hizo quitarme la sudadera que llevaba y empezó a darme en la espalda con aceite…era un gustazo pero mi amiguito se levantó de inmediato y estaba a punto de reventar y, en esas, me dice que me de la vuelta…
El bulto era considerable, lo miró, sonrrió y me dijo » parece que he hecho efecto», me incorporé y busqué sus labios. Nos fundimos en un beso muy tierno, dulce, sosegado, lento que fue ganando fuerza hasta llenarse de pasión. Nuestras lenguas jugaban, se buscaban y se retorcían una con otra. Mis manos fueron desabrochando los botones de su camisa, solté su sujetador y pasé mi lengua de una sola vez y en toda su extensión por su pezón derecho, blanquito, pequeño y ya soltó un primer gemido.
En ese momento se levantó de la cama, intentando recomponerse y diciendome que íbamos muy rápido, pero en su mirada se notaba una calentura desproporcionada y unas ganas locas por follar y ser follada.
Me levanté, me acerqué a ella con dulzura, le acaricié la cara, la nuca…no decía nada. Le volví a besar con calma, con ternura y a abrazarla. Así durante unos minutos hasta que ella iba buscando cada vez más mi lengua e iba gimiendo con cada beso, cada vez que la punta de mi lengua recorría su cuello y alrededor de su oreja. Así, poco a poco, terminé de desnudarla hasta, por último, sentarla en la cama, echarla hacia atrás y bajarle un tanga color carne que llevaba y quedó ante mí su tesoro rasurado, muy muy muy mojado. Agarré un cojín, lo puse en el suelo, me puse de rodillas y comencé a besar sus piernas, muy lentamente, subiendo por sus muslos, mordisqueandolos, acariciandole el clitoris cada vez con más rapidez confome me iba acercando a las ingles.
Dejé de acariciarle y solo con la punta de mi lengua, mojada y caliente, fui recorriendo las ingles, de ven en cuando besaba su clitoris, para bajar a sus muslos…Gemía, se retorcía sin saber que tan solo había empezado a calentar la cosa.
Así estube como quince minutos, me pedía y me suplicaba que le hiciera el amor, que se la metiera duro…Hasta que hundí mi lengua en su clitoris sin parar de salir jugos, empapada, se retorcía, me tiraba del pelo y antes de tener el orgasmo, paré de golpe. La miré y le dije «y yo qué?
Me dió la vuelta, me bajó los pantalones y el boxer de un tirón, miro mi polla con furia, como hembra en celo y comenzó a metersela en la boca…Le dije que parase y me coloqué de forma de poder hacer un 69.( No hay nada que disfrute más que saber que estoy haciendo de gozar a la vez que me lo hacena mi).
Desde ese momento fue como una lucha de a ver quien hace más de gozar. Desde ese momento supe que empezaba una relación que no iba a ser corta.
Estuvimos en posición de 69 como dos horas. creo que se corrió como nueve veces y yo tres. No me daba tiempo a recuperarme ya estaba ella otra vez haciendo que se levantara, era una maestra en eso.
Pero aquel primer día no fuimos capaces de follar porque lo dejamos todo en los aperitivos y vinieron sus compañeras de piso a importunar.
Así comenzó todo. Pero no fue más que el principio.
2 respuestas
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