
Por
Anónimo
"Manos Arriba, Puercos!" (H22) (M21)
Esto se remonta a cuando andaba en plena jugosidad sexual de mis 21 o 22 añitos.
Andaba yo saliendo con una señorita de nombre “Julia” y ya se imaginarán todo el show; besitos, manoseos y cogidas dignas de plasmarse en los libros de historia.
Julia; la señorita en cuestión, era de tez ligeramente morena, pelo negro a la altura de su barbilla, ojitos que parecían un abismo, labios de chingatumadre, bien gorditos y suavecitos, tetas pequeñas con unos botones del tamaño de una moneda de 10 pesos mexas y color café con leche que resaltaban al más mínimo roce de mis puercas manos, delgadita la condenada, pero eso sí, con unas nalgas gordas que me hacían venirme en seco con tan sólo verlas.
Ese día nos habíamos quedado de ver para salir a pendejear y nada más, según nosotros, pero bien sabíamos que a mí se me para la maciza hasta con el aire y era más que obvio que en algún momento me iba a poner de pinche mañoso.
Pasamos gran parte de la tarde en una plaza y, afortunadamente, no vivíamos tan separados por lo que, al llegar la noche, decidimos irnos a una suerte de parque que ya nos había visto tener acción de muchas formas y que era el lugar ideal para nuestras cochinadas pues apenas y tenía unos 2 faros de luz para alumbrarlo.
Todo iba perfecto; Julia llevaba un vestido negro que le llegaba a la mitad de sus jamones virginianos (por la marca, no porque fuera virgen) y con estampado en el frente. Vestido tan pegado que hacía resaltar sus cachetotes de manera casi celestial y, cómo cereza del pastel, con un escote lo suficientemente maleable que me permitía meter el hocico para hacer de las mías en sus tetitas de mujer joven.
Casi las 10 de la noche marcaba mi celular y ahí me tenían sentado en una de las mesas de piedra que se encontraban en ese parque. Mesas que utilizaban los vecinos de esa zona para pasar un rato tranqui durante el día (recuerden muuuy bien esto).
Julia se encontraba de pie justo en medio de mis piernas abiertas mientras ella me miraba de frente y mis pinches brazotes de Thor (obvio no) le amarraban de la cintura para poder así peagarla cual estamapa a mi cuerpo y arrimársela a dónde se pudiera, el ombligo, el abdomen; todo era bienvenido.
Los minutos pasaban mientras charlábamos de cualquier cosa y, de vez en vez, nos brindábamos unas deliciosas, viscosas y calientes luchas de lengua dentro de nuestras bocas.
La piel de Julia era una cosa de otro mundo, cómo tocar una pinche nube. Tan suave que parecía estar echa de seda y era algo que me ponía muy mal, pero muuuuy mal.
Durante esos húmedos besos, yo traía el fuete más duro que brazo en pleno infarto, era algo que ella podía notar y no sólo por tenerla arrimada sobre su cuerpo sino porque casi se me marcaba hasta la vena sobre el pantalón de ese día.
La charla ya había sido abandonada y nuestro único trabajo era el de brindarnos de caricias que nos harían lubricar tanto cómo en el cambio de aceite de un carro.
Su pequeño y delgado cuerpo se encontraba casi pegado contra el mío, mis brazos le abrazaban de la cintura mientras mis manos se encontraban jugueteando con sus exquisitas asentaderas, mi lengua y labios ya se encontraba bailando desde el comienzo de sus tetas hasta alguna de sus orejas con la destreza de un patinador de hielo.
Julia me hacía saber que los movimientos de mis labios en el inicio de sus tetas le gustaban pues de su delicada garganta eran emitidos aquellos gemidos ahogados que tanto me alborotaban.
Ella, además de brindarme el placer de degustar de sus carnes, era la mejor vigía que pudieran conocer pues, mientras yo me ocupaba de bajar un poco su escote para sacarle una chichi, Julia se ocupaba de andar al tiro por si alguna persona pasaba cerca de nosotros y ahí la tenían cuál búho mirando para todos lados y hasta haciendo un 180 backflip con su cuello.
Sus pezones de gomita de chocolate eran mordidos, lamidos y chupados de manera que su piel se erizaba al máximo mientras yo comenzaba a bajar una de mis manos directo hacia su pubis para comenzar a rozar mis dedos justo sobre su ropa a la altura de su tragamonedas (ñam, ñam).
Bajé un poco más mi juguetona mano y comencé a subir un poco su vestido negro para dejar un poco expuesta su entrepierna, lo suficiente para poder tocar su braga mojada y comenzar a rozar mis dedos de manera más directa sobre su vulva.
En cuánto sentí la viscosidad de su prenda interior, simplemente dejé de amamantarme de cualquiera de sus téticas para ahora yo tomar el papel de vigilante.
Mis dedos se abrieron paso hacia su mojada carne haciendo de lado su prenda íntima, el cuerpo de mi fémina en turno se exaltó ligeramente, situación que provocó un suave “gelatineo” en sus gorditas posaderas, de su garganta salió un gemido con suficiente fuerza y sus manos se engancharon directamente sobre mis hombros.
Los ojos de Julia se plantaron directamente viendo a los míos mientras mis ahora viscosos dedos surfeaban junto con sus alcalinos jugos en los laterales de sus labios con mi viejo truco de la “V” formada con mis dedos medios.
Las muecas en su rostro que eran provocadas por mis dedeos en su salada conchita de mar eran de lo mejor! Sus labios se retorcían entre cada subida o bajada sobre su mojadita carne o cada vez que hacía un circulo completo pasando por ese botoncito que les provoca cosquillitas desde la entrepierna hasta los dedos de los pies.
Su mirada poco a poco comenzó a cerrarse y optó por abrazarse completamente a mi para dejarme escuchar sus jadeos directamente en mi oído derecho.
Durante éstos momentos, yo tenía que hacer mi chamba de velador y tenía que andar volteando para todos lados por si alguien llegaba a pasar cerca y evitar que nos cacharan en la movida (no nos descubrieran).
Los hirvientes minutos pasaban y mis dedos ya se habían abierto camino hacia el rugoso interior de ésta señorita, sus espesas mieles resbalaban por mis flexionadas falanges y las uñas de Julia, que ahora se encontraban en mi espalda, se encajaban más en mi piel y ASUPINCHEMADRE! Esa hija del creador parecía tener garras de pinche león; no saben cómo dolía, pero tenía que aguantar cómo el buen guerrero espartano que soy.
Las yemas de mis dedos medios se encontraban bailando por encima de la parte más rugosa de su calientita cavidad y…
– Espera! -, exclamé después de ver que tres cabrones andaban por ahí rondando un poco alejados de nosotros.
Ella se tranquilizó por un momento, pero yo ni madres que iba a sacar los dedos; sólo detuve un poco el movimiento dentro de ella y esperamos a ver si se acercaban más o no. Afortunadamente se quedaron a la distancia y uno de ellos se puso a hacer “lagartijas” en el piso.
– No mames, qué pedo con ese wey? -, pensé cuando lo vi hacer esos ejercicios y a tan altas horas de la noche.
PEQUEÑA ACLARACIÓN: En cuanto vi a esos HDSPM (ahora entenderán el por qué de esos nombres y apellidos) supe que no eran de por ahí y que seguramente nada más iban de pasada porque se veían muy chavitos (máximo 18 o 19 años), pero poco sabía yo lo que iba a suceder después.
Julia y yo regresamos al jugueteo dentro de su húmeda conchita aunque yo andaba medio pendiente de esos tres pendejos que andaban a la distancia.
Los jadeos de mi dama en turno se tornaban cada vez más agitados y, por un pequeño momento, dejé de observar a los culeros que se encontraban por ahí para comenzar a decir cochinadas en las bonitas orejas de Julia e intentar hacerle más placentera su próxima corrida.
Fueron sólo unos segundos los que giré mi mirada hacia ella y, cuando volteé de nuevo, sorpresa, ya no estaban esos cabrones.
– Ya se fueron.-, pensé erróneamente.
– Viene alguien.-, comentó en voz muy baja mi querida Julia. En chinga le saqué los deditos y ella se movió un poco hacia atrás.
Poco yo sabía que esos 3 pinches mugrosos, en efecto, se habían ido de dónde se encontraban, pero lo hicieron pasando detrás por mi y fue por eso que les perdí de vista.
– PTM! De seguro van a empezar a castrar los huevos.- fueron las palabras que surcaron mi mente para segundos después confirmar mi teoría.
– Qué tranza (onda), carnal (compa). Aliviáname con un 5, no? (haciendo referencia a una moneda de 5 mexacoins).- eran las palabras que me hicieron saber que ya había valido reata.
– No traigo, loco.- contesté con cara de envergado porque ésta situación no era ajena a mí y ya sabía lo que iba a pasar.
– Ah, cómo ves que te “basculeo” (revisar) y si traes?.- replicó esa pinche lombriz de agua puerca que se acercaba por mi lado izquierdo.
En efecto, yo no traía dinero, lo único que traía en mi bolsillo eran las llaves de mi castillo y mi celular, pero no saben cómo se me subió la testosterona a la cabeza en cuánto ese puñetas se quiso cambiar de nombre para ponerse pendejo conmigo, sobre todo por el hecho de que estaba ahí a lado mi nalguita a la que tanto quería.
Recuerdan que estaba sentado en una mesa? Aquí viene la importancia de eso.
– Ah si, cabrón? -, pensé por un segundo después de escuchar su pendejo intento de intimidación.
– Hazte para allá.-, le comenté a Julia. Ella hizo lo acordado y se movió a escasos metros de mí.
– Vas, rey (compa). Jálate, culero.-, exclamé mientras me levantaba de la mesa y con toooodo el afán de meterle un vergazo en el hocico a ese pinche enano pendejo. Y si, se me tenía que salir el pinche barrio porque qué perro coraje provocan esos mierdas.
El muy puto se empezó a culear porque no se había dado cuenta que sentado, mi estatura es muuuy diferente a estar de pie y lo pude notar en su pinche mirada. El HDP se puso nervioso y ni respondió el muy marica.
Aaaah! Pero eso sí, recuerdan que eran 3 putos mugrosos, no? Pues, mientras me levantaba y casi casi me le iba a los putazos a ese cabrón, los otros dos puñetas llegaron por detrás de mí (supongo que Julia los había visto, pero no mencionó nada por el miedo) y tuve una sensación que, para bien o para mal, también me resultaba muy familiar por haber hecho mis desmadres en la adolescencia.
Pues sí, uno de los otros dos cabrones que llegaban detrás de mí casi casi me abrazó desde la espalda al mismo tiempo que colocó lo que yo supuse era un “cuete” (arma).
– Deja esa mamada y vamos a darnos bien en la madre.-, fue lo que estúpidamente salió de mis labios.
– No te sientas bien verga (chingón). Cáele con el celular.-, contestó el pinche mugroso que empezó todo el pedo.
Rápidamente agarré el pedo porque a escasos metros se encontraba la chiquilla de Julia y sabía que era una pendejada exponerla; además, con un arma ya cualquiera se culea, así que no me quedaba opción más que dejar que me dieran bajilla en los bolsillos y se llevaran las cosas, pero neta, no saben cómo quería ponerle en su madre a esos 3 HDP.
Tomaron mi celular y me soltaron, pero el wey que traía el fierro (arma) nomás se quedó atrás de mí apuntándome y yo pensaba que ya iba a ser todo el show.
Resistí las perras ganas de meterle unos putazos a cualquiera de ellos durante esos instantes, pero, saben que hicieron esos pendejos? Todavía uno de ellos se tomó la molestia de dirigirse a Julia y “pedirle que sacara su celular”.
– Qué no, pendejo! Te vas a la verga! -, le grité desconectándome un poco de mi raciocinio.
Y es que si, amiguitos y amiguitas, yo soy un ser de paz; me pueden decir lo que sea y, generalmente, a mí me vale 2 ENORMES hectáreas de verga, pero que no se metan con mis seres queridos y mucho menos con mi nalguita en turno porque se me sale el pinche Belzebú.
El puñetas que traía el juguete en mi espalda me agarró de cuello…
– Relájate, cabrón, sino vas a valer verga (supongo eso lo entienden todos).-, exclamó ese mierda y pues sí, no me quedaba de otra.
– Ya deja a la morra y vámonos.-, comentó el primer cabrón de cuerpo de pinche perro hambriento.
Justo después de que me soltaron, pensé en observar si en realidad era un “fogón” (arma) lo que traían esos culeros porque de no ser así, me les iba a ir directito a los putazos al que cayera primero.
En efecto, traían un “cuete” y ni modo de preguntar si era de verdad o no, correcto? No me quedó de otra más que quedarme calladito y mantenerme cerquita de Julia porque capaz que les daba por regresarse y quitarle sus cosas.
– Estás bien?-, toda bonita me preguntó Julia cuando esos putotes se encontraban lejos de nosotros.
– Si, chiquilla. Por el celular no hay pedo, pero, y tú?-, devolví la pregunta mientras le abrazaba pues si se veía un poco asustada.
– Nada más con el susto.-, respondió.
– Vente, vámonos.- respondí con unas pinches ganas de corretear a esos pinches mugrosos y es que, la verdad, sin pedos los hubiera alcanzado porque en ese tiempo yo hacía un chiiiingo de ejercicio y corriendo era una reata bien parada. Es más, hasta les hubiera dejado el celular porque poco me importaba y hubiera dado cualquier cosa con tal de partirle la madre a cualquiera de ellos o a los 3.
En fin, nos fuimos de ese lugar, la llevé a su hogar y mejor me voy a reservar lo que pasó después de dejarle en la entrada de su casa, aunque no, no fue nada sexual.
Una respuesta
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