octubre 12, 2013

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Laura, mi amiga infiel

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Conocí a Laura una noche en un chat, se presentó como Sonia, enfermera de 33 años. Nos pasamos varias horas charlando, fue divertido aunque llegó a ponerme nervioso por su forma de ser, bastante exigente y desafiante.

Me costó mucho que me dejara verla por webcam pero el segundo día accedió, ella era una mujer alta, 1,80m, era grande en todos los aspectos. 33 años, rubia, bonitos ojos.

Todos los días después de trabajar hablábamos de todo tipo de temas, le gustaba escuchar música, viajar y leer, me confesó tras unos días que su verdadero nombre era Laura y que no era enfermera sino periodista. Poco a poco las conversaciones se fueron calentando y empezamos a hablar de sexo, a ella le encantaba, le gustaba disfrutar y hacer disfrutar. Al poco empezamos a pensar en quedar hasta que un día me dijo que tenía que hablar conmigo:

– Tengo que hablar contigo

– Bueno…ya verás ¿qué pasa?

– No he sido sincera y mereces que lo sea

– ¿Tienes novio?

– Estoy casada

– ¿Y por qué me has estado dando ilusiones?

– Buscaba a alguien en el chat, aunque quiero a mi marido no me hace feliz pero no puedo seguir mintiéndote. No quiero que dejemos de hablar por ello.

La verdad que me defraudó en ese momento, aunque algo sospechaba, sin embargo me atraía y me gustaba hablar con ella, ya había estado con otras chicas con novio así que no iba a dejar que eso me impidiera conocerla, aunque no se lo dije, claro.

Durante un rato se comportó de forma bastante suave conmigo aunque cuando vió que todo seguía igual, volvió a ser tan desafiante y exigente como antes.

– Te gustaría quedar el fin de semana? – me dijo

– Bueno, qué quieres hacer?

– Me gustaría tomar un café, verte, charlar contigo. Por el centro, a mi casa no podemos ir.

– Bueno, quedamos el viernes por la noche?

– No puedo, mejor el sábado después de comer

Concertamos la cita y quedamos en una transitada plaza del centro de Madrid para pasear y dirigirnos a una cafetería que conocía. Ahí me presenté y la vi, llegué unos minutos tarde y ya estaba esperándome, la reconocí rápido, era muy alta, una larga melena rubia, maquillada con los labios pintados de rojo muy fuerte y un enorme escote. Sólo la había visto una vez y no me había dado cuenta de sus generosos pechos, eran realmente enormes aunque, como dije, ella era grande.

Yo, aunque delgado,soy alto, 1,95m, era más joven que ella, 28 años y me gusta cuidarme.

Me reconoció rápidamente también, y nos saludamos con dos besos y el nerviosismo típico.

La conversación incómoda e insulsa del principio me sorprendió pues me había parecido mucho más lanzada en los días anteriores hablando con ella.

Llegamos rápido a la cafetería, un sitio agradable, con butacas y mesitas así que nos sentamos y poco a poco nos fuimos soltando.

Hablamos más o menos igual que por chat aunque reconozco que buscaba rozarla accidentalmente, un juego que ella siguió y pronto acabamos acariciándonos la mano discretamente y sin mencionarlo.

La verdad es que me encontraba nervioso, con el corazón acelerado, esa chica me gustaba.

Salimos de la cafetería y fuimos paseando de camino a la estación de metro y cuando nos despedíamos, nos besamos, no sé quien dió el primer paso, fue algo espontáneo. La besé profundamente, nos abrazamos y nos metimos las lenguas.

Nos apartamos de la calle y seguimos besándonos, le acaricié los pechos y el culo y ella me metió la mano por el pantalón pero paró inmediatamente y me dijo que tenía que irse ya. Nos despedimos ya finalmente y nos fuimos.

Por la noche me conecté pero ella no estaba, pensé que igual no quería nada más y me hice el duro imaginando que no me importaba pero cuando finalmente se conectó, reconozco que me sentí muy bien. Hablamos un poco en general como si no hubiera pasado nada hasta que le pregunté:

– ¿Qué tal lo has pasado antes?

– ¿Tú que crees? ¿Te has puesto las botas eh?

– Bueno, es que me has gustado

– Tu a mi también, quiero volver a verte

Le fui preguntando mas detalles de sexo ya que llegados a ese punto, tenía claro que quería acostarme con ella.

Ella era una persona muy activa sexualmente pero, para mi desilusión, bastante tradicional. Me dijo que no le gustaba el sexo anal, lo probó una vez, no le gustó y no conseguí convencerla de que me dejara.

También tengo un pequeño fetichismo de pies, no estoy muy obsesionado pero me gustan y me gusta correrme sobre ellos, algo a lo que tampoco accedió ya que le daban asco los pies.

Me explicó que le encantaba follar a 4 patas o ella cabalgando y controlando todo, eran sus dos posturas preferidas, además del sexo oral, que me aseguró que era una experta.

A pesar de su gran lívido, no le gustaba masturbarse y no quiso hacerlo ningún día por webcam.

Por fin un día accedió a quedar, con el claro objetivo de tener sexo pues llevábamos varios días deseándolo. Reservé una habitación en un hotel a mi nombre porque ella no quería dar sus datos por si su marido se enteraba por medio de una factura o publicidad que le pudieran enviar.

Apareció vestida con un vestido granate ligeramente ajustado, estaba bastante rellena pero como era grande, marcaba las caderas de forma sugerente. Llevaba medias de rejilla, sabía que me gustaban, y zapatos de tacón, medía con ellos poco menos que yo.

Llevaba de nuevo los labios rojos, los ojos pintados y la rubia melena recogida en una coleta. Olía muy bien y me recibió con dos besos, intenté besarla pero no me lo permitió por no querer llamar la atención aunque con su altura y con lo sexy que iba vestida fuera imposible, todos los hombres la miraban lascivos y yo el primero, apenas pude apartar la vista de su culo grande y levantado.

En la recepción del hotel tuve que realizar los trámites yo solo ya que ella se negó para no tener que entregar documentación, cuando me dieron la llave, ella me estaba esperando en el ascensor.

– Esto es para ti

– ¿Me vas a pagar por mis servicios?

– No creo que seas tan bueno, es la mitad de la habitación, no voy a dejar que la pagues sólo.

– Puedes pagar la próxima

– Ya veremos si hay próxima

Seguía tratándome así, le encantaba y he de reconocer que me daba morbo, no me lo ponía fácil y no sabía si en cualquier momento me iba a dejar sólo y no iba a volver a saber nada de ella.

En el ascensor empezamos a besarnos muy apasionadamente, mucho más que la otra vez yendo al metro, ahora sabíamos lo que iba a pasar y lo estábamos deseando, la empujé contra la pared y mientras la besaba le metí una mano por el escote agarrando uno de sus duros pezones, ella me agarraba el pene por encima del pantalón pues ya estaba duro. Al llegar a la tercera planta nos bajamos disimulando aunque no nos encontramos con nadie.

Llegamos a la habitación y entramos examinándola, yo esperé a que ella pasara cerca de la cama, la empujé y cayó boca abajo encima del colchón, yo me puse encima y le subí el vestido, las medias de rejilla se ajustaban a los muslos, llevaba un tanga rojo muy fino q me permitió una gran vista de su ano cuando le separé las nalgas. Le mordí y besé el culo, olía muy bien, se acababa de duchar, y tenía una piel suave sin ningún pelo en la zona. La noté incómoda y se giró lo que me permitió ver que había empapado el tanga, seguí besando sus muslos y acariciando sus ingles con mis manos.

Fui subiendo y separando sus piernas, le aparté a un lado el tanga y por fin pude verselo, rosa, perfectamente depilado y chorreando, le caían gotitas entre las nalgas hasta la sábana.

Empecé a acariciarle con la punta de la lengua y noté su calor y humedad, tenía muchísimo flujo y yo no pude resistirme, ella respiraba profundamente y acariciaba mi cabeza apretándola contra si misma.

Metía la lengua entre sus labios, recorriendo su clítoris duro y abultado y ella levantaba ligeramente sus caderas marcando el ritmo. Con mi mano fui bajando por su muslo, tenía las rodillas dobladas así que pude llegar a su tobillo, le deslicé fuera el zapato tirándolo al suelo y pude acariciar su talón y su planta, no se quejó, sólo gemía y apretaba los dedos de su pie. Con las manos se acariciaba los pechos. Pensé que estaba cerca de correrse y aceleré el ritmo de mi lengua hasta q dio un ligero grito y empezó a dar botes con el culo en la cama, cogió la almohada y se cubrió la cara para que no se oyeran tanto sus gritos hasta quedarse relajada.

Me limpié la cara con una toalla pues me había mojado mucho con sus flujos y me acosté a su lado. No esperaba que fuera muy cariñosa, pues nunca lo había sido pero desde luego no esperaba que pasara tanto de mí, no me dejó ni abrazarla.

Al cabo de unos minutos de relax, se desnudó completamente salvo las medias y me desnudó a mí, me alegré de que no hubiera perdido el interés. Sin decirme nada, sólo mirándome, se subió encima sobre mi pene totalmente erecto quedando presionado bajo su sexo y se movió de alante a atrás, seguía tan húmeda que lo sentía suave y caliente.

Se desmontó y sin dejar de mirarme a los ojos se metió mi pene en su boca rodeándolo con sus labios apretados, no paró y lo intrujo hasta la garganta. Notaba como lo acariciaba con su lengua mientras estaba dentro, la sacó entera menos el glande q seguía atrapado entre sus labios y con la mano empezó a pajearme, su saliva hacía que su mano se deslizara rápidamente y de vez en cuando volvía a introducirla en su garganta, me puse a pensar en otras cosas para que no hiciera que me corriera tan rápido hasta q la paré, no quería correrme todavía.

Aprovechando unos segundos de relajación la coloqué a 4 patas delante de mí, me puse el preservativo y la penetré con fuerza, creía que me costaría menos pero estaba bastante apretado.

La agarré por las caderas y empujé con ritmo metiendo y sacando mi pene de su húmedo vientre. Aunque lo intenté, notaba que no iba a aguantar mucho así que paraba de vez en cuando pero ella movía sus caderas en círculos, con lo que me di cuenta de que no iba a conseguir retrasar mi orgasmo así que decidí buscarlo embistiendo contra su culo, le separé bien las nalgas y la metí hasta el fondo en el momento en el que lo sentí, me estremecí sobre ella y me apoyé sobre su espalda mientras notaba como chorros de semen caliente salían disparados.

Cuando me vacié en su interior ella volvió a empezar a moverse así que aproveché los momentos antes de perder la erección para seguir clavándosela rápidamente llegando a su orgasmo en poco tiempo. Se desplomó sobre la cama quedando relajada y estirada, yo igualmente tumbado encima de ella sin siquiera sacar mi pene de ella.

Permanecimos así durante un buen rato hasta que me bajé de ella y me quedé dormido, cuando desperté ella se había marchado sin haberme dicho nada, supongo que era típico de ella.


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2 respuestas

  1. nindery

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